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Fuentes Bibliográficas
Sociedad y Población Rural en la Formación de Chile Actual: La Ligua 1700-1850
 
Tercera parte: Población y mentalidad.
 
Capítulo VII. Las mentalidades.

4. La mujer y la familia.

Tomando en cuenta lo ya dicho puede entenderse que las relaciones interpersonales, intrafamiliares y entre los sexos fueron sumamente complejas y también a menudo conflictivas. Hombres jóvenes y solteros llegan y se van, las mujeres nacen allí y se quedan. Son pocos los jóvenes inmigrantes que se casan y arraigan en el pueblo. Otros, después de tener algunos hijos, salen del lugar sin volver y a sus hijos se agregan hermanastros generalmente ilegítimos. A veces, los hijos mayores siguen a sus padres o viajan solos en busca de otras aventuras y horizontes. Así, la mayoría de las familias quedan truncas y nunca son muy numerosas.

La pirámide de edades de La Ligua nos muestra claramente que las mujeres viven preferentemente en el pueblo. Allí y junto a las vetas de las minas muchas de ellas se dedican a "atender las necesidades de los mineros", lo que aumenta el ya abultado índice de ilegitimidad (véase Capítulos III y IV de Parte Tercera).

La ilegitimidad, por otra parte, no era reprobable, era sólo un rasgo social, una cuestión natural que no maculaba al bastardo ni a la madre. Hijo ilegítimo, entenado, huérfano, allegado, confiado y protegido son prácticamente sinónimos en la época. Cuesta casarse, especialmente para las mujeres, dadas las condiciones económicas y sociales imperantes; los matrimonios formales tienden a hacerse a edades relativamente altas. Pero el amor no espera la época del año apropiada, la presencia del párroco, el fin de la cosecha o la fiesta religiosa apropiada. Además, hay muchas viudas jóvenes y esposas abandonadas que compiten con las jóvenes solteras.

Un alto porcentaje de concepciones prenupciales y una abundante cantidad de nodrizas profesionales en el pueblo completan el panorama anterior. (Véase Capítulos IV y V en Parte Tercera). Lo primero, fuera de abundar en la ilegitimidad impone trabas genéticas al crecimiento franco de la población, especialmente porque es señal de relaciones sexuales muy tempranas acompañadas de prácticas abortivas. Entre otros, sería éste un síntoma demográfico que acerca a la población a una etapa de transición, pero que definitivamente no se da hasta muchos decenios después de la fecha de término de nuestro estudio(65).

Respecto a las nodrizas, fue un fenómeno un poco inesperado por nosotros y altamente significativo. Incide en el aumento de la mortalidad infantil, al paso que introduce un nuevo elemento perturbador en las relaciones intrafamiliares(66). En efecto, la entrega de recién nacidos a nodrizas para su crianza alteraba la relación sicológico-cultural materno infantil, cuestión que repercutía en la adolescencia y madurez del lactante. Si esto era a menudo negativo proporcionaba en cambio, un fuerte lazo de unión comunitaria, entendida como acercamiento de familias pobres con otras pudientes de la localidad, al crear la lejana pero efectiva conexión denominada "hermanos de leche".

La lactancia encargada a nodrizas se estableció generalmente en una escala descendente de la sociedad: madres con bienes económicos entregaban sus hijos a mujeres de clases más bajas. Desde el siglo XVI, españolas y mestizas, encomenderas y descendientes de las familias fundadoras los confiaban a indias y negras esclavas para ser amamantados. No fue este el caso de La Ligua, aunque aquí también madres de menor alcurnia buscaban nodrizas en ambientes sociales más bajos que los propios. No fue raro el caso en que estos "hijos de teta" -como se les llamó para diferenciarlos de los "hijos de vientre"-,cuando no habían sido habidos en situaciones legítimas, quedaban para siempre como hijos de la nodriza mediando algún trato o compensación económica. Una cuestión interesante que se desprende de este fenómeno es que, tanto en Chile como en Europa, proporcionó un mecanismo de liberación, podríamos llamarlo también de desenfado social, a las mujeres de medios económicos. Dentro de toda la tiranía que en una sociedad patriarcal, como la que estamos estudiando, sufría la mujer, era esta una de las salidas compensatorias que manejaba. Fue un modo de diluir el peso de los hijos ilegítimos, de apartar -a veces irresponsablemente- las obligaciones maternas. Fue un modo también de preservar los atractivos físicos e incluso de mantener las iniciativas amorosas, galantes y sexuales.

Cuando en el Mundo Occidental comienza a predominar el tipo de familia patriarcal, que relega a la mujer a un papel secundario y poco independiente(67), en Chile y en muchos lugares de América Latina la cuestión no es tan clara o por lo menos aparece jalonada de excepciones locales y temporales. Es indudable que en un medio donde son escasas las mujeres que reúnen ciertas condiciones -estar en edad fértil por ejemplo- pasan a ocupar niveles y status excepcionales. Cuando esta situación es inversa, como es el caso estudiado, la relación de la mujer en la comunidad y en la familia también cambia. La cuestión demográfica del equilibrio de los sexos, aparece en estos casos modificando el papel social y cultural de la mujer.

