Los siguientes artículos, que he copiado de la declaración de la sesión legislativa de 1º de Julio, manifiestan los deseos de vuestros amigos republicanos de que vengáis a estableceros entre nosotros:
Todos los extranjeros, de cualquiera nación que sean, son admitidos y pueden establecerse en Caracas.
Las personas y propiedades de los extranjeros gozarán de la misma seguridad que las de los demás ciudadanos, con tal que reconozcan nuestra independencia y soberanía, y respeten la religión Católica, que es la única del Estado.
Los extranjeros residentes en Caracas, si se naturalizan y tienen alguna propiedad, gozan de todos privilegios de ciudadanos.
La vasta extensión del estado de Caracas, la muchedumbre de ríos y fuentes que fertilizan su suelo, la inmensa variedad y abundancia de sus frutos, ofrecen a la agricultura e industria las más lisonjeras esperanzas. Su posición, la extensión de sus costas, la cercanía de las Antillas y otras islas, los enormes consumos que se hacen en los Estados Unidos de Venezuela y en los de Cundinamarca o Santa Fe, aseguran la prosperidad de un comercio fácil, que vendrá a hacerse el más ventajoso del universo. Las disposiciones pacíficas de los habitantes, la suavidad de sus modales, su hospitalidad y bondad para con los forasteros, en fin la salubridad de su clima, que goza de una perpetua primavera, convidan a los artesanos, a los comerciantes, a los labradores de todas las naciones a que se establezcan en Caracas.
El gobierno dispuesto a prestar a todos aliento y protección, repartirá tierras a todos los que conozca inclinados a la agricultura, y los que se dediquen al comercio, a la industria, y a las artes liberales y mecánicas, vivirán aquí en perfecta seguridad.
Pero todos los turbulentos, y todos los ociosos serán perseguidos y desterrados como pestes del Estado, autores de malos ejemplos y corruptores de las costumbres. Los emigrados sobrios e industriosos encontrarán siempre protección en el gobierno y favor en los ciudadanos de Venezuela.