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El Monitor Araucano
Tomo II. N° 41. Viernes 6 de Mayo de 1814.
Sucesos de México. Documento traducido literalmente del Baltimore Whig, de 22 de Septiembre de 1813.Escrito de José Bernardo Gutiérrez sobre el estado de la revolución en México.

Papel de Estado de México

Don José Bernardo Gutiérrez, Comandante en Jefe del ejército del norte de México, y Gobernador del nue­vo Estado de Tejas, a los amigos de la causa patriótica, y hombres libres de todas las naciones.

Amigos de la causa Mexicana. La independencia de Tejas deseada tanto tiempo ha por todas las naciones de la Europa, al fin se ha cumplido. Después de una lar­ga y penosa guerra, yo he llegado felizmente a levantar el estandarte de la unión y libertad en la capital de Te­jas. Este sagrado pabellón es venerado por los patriotas mexicanos, y temidos [temido] por los enemigos de la libertad de los hombres. Todos nos hemos apropiado el honroso epíteto de libres. De este modo mis bravos compatriotas empiezan a hacerse los ardientes e inmutables abogados de la independencia, de la paz y del libre comercio. Por su enérgica conducta en el combate contra Las usurpa­ciones de los privados realistas, han demostrado a todas las naciones que su revolución es justa en su origen, útil en sus progresos y honorable en su terminación. Los ami­gos de Fernando VII sólo dicen, que los abogados de nues­tras instituciones son los opresores del pueblo y Los de­vastadores de su comercio. Pero ellos sentirán más que nunca el poder y la venganza de un pueblo ofendido y sensible a las injurias que se le han hecho bajo el gobier­no antiguo.

La ambición desordenada y la insaciable codicia de los ingratos déspotas no ha mucho tiempo que perturba el reposo del que no conoce otro derecho que la justicia. El pueblo de Tejas está ahora unido, y ha convencido a los enemigos del gobierno republicano que su energía no muere en el momento, sino que siempre le llamará a defender su naciente estado contra la opresión. Ellos han afirmado sus derechos, a la faz del suelo, y no permitirán que sean atacados por las negras e impías manos del despotismo. El ejemplo y las sabias lecciones del inmor­tal Hidalgo, cuya alma “descansa en el seno de su Padre y de su Dios” están aún delante de sus ojos. Estos son los votos de los que me siguen al campo y estos son los innegables derechos que reclama el hombre y la natura­leza. Una gran porción de Nueva España indica la voluntad de oponerse a ellos. Aún no está en el caso de que su poder sea sospechoso, entonces sus héroes realistas tem­blarán.

Los bravos americanos que sostuvieron el sitio de la Bahía, triunfan ahora de los enemigos, y honran las fuer­zas de sus armas. Ellos se han unido con los inmortales mexicanos como hermanos, como libres, y como hombres que defienden la misma causa que libra [libera] al esclavo y mejora las urgentes necesidades del pobre. Sus ánimos están unidos en el consejo, y sus armas se mezclan en el campo. La misma sagrada y poderosa luz que ilumina a los unos, inflama el alma generosa de los otros. ¡Feliz unión! ¡Patriotas inmortales! que han adquirido rápidamente una fama inagotable.

Setenta y nueve días estuvo abatido el pabellón me­xicano en San Francisco de Béjar, cuando fueron insul­tados por el orgullo de Elizondo que plantó el estandarte real a vista de la capital. El ardiente espíritu del patrio­tismo que inflamaba el corazón de mis invencibles tro­pas, reventó con doble vigor, descubriendo una fuerza superior estacionada dentro de los límites de su territo­rio libre e independiente. Aunque las desgracias, vicisitudes, y desolación de la guerra son inevitables y bien conocidas a todos los que han llevado las armas en de­fensa de la causa patriótica, su coraje no era menos es­timulado y las prudentes medidas tomadas para esfor­zar nuestros medios de defensa se han aumentado ahora más que nunca. Cuanto es mayor el peligro, es más fir­me; la resolución de resistir las pérfidas intenciones de un vil y sanguinario enemigo, que defiende el odioso sis­tema de la opresión, que por tanto tiempo los ha priva­do del goce de los más triviales privilegios que conservan la armonía en la sociedad, de un enemigo cuya conducta y obstinación es ofensiva a las almas más comunes, y cu­yo anhelo es un continuado sistema de fraude, traición, cohecho y otros crímenes inauditos.