En otro trabajo hemos explicado cómo en Chile Central del siglo XVII y principios del siguiente, en los momentos en que surge el "latifundio antiguo", en la etapa formativa de una economía agraria, la mujer rural controla la situación familiar desde la calidad de foco inamovible y generativo de una sociedad que se está estructurando. Esto ocurre con una débil presencia del matrimonio legalmente constituido y tratándose de mujeres pertenecientes a estratos y status muy bajos de la sociedad: indias esclavas, indias de depósitos, mestizas indias y de color, etc.(68).

Para la fecha que comenzamos el presente estudio las características arriba anotadas ya habían desaparecido. Un siglo atrás, en los corregimientos de Maule o Itata, por ejemplo, era frecuente encontrar mujeres de alrededor de 40 años de edad casadas con hombres menores de 20; ahora en La Ligua esta era una situación inimaginada. Dejando de lado las uniones premaritales, el cambio mencionado se refleja bien en las edades de los matrimonios registradas por nosotros en el hecho que los viudos se vuelvan a casar frecuentemente, después de intervalos muy cortos de viudez, con mujeres mucho más jóvenes que ellos, cosa que no ocurre con las viudas por jóvenes que sean. (Véase Capítulos IV, V y VI de Parte Tercera).

El desequilibrio demográfico de los sexos en favor de las mujeres perjudica a éstas tanto fuera como dentro de la familia, ayudando a que el machismo y el paternalismo den la tónica a la sociedad. Con todo, hay varias esferas de la vida familiar y comunitaria donde aún la mujer puede reinar, no sólo en el sentido de elegir su propia conducta sino también de imponerla. La mujer joven, atractiva y propietaria de una chacra, rancho y otros bienes, tiene ventajas sobre hombres mozos y maduros que van y vienen en trabajos esporádicos. Ya mencionamos la opción de la nodriza; además las mujeres tienen una expectativa de vida más alta, lo que les permite un tiempo mayor de atesoramiento material y espiritual. Por ello es que tradicionalmente en el campo chileno son las abuelas las que transmiten la leyenda y la tradición á los nietos y las que orientan las dotaciones económicas de la familia desprendidas de los núcleos de procreación. Diríamos que, en general, este grupo de mujeres puede elegir, teniendo la seguridad de la permanencia en el medio económico, en lo telúrico y en la vida misma. Es lo que da a la comunidad estudiada un sabor a matrifocalidad.

Hemos examinado la existencia de determinantes de los usos y costumbres, de las creencias y de la vida cotidiana, acondicionantes escondidos en la estructura económica, social y demográfica. Éstos se mueven, evolucionan en diversos sentidos, según el complicado juego de interinfluencias que apenas si hemos esbozado. Van dejando huellas en aquel tiempo histórico más lento, donde lo religioso, los principios de transitoriedad, el sentimiento de la muerte, etc., parecen determinantes. En la medida que los hombres no sólo nacen y mueren inmersos en todo este conjunto, sino que también ayudan a mantenerlo y a modificarlo, participan de una situación mental que caracteriza a la comunidad de La Ligua y su contorno. Todo ello ocurre en un momento dado de su historia, en un tiempo largo, un siglo y medio aproximadamente, cuyo punto cronológico medio serían los años en que se desarrolla el proceso de la Independencia.

Lo que sucedió en La Ligua en este siglo y medio de estudio pudo ser parecido o igual al proceso histórico de otras muchas comunidades campesinas de Chile; recordamos una vez más que se trata de un ambiente de pequeños propietarios más que de un grupo de familias que viven dentro de las grandes haciendas de la época. No sabemos en verdad cuán típico puede ser nuestro caso en el conjunto nacional. Pero sí podemos aventurar que muchos de los rasgos aquí señalados se presentan también en otros lugares del Valle Central y del Norte Chico.Sea como fuere, hay que agregar que a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado el cuadro cambia fuertemente: hay nuevas vocaciones económicas, se extienden caminos y ferrocarriles, los que junto a la instalación del telégrafo comienza a cambiar el sentido del espacio, del tiempo y de la percepción del acontecer. Todo cambia muy rápidamente, penetran nuevas ideologías, aumenta la circulación de la idea escrita y de quienes pueden expresarlas; al nivel provincial y pueblerino llega la época del periódico, del liceo y del libro, en fin, es casi otro mundo. Pero ese país moderno -el comienzo de Chile actual- se construye sobre el compacto y definido panorama ya descrito. El origen formativo está allí y constituye el tiempo largo que subyace en las acciones y creencias actuales.