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Capítulo I. Santiago.
La Aprobación del Romano Pontífice.

Santísimo Padre:

El acerbo dolor que el clero y fieles de esta arquidiócesis sufrieron por la expulsión del territorio de la República del dignísimo delegado de Vuestra Santidad se ha agravado en gran manera por la injusta ruptura de los vínculos de amistad de este Gobierno, con Vuestra Santidad, y por las leyes de persecución que él mismo cuida de promulgar a fin de dar cumplimiento a sus amenazas.

A sus instancias las cámaras aprobaron ya la ley sobre cementerios con el fin de secularizarlos poniéndolos bajo la administración del Estado o de las municipalidades, y ahora se discute la ley sobre matrimonio civil, por la cual se le despoja absolutamente del carácter religioso, esencial al matrimonio, y a la Iglesia de su autoridad para definir en causas matrimoniales. La ley de cementerios fue dada con el objeto de que ellos se hicieran comunes, de suerte que en ellos se sepultasen tanto los dignos como los indignos de sepultura eclesiástica, desconociendo la privativa jurisdicción de la Iglesia sobre los cementerios benditos y destruyendo la universal disciplina eclesiástica.

Afortunadamente son pocos los cementerios que se comprenden en la ley y para que su secularización causara menos daño, la autoridad diocesana había cuidado de erigir otros.

Después de una madura deliberación y oyendo el voto de varones prudentes y poniéndonos de acuerdo con los Ilustrísimos señores Obispos de Concepción y La Serena, nos pareció necesario execrar los dichos cementerios para defender la libertad y los derechos de la Iglesia y conservar incólume e íntegra la disciplina canónica. Aunque el decreto de execración de los tres ordinarios desagradó mucho a   la autoridad civil y le dio motivo para perseguir los cementerios que exclusivamente están sometidos a la autoridad eclesiástica, sin embargo, no sin razón creernos que esta persecución a los cementerios tarde o temprano había de sobrevenir, aunque no hubiese sido dado el decreto de execración.

Los católicos, felizmente, se unen para defender sus derechos y los de la Iglesia, y sonríe la esperanza de que de esta persecución religiosa han de sobrevenir grandes bienes a la Iglesia.

En cuanto a Nos toca, con todas nuestras fuerzas nos esforzamos en defender los derechos y doctrina de nuestra santísima religión. Por esta razón procuramos instruir al clero y al pueblo en asuntos de tanta importancia. A esta carta, Vuestra Santidad encontrará adjunto un edicto pastoral colectivo sobre el matrimonio civil firmado por los ordinarios de la Serena, Santiago y Concepción.

A fin de sobrellevar debidamente la carga que pesa sobre mí en estas difíciles circunstancias, acudo con todo mí corazón al Supremo Pastor pidiendo humilde y encarecidamente sus consejos y oraciones.

Aprovecho esta oportunidad para ofrecer a Vuestra Santidad el óbolo que los católicos de esta arquidiócesis, deseando atestiguar de nuevo su firmísima y filial adhesión al Vicario de Nuestro Señor Jesucristo, deseaban ardientemente remitir a Roma. La colecta hecha en el presente año ha alcanzado a la suma de dieciocho mil quinientos pesos, y que será entregada a Vuestra Santidad por don José Alejo Infante, sacerdote de esta arquidiócesis. Humildemente postrado a los pies de Su Santidad, pido para mí clero y fieles de estas arquidiócesis la bendición apostólica. De Vuestra Santidad muy humilde y adicto hijo.

Joaquín, Obispo de Martyrópolis, Vicario Capitular de Santiago de Chile.

Santiago de Chile, 4 de setiembre de 1883.

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León Papa XIII

Venerable hermano:

Salud y bendición apostólica. No podíamos esperar un consuelo más oportuno del acerbo dolor que sentimos por la conducta hostil de ese Gobierno con nuestro Venerable Hermano el Obispo de Himeria, Delegado en esa República, que el testimonio del filial amor y adhesión que con esta ocasión el clero y el pueblo de Chile cuidaron de manifestarnos. En gran manera nos ha sido aceptada las muy atentas notas que el muy ilustre Cabildo, clero y fieles de la arquidiócesis nos dirigieron. A esta se agrega otra dirigida a Nos por ti Venerable Hermano, que no solamente, repite y confirma los mismos sentimientos sino que pone en claro tu celo pastoral y el de los Obispos de Concepción y la Serena por defender los derechos de la Iglesia, que es digna de todo encomio y alabanza. Por lo cual, Nos esperamos de vuestra firmeza, con la ayuda de Dios, el remedio de los males que amenazan a la Iglesia chilena provenientes de los proyectos de nuevas leyes relativos al matrimonio civil y a los sagrados cementerios. No dudamos, pues,   que el clero y el pueblo unidos con Vos secunden vuestros propósitos, y pedimos a Dios en ferventísimas plegarias que los legisladores de la República vuelvan sobre sus pasos y a sentimientos menos duros y más justos en lo tocante a esa Iglesia. Entre tanto, a ti, Venerable Hermano, y a todos los fieles que nos obsequiaron una no despreciable suma de dinero como óbolo de San Pedro, os damos las gracias por el amor digno de toda alabanza que manifestáis a esta Santa Sede y a Nos. Y en esta virtud, a ti y los referidos obispos, al clero y al pueblo manifestamos nuestro espiritual cariño, y como augurio de los bienes celestiales que imploramos para vosotros de la benignidad de Dios, os damos con amor ardiente a cada uno de vosotros nuestra bendición Apostólica.

Dada en Roma en San Pedro el día 27 de octubre de 1883, en el año sexto de nuestro Pontificado.

León, Papa XIII.

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