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Fuentes Bibliográficas
Sociedad y Población Rural en la Formación de Chile Actual: La Ligua 1700-1850
 
Tercera parte: Población y mentalidad.
 
Capítulo VII. Las mentalidades.

1. El ambiente general.

Como en otros aspectos de nuestra investigación nos ha faltado en éste una documentación más completa. En efecto, un acucioso estudio de mentalidades requeriría de algunas muestras del producto cultural del grupo, de una catalogación y examen de sus escalas valóricas, de los símbolos e imágenes repetidas en el habla cotidiana, el folklore, representaciones oníricas, etc. Habríamos requerido, en fin, de largos trabajos de campo y de una documentación histórica especial, como cartas particulares, diarios de vida, informes de los curas párrocos y de toda una literatura privada, que la cortedad del lugar y su magra vida cultural en los años estudiados, no parece haber producido en abundancia. A pesar de ello, contamos con algunos testimonios históricos de la índole requerida, recogidos en los testamentos y en las "licencias matrimoniales", que nos autoriza a ensayar este tipo de interpretación.

Por otra parte, el estudio de las mentalidades no sólo se realiza sobre el análisis del producto cultural, sino también -lo que generalmente falta en los trabajos que a ello se refieren- a través del origen y perseverancia de las actitudes y de las acciones de los miembros de la comunidad en observación. En los capítulos anteriores hemos dado, en efecto, descripciones detalladas del ambiente geográfico y de la estructura económica, social y demográfica. Penetrando más allá de las estructuras, hemos llegado hasta la persecución de finos detalles, escondidos, íntimos, de lo que podríamos denominar líneas dinámicas del comportamiento del grupo. La expresión estadística de muchas de estas líneas no les quitan profundidad ni elocuencia, más bien les otorgan validez irreprochable y universal. Veamos pues cómo se engrana todo ello. Cómo los procesos mentales, encerrados en una cadena de "predestinación y gracia", repitiéndose cotidianamente, abundan en la conciencia formando un ego colectivo que se inscribirá lentamente, de distintos modos, en la época más inmediata y formativa de "lo nacional".

Nos encontramos ante una sociedad rural, con plena totalidad de un mundo antiguo, tradicional, preindustrial y colonial. No es en absoluto una sociedad quieta, dormida, sin evolución y sin conflictos. En los capítulos anteriores hemos insistido, quizás majaderamente, en ello. Todo el proceso de creación del pueblo de La Ligua es un buen ejemplo. La antigua mentalidad y sociabilidad cristiana y la nueva política de población del Siglo de Las Luces se unen para mover un cambio regional. El poblado sufrió así un primer impacto económico en la formación del "latifundio tradicional" y en un errático desarrollo minero. (Véanse capítulos I y II de Parte Segunda).

Apenas establecido el pequeño pueblo, como hubiera ocurrido en un villorrio medieval, comienzan a notarse rasgos diferenciales tanto en la coyuntura como en la estructura de la población. No son tantos, por supuesto, como para poder hablar de una población urbana y de otra rural. Era en su totalidad una población campesina-como en ese mismo momento también lo era Santiago- de comportamiento y de mentalidad campesina.

A pesar de que para la fecha en que comenzamos nuestro estudio era esta la región no araucana de mayor densidad indígena del país, no parecen éstos marcar algún rasgo distintivo en La Ligua. Muchos de ellos habían sido previamente desarraigados y trasladados al interior de haciendas o a las minas, no formaban "comunidades" propiamente tales, de modo que culturalmente se funden con peones y mineros. Suponemos que algunas de sus tradiciones pudieron haberse hecho propias de la región. Sabemos también que, quizás por estar más sujetos a la tierra donde habían sido trasladados, participaban de un mayor contacto con doctrineros y párrocos, lo que se traducía en una gran insistencia en la observancia de los sacramentos. De allí que, proporcionalmente, hay entre ellos un mayor número de uniones legítimas, por lo tanto de menos hijos ilegítimos. Del mismo hecho podría inferirse una más alta integridad de la familia y además normalidad en el proceso de pase cultural del grupo. Al entrar en el presente siglo, sin embargo, ya no es posible notar quién es quién en la zona y las posibles peculiaridades mentales de indígenas se confunden con las del grupo total.