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El Monitor Araucano
Tomo II. N° 24.- Martes 1º de Marzo de 1814.
Sin título ["Los oficios siguientes..."]. Documentos relativos a la devolución del congento de La Chimba a los dominicos.

Los oficios siguientes, aunque relativos a un asunto que no lleva toda la importancia de los negocios públi­cos, son interesantes en las circunstancias actuales. Unos hombres de tan sólida virtud como literatura eclesiástica, y que adoran la religión, se muestran tan celosos defensores de la causa de la libertad, como de los sagrados principios que profesan, y declaman contra los artificios sacrílegos de los fanáticos. El pueblo recibe con un respeto religioso la voz de estos solitarios venerables que le recuerdan por el espacio de cerca de un siglo las cos­tumbres y el modo de vivir de los antiguos monjes. La revolución actual ni es filosófica, ni conviene que lo sea. La opinión será siempre la reina del mundo. El pue­blo vio con disgusto expeler de su santo asilo a unos re­ligiosos ejemplares y tan patriotas; y los ilustrados halla­ron imprudente aquel paso y sin necesidad, y también escandaloso, cuando habían [sic] tantas casas inútiles, que podían haberse ocupado.

 

Oficio del Gobierno

El Gobierno tiene singular complacencia al comunicar a V.P. que con esta fecha ha proveído el siguiente decreto:

El Gobernador Intendente de Santiago dispondrá que a la mayor brevedad sea devuelta a los religiosos de la Recolección de Predicadores el Convento sito en la Chimba; que en principios del año de 1812 tomaron los jefes militares para cuartel de artillería.

Era justo dar esta satisfacción a V.P. y [a] su comunidad, que violentamente y sin grave necesidad habían sido des­pojados de una casa que se miraba como el asilo de la vir­tud, y uno de los más preciosos ornamentos de santuario, y el Gobierno al dictar esta providencia acepta los ofrecimientos que ha hecho esa venerable comunidad de ele­var con más empeño al Ser Supremo sus puros a inocen­tes ruegos por la felicidad del Estado y porque la patria se vea cuanto antes vencedora en la lucha que sostiene, y puedan sus mandatarios en el seno de la paz, dar cada día, como ardientemente lo desean, pruebas de su piedad.

Dios guarde a V.P. muchos años.— Talca, y febrero 20 de 1814.— Agustín de Eyzaguirre.- José Miguel Infante.- José Ignacio Cienfuegos.— Al R.P. Prior de la Recolección Dominicana.

 

Contestación

Excelentísimo Señor:

Una religiosa costumbre de fijarnos en el conocimiento propio, tiene agotadas en mi humilde congregación las expresiones con que desea significar su intima gratitud, y el concepto de grandeza, magnificencia y generosa libe­ralidad que V.E. le manifiesta con fecha de 20 del corrien­te en la orden que transcribe, y se ha servido impartir a este señor Gobernador Intendente, para ponerla en pose­sión de nuestro Convento Municipal de la observancia de Predicadores. Ella se mira como un punto, como un áto­mo delante de las ilustres corporaciones del Estado; y V.E. desde la cumbre del poder y la gloria en que lo constitu­yen estos pueblos virtuosos, entre inmensas, gravísimas atenciones a la salud pública consulta al consuelo, a la comodidad, y satisfacción de este pequeño número de pobres casi no conocidos en la sociedad. Esta honra no esperada ni aún imaginada, ha reunido las fuerzas de nuestro espíritu, concentrándonos en nuestra nada con la admiración, y con el reconocimiento de tamaña dignación, tan ejemplar piedad, tan brillante rasgo de una política sublime y luminosa.

Sea el Todopoderoso glorificado en V.E. y desciendan del solio del Excelso las más dulces copiosas bendiciones sobre el Gobierno sabio, justo, sensible de los pueblos li­bres, para su mayor exaltación, para interminable confusión de los protervos invasores de sus derechos eternos, para oprobio indeleble del sacrílego furor de los fanáticos predicantes de la superstición, para crédito de la verdad, religión y piedad sólida de la Santa Iglesia firme, perpe­tua base de los establecimientos morales.

Así lo ha pedido conmigo incesantemente la congregación de religiosos de mi obediencia, cuyos votos se dirigirán desde ahora solemnemente al Altísimo en el Con­vento Municipal de su observancia regular. Allí el cris­tiano conseguirá el don dichoso de la paz deseada, a que los triunfos de V.E. lo encaminan, donde vio con lágrimas la profanación del lugar Santo, por el estrépito mili­tar, y hórridos instrumentos de la guerra, a que (como V.E. sabe) fue innecesariamente destinado.

Dios guarde a V.E. muchos años.— Colegio de la Observancia de Predicadores, en el pago de Apoquindo, y febrero 23 de 1814.— Excelentísimo Señor Fray Justo de Santa María de Oro.— Excelentísimo Supremo Gobierno del Estado de Chile.