ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

La Aurora de Chile
Número 10. Jueves, 16 de Abril de 1812. Tomo I.
De la religión católica considerada con respecto a los Cuerpos Políticos. Relativa a la relación entre política y religión.

Tiempo ha que deseamos rendir en nuestro periódico, en nombre de la patria, un homenaje público a la religión de nuestros padres. Hombres famosos por grandes talentos y grandes abusos, grandes luces y grandes errores, la creyeron enemiga de la libertad pública. Supusieron un complot sacrílego entre el cielo y la tierra, entre el altar y las altas potestades, contra la libertad del género humano. Pero estas aserciones impías se inventaron para hacer la religión odiosa a las naciones. Jamás esta hija luminosa de los cielos aprobó el despotismo, ni bendijo las cadenas de la servidumbre; sino es que tomemos los abusos por principios, jamás se declaró contra la libertad y dignidad de las naciones. Elevada como un juez integérrimo e inflexible entre los imperios y las repúblicas, miró con igual complacencia estas dos formas de gobierno. Colocada entre las supremas magistraturas y los súbditos, reprimió el abuso del poder y la licencia de los pueblos; de aquí es que en las crisis peligrosas de los estados, fue el último recurso del orden público en medio de la impotencia de las leyes. Ella es esencialmente necesaria para la conservación de la economía social; ella conserva en las familias la armonía que establece en los estados; defiende al débil del poderoso; su fuerza omnipotente está comprobada por la experiencia de todos los siglos, y por todas las partes de la tierra reconocida por el corazón de todos los hombres. Su fuerza inmortal se ha conocido e invocado siempre por los mayores políticos del mundo. ¿Evocaremos para probarlo su memoria? Baste por ahora decir que aún en aquella época terrible en que la inmoralidad del pueblo francés trastornó con furor todas las bases del orden, cuando la anarquía y la impiedad se gloriaban de extinguirla, y de cubrir hasta su nombre con ruinas eternas; Mirabeau, el gran orador de la revolución dejó escapar estas notables palabras: "Confesemos a la faz de todas las naciones y de todos los siglos, que la religión es tan necesaria como la libertad al pueblo francés: coloquemos la señal augusta del cristianismo sobre la cima de todos los departamentos. No se nos impute el crimen de haber querido agotar el último recurso del orden público, y extinguir la última esperanza de la virtud infeliz". Baste finalmente aducir las pruebas, que alegó en su favor un hombre célebre, cuyo testimonio le hace honor, atendidas sus circunstancias. Este es Luciano Bonaparte. En la sesión del 18 Germinal pronunció un discurso sobre la organización de los cultos a nombre del tribunado. Pensamos insertar algunos trozos de él en este periódico. Nos prometemos el agrado del público: el está escrito con elegancia, y pensado con profundidad.