A la Cámara de los Lores:
Yo os congratulo por la decidida convicción que prevalece en una tan basta extensión de Europa, de que la guerra en que están empeñados los aliados contra el Gobernador de Francia, es una guerra de necesidad; y que sus miras de universal imperio sólo pueden deshacerse por una combinada y determinada resistencia.
El espíritu público y entusiasmo nacional, que libertó a España y Portugal y al imperio de las rusias, anima ahora al pueblo germánico; y mantenemos la más plena confianza de que la misma constancia de su parte conducirá a unos mismos gloriosos resultados.
No puedo dejar de lamentar muy profundamente la continuación de esta extensa guerra y de todas las calamidades en que la ambición del Gobernador de Francia ha envuelto por tan largo tiempo a la Europa.
Ni por mi parte, ni por los aliados serán obstáculos para la paz, disposiciones para exigir de la Francia sacrificios de alguna naturaleza inconsistentes con su honor o justas pretensiones como una nación.
La restauración de la paz sobre principios de justicia e igualdad ha sido siempre mi ansioso deseo, pero estoy plenamente convencido de que sólo puede obtenerse por una continuación de aquellos esfuerzos, que ya han librado tan gran parte de Europa del poder del enemigo.
Tales ventajas pueden en gran parte atribuirse a la firmeza y perseverancia de este país. Que esta consideración nos anime a nuevos esfuerzos, y entonces, como confío, podré yo llevar esta lid dilatada y ardua a un término compatible con la independencia de todas las naciones empeñadas en ella, y con la general seguridad de Europa.