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La Aurora de Chile
Número 15. Jueves, 21 de Mayo de 1812. Tomo I.
Oficio de los jefes militares. Oficio dirigido por Luis Carrera, Juan Antonio Díaz de Salcedo, Lucas Arriarán y Cipriano Varas a José Miguel Carrera, relativo a disensiones con la provincia de Concepción.

Desde el momento en que la patria nos entregó los resortes de su defensa, nos enajenamos de nuestras vidas para su seguridad, y protestamos en nuestros corazones que no habían de durar más tiempo que el que su conservación no necesitase verter nuestra sangre. Creció esta obligación y revalidamos la protesta al encargarnos del mando de los cuerpos militares. Entonces, y al ver que nos igualan todos nuestros compañeros de armas, nos gloriábamos de ser militares, deseábamos una acción, y cuando creíamos firme nuestra fundada opinión, la iniquidad espantada del centelleo de nuestro fuego, que se prende por instantes a su insulto, y sólo se oculta para no devorar la subordinación, trata de desconceptuarnos y lleva a V.S. noticias muy contrarias, y tan negras como opuestas a nuestro proceder en las actuales circunstancias. Ellas se difunden por el ejército acantonado del Sud, y esos nobles guerreros acaso se melancolizan al oír de nosotros nuevas que no esperaban. Si ha habido quien nos crea capaces de apartarnos un ápice de la causa común, nos ha hecho un agravio que no borrará jamás de nuestra memoria y de nuestro justo encono y bizarría. Luego que se nos noticiaron los oficios de V.S. para que nos dispusiésemos a primera orden, hicimos junta de oficiales y todos en medio de la mayor serenidad y sin alterarse pretextan en desesperación porque aún no llega el momento de su marcha, porque no salen, y porque aún no se han movido; difúndese la noticia a los soldados, y cada uno quiere ser el primero. Ya no hay un enfermo, ¡y ojalá la experiencia haga alguna vez palpar a V.S. lo que ahora escribimos! ¿No se acuerda V.S. de las protestas de todos al despedirse para ese destacamento con los poderes del gobierno superior? Pues aún han sido más vivas sus segundas insinuaciones, y como V.S. presenció aquellas, nosotros no hallamos mejor comparación para acercarnos al entusiasmo de estas. Nuestros bajos enemigos, llenos de temor y de malicia, son los autores de una intriga que nos degradaría si no tuviésemos bien conocido nuestro honor, y ellos inventaron al fin de este discurso, que les salió errado... Las tropas de Talca imaginándose solas y sin esperanzas de refuerzo de la Capital, entran por cualquiera partido y conseguimos ventajas. Así conviene persuadirlas que van a ser desamparadas para que desmayen y transen, antes que llegue la Artillería, Guardia Nacional, Voluntarios de la Patria y Pardos, que se aprontan aquí con tanto entusiasmo. De este modo raciosinaron [razonaron] cuando se atrevieron a esparcir que estos cuerpos valientes se apartaban de esos, que miran con la mayor ternura, y a quienes desean unirse por la obligación de hermanos, y de hermanos que defienden una misma madre. Crea V.S. que jamás los comandantes que subscriben, ni nuestros cuerpos, han tenido idea que desdiga de la profesión honrosa de la milicia; que ningún soldado, por joven y sin reflexión que sea, alimenta en su pecho intención sin bizarría; a lo menos no se sabe, cuando sus mismos compañeros no le han acabado una vida que concebimos la más indigna. Tal es el carácter y disposición de nuestras tropas, que con licencia de nuestro gobierno están dispuestas a las ordenes de V.S. y auxilio de nuestros hermanos, tanto más pronto cuanto tengan el menor apuro que no esperamos. Dios guarde a V.S. muchos años. Santiago y Mayo 8 de 1812.

Luis de Carrera.- Juan Antonio Díaz de Salcedo.- Lucas de Arriarán.- Cipriano Varas.

Señor don José Miguel Carrera, Inspector General de Caballería, Plenipotenciario del Gobierno.