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Fuentes Bibliográficas
Sociedad y Población Rural en la Formación de Chile Actual: La Ligua 1700-1850
 
Segunda parte: Las actividades económicas.
 
Capítulo II. Las actividades agrícolas.

1. La propiedad agraria.

A pesar de la enorme importancia que tuvo la minería en el desarrollo de toda la vida regional, la agricultura fue la actividad que concentró siempre a la gran mayoría de la población y la primera fuente de recursos e ingresos. Las actividades agrarias en la zona de La Ligua tuvieron esa importancia desde la primera ocupación de su suelo, por los conquistadores, a mediados del siglo XVI.

Superponiéndose a las limitadas labores de los indígenas, los primeros colonos introdujeron cultivos y orientaciones nuevas, fundados en el gran dominio agrario que obtuvieron de la autoridad y que sus herederos reconfirmaron a comienzos del siglo XVII(81) . En el transcurso de esta última centuria la gran propiedad o "hacienda" se consolida plenamente, ayudada de la agricultura y la ganadería, creando las bases de una estructura de muy larga duración.

1.- La propiedad agraria.

A comienzos del siglo XVIII existen en la región de La Ligua cuatro grandes haciendas gestadas en "mercedes" del siglo XVI, en la compraventa de sus "demasías" (terrenos sobrantes entre una y otra al momento de las mensuras), o lisa y llanamente por usurpación más o menos furtiva de los terrenos. Eran éstas: "Ingenio", "Pullally", "Valle Hermoso" y "Longotoma". En el transcurso del mismo siglo, nuevas subdivisiones u ocupaciones de terrenos crearon otras haciendas también importantes, aunque su rol más significativo lo cumplen en la centuria siguiente.

La Estancia del Ingenio se constituyó en las mercedes otorgadas a Gonzalo de los Ríos por el propio Gobernador Valdivia en 1552, y su explotación en los años posteriores, bajo su dirección o la de sus sucesores, la transformaron en una de las estancias más ricas del Reino. A fines del siglo XVI, se estimaba en 20.000 fanegas la producción cerealera, en 350 arrobas de vino el rendimiento de sus viñas y en más de 6.000 arrobas de azúcar la producción del cañaveral existente en ella, único, por lo demás, en todo Chile. La renta total de la estancia se calculó en $ 30.000 anuales(82).

La producción de cereales queda testimoniada prontamente, no sólo en los terrenos de la hacienda del Ingenio, sino también en los demás sectores cultivados de La Ligua, en un volumen tal, que permitía incluso destinar parte a la exportación ya a fines del siglo XVI(83).

Pronto se sumó a la producción agrícola del Ingenio el rendimiento de otras pequeñas viñas y muy especialmente de la ganadería, que se transformará en el fundamento de estas nuevas explotaciones.

Igualmente se cultivó con éxito en buena parte de los terrenos liguanos el cáñamo, que permitió desarrollar una actividad de muy alta incidencia en el comercio de exportación chileno a lo largo de todo el período colonial. La Ligua fue el centro de esta producción. En la hacienda del Ingenio la elaboración de "jarcias" para la exportación era una de las principales actividades en que se había especializado, como lo testimonian los datos de un decenio de producción. Según éstos, entre 1656 y 1665 las propiedades del dueño del Ingenio produjeron $ 77.588 de los cuales, el 29% ($ 22.725) procedían de los cordobanes y jarcias fabricados en el Ingenio(84).

A mediados del siglo XVII se estimaba que de esta hacienda podían obtenerse 300 quintales de jarcias, volumen de producción que es comprensible si lo comparamos con otros: en 1665 se contabilizó una cifra superior a 12.000 cabezas de ganado caprino y 8.000 bovino (de cuyo faenamiento se obtenían los cordobanes), solamente en el lugar de "San Lorenzo", al interior de la hacienda del Ingenio(85).

La hacienda producía además algunos derivados de la ganadería tales como sebos y cecinas, que se destinaban a la exportación o al abastecimiento de la plaza de Valdivia. Entre 1656 y 1665 la grasa fabricada en el Ingenio representó el 12, 5 % del valor total de su producción(86).

La hacienda del Ingenio -que incluía la estancia de San Lorenzo- se mantuvo en poder de la familia de los Ríos hasta 1685, en que fue subastada públicamente, por la causa ejecutiva que siguieron los acreedores de Catalina de los Ríos, por Juan de Hermúa, quien pagó por ella $ 15.038:2 1/2. Éste la traspasó en 1695 a Juan de la Cerda, abogado de la Real Audiencia, quien la vinculó en mayorazgo en 1703, avaluándose en $ 12.000 los terrenos que la componían(87).

A fines del siglo XVII, la hacienda del Ingenio se había extendido, adquiriendo y agregando terrenos vecinos(88). Aunque también se desprendió de otros como los de Valle Hermoso, vendidos en 1618 en la suma de $ 2.500(89). En el siglo XVIII comprendía una superficie de "30 leguas de latitud y 9 de longitud" (70 mil hectáreas), superficie que conservó bajo una misma tuición de dominio hasta fines del siglo siguiente. En 1853, la superficie total de las seis haciendas en que había sido subdividida -aunque formando una sola propiedad- alcanzaba a las 39.000 hectáreas(90).

