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Fuentes Bibliográficas
Sociedad y Población Rural en la Formación de Chile Actual: La Ligua 1700-1850
 
Primera parte: El marco físico y social.
 
Capítulo III. La doctrina de La Ligua.

8. Los Bienes Territoriales De La Iglesia.

A lo largo del siglo XVIII el curato de La Ligua se vio favorecido con algunas donaciones de tierras que le hicieron los hacendados vecinos, lo que le permitió aumentar las que ya poseía como resultado de su condición de antigua doctrina, aunque la propiedad efectiva de estas últimas correspondía a los pueblos de indios que quedaban en su jurisdicción.

Estas tierras se arrendaban a los vecinos del lugar y sus rentas se destinaban a solventar los gastos de la parroquia tales como cera, incienso, jabón, etc. Sin embargo, su exiguo monto no cubría siquiera estos gastos y alejaba toda posibilidad de alhajar mejor la parroquia o de construir otra nueva. A mediados del siglo XVIII las entradas totales del curato fueron de $ 131 en un decenio (1757-1766), mientras que los gastos del mismo período alcanzaron a $ 183, 3 1/2. El déficit debía absorberlo el cura con su propio estipendio o con sus bienes personales(53). A veces, las propiedades que cedían a la parroquia los hacendados, les eran quitadas cuando las haciendas cambiaban de dueño por herencia o por venta, acentuando con ello la escasez de los recursos parroquiales.

Al consolidarse la antigua aldea como centro urbano delimitándose su superficie y asignándose los sitios interiores a los pobladores recientemente asentados, los terrenos de la parroquia fueron objeto del interés particular, lo que movió al cura a solicitar del Gobernador del Reino una confirmación de estas propiedades o una compensación si, por la ubicación de ellas, se consideraba imprescindible expropiarlas en beneficio comunal.

Esta situación era previsible dado el curso que siguió la consolidación de la aldea surgida en torno a la parroquia, y el Gobierno se vio en la obligación de expropiar los terrenos parroquiales a fin de garantizar a los nuevos pobladores los beneficios necesarios que aseguraran su permanencia en el lugar(54). El derecho de la parroquia a estos terrenos procedía de la formación de la antigua doctrina y nunca fue puesto en duda; sin embargo, cuando se ocuparon por los nuevos pobladores a comienzos del siglo XVIII fue necesario explicitarlo. Finalmente a los nuevos pobladores se les garantizó el usufructo a cambio de un tributo o "censo" anual, fijado en $ 10 a favor de la Iglesia parroquial. Ya en 1738 los arrendatarios eran 7 que pagaban un arrendamiento global de $ 62(55).

Con tan pocos recursos esta parroquia languidecía en un medio esencialmente rural hasta que la aldea devino un poco más poblada a comienzos del siglo XIX. Todavía a mediados del siglo XVIII el Obispo de la diócesis de Santiago antes que expresar preocupación por los templos, inexistentes en la mayoría de los curatos, señalaba la necesidad "de algunos curas de mantener caballerías a fin de visitar su parroquia y ocurrir a las confesiones de los enfermos"(56).

Los curas de campo hacían pequeños cultivos agrícolas en los terrenos donados a la parroquia o bien emprendían por su cuenta diversos negocios con cuyas utilidades podían ayudar al mantenimiento del culto, además de asegurar la tranquilidad de su vejez. Nicolás de Olivares, cura que sirvió la parroquia de La Ligua por más de 30 años, había acumulado a su muerte una "fortuna" no inferior a $ 500 que legó para la construcción de un hospital. Como la suma no alcanzara a solventar todos los gastos de esta obra, su sucesor en el curato pidió y obtuvo de la autoridad la entrega de dichos bienes "hasta tanto que el tiempo y la piedad de otros fieles proporcionen el caudal preciso para cumplir con las intenciones" de su antiguo propietario(57).

Los negocios de los curas se ajustaban en todo al sistema eyonómico imperante, sin discriminaciones parasu condición religiosa. A comienzos del siglo XIX, el mismo cura Olivares se vio envuelto en un juicio con el Protector de indios por una sociedad que aquél había constituido con un natural del pueblo de Valle Hermoso y destinada a la crianza de ganado vacuno. La sociedad estuvo vigente por espacio de 15 años, y o la muerte del indígena el cura reclamó para sí las 200 cabezas de ganado que se habían acumulado (58).

Cultivos menores, ganadería y arrendamientos de bienes inmuebles eran las fuentes principales de los ingresos terrenales de estos curas. Con ellos se ayudaban también en su misión apostólica y social, ya que casi siempre los bienes así acumulados los destinaban a favorecer la caridad en su comunidad a través de dispensas a los más necesitados o con obras de bien colectivo. Al cura Olivares ya mencionado, se le reconocía haber invertido $ 5.000 de su "propio peculio" en la construcción de un hospicio para enfermos contagiosos y en el mantenimiento de una casa de ejercicios espirituales para el clero, entre otras cosas. Su propio testamento destinaba el beneficio de sus bienes a la construcción de un hospital (59).