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Anexos
Documento Nš 9 - CDHI, XXIII, 39-54

Relación de lo sucedido en Valdivia y acta del Consejo de Guerra celebrado en marzo de 1812.

Por la acta del Consejo de Guerra y relación que acompañamos, se impondrá V.E. de lo sucedido en esta plaza y los motivos que nos estimularon. Ha sido un hecho que hemos creído absolutamente necesario para vindicar nuestro honor. Resta, pues, Excelentísimo Señor, se sirva V.E. aprobarlo, seguro de que en esta confianza hemos obrado. Luego que la provincia de Concepción tuvo la osadía de armarse contra esa capital, recelamos no nos llegarían las órdenes de V.E., o por lo menos aquellas que pudieran imponernos de su voluntad. Que el gobierno de Concepción querría hacer creer que esta plaza era de su desleal partido; y aunque en esta Tesorería no alcanzan a siete mil pesos los que tenemos, nos hemos resuelto a entregarnos a los mayores trabajos y escasez, antes de ser de otros, que de nuestra capital de Santiago, donde tenemos la fortuna mande V.E. Esté pues V.E. persuadido que esta plaza y todos los que componemos este Consejo de Guerra esperamos con ansias sus órdenes. Sería esto excusado si no tuviéramos fundados motivos para inferir que el gobierno de Concepción ha de interpretar a otros principios nuestro hecho. Basta lo dicho para que V.E. conozca nuestro objeto. Nos conceptuamos aislados y con la comunicación cortada con el resto de nuestro ejército, que está a las órdenes de V.E. En esta situación, esperamos que V.E. dará las órdenes convenientes, a fin de que a toda costa se nos remita el situado; porque de lo contrario, sin duda pereceremos. Pereceremos, Excelentísimo Señor, pero será por no separarnos de nuestra capital, ni de V.E., de lo que hemos hecho punto de honor. Por lo mismo, nada tenemos que decir a V.E. pues lo esperamos todo de sus conocimientos militares. Hemos ofrecido ciento cincuenta pesos a un paisano para que, disfrazado, pase por la provincia de Concepción y ponga este pliego en manos del Comandante General de las tropas de esa capital, a quien también le escribimos, para que se esfuerce a dirigirlo cuanto antes a V.E. Repetiremos los medios, hasta que sepamos quedar V.E. enterado, en cuyo caso nos tranquilizaremos. Dios guarde a V.E. muchos años. Cuarto de banderas de la Guardia General y prevención de Valdivia, 22 de marzo de 1812.

Postdata: También incluimos para conocimiento de V.E. lo acordado ayer en el Consejo de Guerra; cuya providencia juzgamos del todo necesaria para evitar cualquiera desgracia y tranquilizar la plaza.- Ventura Carvallo.- Lucas Ambrosio de Molina.- José de Ulloa.- José Berganza.- Juan Gallardo.- Dionisio Martínez.- Julián Pinuer.- Diego Adriasola.- Teodoro Negrón.- Manuel de la Horca.- Juan de Dios González.- Antonio Adriasola.- Ante mí, José Antonio Martínez, Secretario del Consejo de Guerra.

Excelentísimo Señor Presidente don José Miguel de Carrera.

