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Crónicas
Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche, precedida de una biógrafa del autor por don Miguel L. Amunátegui.
 
Primera parte. Que contiene el descubrimiento i conquista del Reino de Chile: el establecimiento de su Gobierno secular i eclesiástico: un compendio de la historia de sus Gobernadores: i una breve noticia de sus Obispos.
 
Tomo II

Capítulo LXVI. Particulares ocursos de este Gobierno, i su conclusion.

La paz jeneral que introdujo el gobernador en toda su dilatada gobernacion le permitió dedicarse con incesante aplicacion a las ordinarias ocupaciones de los buenos gobernadores, i dió principio por los tribunales. Puso buen órden en todos para que fuesen bien administradas las rentas reales i la justicia. Aprendió que los oidores, conducidos del espíritu de elacion, que con justicia o sin ella (no tomo prenda en la discusion de esta cualidad) se atribuye jeneralmente a los togados de Chile, pretendian demasiado estender su autoridad i oponerse a sus resoluciones (1693). Dió mérito a este modo de pensar el siguiente ocurso: don Gaspar Ahumada, correjidor de la capital, puso en prision i multó a don Pedro de Lara, soldado del batallón de milicias urbanas, formado del gremio de mercaderes, porque no se apersono en su compañía el dia de S. S. Corpus Cristi, como es costumbre desde la creación de aquel corpo. Apele Lara a la Audiencia, i este tribunal, admitida la apelación, le protejió. El correjidor paso aviso de todo al gobergador, que se hallaba en la ciudad de la Concepción, i le sostuvo en su resolución. Se tomo este negocio con demasiada ardentía, i desentendiéndose Ahumada de los exhortos de la Audiencia i de las multas que le impuso, desterró a Lara de la plaza de Puren, i el gobernador dió cuenta al virei, no solo de este hecho, sino tambien de otros excesos de los oidores sobre erguidez, relacion, desmedida autoridad e incontinencia. En indisponiéndose algun gobernador de Chile con persona que no puede oprimir con su propia mano, la hace parecer en toda especie de iniquidad, porque no le faltan perversos lisonjeros que, abandonando los preciosos intereses del alma, apoyen con juramentos falsos su acusación. Sea lo que fuere de la verdad del informe, lo cierto i que hace al caso presente es que el soberano, por cédula de 26 de abril de 1703 aprueba la conducta del correjidor, i declaró que la Audiencia no debió conocer en.este negocio, que era puramente militar. I por otro real rescripto de la misma data manifestó al tribunal su desagrado por el metodo que observaba, i espresamente le mandó tratar al súbdito con humanidad, desempeñar sus deberes sin delincuentes morosidades para evitar perjuicios al vasallo.

De la ruidosa oposición entre el gobernador i la Audiencia tomó márjen Sebastian Poyancos, protejido de aquel jefe para pedir contra el oidor don Bernardo del Haya Bolívar. Ascendiendo este togado a la Audiencia de Lima, se disponia para marchan a su nuevo destino i Poyancos pidió se diese cumplimiento a la le i 3.a, tít. 15, lib. 5.°, de la Recopilación de Indias, que previene den los togados trasladados de una Audiencia a otra, residencia del tiempo que sirvieron en el tribunal que dejan. La Audiencia multo a Poyancos en doscientos pesos, i lo desterró de la ciudad por el desacato, pero el gobernador que era poco aficionado a los oidores, informó al reí a favor de Poyancos, i la real piedad se dignó suspenderle el destino, indemnizarle en los perjuicios recibidos i devolverle la multa.

Ordenados los asuntos de justicia i real hacienda, propendió a los aumentos de la capital. No hizo en ella obra nueva, pero reparó las ya construidas para afianzar su duracion, i con prudente celo atendió al alivio de sus moradores tomando oportunas providencias que facilitasen su abundante abasto (1695). En aquel año fueron mui escasas las cosechas de trigo; i para que el distrito de su gobernacion no padeciese escasez de pan, prohibió su estraccion al Peru i dispuso que los ayuntamientos comisionasen cierto número de capitulares, que encargados de las provincias hiciesen en ellas una exacta inquisicion del número de fanegas cosechadas en cada una, i del que vendieron los labradores, i a qué personas i precios. Con estas puntuales noticias arregló su distribucion, i abasteció todo aquel pais de este jenero de primera necesidad, i estuvo léjos de sufrir la necesidad i total carencia que amenazaba, aunque ascendió al precio de seis pesos.

