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El Monitor Araucano
Tomo II. N° 12.- Martes 18 de Enero de 1814.
Extracto de un Oficio del Supremo Gobierno del 12 de Enero al Gobernador Intendente. Relativo a la conducta de los franciscanos de Chillán.

La principal arma con que nos han combatido los enemigos, ha sido la opinión que han formado en los habitantes de las provincias que ocupan. A excepción de uno u otro hombre despreocupado y de mediana instrucción, lo que  es muy escaso en las campiñas y lugares cortos; a los demás les han seducido mil ilusiones y absurdos. Los frailes de Chillán, esos hombres que destinados para pasar a América debían ser según los planes de opresión, los más ignorantes y brutales, han adoptado los arbitrios más chocantes y más ridículos para pintar injusto y abominable nuestro sistema. Burlándose de los principios de la religión y degradando ellos mismos su propio carácter, se aprovechan de la credulidad del pueblo, y del influjo que han tenido entre los religiosos habitantes de las cam­piñas, para seducirlos del modo más escandaloso. Horro­rizan y se harían increíbles los hechos que vamos a exponer V.S. si no constasen de un modo indudable. Se ha predicado en Chillan que todo el que sigue el sistema de la patria, peca mortalmente, y que si muere en este estado se condena. A prisioneros nuestros, que han tomado gravemente heridos, no se les ha querido absolver, hasta tanto que no han abjurado públicamente el amor a su patria, y protestando seguir y defender la tiranía; y por consecuencia de todo esto, se ha dispuesto la ridí­cula tramoya de hacer aparecer en las noches obscuras unas luces en el campo donde estuvo nuestro ejército si­tiando a aquella ciudad, y escondiéndose disfrazados con figuras horrorosas, algunos de los mismos religiosos, empiezan a prorrumpir con un tono lastimero en las siguien­tes expresiones: “Maldita sea la patria, maldita sea la hora en que yo seguí las banderas de la patria; malditas las ocasiones en que  yo pelié [sic] contra el ejército del Rey, que por esto me veo sepultado en los infiernos, mientras Dios fuere Dios”. En otras ocasiones, que por lo regular es cuando trata el General enemigo de hacer salir expediciones de guerrilla, entra éste a un templo seguido de to­da la tropa que debe marchar, y llegándose al altar de la Virgen Santísima, se postra y dice en alta voz: “Señora Nuestra, si la causa que defiendo es justa, dirige tú la acción, y en prueba de ello recibe este bastón que te ofrezco”. Inmediatamente la imagen extiende un brazo y toma el bastón, estando para ello preparada de antemano una persona que puesta detrás de la misma imagen go­bierne ciertos resortes con que se le da movimiento.

En México, que se decía el país más ilustrado de América, sabemos que la Inquisición y los obispos declararon herejes y excomulgados a todos los que defendían la causa de la libertad; y aunque los hechos referidos cuasi exceden por su torpeza la línea de la verosimilitud, son efectivos, y nada hay que extrañar de la barbarie de sus autores, sacados de la hez del populacho más brutal, gro­sero y supersticioso de Europa, etc.