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La Aurora de Chile
Número 6. Jueves 19 de Marzo de 1812 Tomo I.
Discurso pronunciado en el aniversario de la libertad de los Estados Unidos de Norteamérica, o de la Declaración de su Independencia, en Washington el 4 de Julio de 1811. Traducido del inglés por don N.G.[4]. Materia indicada en el título.

Cada año, que pasa, retorna este día más grato a los corazones de los Americanos. Grato porque en él se hizo un pueblo libre, y es la fianza de su larga permanencia en la libertad. En éste gran día de nuestro nacimiento político nos exoneramos de la sujeción, y gozamos de placeres. El hombre es tan propenso a darse a la sensibilidad, que no se necesita impelerle a participar de la festividad y gozos de este día. Solamente es necesario principiar recomendando la templanza y afabilidad, sin las que todos los placeres degeneran del fin para que fueron sabiamente designados por el Autor de nuestro ser.

Hoy las recreaciones públicas son igualmente agradables e importantes. Ellas principalmente consisten en deducir inferencias exactas y hacer un justo cómputo, por una revista de los eventos que han ocurrido desde la memorable época de setenta y seis [5].

En dicha época nos declaramos nosotros mismos libres e independientes: rompimos las cadenas de una tiranía inhumana, y uniéndonos entre nosotros mismos con lazos que consideramos indisolubles, afirmamos nuestra dignidad como una nación soberana.

Este acto fue, acaso, el más espléndido que se presentó al mundo: una nación, anteriormente bajo las banderas de trece gobiernos distintos, que diferían unos de otros en muchos respectos importantes, con variedad de intereses, sentimientos y costumbres, perdonando las ofensas prometió en el altar de la libertad vivir libre, o morir. Con este solemne designio se levantaron todos en masa, y se opusieron felizmente a una nación antigua de diez veces mas poder. ¿A quién conquistó? ¿Feneció su fuerza física? No. Fue detenida por la eficacia de los principios morales. Su triunfo fue la victoria de la virtud y unión. Y nunca desde el principio del tiempo se ha hecho memorable la causa de la virtud por un suceso mas brillante.

Los hombres de Estado y soldados de aquellos días fueron patriotas. Su amor al país, y a la libertad tuvieron el primer lugar en sus designios. Una pura exoneración de servidumbre fue satisfecha con una honesta fama, que era toda la remuneración que el oficio confería entonces. Hubo una alegría en nuestros mejores y más grandes hombres al exonerarse de la más ardua y peligrosa obediencia; esta fue la certidumbre de que al descargarse de aquella sujeción, que traen los empleos, serían coronados con los aplausos de un pueblo virtuoso.

Aquí, compañeros ciudadanos, están las semillas de aquella generosa cosecha, que coronó en el glorioso origen de la revolución los trabajos del labrador. Ningún oficio se pretendía por hombres venales, o ambiciosos; para estos no habían atractivos; esto requería sacrificios, que ellos ni tenían los medios, ni disposición para hacerlos. Por esta razón en aquel tiempo pasaban los empleos como aún se devuelven a las manos de aquellos cuyas predominantes intenciones son el bien público, quienes están prontos cuando es necesario, a hacer considerables sacrificios por la prosperidad pública, y quienes son incapaces de aquellas bajas intrigas, que tienen la felicidad de una nación subordinada a su engrandecimiento particular.

No podemos engañarnos en afirmar que la virtud y la unión son los legítimos fundamentos de un gobierno libre. Mientras ellas continuaron, nuestros triunfos fueron ciertos y memorables. Nuestro ejemplo fue recompensado con la admiración y aplauso del mundo. En verdad al terminarse la guerra de la revolución el nombre Americano era uno de los respetables, e ilustres.

¿Cuál ha sido nuestro curso desde aquella era? Se ha variado comparativamente. Las virtudes de la revolución se han disminuido y el poder frecuentemente se ha conferido a hombres malos. El resultado constantemente ha disminuido el carácter nacional. Con todo, hasta ahora se han confiado las riendas del gobierno a ciudadanos eminentes y virtuosos, quienes han cumplido sus deberes con toda fidelidad, que continuamos siendo la más feliz y más libre nación de la tierra. Hechos sin número, que pasan diariamente bajo nuestra observación, prueban, que en todos los constituyentes esenciales de la felicidad estamos sin competidores en la faz de la tierra. Solamente en el suelo Americano es donde el entendimiento del hombre es libre para hablar lo que piensa. Aquí solo es donde la vida, libertad y propiedad, lejos de ser invadidas por los gobernantes, están bajo de una especial protección de las leyes. Aquí solo es donde los magistrados, que invaden estos derechos, son inmediatamente depuestos con indignación pública. Aquí solo es donde la suerte moral y física del hombre está en un estado de constante mejora, y los recursos y poder de la comunidad colectiva creciendo con una rapidez y energía, que no tiene ejemplar.

No obstante que lamentemos la existencia de pequeños males, seríamos destituidos de cualquiera pretensión a la verdad o gratitud, si no conociésemos y tomásemos toda ocasión a propósito para declarar, que nuestra suerte es infinitamente preferible a la de cualquiera otra nación.

Este es, compañeros ciudadanos, el resultado de nuestra virtud, de nuestro espíritu, y sobre todo de nuestra unión. Permítasenos, pues, aunque los hombres malos y engañados prediquen doctrinas contrarias, apocando a éstas, que son los elementos de nuestra existencia política; permítasenos sostener habitualmente un gran respeto por la forma de nuestro gobierno, por nuestros gobernantes, y por nosotros mismos. Permítasenos continuar nuestros progresos constantemente, sin atender a los delirios de las facciones, o a las censuras de los enemigos de nuestros derechos. Permítasenos elevar la buena fama de nuestro país; permítasenos tributarle continuado afecto; permítasenos defenderle con vigor, de cualquiera parte que pueda ser atacado.

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[4] Cuanto descubre el grado de prosperidad a que han llegado los Estados Unidos, interesa nuestra curiosidad por ser un pueblo nuevo que en nuestros días se ha hecho célebre en el mundo. No interesa menos el saber qué motivos los impelieron a proclamarse independientes.
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[5]

La independencia de los Estados Unidos se declaró el 4 de julio de 1776.
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