La segunda gran propiedad gestada en la región de La Ligua fue la hacienda de Pullally. Las tierras que la componían fueron otorgadas por "merced" del Gobernador del Reino, en 1599, a doña Isabel de Osorio(91), quien las legó a su hijo Jerónimo Bravo de Saravia. La hacienda estaba ubicada en terrenos ya ocupados y explotados por contingentes de población prehispánica y comprendía las ricas tierras vecinas a la costa y desembocadura de Longotoma, llegando al sur hasta la cuesta del Melón. Ya en el siglo XVI se aprovechan sus terrenos en cultivos cerealeros, plantaciones de cáñamo, ganadería y viñas. A comienzos del siglo XVII había en la estancia el siguiente ganado:

- 6.000 cabezas de ganado caprino
- 2.000 cabezas de ganado bovino
- 1.300 cabezas de ganado vacuno
- 300 cabezas de ganado equino

Al mismo tiempo, la hacienda tenía en existencia 150 quintales de jarcias y en la curtiembre instalada en ella se elaboraban 600 cordobanes al año. En 1644 el propietario de Pullally fue clasificado entre los principales posibles productores de jarcias, con una cantidad de 300 quintales anuales, lo que demuestra la importancia que había adquirido esta actividad que, junto a la ganadería, fueron las principales del período colonial(92).

Su producción, al igual que la de la vecina El Ingenio, se orientaba tanto al mercado exterior como a la satisfacción de las nuevas necesidades que se crean en el mismo Reino de Chile. Así tenemos que cereales y jarcias son exportados al Perú, mientras que carnes y harinas lo son al presidio de Valdivia, a mediados del siglo XVII(93). Por otra parte, la elaboración de jarcias en la hacienda de Pullally fue importante durante todo el período colonial. Las siembras de cáñamo llegaban a 130 fanegas (unos 900 kilos), en los siglos XVII y XVIII, y las exportaciones solamente de jarcias se mantuvieron alrededor de los 120 a 150 quintales anuales en los mismos siglos(94). Las exportaciones al Perú se realizaban a través de comerciantes intermediarios o representantes radicados en el puerto exportador de Valparaíso(95).

La hacienda de Pullally cambió de dueños en 1705, al disgregarse los bienes de su antiguo propietario Francisco Bravo de Saravia, siendo rematada por Antonio Irarrázabal en la suma de $ 35.000. El 33% de esta suma correspondía al valor del casco y más de $ 20.000 a los ganados y enseres que contenía. En 1728, al vincularse en Mayorazgo esta propiedad, se inventarió el siguiente ganado:

Cuadro N° 13
VALOR DEL GANADO DE LA HACIENDA DE PULLALLY. 1728

Número de
cabezas
Tipo de ganado
Valor estimado
1.580
vacuno
$3.160
300
terneras (neonatas)
300
80
bueyes
400
4.500
ovejas
1.406
1.600
corderos (neonatos)
200
122
mulas
427
35
caballos
52
76
yehuas
57
Total: 8.293
---
$6.002

En la segunda mitad del siglo XVIII esta hacienda comprendía una superficie de "cinco leguas de latitud y cinco de longitud"(96), que se mantuvieron bajo un mismo patrimonio hasta mediados del siglo siguiente, sin conocer otra desmembración que la de pequeños terrenos cedidos a los indígenas en la periferia de ella. Y si bien la ganadería se constituyó en la principal actividad, sus terrenos de regadío fueron cultivados permanentemente con variada serie de productos(97).

La otra hacienda importante formada en el siglo XVIII, aunque mucho menor que las anteriores fue la de Valle Hermoso. Sus propietarios poseían también extensiones de terreno -incluso mayores que los de Valle Hermoso- en territorios apartados de la jurisdicción liguana.

Se formó en 1620 por compra de los terrenos a los propietarios del "Ingenio". Estos terrenos, junto con los de Quilimarí y Talanquén (al extremo norte de La Ligua), formaron las posesiones de Juan Roco de Carvajal. Al igual que los otros hacendados de La Ligua, también éste fue estimado como presunto productor de 300 quintales de jarcia por año, a mediados del siglo XVII, aunque sólo una mínima parte la obtenía en su propiedad de Valle Hermoso. El cultivo del cáñamo en este lugar se puede constatar en numerosos sitios, pero sus siembras se reducían a superficies pequeñas.

A mediados del siglo XVIII, 200 cuadras de esta hacienda fueron entregadas a la comunidad indígena que se constituyó con la encomienda existente allí, incluyéndose terrenos para un "pueblo de naturales" justamente en las inmediaciones de las plantaciones de cáñamo(98). Posteriormente, los terrenos restantes de esta hacienda fueron arrendados en $ 50 anuales por período de 6 años, hasta que en 1786 el Convento de Agustinos exigió su remate para saldar los cánones impagos de una "capellanía" por valor de $ 2.000, con que había sido gravada.

