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Fuentes Bibliográficas
Sociedad y Población Rural en la Formación de Chile Actual: La Ligua 1700-1850
 
Tercera parte: Población y mentalidad.
 
Capítulo VII. Las mentalidades.

2. La precariedad del mundo circundante.

También es importante el hecho de que nuestra zona tenga una función de tránsito, donde el ambiente pastoril encontró un cauce de desarrollo que, a la vez, uniéndose a la minería provocó continuos movimientos migratorios, especialmente de hombres jóvenes. La presencia continua de "afuerinos" o migrantes nos da una primera característica mental, que aflora más en el grupo masculino, pero que también por reacción y adaptación modifica el contingente femenino.

La sicología del migrante rural de los años estudiados es muy parecida a la del actual. Hablamos de un hombre desapegado, impulsivo e inquieto, que de algún modo no tiene cabida en el mundo en que nació y se crió. Otras veces busca simplemente, con la mudanza del paisaje, un mejoramiento de vida y un camino propio de subsistencia. En ambos casos, es un ser que huye de la tradición familiar y comunitaria-no necesariamente rechazando conscientemente los valores del grupo al que siempre añora- y que acentúa la situación de transitoriedad tanto de los valores materiales como espirituales: es capaz de desprenderse de los hijos, de la esposa y la familia, lo que no quiere decir que no los ame; no deja de ser católico, pero podría transformarse fácilmente en crítico de algunos aspectos de la religión, etc.

Pero cabe recordar que en aquella época hubo algunos elementos distintos a los actuales que informaban la sicología del migrante. Se trata de una sociedad en que la baja expectativa de vida al nacer, la muerte repentina debido a las epidemias, la altísima ilegitimidad, producían una muy elevada tasa de orfandad. Son los huérfanos los que constituyen un alto porcentaje del migrante; personas más fáciles al desamor y al desapego, más cercanas a la idea de que la vida es breve e inconsistente, más dóciles a la magia y a la leyenda.

El rasgo sicológico de la transitoriedad es el que nos parece más importante en los primeros habitantes de La Ligua y en los contingentes que luego se agregaron. No es, desde luego, propia de la región estudiada, ya que parece una característica de la época ni tampoco privativa del migrante, sólo que se encuentra exacerbada en ellos. Si es un sentimiento permanente en el migrante, en el que deja de serlo constituye un sentimiento profundo, aunque constantemente revivido por múltiples circunstancias. En el mundo de las imágenes arquetípicas, la transitoriedad se opone a lo eterno, como lo mundano a lo divino, como la quietud al movimiento y como la noche al día, siendo la primera la mutable, el día y el sol lo eterno. De allí el uso de la simbología nocturna. Las acciones nocturnas deben ser audaces y valientes, ya que se cometen en un mundo sin dimensiones, donde las cosas pueden tener su propia voluntad, distinta de la de los hombres.

Quién huye de la transitoriedad -y todos lo hacen de trecho en trecho- se refugia en lo místico, lo mundano-místico o lo mundano ritual, con mayor fruición mientras más alejado haya vivido de ello. Por eso la enorme importancia que tienen en nuestra región las celebraciones religiosas: velorios, bautizos, procesiones, o simples fiestas efectuadas en la iglesia. (Véase capítulo IV en Parte Primera).

Finalmente, es importante repetir que no sólo los grupos migrantes adquieren los rasgos derivados del principio de transitoriedad, decíamos que es también una característica de la época. Hay otros elementos, sobre los cuales hablaremos luego, que abonan y mantienen esta manera de ser. Mencionamos ya la orfandad y la ilegitimidad, a ello hay que agregar el sentimiento de la muerte y algunos componentes de lo que en general llamamos lo telúrico.