La Divina justicia que castiga al perjuro y al ingrato, más de una vez lo incitó al campo donde experimentaron las heroicas virtudes y admirable patriotismo de nues­tras tropas. Elizondo mandaba en jefe un ejército fuerte de 16.000 hombres. Él aseguró a sus tropas, que nosotros jamás les presentaríamos batalla, y que él nos consumi­ría dentro de los estrechos muros de la capital. El 18 de junio último les ofrecimos batalla con sólo 750 bravos: ellos huyeron delante de nosotros en confusión y deses­peración. El 29 del mismo mes a la misma hora resolvió mi pequeño ejército de héroes nuevos, la victoria o la muerte; y se apareció delante de ellos en las márgenes del Charco del Alazán puestos en batalla, y los tomaron por sorpresa. Después de fuerte combate de dos horas y media, se plantó el estandarte republicano en el centro del mismo enemigo. Elizondo fue el primero que huyó, sus tropas poco después fueron completamente conquis­tadas, dispersas, y el campo cubierto de sus muertos y heridos. Aún no penetró el sol el corazón del Oeste, cuan­do yo volví a la capital con el estandarte del enemigo a mis pies manchado con su propia sangre.

Las llanuras del Charco del Alazán, donde los héroes de la Bahía y del Salado se han distinguido tan noblemente, jamás serán manchadas de nuevo con la sangre inocente de los patriotas. Arredondo emprendió a vengar las in­jurias de Elizondo; pero la razón le enseñó que los hom­bres libres jamás pueden ser conquistados. Él ha huido hasta el río del Norte, donde sus tropas se desertan dia­riamente a los ejércitos republicanos del interior.

La libertad de Tejas está ahora perfectamente segura. La fuerza de nuestras armas es conocida por las tropas realistas. El General Rayón se esfuerza a [en] unir sus pode­rosas fuerzas con las mías, y los habitantes de Coahuila se levantarán contra sus opresores, luego que empece­mos nuestra marcha para defenderlos.

Yo invito a los hombres libres de todas las naciones, a que se distribuyan en los países que he ganado y gocen sin molestia los derechos y privilegios de ciudadanos mexicanos. No dista el feliz momento en que toda la Nue­va España cesará de alimentar a sus opresores. El anti­guo sistema de monarquía está para expirar, y el amor de la libertad penetra el corazón de todos los hombres. Su tráfico y comercio no estará ya confinado a una o dos potencias, y todo el universo gozará una porción de sus incógnitas riquezas. Veracruz dejará de ser el único puerto por el cual la providencia sea socorrida con el co­mercio exterior. El industrioso patriota conducirá con éxtasis y alegría la lenta nave que mansamente corre sobre las aguas del Metagorda, que viene a socorrer a Tejas, a Coahuila por el Oeste y al Nuevo San Andrés por el Sud. Las fronteras del Este y del Norte de Tejas reciben por tierra el comercio de Ohio, Missouri, y una gran parte del estado de Luisiana. Todas las bahías y puertos del golfo de México, y California, se abrirán en breve tiempo al tráfico de las potencias comerciantes. La riqueza de Po­tosí se dividirá entre los que merecen gozar de su abundancia. La España será el teatro en el cual millones de hombres deseen tenor una porción distinguida. El fin, el universo lo solicitará por su abundancia, y lo admirará por el Gobierno liberal que la proteja.

Hombres libres de todas las naciones: las fértiles lla­nuras de Tejas no serán ya manchadas con la sangre de los patriotas. Aquí gozaréis una vida conforme a vuestros deseos, aquí los nuevos mexicanos disfrutarán hasta el fin de los tiempos de la más pura paz y de la más simple alegría.

A los hijos inmortales del país colombiano soy deu­dor de esta mudanza favorable en el Gobierno de mi país. La fuerza de las armas ha debilitado la arrogancia de sus enemigos. Digno pueblo: tú eres distinguido cierta­mente con más honores de los que yo puedo tributaros. Yo os ofrezco como una expresión de respeto la gratitud de un Gobierno nuevo, pero virtuoso y una pacifica habitación entre los agradecidos mexicanos, que saben cuan­to deben apreciar vuestro valor y estimular vuestra am­bición para ocurrir en la hora del peligro.

Dado en la casa de Gobierno, en San Fernando de Béjar, julio 4 de 1813, año tercero de nuestra independencia.__ (Firmado).__ José Bernardo Gutiérrez.

Según las noticias contenidas en el presente papel de México, y otras que tenemos, la revolución sigue allí con suceso vario, y apenas hay esperanzas de que cese la ho­rrible efusión de sangre y la devastación del país hasta que el Gobierno de España y el revolucionario de México, animados de miras más pacíficas, entren en tratados más conciliatorios. Es de esperar que la próxima restitución del rey a su trono, las ideas liberales, que por todas par­tes respira la monarquía española, y en fin los gravísimos sucesos de Europa, que publicaré cuando haya opor­tunidad, restauren la paz y el orden en aquella región de­liciosa. Entre tanto, Chile protegido por la Providencia y dirigido por superior prudencia y moderación, está a cubierto de futuras calamidades.