¡Qué conducta tan absurda! ¡Qué modo de pensar falso a irracional causa la distancia de millares de leguas! Cuando los déspotas y fanáticos de América se sacrificaban y derramaban torrentes de sangre por sostener la Regencia, la Constitución y las Cortes, la Regencia sólo era un fantasma de poder sujeto a la facción dominante de las Cortes; estas últimas se hallaban divididas en dos partidos, y al abrirse sus sesiones en Madrid el 16 de enero, se vio que el número de los llamados serviles [2] excedía con mucho al de los liberales. Había tan gran numero de clérigos en las Cortes, que más parecía Concilio que Congreso. Las ideas de éstos, según los periódicos españoles, eran tan serviles como lúgubres; sin embargo, el liberalismo estaba protegido por las galerías. En el tomo 7 del Español [3], página 96, se lee el párrafo siguiente: “El 3 de febrero se volvió a quebrantar la inviolabilidad de los diputados en Cortes, en Madrid, en la persona de un representante de Sevilla, llamado Reyna. Algunas expresiones sobre el poder del Rey irritaron a las galerías, y apadrinadas del alboroto de los diputados liberales, redujeron la sesión a un tumulto. El Diputado fue preso y ha de ser juzgado por el mismo Tribunal que levantó el grito en el Congreso. La infeliz España va a ser víctima, de la anarquía. España está al presente en poder del populacho”. Estos desordenes eran consecuencias necesarias de los errores de la Constitución, como lo demuestra Blanco.
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