Tenemos diarias pruebas de la debilidad y cobardía del enemigo; el virtuoso Benavides en su tránsito de Concepción a Quirihue, con cuarenta granaderos puso en vergonzosa fuga a 150 fusileros, matándoles 6 hombres; siempre atacan con doble, y aún triple fuerza, y siempre han tenido igual suerte. Con todo, el ejército está paralizado, sus operaciones interrumpidas por falta de caballería; el enemigo huye impunemente y no puede perseguírsele; por este obstáculo corremos riesgo de concluir la campaña en la presente estación. Esto claman y ruegan que se grite a los amantes del honor y seguridad de la patria las personas más distinguidas del ejército. Es indispensable hacer un nuevo esfuerzo y enviarles caballos, y aún mulas, que también les sirven.
Cuando todo promete un prospecto tan feliz, teniendo de General en Jefe a un hombre tan amado del pueblo, como es el chileno O’Higgins, y de General del centro al buen Mackenna; cuando hay tanto entusiasmo y subordinación en la tropa, y una oficialidad tan distinguida por su obediencia, valor y virtud; cuando el número de armas se ha aumentado considerablemente, y en fin, cuando todos los pueblos, aún los que habían sido subyugados, como Caracas y aún Quito, según se dice, recobran su vigor primitivo, y combaten contra la injusticia y tiranía; es necesario, y lo exige el honor chileno, que los hombres se esfuercen y muestren aquel fuego y generosidad con que se hicieron tan recomendables al principio de la invasión.