Las obras luminosas no sólo iluminan al país, sino que le dan reputación. Los papeles frívolos a insulsos, los que lisonjean el gusto maligno por sales picantes y cáusticas; los que convierten en intolerable licencia la libertad basándose en personalidades; en fin, los que respiran odio e inconsideración, no sólo desacreditan a sus autores sino también al país dando una idea poco ventajosa de su literatura, gusto, y aún moralidad. Nuestros esfuerzos debían de ser proporcionados al silencio de nuestros antiguos literatos, cuyos talentos no fueron conocidos por falta de imprentas en el país. Para prueba de lo expuesto voy a copiar el siguiente pasaje de la obra titulada The Present State of Perú por Skinner: “Por una de aquellas casualidades, que dieron a Inglaterra tantos tesoros coloniales en diversos combates en el mar, se adquirieron varios tomos de un periódico de Lima llenos de riquezas intelectuales. Su publicación excitó entre los literatos tanta sorpresa que fue preciso probar su autenticidad mostrando los originales. Se creyó que eran supuestos unos discursos tan científicos por venir de un punto del globo donde razonablemente se suponía no existir alguna tintura de ciencia.
Tal era la opinión general de este país sobre el infeliz estado de los conocimientos científicos de Sud América hasta que el Mercurio Peruano borró tales impresiones. Una sociedad establecida en Lima tratando varias materias de literatura, filosofía, historia, etc., y desplegando un conocimiento profundo, y una vasta erudición antigua y moderna, fue una novedad tan aplaudida como inesperada”.