Marzo 28.— La Emperatriz y el Rey de Roma, salen de París por orden del Emperador Napoleón.
28 por la noche: proclama del Príncipe José en que dice al pueblo: Yo nunca he de dejaros.
30: Orden del Príncipe José para que París se defienda, y a la Guardia, Nacional para marchar.— A las 10 repite la orden; a las 11 huye.— A las 11½ manda a su Ayudante de Campo, a repetir: Yo estoy con vosotros, defendeos.— La Guardia Nacional llena de valor toma las armas.— Al medio día los generales más experimentados ven que París está a punto de ser tomado. El general Marmont, lleno de honor y de bondad resuelve evitar daños exteriores, y hace el armisticio más honroso que las circunstancias permitían. Durante el armisticio se hace una capitulación.
31 por la mañana: París no oye más el estruendo de la artillería. La mañana pasa en reflexiones sobre los peligros del día precedente; sobre la deserción del soberano; la fuga de su hermano; un plan de defensa fundado en la destrucción de la ciudad; y el inmenso pillaje de las casas.
Mientras los espíritus estaban en esta disposición, los soberanos aliados, el Emperador de Prusia acompañado del Príncipe Schwartzemberg como representantes del Emperador de Austria, y el Rey de Prusia entraron en la ciudad.
Los enemigos fueron los salvadores de la ciudad. Los tres jefes antes de entrar en casa alguna se demoraron para hacer desfilar [a] sus tropas; para hacer observar la disciplina; y para prevenir todos los desórdenes.
A la una del día estaban absueltos estos cuidados militares y civiles. Los jefes de los tres ejércitos entraron en casa del Príncipe de Benevento. Soberanos nacidos sobre el trono, en vez de divertirse como Napoleón en Viena, Berlín y Moscú, en los palacios imperiales y reales, se alojaron en casas particulares.