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La Aurora de Chile
Número 1. Jueves, 13 de Febrero de 1812. Tomo I.
Noticias Sacadas del Periódico Inglés, The Times, Publicado en Londres, a 3 de Septiembre de 1811. Coronación del Rey negro de Haití (alias). Isla de Santo Domingo. Relativa a la Coronación de Henri Christophe.

A la llegada del capitán Douglas a Cabo Enrique, halló que se hacían grandes preparativos para la coronación de S.S.M.M. de Haití, que se celebraría el Domingo siguiente. Previamente fueron ennoblecidos algunos de sus generales favoritos, unos hechos príncipes, otros duques, otros condes, otros barones y otros caballeros; esta nueva creación no pudo menos que admirar a la multitud, poco acostumbrada a tales vistas, por el esplendor de sus vestidos de ceremonia unos de púrpura, otros de azul otros de seda blanca ricamente adornados; capas o mantos bordados colgaban de sus espaldas graciosamente; en sus cabezas llevaban sombreros con cordones de oro vueltos hacia arriba por delante con un botón y pluma.

Estando puesto todo en orden, siguió la ceremonia de la consagración del estandarte nacional, que fue ejecutada con gran pompa por el Arzobispo, que dicen, es un alemán y hombre de alguna erudición; pero el gran asunto fue la coronación de S.S.M.M. que se verificó el Domingo 2 de Junio en una gran plaza llamada el Campo de Marte, adonde se erigieron doseles y tiendas para el caso. Como a las siete de la mañana partieron S.S.M.M. para el Campo de Marte en su carroza de estado tirada por ocho caballos blancos, acompañados por madama Dessalines en su carroza, y la demás nobleza en los carruajes que pudieron preparar, aderezados con brillantes. Llegados S.S.M.M., se apearon y subieron a un trono ricamente adornado; aquí el Rey, habiéndose puesto en la cabeza una corona de oro con muchas piedras preciosas, se la quitó y la entregó con otra para la reina en manos del Arzobispo, quien coronó a S.S.M.M. haitianas con toda la pompa y ceremonias usadas en tan grandes ocasiones. Así, agraciado por la diadema a la que ellos añadían gracia, este augusto par se retiró a la tienda real con el Arzobispo y algunos de los grandes oficiales del Estado, y aquí recibieron los santos sacramentos. Concluido esto, se retiraron a palacio, adonde tuvieron besamanos, recibieron los cumplimientos de la nobleza y también de los capitanes Douglas y O’Grady, de las naves británicas que estaban en el puerto.

Después del besamanos, y como a las 2 de la tarde, S.S.M.M. y la nobleza fueron a una plaza donde bajo la sombra de ramadas bien dispuestas estaba preparada una comida que consistía en 600 cubiertos, a la cual fueron convidados todos los mercaderes ingleses y americanos, y adonde los capitanes Douglas y O’Grady tuvieron los primeros lugares de honor. En este convite, levantándose el rey de su asiento, echó el siguiente brindis: "Mi hermano, el rey de la Gran Bretaña" (a cuya salud se había bebido con tres veces tres), a lo cual añadió "prospere y sea feliz contra Bonaparte y continúe siendo la barrera entre aquel tirano y este reino". El segundo brindis fue dado por el Arzobispo diciendo: "El rey de Haití", a cuya salud también se había bebido con tres veces tres. Después de esto regresaron S.S.M.M. en el mismo orden a palacio, delante de quienes evolucionó por largo tiempo un gran cuerpo de tropa en número de diez mil con sus respectivas bandas de músicos; siguió después un incesante fuego de artillería y los repiques de campanas y aclamaciones del pueblo. Siguióse el paseo a caballo por toda la ciudad, en que se tiró moneda con gran profusión. Concluyó este gran día con una iluminación y una bella opera en el teatro. El Lunes 3 de Junio se celebró una misa solemne en la Catedral y se cantó el Te Deum; después hubo besamanos y a la noche iluminación y comedia en el teatro.

El 4 de Junio cumpleaños del rey de Inglaterra, hicieron salva el Reno y el Sappho, que fue correspondida por los fuertes y naves del rey de Haití, quien dio un baile en su palacio en honor de aquel día, en el cual tuvieron el honor de danzar los capitanes Douglas, O'Grady y M. Morris [4].

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  La revolución de la isla de Santo Domingo, y su actual suceso merecen la consideración de los políticos, y ofrecen ejemplos terribles. Este suceso parecía increíble al principio de su revolución. ¿Qué podía esperarse de una raza de hombres sin educación, sin luces, sin costumbres? ¿En una raza degradada, y envilecida podían haber honor, constancia, y sentimientos? ¿Sostenerse contra el poder y el arte de las armas de Francia? Pero la naturaleza hizo iguales a todos sus hijos: el corazón y el ánimo es capaz de iguales esfuerzos, de iguales virtudes, y pasiones en toda la especie humana. En fin el odio a las cadenas, el deseo de la libertad, una resolución firme, e imperturbable vencen todos los obstáculos, dirigidos por un caudillo nacido para mandar.
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