***

Consejo de Guerra del Batallón de Valdivia.- Reunidos en el cuarto de banderas de la Guardia General de Prevención de esta plaza de Valdivia, a diez y seis de marzo de mil ochocientos doce, el Coronel graduado de Infantería don Ventura Carvallo, el Sargento Mayor interino Ayudante Mayor don Lucas de Molina, el Capitán Comandante de Artillería don José Berganza, el Ministro interino de Real Hacienda don Juan Gallardo, los capitanes don José Ulloa, don Dionisio Martínez, don Julián Pinuer, el Teniente don Teodoro Negrón, y los Subtenientes don Narciso Carvallo, don Manuel Lorca, don Juan de Dios González, don Antonio Adriasola, y don José Antonio Martínez, formaron Consejo de Guerra con arreglo a las Reales Ordenanzas, en el que acordaron unánimemente siendo presidido por el referido señor Coronel don Ventura Carvallo: Por cuanto el primer objeto de este Consejo de Guerra es extinguir y acabar la Junta que se instaló en esta plaza en primero de noviembre último, en consideración a que no hubo orden de la capital de Santiago para crearla; que la formación fue el resultado de los gritos de treinta o cuarenta muchachos, advertidos por la felonía y engaño para que la aclamasen, y también a los sujetos que la habían de componer; que el reconocimiento en esta plaza se hizo llamando uno por uno a los oficiales e individuos de respeto, diciéndoles que reconociesen la Junta formada por todos los demás señores, a cuyo fin se valieron de ir llamando los primeros a sus adictos, con cuyo motivo, cada uno que entraba creía que la Junta era en unánime consentimiento de todos los presentes, del pueblo y batallón, entre cuya tropa habían hecho creer que el ex Gobernador don Alejandro Eagar tenía ya embarcado para llevarse el fondo de pasta en el que a cada soldado le correspondían diez pesos, a cuarenta soldados artilleros que inmediatamente les devolverían los descuentos de Gran Masa, lo que en efecto ordenó dicha Junta; que ésta, sabiendo que la provincia de Concepción, de cuya Junta era individuo y en cuya ciudad existía el Doctor don Juan Martínez de Rozas, estaba en insurrección contra la capital de Santiago, publicó aquí un bando dirigido a declarar por Presidente del reino al mencionado doctor, de lo que resultaba hallarse esta plaza unida a la de Concepción y separada de la capital, por más que para apaciguar los clamores del pueblo y oficialidad, dijeren que este no era el objeto el cual está comprobado con no haber remitido en el correo de enero los documentos del batallón y demás ramos de la plaza, ni haber dado parte alguno de la situación de ésta por el último barco que salió de aquí para el puerto de Valparaíso, comprometiendo de esta suerte el honor y existencia de esta ciudad; que la Junta de ella, conociendo el descontento casi general de la oficialidad que no podía sufrir el dolor de ver que la citada Junta, tan sumamente incaracterizada, tuviese a su arbitrio el mando de esta plaza de armas hasta llegar a querer disponer de ella, para lo que mantenía siempre dispersos a los oficiales y armadas las milicias sin conocimiento ni del Sargento Mayor de la plaza, ni del Comandante de Artillería, de forma que no les dejaba arbitrio, ni margen para poder reunirse ni obrar como en el presente caso; que no se sujetaba a las órdenes y demás providencias de la capital, valiéndose de los casos de justicia para aumentar adictos a sus ideas; que el capitán don Julián Pinuer presentó una carta original, en que [se] ofrecía a Concepción las bombas y mortero de este puerto cuyo tenor es el siguiente:

“Concepción y noviembre veinte y ocho de mil ochocientos once.-

 Amado Hermano: hoy por la mañana llegó el extraordinario de ésa y también otro de Santiago; este último conduce de oficio  los sucesos del día quince, de que ya incluí a usted una razón por correo. También nos anuncian como positivo la independencia del reino mexicano declarada el día seis de Julio; que Santa Fe ha auxiliado a Quito con seis mil hombres armados para que concluya la rendición de Cuenca y también la de Guayaquil; que en el Alto Perú se han sublevado unos cuantos pueblos de indios, capitaneados por los curas con otras personas de rango, para dar contra las tropas de Goyeneche, a quien le han cortado la correspondencia con Lima. Esta noticia es más autorizada que las anteriores, pero todo necesita de confirmación. De Lima se ha escrito una carta a Santiago bajo de mucha reserva, anunciando lo siguiente: que en el Callao se estaban preparando varios buques sigilosamente para conducir tropas; el designio se decía, ser para auxiliar las que estaban en el Desaguadero, desembarcando en los puertos intermedios; pero el que escribe la citada carta, opina que el principal objeto de esta expedición es para la costa de Chile, a fin de apoderarse de algunos de sus puntos de poca resistencia, para animar a los mal contentos de todo el reino y dar energía a los sarracenos revolucionarios; esto no debe dar mucho cuidado, ni tampoco despreciarse, porque acaso el bendito Eagar pudo haber tomado con anticipación una perfidia de esta clase. Buenos Aires, a fin de hacer salir de aquellas costas a los malvados portugueses, entró en capitulaciones con Elío, quedando este de Virrey de Montevideo hasta cierto punto, con lo que se ha franqueado comercio y por aquella parte han cesado los cuidados. Sobre los doscientos hombres que usted me dice son necesarios para la fortificación de esa plaza, es necesario, así mismo, que vuestras mercedes lo representen al Congreso, por cuanto si se aumenta la fuerza es de consiguiente se aumenten los gastos, y nosotros aunque tenemos gente estamos escasísimos de arbitrios para franquearlo, pues la capital hace mucho tiempo no nos auxilia con el situado acostumbrado, ni tampoco tratamos de exigir por él, y sí de discurrir otros medios con que hacer más gloriosa nuestra defensa y existencia. Quedamos advertidos de las bombas y mortero que existen en esa plaza, y si se necesitasen, pensaremos en auxiliarnos de ellas. Mackenna se ha manifestado con una adhesión grande a la patria: en los sucesos del día quince, lo han separado de los cargos que le habían dado el motivo no se dice. Usted y los cuatro individuos más que firmaron la protesta contra éste se expusieron así por las críticas circunstancias del gobierno que seguía, por el corto número de subscriptores y yo temía se tomare algún partido violento sobre este particular, y luego que V. me lo anunció escribí reservadamente al Presidente del gobierno ejecutivo, que a la sazón lo era Marín, mi paisano y amigo, para que inmediatamente me diese aviso del resultado del expresado procedimiento de ustedes con el ánimo de hacer inmediatamente llegase a V. la noticia para su seguridad. Acá no tenemos novedad, pasarlo bien y mandar a su afecto hermano Q.B.S.M.- Vergara.- Remítame V. a la mayor brevedad una o dos cañas superiores para bastón, cuesten lo que costaren.- (Aquí  hay una rúbrica)”.

