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El Monitor Araucano
Tomo II. N° 11.- Viernes 14 de Enero de 1814.
Carta Segunda de Roque Harizmenlic. Texto de Camilo Henríquez, relativo a la situación política.

Mi amigo: el estudio de la historia me explica muchos fenómenos de la revolución americana, que me parecían inexplicables, y me demuestra la verdad de la proposición de Blanco [4], que las Américas necesitan vivir siquiera cincuenta años bajo buenas leyes, o bajo una buena Constitución, antes de poderse dirigir bien por sí mismas. Y esto es no sólo porque la libertad no puede conservarse ni fijarse en el seno de la ignorancia, porque los pueblos estúpidos han sido siempre instrumentos de injusticia y siempre a disposición de quien se apodera de ellos; sino porque es necesario aprender a ser libres. Muy bien dice un filósofo: que cuando se han atropellado los derechos de los pueblos, y el despotismo se ha elevado sobre sus ruinas y se ha fortificado con el tiempo, los súbditos son semejantes a las familias de una antigua nobleza, pero que habiéndose aplicado por la miseria a profesiones serviles, sólo conservan de su origen un nombre degradado. En contrayendo el hábito de una ciega sumisión, y en acostumbrándose los hombres a andar agachados, se enderezan con incomodidad, y vuelven fácilmente a la primera andanza.

Si decís a unos jóvenes, que hayan perdido a sus padres, “estas haciendas son vuestras, estos dominios os pertenecen, disponed a vuestro gusto de sus frutos”, ellos se llenarán de alegría, y apresurándose a gozar, trastornarán la tierra en vez de cultivarla, se ofenderán con los consejos saludables de los amigos y extraños, hasta que caigan en escasez; y si un tutor no se duele de su inexperiencia, y no los dirige, aún contra su gusto, al trabajo y a la economía, ellos perecerán víctimas de sus pasiones y atolondramiento.

Tal es el estado de los pueblos a quienes se quiere trasladar sin preparación y sin luces de la servidumbre a la libertad. En esto sucede una cosa bien lamentable y perniciosa: es difícil sin ofender el amor propio de los hombres persuadirles de su incapacidad y falta de talentos: la naturaleza tan desigual en sus dones, ha negado a muy pocos, ese sentimiento seductor que aumenta a sus propios ojos su inteligencia y habilidad, y les hace creer que  en nada ceden a los más ilustrados, o que a lo menos suplen con su buena razón las luces que  les faltan; como si la buena razón no se formase con el estudio y la lectura, etc.

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[4] Se refiere a José María Blanco White (N. del E).
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