Este accidente, que prevenirlo, jamás estuvo en manos del hombre, puso en estado de mendicidad a don Francisco Garc a de Sobarzo i arruinó algunas familias Sobarzo subastó Ias harinas que habia de consumir el ejército de Chile en aquel año, i ascendian a ocho mil fanegas. No halló trigo por precio alguno, i el gobernador le hizo desembolsar seis pesos por cada luna. Se lamentaba Sobarzo, porque con aquel desembolso no se verificaba el abasto del ejército; no habia trigo por prec o alguno i no estuvo en su mano la falta de él, que tuvo su principio en la esterilidad. Apeló a la Audiencia de la sentencia del gobernado*r. El tribunal admitió la apelacion sobre que tuvo ruidosa competencia. Las detracciones i chismes de los inicuos lisonjeros que agriaban al gobernador i ponian en arma su ilimitada autoridad sin contencion allí que la refrene, causaron el escándalo i no los tr imites ordinarios de la apelaclon. Bien que siempre i en todas las circunstancias ha sido, es i será desagradable a los gobernadores este paso. Pero desatendidas las defensas de Sobarzo, i despreciado el recurso, no hubo mas remedio que venderse sus fincas en pública almoneda, i el digiero que faltó lo e hibieron sus fiadores, cuyas familias quedaron arruinadas por las resultas que dimanaron de la sentencia. Mui dificultosa es la salvacion de un lisonjero o chismoso, que es voz mas espresiva de tan inicuo carácter. De todo se pasó noticia a la corte, i el rei declaró por rescripto de 26 de abril de 1703 que el asunto era puramente militar i privativo a la capitanía jeneral su conocimiento, i aprobó todo lo que hizo él gobernador.

Este hecho dio márjen a muchas quejas que envolvieron pésimas consecuencias, don Jerónimo de Quiroga, que dieziseis años sirvió el empleo de maestre de campo con utilidad de la tropa, del real servicio i del estado, despojado de él por el gobernador, no pudo acomodarse a sufrir el abandono de su mérito i contentarse con el reposo de la vida privada a que le conducia este despojo. Se contempló agraviado, i de todos modos esplicaba i desahogaba su dolor. Compuso unos versos satíricos contra aquel jefe, que llegaron a sus manos; i éste, viéndole en cierta ocasion pensativo mirando hácia el suelo que pisaba, le reprendió con prudente moderacion: "¿Señor Quiroga, le dijo, está Ud. haciendo versos a sus piés?" Quiroga satisfizo con aquella impavidez que le inspiraba su realzado merito desairado i con la libertad a que suele dar márjen la ancianidad i no sin agudeza bastante a quitar todo cuanto podia tener de poco respetuosa la respuesta. "Señor, respondió, quien los ha hecho a su cabeza, puede mui bien hacerlos a sus piés," i siguió contestándole con denuedo i sin sobresalto.

De las quejas privadas que deben ser permitidas en desahogo del dolor, i por alivio de la opresion que causa la tiranía del superior, que volviéndose de la espada larga de la autoridad que con otros fines depositó en sus manos la piedad del soberano, oprime injustamente al vasallo i le defrauda su mérito i sus esperanzas; pasó Quiroga a las judiciales. Espuso su agravio al virei, conde de la Monclova. Su excelencia, convencido de la justicia con que se lamentaba, escribió al gobernador insinuándose por la restitucion del despojo. Pero como este jefe siendo jóven habla sido muchas veces correjido de Quiroga en aquellos excesos a que suele deslizarse la juventud, le tenia mucha distancia, i no tuvo efecto la insinuacion del virei. Somos los hombres sujetos a la pasion vengativa, i en lo de mas elevacion por sus empleos, debiendo estar mui distantes de su bajeza, tiene finas poderoso predominio, i sacramentada o disfrazada esta desapiadada vil pasion con los honestos títulos de satisfaccion i de represalia, causa gravísimos perjuicios. Mui mal le estuvo a Quiroga haber sido maestre del caballero Poveda, sin duda, le castigó con demasiado rigor los excesos de su juventud, i como no pudo remediarlo siendo oficial jóven lo ha tenido presente de jeneral.

