Parece, según el estado de la Europa, que no puede distar el momento en que se decida cuál deba ser la suerte permanente de España y de América. Veamos, pues, en qué situación se hallan ambas, al acercarse aquel período interesante, ¡y ojalá pudiéramos conjeturar acerca de las esperanzas que pueden concebir de lo futuro!
Los desórdenes del anterior reinado, la falsa y funesta política de los gobiernos revolucionarios, que sucesivamente le siguieron con los hombres de Juntas, Cortes y Regencias, y la irrupción de los franceses han reducido a la Península a un estado lamentable. Ella está inhábil para defenderse a sí misma, sin ejércitos, sin rentas con que sostenerlos, sin comercio, sin industria, sin marina. Sus principales fondos iban de América; pero éstos se invierten en guerras civiles fomentadas bárbaramente. Además, hasta ahora no ha habido potencia alguna que pueda conservar colonias, ni sacar utilidad de ellas sin poderosas escuadras. Sin ellas cualesquiera potencia marítima el día que quiera, o se apodera, o reparte las colonial, o corta la comunicación entre ellas y la metrópoli. Por esto toda potencia que tenga colonias y no tenga escuadras se verá cuando menos reducida a la anterior condición del Portugal. Esta potencia era una verdadera colonia de la Gran Bretaña. Lo mismo fue perder la fuerza naval que ver en ajenas manos sus bellas posesiones de la India, y su comercio: ella no puede tener fábricas, decayó su agricultura, y sufrió el establecimiento de un duro monopolio; los tesoros del Brasil pasaban por Lisboa para Londres, como bajo el mismo orden de cosas pasarían por Cádiz las riquezas de toda la América. Si atendemos al presente estado de debilidad, de interregno por no tener más que un gobierno interino y revolucionario, en que se halla la España, y a que el ejército combinado que la defiende de los franceses, se compone de 44.000 ingleses, 30.000 portugueses, y 20.000 españoles, del mismo modo que ha estado Sicilia defendida por un ejército inglés, y gobernada por un rey sin recursos y sujeto a un general británico, veremos que conviene a la España la siguiente pintura que hace de la situación actual de Sicilia un político inglés: “La Sicilia es incapaz de defenderse así misma; ella gime bajo los defectos de sus antiguas instituciones, y no posee la suficiente energía y virtud para reformarse; ella no puede aprovecharse de la protección de un gobierno cuya delicadeza y honor la dejará continuar por un tiempo indefinido este estado lamentable, antes que exponerse a ser tenido por usurpador si se mezclase en lo político del país, cuya interferencia sería provechosa no sólo a la nación sino aún al soberano. Sicilia se asemeja a un hombre dormido y oprimido de una pesadilla; ella no puede moverse, ni hacer esfuerzos; la Gran Bretaña está sentada a la cabecera, y aunque ella conoce la enfermedad que padece su hermana, permite que continúe su aflicción porque no se le acuse de una oficiosidad, o de una intrusión interesada”.
(Se continuará)