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El Monitor Araucano
Tomo II. N° 38. Martes 26 de Abril de 1814.
Sin título ["Se ha publicado en Francfort..."]. Relativo a la situación de Europa. Incluye transcripción de "Declaración de las potencias aliadas".

Se ha publicado en Frankfort por las potencias alia­das un interesante papel de estado que hace ver el ob­jeto de la actual guerra contra la Francia y cuál será la condición en que haya de quedar cada uno de los es­tados de Europa. Es como sigue:

 

Declaración de las Potencias Aliadas

El Gobierno francés ha ordenado una lava de 300.000 conscriptos. El Senado Consulto celebrado para el efec­to apela a los aliados. Creen pues, que es de su obligación promulgar a la faz del mundo las intenciones que los guía en la presente guerra, los principios que forman la base de su conducta, sus deseos y determinaciones.

Los aliados no hacen guerra contra la Francia, sino contra aquella preponderancia, que para la desgracia de la Francia, ha ejercido el emperador Napoleón más allá de los límites de su imperio.

La victoria ha conducido a los ejércitos aliados hasta las riberas del Rhin. El primer uso, que han hecho los poderes aliados de la victoria, ha sido ofrecer la paz a S.M. el Emperador de los Franceses. Una actitud fortalecida con la reunión de todos los soberanos de Ale­mania no ha tenido influjo en las condiciones de esta paz. Las condiciones están fundadas en la independencia del imperio francés, y en la independencia de todos los Estados de Europa. Las miras de las potencias son justas en su objeto, generosas y liberales en su aplica­ción; ellas dan seguridad a todos, y son honorables a cada uno.

Los aliados desean que la Francia sea grande, poderosa y feliz; porque el poder de la Francia, en un estado con grandeza y fuerza, es uno de los cimientos del edifi­cio social de la Europa. Ellos desean que la Francia sea feliz, que reviva su comercio, y reflorezcan las artes, estas bendiciones de la paz porque un gran pueblo ha de ser feliz para estar tranquilo. Los aliados aseguran al imperio francés una extensión del territorio, que ja­más conoció la Francia bajo sus reyes; porque una na­ción valerosa no debe caer de su rango por haber a su vez experimentado infortunios en una obstinada y san­grienta contienda, en que ha peleado con su acostumbrada valentía.

Pero los aliados también desean ser ellos mismos li­bres, tranquilos y felices. Ellos apetecen un estado de paz, que por medio de una sabia repartición de fuerza y un justo equilibrio pueda en adelante preservar a sus pueblos de las innumerables calamidades que por el es­pacio de los últimos veinte años han inundado la Eu­ropa.

Los aliados no dejarán las armas hasta lograr este grande y benéfico resultado, este noble objeto de sus esfuerzos. No dejarán las arenas hasta que el estado político de Europa se restablezca de nuevo; hasta que los principios inmutables ocupen el lugar de las vanas pre­tensiones; hasta que la Paz de Europa repose sobre la santidad de los tratados.