De ello se siguieron inui malas resultas. El gobernador desairó a Quiroga cuanto pudo i le proporcionó desmejoras en sus intereses. Su mérito no era acreedor a estos daños. El sentimiento que le causaba el frecuente desaire penetraba mucho el corazon de aquel hombre de talentos de órden superior, i éstos le aumentaban el dolor i su gravedad. Ignorante de la indolencia i frialdad con que los cortesanos acostumbran atender alas urjencias de los pueblos remotos (63), buscó el remedio en los piés del trono, i le perjudicó mas la medicina que la enfermedad, como regularmente acontece, cuando el asunto no es controvertible en juicio contradictorio en el supremo consejo de Indias donde se hace justicia segun el espíritu de la le¡. Unido, pues, con Francisco García de Sobarzo, con los fiadores de éstos, i con otros damnificados, se quejó de agravios. I como es imprescindible de una queja de esta naturaleza la narracion de los hechos, i de esto el dejar de hablar de la conducta del gobernador que da mérito a ella, fue indispensable el informe contra aquel jefe, para que no fuese un papel zonzo i nada significativo de la persuasion que sufrian, i concebido en términos poco airosos al gobernador, lo dirijieron al soberano. El gobernador (como lo hacen todos los que tienen suprema autoridad en América) tenia en la corte valedores bien gratificados, que no solo supieron impedir subiese al rei la noticia de sus justos lamentos, sino que con la mayor impiedad negociaron se le pasase orijinal a sus manos. Luego que tuvo en ellas el papelon, encarceló a todos los que le firmaron, menos a Quiroga que tomó el sagrado asilo: sus impíos recelos le hicieron tener a estos hombres en estrecha prision muchos años i redujo a pobreza i miseria a aquellas familias. Son los poderosos mui desápiadados en aquellos destinos distantes del solio. Estas son las horrorosas consecuencias de la pretendida sostencion de los gobernadores de América que no podrán tener disculpa en el tribunal divino por finas que se le represente conveniente a la superioridad i al soberano, que nada mas apetece que lo justo.

Estos no fueron solos para sufrir el pesado brazo del gobernador. Don Mateo de Solar, de la órden de Calatrava, tesorero de las reales arcas de la ciudad de la Concepcion, se le opuso a varias determinaciones, opuestas a los intereses reales, i le mandó conducir preso a la capital. Le tuvo mucho tiempo encarcelado. De este modo se mantuvo todo el tiempo que duró su gobierno. En el siguiente se terminó la causa, i sentenciada a favor ele Solar, fué repuesto en su empleo, pero no resarcido en los perjuicios que se le siguieron.

A don Francisco Jiron, veedor jeneral del ejército, tambien le fulminó causa, i viajando para la capital a vindicarse, tuvo la desgracia de ahogarse en el rio Teno. Si estos daños irreparables se siguieron de depositar la suprema autoridad de aquel reino en persona que sirviendo en él, era indispensable dejase de tener enemigos i rivales, cuya aversion es difícil olvide el corazon del hombre, ¿cuáles no se seguirian depositando esta suprema autoridad en quien antes mandó en calidad de jefe una gran parte del mismo reino? Esta reflexion era digna de hacerse presente a la real piedad, para que su majestad compadeciéndose de sus vasallos, mirase por ellos i se dignase premiar el mérito de estos jefes subalternos, promoviéndoles a otras presidencias, porque colocarles en el mismo reino, es poner al vasallo en la inevitable necesidad de sufrir el pesado yugo de una poderosa persecucion, i disponer que sean relevados, cumplido el término de cinco años, para que no sea tan pesada la dominacion de aquellos vasallos que se hallan sumamente distantes de su soberano, i no caigan en desesperacion viendo sin término el gobierno que les oprime. Este consuelo lo tienen los vasallos en España, i le gozan tambien los relijiosos respecto de sus prelados, i solo es negado a los vasallos de América donde duran los gobiernos hasta que fallecen, o son ascendidos los gobernadores.

Pensar en hallar un gobernador bueno, sin defectos, es moralmente imposible, ni es eso lo que se pide. Se apetece un hombre dócil, de jenio suave, i que gobierne segun las leyes, que no es difícil hallarle, i yo he conocido algunos, i la historia nos da noticias de muchos. El caballero Poveda si no fue adornado de todas estas cualidades, no tuvo todos los vicios opuestos, tbien podemos colocarle entre los buenos gobernadores, aunque fue bastante vano i soberbio, defecto casi inseparable de las personas que tienen en América los empleos de primer Órden en aquellos destinos, como ministro de real hacienda, oidores, presidentes, gobernadores i vireyes. Por una parte se ven revestidos de toda la autoridad real, distantes de la fuerza superior que puede embridarles; i únicos en aquella clase de elevacion; por otro lado, sostenidos de sus amigos en la corte que con el dinero es fácil tenerlos poderosos; i al mismo tiempo rodeados de aquellos colonos, tanto europeos como americanos que llegan a porfia para quemar incienso delante de sus estatuas. Con estas adoraciones, fácilmente se creen deidades, los que salieron de Madrid no mas que hombres, i saben sus conciencias, si todavía fueron menos, donde ha i tantos astros cuyas luces se miran apagadas, porque a presencia de las luminarias mayores ninguno puede, ni debe, ni le es permitido lucir. Yo jamas me admiré de verles llegar humanos, i al poco tiempo convertidos en deidad. Los americanos con la excesiva sumision i vil rendimiento, causan esta admirable trasformacion, i por lo mismo es mui justo que lleven las pesadas resultas que experimentan. Si los vasallos de aquellos distantes dominios, tanto europeos como americanos, o bser varan la conducta de los de esta península, i no les tributaran viles rendimientos, sino tan solamente aquella obediencia que previenen las leyes, i que en esta península no eleva a los gobernadores de la esfera de superiores, ellos no traspasarian límites, i a imitacion de los gobernadores en España, no mandarian mas allá de lo que permiten las leyes que son unas mismas en España que en América, i seria el modo mas seguro de asegurar, ¡mantener en tranquilidad aquellos dominios. Vamos al asunto.