Que ostentaban una autoridad tan desmedida, que oprimía los ánimos de todos; que en la provisión de empleos y comisiones que ha dado dicha Junta, no ha obrado en justicia; y que, por último, en consideración a los graves cargos que en general se le hacen, este Consejo de Guerra decreta por ahora, y hasta la superior determinación, lo siguiente:

1º. Hase por extinguida y acabada desde este momento la referida Junta creada en primero de noviembre último.

2º. Se declara por gobierno interino de esta plaza y su jurisdicción con todo lleno de sus funciones al citado señor Coronel graduado don Ventura Carvallo, Presidente que era de la extinguida Junta.

3º. Por cuanto es probado ser el presbítero don Pedro José Eleyzegui (a quien se escribió la carta copiada) uno de los principales agentes para perturbar el buen orden y paz interior de esta plaza, y que inter exista en ella no podrá conciliarse la tranquilidad pública, causando siempre pleitos y fulminando disturbios entre los mismos vecinos y parientes, buscando comunicaciones aún entre los labradores del campo, para extender el tema de su seducción y oprimir con este auxilio a más silencio a los vecinos del pueblo, a quien representaba armado, patrullando de noche para hacerse terrible, y aunque conseguía este efecto, siempre escandalizaba destruyendo el respeto a sus órdenes en los que conocen lo opuesto de estas operaciones a su carácter; salga de esta plaza en el término de seis horas para la ciudad de Concepción con la escolta correspondiente, hasta dejarlo fuera de la jurisdicción, noticiando esta providencia al Ilustrísimo Señor Obispo, suplicándole se sirva sostenerla y aprobarla.

 4º. Habiendo la extinguida Junta nombrado para  Ministro interino de esta plaza al Guarda Almacén don Manuel Mena sin otro mérito, que ser adicto a sus ideas, y teniendo presente que tales interinidades las ha ocupado siempre un oficial del Batallón, con arreglo a lo prevenido por S.M. en esta plaza, este Consejo de Guerra declara nulo este nombramiento y en su lugar nombra al Teniente don Diego Adriasola, que por su inteligencia ha sido anteriormente nombrado en esta comisión, del mismo modo respecto a que el Subteniente don Antonio Adriasola estaba en virtud de orden de la superioridad encargado de las reales obras, sin más gratificación que el sueldo de su empleo, de cuyo cargo lo separó sin causa el despotismo de la extinguida Junta, siendo visible el perjuicio que ocasiona su falta, este Consejo de Guerra determina vuelva inmediatamente a la misma comisión y además, por último, que todas las comisiones y encargos dimanantes del gobierno de esta plaza, vuelvan a ponerse en los mismos sujetos que los ocupaban antes de la instalación de la Junta.

5º. Por cuanto es conveniente imponer por menor de todo lo ocurrido y practicado para la extinción de la Junta al Excelentísimo Señor Presidente del reino, hágase una relación individual y acompáñese a este documento. Ventura Carvallo.- Lucas Molina.- José Ulloa.- José Berganza.- Juan Gallardo.- Dionisio Martínez.- Julián Pinuer.- Diego Adriasola.- Teodoro Negrón.- Manuel de Lorca.- Juan de Dios González.- Antonio Adriasola. Ante mí, José Antonio Martínez, Secretario del Consejo de Guerra.

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Manifiesto individual de la forma con que el Consejo de Guerra del batallón de Valdivia extinguió la Junta que, con título de Gubernativa, fue creada en 1º de noviembre Último. Su Presidente, Coronel graduado don Vicente [sic] Carvallo; Vicepresidente, el cura don Isidro Pineda; presbítero don Pedro Eleyzegui, don Vicente Gómez, y don Jaime de la Guarda.

