¿Cuándo se saciará la barbarie de nuestros enemigos empeñados en la aniquilación del generoso americano? En la provincia de Concepción se renuevan las prisiones de los patriotas. Aquel desgraciado territorio se halla bajo el poder férreo de los agresores de Chile, y sometido a su arbitrariedad. Sin embargo ya gimen cargados de cadenas el Coronel don Pedro José Benavente, el Teniente Coronel don Juan Antonio Díaz Muñoz, y otros beneméritos ciudadanos; no se perdona al bello sexo; la Casa de Ejer­cicios de Concepción ha sido dispuesta para que los patrio­tas sufran en ella una rigurosa reclusión, y sus débiles manos se empleen en labores fatigosas; hasta la impoten­cia se persigue con alevosía; he aquí los efectos de esa religiosa moderación que a cada paso protestan los profanadores del honor y de la verdad. Este es el indulto general con que prometen perdonar a los que no cometen más crimen que sostener el derecho sagrado de su conser­vación, y repulsar el proyecto horrible de acabar con la sangre americana, renovando en el pacífico Chile el luto de Quito, Caracas, Alto Perú y México. Tan execrables extorsiones justifican la prisión del Capitán Pasquel, que por una necesaria represalia ha decretado el Gobierno. Si no hubiesen [hubiese] oficiales en quienes cumplirla, sobraban por desdicha enemigos interiores que serán tratados del mismo modo que nuestros compatriotas de Concepción; y ya se prepara un convento en que tengan la ocupación de hacer hilas tantas beatas hipócritas y otras sarracenas tan presumidas como despreciables, que lisonjeadas de la impunidad que han disfrutado, se toman la licencia de perturbar la quietud pública, e insultar a los amantes de la patria. La Policía está alerta a los Club[s] de esos obsti­nados que con la apariencia de una indiferencia tan cri­minal como el egoísmo y el disimulo traidor, se figuran engañar al pueblo con el rótulo de hombres de bien. No puede serlo el que no coopere efectivamente en favor de la causa del país que le franquea la subsistencia y la fortu­na que no merece. El que no manifiesta [manifieste] su opinión, cuando puede hacerlo sin temor del Gobierno, es un verdadero enemigo: porque es imposible que deje de tenerla, a menos que haya perdido la razón. El remordimiento devorará el corazón del injusto, y la [Divina] Providencia protegerá nuestra justicia.‑ B. V. [5].

 

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[5] Las iniciales corresponden a Bernardo de Vera (N. del E).