Como todas las haciendas de la zona, Valle Hermoso se componía de un sector minoritario de tierras planas y de grandes extensiones de secano y de serranías. En 1787, la estancia de Valle Hermoso sólo disponía de poco menos de 50 hectáreas planas, no todas de regadío permanente, y de más de 300 de secano. Sin embargo, la hacienda poseía un molino harinero, de gran actividad por la cercanía del centro poblado y sobre todo por ser el único que podía beneficiarse del uso de las aguas del río vecino.

Además del cáñamo y del trigo, cultivados en los terrenos de regadío (se sembraban alrededor de 1.000 kilos de trigo anualmente), había en 1787 dos pequeñas viñas en producción y un número indeterminado de ganado mayor y menor, propiedad del arrendatario y de otros ganaderos que usufructuaban sus pastos. El valor del casco de la propiedad fue estimado en $ 1.550, más $ 500 que aseguró haber invertido el arrendatario en "mejoras"(99). Esta fue rematada en
$ 2.000 por Manuel de Aldunate, quien era a su vez propietario de otros terrenos en las vecindades de Valle Hermoso(100).

Además de Valle Hermoso, la familia Roco había poseído los terrenos vecinos, que formaban parte de las antiguas posesiones de Juan Varas Ponce de León, otro de los primeros propietarios del siglo XVII en el valle de La Ligua, y que a su muerte habían pasado al dominio de la Orden de San Francisco en pago de una capellanía insoluta. En 1680 la orden franciscana los vendió a Cecilia Covarrubias de Roco en $ 2.000, hipotecando para ello la propia hacienda, cuyos terrenos eran conocidos con el nombre de "el Tambo" o "Varas" e IIllalolén". Estas tierras también terminaron siendo subastadas al quedar impagos por largo tiempoMlos intereses de la hipoteca que pesaba sobre ellas, siendo adquiridos en 1775 por el marqués de la Pica, en la suma de $ 2.500. Otra parte de los mismos terrenos le fue adjudicada por la Real Audiencia a Miguel de Baquedano, también propietario de terrenos vecinos.

Finalmente, los nuevos propietarios de las antiguas posesiones de Ponce de León, destinaron parte de estos terrenos a fines curiosamente similares: el Marqués los dedicó a la creación del pueblo de indios que se organizó con la encomienda que le estaba asignada a él mismo, y Baquedano la destinó a servir para el trazado y delimitación de la "villa" de La Ligua(101).

Otras dos haciendas estuvieron también vinculadas a la vida rural del valle de La Ligua, aunque en momentos diversos y con relaciones diferentes. La primera fue la hacienda de Longotoma, propiedad de la orden religiosa de San Agustín. Constituida hacia 1600 por donación que le hiciera Hernando Lamero Gallegos. Estuvo vinculada a La Ligua hasta mediados del siglo XVIII, pasando luego a formar parte de la jurisdicción administrativa de Petorca.

La hacienda de Longotoma parece haber sido considerada entre los bienes territoriales que luego de la conquista le fueron asignados a Gonzalo de los Ríos. Pero ya a fines del siglo XVI ella estaba en poder de Lamero Gallegos, quien la legó por donación testamental al convento de San Agustín. Sin embargo, su explotación se realizó hasta mediados del siglo XVII por los hacendados del Ingenio, quienes la tomaron en arriendo. Destinada a albergar una masa ganadera creciente, pasó a formar parte del conjunto de propiedades que explotaban los hacendados liguanos del Ingenio. La demanda de terrenos aptos para la creciente actividad ganadera de todo el Reino durante el siglo XVII, llevó a sus dueños a distribuir los terrenos de la hacienda entre varios arrendatarios. Así, la especialización ganadera y la subdivisión de sus terrenos entre varios arrendatarios la desvincularon del valle(102).

La otra hacienda -que sólo tendrá importancia para la vida agrícola de La Ligua desde fines del siglo XVIII- fue Catapilco. La primera merced de sus tierras la obtuvo Francisco Hernández de Herrera de parte del Gobernador en 1590 y le fueron reconfirmadas diez años más tarde(103). Comprendían una superficie superior a las 30.000 hectáreas, ubicadas entre la cuesta del Melón al sur, el océano Pacífico al oeste y La Ligua al norte(104).

Al igual que las haciendas vecinas albergó desde temprano una apreciable masa ganadera bovina y mular, destinada a la fabricación de sebo. Además, algunos cultivos de cereales y una importante producción de jarcias y cordobanes. En 1644 la hacienda fue vendida, por los herederos del primer propietario, en $11.000 y volvió a cambiar de dueño en 1675, pagándose $ 8.000 por sus terrenos(105). A fines del siglo XVII contenía una masa de ganado vacuno superior a las 5.000 cabezas; a partir de entonces, se especializará fundamentalmente en la ganadería. A fines del siglo XVIII su valor era de $90.000, incluyendo en él los terrenos, la superficie con que se fundó se había conservado más o menos intacta, y más de 10.000 cabezas de ganado mayor y menor(106).