El origen del fanatismo es antiquísimo; lo hallamos en muy antiguos monumentos, y envuelto en las mismas tinieblas que ocultan el principio de mil fábulas y errores famosos. Muchos libros en que se encuentran rasgos admirables, muchas obras llenas de ingenio, muchos códigos que contienen excelentes leyes, están ennegrecidos con ejecuciones fanáticas. Todas las grandes revoluciones acaecidas en las opiniones de los hombres han sido seguidas de hechos atroces inspirados por el fanatismo. De ellas han resultado siempre dos partidos, uno oprimido y otro opresor. El opresor ha tenido de su parte la antigüedad y la educación; el oprimido ha reclamado en favor suyo los derechos del hombre, y la libertad de la opinión, fundándola en la naturaleza del entendimiento humano; pero si este partido oprimido ha llegado a ser dominante, se ha hecho las más veces opresor, olvidado de todos sus anteriores principios consignados en sus apologías. Tales apologías alegan siempre que sus opiniones no son contrarias a la permanencia y buen orden de la sociedad. El se hace juez en su propia causa, él sólo tiene razón, él sólo procede con pureza y probidad, y él se constituye al mismo tiempo y con descaro parte, juez y verdugo. Aún hay más, un mismo partido es a un mismo tiempo en un país opresor, y en otro país oprimido. Esto está sucediendo actualmente en algunas regiones de Europa. Esta diferencia de suerte de un mismo partido, que en una parte reina exclusivamente y cree que en él sólo hay moralidad, y mira con insultante desprecio a los del partido contrario, aunque confiesa su superioridad en las artes y ciencias; y en otra parte es privado de las más preciosas prerrogativas civiles, y sus opiniones son consideradas como incompatibles con la libertad; nos hace ver que jamás se violan impunemente los derechos del hombre, y que debe observarse no sólo de individuo a individuo, sino de partido a partido y de pueblo a pueblo aquella divina máxima: “No has con otro lo que no quieras se haga contigo”. Alteris ne feceris quod tibi fieri non vis.
La brevedad de este papel no ha permitido dar a un asunto tan importante como éste toda la extensión necesaria, contentándome con remitir a los lectores a las excelentes obras que hay escritas sobre la materia en francés, y en inglés. Pero desgraciadamente el estudio de estas lenguas está muy poco cultivado en el país, y es demasiado notable la desaplicación de los jóvenes en unos tiempos en que más que en otros son tan necesaria la lectura, la instrucción, las ciencias, ¿Querremos decidir acerca de todo sin saber nada? Tampoco fue posible dar al discurso el orden conveniente; él debió llevar su epígrafe, y es el que sigue:
¿Tendrá por infalibles uno y otro hemisferio
los silogismos que haces en barbara y en ferio?
Que todos somos locos es cosa muy segura:
en paz y unión vivamos, y sigue en tu locura.
Réstame observar el fanatismo desde un punto de vista bajo el cual no sé que halla sido considerado por otro, y es la maligna tendencia e influjo que tiene contra la libertad civil, y contra los talentos y las letras.
Cuando un Gobierno se ha acostumbrado a ejercer la tiranía sobre los espíritus, en breve toda la policía no es más que un ejercicio de intolerable opresión. La policía, este interesante ramo de la administración, que debe velar sobre la seguridad de los pueblos, la observancia de las leyes, y ejercer una censura vigilante sobre las costumbres, viene a hacerse en este caso una inquisición detestable, y un instrumento de tiranía: se ocupa menos de la seguridad pública que de la seguridad particular, de los intereses y venganza de los opresores de la libertad civil: la sociedad se inunda de espías, de delatores, de almas viles, que disponen a su arbitrio de la suerte de los ciudadanos más dignos. Se origina entonces una desconfianza recíproca y funesta entre los ciudadanos y el Gobierno; y en el santuario de las familias y de la amistad se buscan víctimas que inmolar a la sospecha. Una palabra indiscreta suele ocasionar la pérdida de la fortuna y de la libertad. La virtud más noble, la grandeza de alma, este sentimiento que se enciende contra la opresión y las injusticias, son los objetos de la inquisición de unos espías infames. La historia pública, y secreta de aquellas cortes en que se ha ejercido la tiranía de que hablamos, abunda en relaciones trágicas de muchas grandes almas y genios sublimes que expiaron en los calabozos, y aún en los patíbulos, el crimen imperdonable de haberse indignado contra los enemigos de la especie humana.
(Se continuará).