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El Monitor Araucano
Tomo II. N° 79.- Viernes 16 de Septiembre de 1814.
Sin título ["Se publica en Montevideo..."]. Reproduce textos tomados del "Sol de las Provincias Unidas",

Suceso Misterioso

Estando en la ciudad de la Plata el General Pezuela, del ejército de Lima, mandó arrancar de los lugares públicos las armas de la patria, y formando una grande hoguera dispuso fuesen arrojados solemnemente en ella por mano de verdugo a presencia de un cuadro de Fernando, que colgado de gruesos cordones se había preparado en el mismo paraje para autorizar la ceremonia, y como en ex­piación de los agravios que se suponía haber recibido por el escudo que veneran los hombres libres. Pero al tiempo de empezar aquel acto inquisitorial, se desgajó de pronto el retrato de Fernando, con asombro de todos los espec­tadores. La ceremonia fue interrumpida por la confusión de sus autores, y su embarazo fue tan grande que para aquietar las reflexiones que el pueblo hacía sobre este incidente se vió obligado el General Pezuela a promulgar al día siguiente un bando atribuyendo el acontecimien­to a un efecto casual y pidiendo que se aquietasen los espíritus de aquellos habitantes.

Extracto de una carta de Lisboa

“El Gobierno de Portugal ha prohibido a todas las prensas hablen cosa alguna relativa al estado presente de los negocios en España. Nada menos que pena de muerte se impone a los que contravengan esta orden.

“España a la sazón está dividida en dos partidos que están en extremo inflamados uno contra otro. El primero, inclusa la masa de la población, sostiene a las Cortes, y es admirador de la nueva Constitución y de la monarquía limitada; el segundo comprende casi toda la noble­za, y los partidarios de Francia, porfiando que Fernando VII debe ser admitido sin la obligación de observar los artículos de la nueva Constitución. Algunos individuos de este último partido han sido arrestados, y se cree que muchos nobles saldrán complicados en actos anticonsti­tucionales descubriéndose una escena singular de intri­gas”. (Gaceta inglesa The Observer del domingo 27 de mar­zo de 1814).

Cuando en nuestro número 6 hablábamos sobre la diversidad de opiniones que reinaba en la Península acer­ca de la Constitución, y pronosticamos que atendido el carácter y circunstancias de aquellos habitantes no podía ser subsistente, no habíamos visto el largo manifies­to en que el Rey Fernando condena la tal Constitución, prohibe su obediencia, declama contra sus autores, y so­lemnemente la desconoce y desaprueba. A pocos días vino a nuestras manos la Gaceta de [Río de] Janeiro que contiene este importante documento que hemos presentado a nuestros lectores en la extraordinaria del Martes.

¿Qué dirán ahora los que han llenado los calabozos y poblado los cadalsos de víctimas en nombre y en sostén de esta Constitución que el mismo Fernando desaprue­ba? ¿Su malicia no quedará todavía confundida cuando vea que la fuente de su autoridad y el motivo de sus fu­rores han sido delincuentes aún en concepto del Soberano y quien reconocen? Una gran parte de la América se resistió a admitir la Constitución de las Cortes de Cádiz. Este fue su mayor delito. Los monstruos que han jurado la devastación de nuestras provincias se lanzaron en ellas como los discípulos de Mahoma con el libro de la Constitución en una mano y el puñal en la otra. Díganlo los desgraciados pueblos de Charcas, Potosí, La, Paz y Cochabamba: en todos ellos aun humea la sangre vertida por el pérfido Goyeneche porque no reconocían las Cor­tes. Estos horrores han sido continuados por los satélites del déspota de Lima, y acaso en este, momento estén todavía cayendo víctimas sangrientas ante el fanatismo político en que deliran nuestros enemigos.

(Se continuará).