Teniendo la referida Junta dispersa la oficialidad y la tropa, armadas las milicias de su adhesión y aún algunos de los oficiales, cadetes, sargentos y soldados del batallón por sus aliados, que cada uno de ellos era un Argos que observaba el menor movimiento de los opuestos a dicha Junta, tenían tomada la acción a los oficiales y demás vecinos, de forma que no podían combinar sus disposiciones para verificar la extinción que tanto se deseaba, hasta que el Capitán don Julián Pinuer, valido de la convalecencia de una enfermedad, pudo existir en la plaza y unido con el Sargento Mayor interino ayudante Mayor don Lucas Molina, se resolvieron a echarse sobre las guardias, cuarteles, parque de artillería y pólvora; combinándose con el Ministro interino de Real Hacienda de esta plaza don Juan Gallardo Navarro, y los subtenientes don Antonio Adriasola y don Juan de Dios González, y estando todo dispuesto al referido don Julián Pinuer y don Lucas de Molina, que fueron los autores, trataron con el Comandante de artillería, Capitán don José Berganza, Comandante del puerto, donde existe; que la seña de dos o tres cañonazos al aclarar el día, sería aviso de haber dado el asalto esa noche, ofreciendo el referido Capitán de artillería, que en el momento que oyese los tiros, se pondría en marcha a la plaza. Unidos, pues, y armados los cinco oficiales referidos, y estando de Comandante de la guardia el citado Subteniente González, que les ayudó y franqueó, se hicieron dueños de la plaza y sus principales puntos a las dos de la mañana de la noche del día diez y seis del corriente, en cuya hora dieron aviso a los demás oficiales que abajo firman, que sin perder un instante ocurrieron todos al cuarto de banderas, donde ya tenían tomado el mando el referido Capitán Pinuer, y Sargento Mayor interino don Lucas Molina, y formando el Consejo de Guerra que presidió el Capitán don José Ulloa como más antiguo, determinaron que en el momento se les pusiese guardia a los vocales de la Junta para privarles salieran de su casa, siendo la más doble al presbítero don Pedro José Eleyzegui, como cabeza de sus partidarios, quien dentro de seis horas marchó para Concepción. Del mismo modo se impuso arresto en su casa al Capitán don Gregorio Henríquez que, como principal autor y agente de la instalación de dicha Junta, se desvelaba en proteger su existencia, declarándose enemigo de los oficiales opuestos a su desleal idea. Bajo el mismo orden se tuvo por conveniente impedir desde aquella misma hora, que el Alcalde Ordinario don José Lopetegui y el Alguacil Mayor don Santiago Vera como adictos y protectores de dicha Junta e íntimos del citado presbítero Eleyzegui, pudiesen salir de sus casas hasta segunda orden. Asimismo  se privó que pudiera salir de su casa hasta otra providencia el presbítero don Laureano Díaz, como eficaz partidario de los juntistas, procediéndose a todo lo anexo de la mayor seguridad.

Llegada que fue la luz del día, se formó la tropa en la plaza y se mandó tocar generala, e inmediatamente se hizo la seña convenida de los cañonazos, sacándose las reales banderas, todo con arreglo a las reales ordenanzas; en cuya respetable posición no se atrevieron los partidarios de la Junta a respirar. A poco rato concurrió mucha parte del pueblo, y a su presencia se ratificó el batallón en el juramento a las reales banderas, a que acompañó el pueblo lleno de alegría a gritar: Viva el rey Fernando VII! ¡Viva la Suprema Regencia española! ¡Viva el Excelentísimo señor Presidente de la capital, don José Miguel Carrera y mueran los desleales!. En el mismo acto se publicó al batallón y al pueblo la extinción de la Junta, declarando por Gobernador interino de esta plaza y su jurisdicción al señor Coronel graduado de Infantería don Ventura Carvallo, a quien por su mayor graduación y antigüedad le corresponde, según lo mandado por S.M. y última orden de la capital.

A las ocho de la mañana, compareció al cuarto de banderas dicho Coronel, a quien se le había dado noticia de todo a las cuatro de la mañana, y volviendo a juntarse el Consejo de Guerra, que ya presidió él mismo, se reiteró todo lo sucedido, decretándose sobre los demás artículos anexos al proceder de la extinguida Junta.    Los oficiales tuvieron a bien mantenerse en el cuarto de banderas, hasta ver cumplido todo lo mandado. Inmediatamente se dio providencia a [para] recoger las armas dadas por la Junta a las milicias. En esta hora se presentó don José Berganza, que emprendió su viaje en la misma, que oyó los tiros del cañón, acompañado del Capitán de Infantería don Dionisio Martínez y el Subteniente don Manuel Lorca y reforzando nuestra tropa se unieron al Consejo de Guerra, el que ha tenido motivos para no disolverse hasta hoy veinte, y según varias novedades aunque leves, no se disolverá hasta no dejar al pueblo en su debida tranquilidad, a cuyo efecto se publicó el correspondiente bando. Ventura Carvallo.- Lucas Molina.- José Ulloa.- José Berganza.- Juan Gallardo.- Dionisio Martínez.- Julián Pinuer.- Diego Adriasola.- Teodoro Negrón.- Manuel de Lorca.- Juan de Dios González.- Antonio Adriasola. Ante mí, José Antonio Martínez, Secretario del Consejo de Guerra.