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El Monitor Araucano
Tomo II. N° 49. Viernes 3 de Junio de 1814.
Sigue el asunto del número anterior [1]. Siguen las noticias de Europa. (Iniciado en Nº 48, continúa en el Nº 50).

Se dice que Lord Aberdeen ha hallado necesario pre­sentarse en Viena para tener una conferencia con el mis­mo Emperador. Otros creen que aquella partida es con el objeto de facilitar la comunicación con los aliados, y dar esfuerzo a la causa. Sea lo que fuere, lo cierto es que antes del pasado mes de agosto han corrido rumores de que la Austria se apartaba de la Confedera­ción, y que solicitaba pacer una paz particular; y estos rumores se han esforzado al ver la Alemania evacuada de franceses, a excepción del Cuerpo de Davoust que ocupaba a Hamburgo, disuelta la Confederación del Rhin y recuperada una parte de la Italia. Pero desde aquel período la Austria, lejos de separarse de la coalición, la ha robustecido con nuevos y poderosos refuerzos, ha pa­sado el Rhin, y aún ha declarado oficialmente que si el pueblo francés quiere la restitución de la casa de Borbón, no se opondrá “a un fin tan deseable”; tales son sus térmi­nos. Desde aquel período la Austria ha celebrado trata­dos de alianza ofensiva y defensiva con las potencias ene­migas de Napoleón; éste le ha hecho grandes promesas pero la Austria o no las ha creído, o ha juzgado que es más seguro recibirlas de la mano de la victoria. La lle­gada del Duque de Angulema al cuartel general de Lord Wellington, descubre algo las intenciones de los aliados contra la dinastía de Bonaparte; el Duque de Angu­lema es sobrino y nieto de Luis XVI, y tiene un parentesco muy inmediato con la casa de Austria. Es de creer que ha­ya dado este paso el Duque de Angulema en lugar de Luis XVIII, que se hallaba muy gravemente enfermo en Inglaterra.

Es, pues, muy dudosa la suerte de la dinastía de Bonaparte y tanto más cuanto su poder no puede sobrevivir a la pérdida de una acción general, pues tiene empeñada toda su fuerza disponible. Si por el inesperado curso de los sucesos vuelve aquella dinastía a la obscuridad de que salió, su caída no será seguramente acompañada de las lágrimas de la humanidad, porque el poder colosal de que gozó por tanto tiempo, jamás se empleó en proporcionar un átomo de libertad a los hombres, a no ser que fuese por acaso. Este es un fenómeno muy singular en un siglo de tantas luces, y que hará resaltar la gloria del gran rival de Napoleón. ¿Se prevalió por ventura de su poderosísima influencia en el reinado de Carlos IV para vivificar la dignidad nacional, y contener a la autoridad ejecutiva por medio de una Constitución, o a lo menos para hacer que se aboliesen las instituciones de sangre y de barbarie?

Es de investigación muy curiosa la futura suerte de las otras nuevas dinastías; y hay razones para numerar entre éstas a la casa de Beauharnois: y no interesan me­nos en los cálculos políticos los destinos de la Italia y de la Polonia.

Si las antiguas casas soberanas juzgan conveniente a su grandeza y a su permanencia el que no se levanten y conserven nuevas dinastías, están mal los príncipes de nueva creación. Pero Bernardote es uno de los aliados, y la coalición le es deudora de muy grandes servicios.

En Italia[,] Eugenio Beauharnois, es Virrey de Lombar­día, Módena, Ferrara, Urbino y Bolonia, todo lo cual se llama ahora el reino de Italia. Es hijo de Josefina y se cree que el repudio de ésta lo haya disgustado, como que disminuye su consecuencia y esperanzas, las que esta­rían más seguras si se pusiese en manos de los aliados, prometiéndole éstos sostenerlo. Murat es Rey de Nápoles, y su cooperación sería de gran utilidad a los aliados, pero la Austria tiene miras sobre los estados de la Ita­lia; y el reino de Nápoles pertenece al Rey de Sicilia.

Hábiles políticos opinan que acaso fuera más fácil es­tablecer grandes y poderosos estados al rededor de los límites de Francia[,] capaces de contener su ambición y contrabalancear su poder con el peso de sus masas, que reducirla al nivel de las potencias vecinas como estuvo antes. Según esta teoría, la Holanda erigida en monarquía, la España restablecida en monarquía moderada, la Alemania restablecida al antiguo sistema del cuerpo germánico, el país de los suizos bajo su antigua Consti­tución, y la Italia constituida en potencia soberana a independiente, deben contrabalancear el poder de la Fran­cia. Añadamos que esta es la tendencia de las ideas. En efecto, los sabios de Italia han lamentado con frecuen­cia la situación política de su país, expuesto siempre por sus divisiones a ser oprimido ya por los franceses, ya por los austríacos. Se asegura que hay allí un partido, que se llama de los Unitarios, porque profesan, como el gran objeto de sus esperanzas, la consolidación de la Italia en un imperio; y que muchos de los que se declararon por la facción republicana, cuando la revolución francesa pa­só los Alpes, lo hicieron con la esperanza de que la ruina de todos los pequeños estados de Italia terminaría en [por] re­ducirlos a un solo cuerpo. Sabedor de estas disposiciones Napoleón, después de aniquilar la libertad a independen­cia de Italia, la dividió en tres partes: el reino de Italia ya designado, el reino de Nápoles y las provincias que agregó a la Francia como departamento; y tales son el Piamonte, Niza, Génova, la Toscana y el Estado Roma­no. Si él, pues, dividió para imperar, es ahora el interés de los aliados reunir. Los italianos se declararán por quien les prometa la libertad y la independencia de toda potencia extranjera.

 

(Se continuará).

 

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[1] Véase tomo II, Nº 48, martes 31 de mayo de 1814, bajo el título “Variedades” (N. del E).