Con la sinceridad que hemos referido los efectos de la venganza del gobernador, diremos también los de su nunca bien aplaudida caridad i buenos sentimientos de humanidad. Sirva por mucho el siguiente heróico hecho de su nobleza. Se hallaba en la ciudad de la Concepcion la familia de don Jorje de Avellan i Aro, oprimida de la pobreza con el fallecimiento de sus padres, i en consideracion a su hidalguía la tomó bajo de su inmediata proteccion. A doña Ana de Avellan le proporcionó matrimonio con don Alonso Henriquez, persona de calidad, i despues de obsequiada profizsamente, hizo que su esposa doña Juana fuese su madrina en el desposorio, i recibió de su familia a dos hijos varones del caballero don Jorje. I así como hizo quejosos en los que hemos dicho antes tambien se adquirió amigos en los vecinos visibles, colocando a unos en los primeros empleos, ¡prefiriendo a otros en las encomiendas de indios que no teman real conlirmacion; i se declararon vacantes en real cédula de 21 de diciembre ele 1680 (64).

El caballero Poveda tuvo sobresalientes talentos, i singular penetracion. Fué afable i liberal, circunstancias que le adquirieron muchos amigos. Sirvió a muchos hasta con su dinero; cosa rara en los gobernadores que van a buscarle, i no a deshacerse de él; i como todo lo que envenenan al hombre las persecuciones, le suavizan i cautivan los beneficios, fueron muchos mas los agradecidos que los quejosos.

Era desinteresado, i lo manifestó desde joven en todos los empleos que tuvo. Pero todavía dió pruebas mas decisivas de su desinterés. Entró al gobierno con mas de cuarenta mil pesos: pa so a poder suyo el caudal que su esposa llevó al matrimonio, i un cuantioso regalo que le hizo su tio el reverendo arzobispo de Charcas; en cantidad de muchos miles de pesos, i se le halló poco dinero en su fallecimiento.

No solo le distinguieron las buena cualidades que hemos referido, sino que tambien hizo una gran parte de su mérito la relijiosidad que brillaba en él. Se esmeró mucho en la propagacion del Evanjelio, i avanzo tanto su celo, que ninguno de los gobernadores le excedió. Los conversores estuvieron bien asistidos, i los templos bien servidos de todo lo necesario para el culto divino. En la ciudad de la Concepcion doto la fiesta de San Vicente Ferrer para que anualmente se celebrase en la iglesia de los padres predicadores. Supo poner entredicho entre los indios de la vida, i los de la eternidad, i entregado el gobierno; i desembarazado de los cargos de residencia judicial, se dedico todo a llevar una vida relijiosa en continuos ejercicios de piedad.

Su sucesor en el gobierno le dió mucho que sentir. No dejaba ir ocasion alguna de desairarle, i le puso en la precision de alcanzar del virei del Perú inhibitoria para evitar pesarlos sentimientos: En este tiempo falleció su esposa, i cuando se hallaba rodeado de tan íntimos sentimientos, le honró el rei con título de Castilla, por real cédula de 24 de agosto de 1702, i tomó la denominacion de marqués de Cañada Hermosa. Su fallecimiento fué repentino, pero no desprevenido. Murió en la capital, i su primojénito quedó en ella establecido i avecindado. Ion Ignacio Marin de Poveda. casado con la señora dolia Juana Recabárren i Pardo, tercer heredero de este título, falleció sin sucesion, i pasó a su hermana la señora doña Constanza Marin de Poveda i Azúa, viuda de su tio el doctor don Tomás de Azúa, protector fiscal de indios en la Audiencia de Chile, i por fallecimiento de esta señora recaerá en su hijo don Tomás, casado con la señora doña Isabel de Aldunate, i de la casa de Poveda pasará a la de Azúa,