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La Aurora de Chile
Número 17. Jueves, 4 de Junio de 1812. Tomo I.
Ejemplo memorable. Consideraciones en torno a la independencia de los Estados Unidos. Exhortación a la proclamación de la independencia.

Cuando la Inglaterra declaró al Boston en estado de bloqueo y empezó a oprimirlo con todo su poder, los espíritus se inflamaron ya sin medida, y el clamor de la religión esforzó al de la libertad. Resonaron los templos con exhortaciones enérgicas contra la opresión. Estos discursos producían un gran efecto. Cuando los pueblos invocan al cielo contra sus opresores no tardan en correr a las armas. El resto de la provincia se unió más estrechamente a su capital; todos resolvieron sepultarse bajo las ruinas de la patria antes que sacrificar sus derechos. El afecto de todas las provincias se aumentaba a proporción de los infortunios del Boston. Como todas eran igualmente culpables a los ojos de la metrópoli por haberse opuesto a sus pretensiones, bien conocían que su venganza había de comprender a todas, y que tarde o temprano no escaparían del brazo opresor. El decreto contra los bostoneses se circulaba en todo el continente en un papel con las márgenes negras, emblema del luto y duelo de la libertad. La inquietud se extiende; los ciudadanos se congregan en las plazas públicas. Escritos llenos de elocuencia y vigor salen de todas las prensas. Uno de ellos contenía lo siguiente:

"Las severidades del Parlamento británico deben estremecer a todas las provincias americanas. Es necesario que elijan entre el hierro, el fuego, los horrores de la muerte, y el yugo de una obediencia baja y servil. Llegó al cabo la revolución importante cuyo éxito próspero, o infausto, determinará las lágrimas, o la admiración de la posteridad. ¿Seremos libres? ¿Seremos esclavos? Problema terrible, de cuya solución depende por ahora la suerte de tantos millares de hombres, y para lo futuro la felicidad o la miseria de sus innumerables descendientes. ¡Despertad hermanos míos, pobres americanos! Jamás la región que habitáis fue cubierta de nubes más densas, ni más melancólicas. Os llaman rebeldes porque queréis ser hombres; que vuestro esfuerzo demuestre que lo sois, o sellad la pérdida de vuestra dignidad con vuestra sangre. Ya es tarde para deliberar. Cuando la mano sanguinaria os está forjando cadenas, el silencio fuera un crimen, y la inacción una infamia. La conservación de los derechos de la república es la ley suprema. Sólo el más vil de los esclavos verá con fría indiferencia tan cercada de peligros la libertad americana".

La fermentación era común, pero en medio del general tumulto era cosa difícil lograr unos momentos de reposo para formar una Constitución que diese dignidad a las resoluciones, fuerza y consistencia a la autoridad ejecutiva. Se necesitaba un concierto de voluntades para formarla, y todas las provincias conociendo esta necesidad enviaron en el mes de Septiembre de 1774 sus diputados a Philadelphia encargados de este gran objeto. Entonces fue cuando las diferencias entre la metrópoli y sus colonias recibieron una importancia que antes no tenían. Ya no se dijo que algunos particulares ambiciosos turbaban su tranquilidad. Ya se miraron aquellos movimientos como una lucha entre dos cuerpos, entre el parlamento de la Gran Bretaña, y el congreso americano, en fin como una guerra entre dos naciones.

Ayudó a determinarlos a tomar esta resolución una obra que se publicó en aquellos días intitulada el Sentido Común. Decía entre otras cosas: "Sea nuestro primer paso una Constitución que nos una. Este es el momento de formarla. Más tarde se expondría a un porvenir incierto, y a los caprichos del acaso. Será  más difícil mientras más nos aumentemos y seamos más ricos. ¿Cómo conciliar entonces tantos intereses, y tantas provincias? Los hombres se unen por grandes desgracias, y grandes temores; entonces nacen esas amistades fuertes y profundas, que se asocian entre sí las almas y los intereses. Entonces el genio de los estados se forma por el espíritu errante del pueblo, y las fuerzas esparcidas forman un cuerpo único y formidable. Pocas naciones se aprovecharon del momento oportuno para formarse un gobierno. Este momento no vuelve por muchos siglos, y el descuido es castigado por la anarquía o la esclavitud. Aprovechémonos de este instante único. Podemos organizar la constitución más bella que ha conocido el mundo. Habéis leído en los libros santos de la historia de la especie humana abismada en la inundación general del globo. Una sola familia escapó, y fue encargada por el Ser Supremo de renovar la tierra. Esta familia somos nosotros. El despotismo lo ha inundado todo, y nosotros podemos renovar otra vez el mundo. Vamos en este momento a decidir de la suerte de una raza de hombres más numerosa tal vez que todos los pueblos de la Europa reunidos. ¿Esperaremos ser presa de un conquistador, y que se destruya la esperanza del universo? Sobre nosotros están fijos los ojos de todas las generaciones futuras, y nos piden la libertad. Nosotros vamos a fijar su destino. Si defraudamos sus esperanzas, si les hacemos traición, ellas algún día arrastrarán sus cadenas sobre nuestros sepulcros, y nos cargarán de imprecaciones".

Comencemos declarando nuestra independencia. Ella sola puede borrar el título de rebeldes que nos da la tiranía. Ella sola puede elevarnos a la dignidad que nos pertenece, darnos aliados entre las potencias, e imprimir respeto a nuestros mismos enemigos; y si tratamos con ellos será con la fuerza y majestad propia de una nación. Demos en fin este paso ya indispensable; la incertidumbre causa nuestra debilidad, y nos expone a desórdenes y peligros.