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El Monitor Araucano
Tomo II. N° 10.- Martes 11, 7 de Enero de 1814.
Observaciones sobre los principios anteriores de Mably. Materia indicada en el título.

El título de ministerial que lleva este papel ha detenido muchas veces mi pluma inspirándome el recelo de que mis particulares opiniones pasen y se estimen por dictámenes de la autoridad ejecutiva. Por tanto, conviene advertir de una vez que este periódico sólo tiene de ministerial los artículos de oficio que en él se insertan.

Difícil es determinar la duración de los empleos públicos. Mably se declara por la frecuencia de las elecciones, pero una triste experiencia ha manifestado en casi todos los pueblos que ella es perjudicial. De esto nos convenceremos si reflexionamos sobre los electores y sobre los electos para las funciones públicas. Muchos pueblos abdicaron la facultad preciosa de elegir sus gobernantes por las turbaciones y males que las elecciones les traían, y esto hicieron unos pueblos celosos de su libertad y que la habían conquistado con indecibles trabajos y sangre. La inquietud pública no fue el mal único de las frecuentes elecciones, sino la dominación sucesiva de una facción sobre otra facción; una se elevaba sobre las ruinas de la otra, se apropiaba exclusivamente todos los cargos útiles y decretaba contra su rival proscripciones y expatriaciones. Todos saben la triste historia de las repúblicas modernas de la Italia, tiranizadas sucesivamente ya por una, ya por otra familia; y Maquiavelo las llama familias funestas a la libertad, y dice que éstas nunca faltan en las repúblicas. Todos saben también que la Inglaterra, después de la muerte trágica del rey Carlos, paso alternativamente de una tiranía a otra bajo los jefes militares, hasta que adoptó, su actual sistema de gobierno.

Difícil es combinar los principios metafísicos y políticos, o dar al pueblo todo lo que le corresponde por el derecho natural y por la naturaleza de la sociedad, sin exponer la salud del Estado. La metafísica considera al hombre en estado de perfección, prescindiendo de sus imperfecciones; y a los pueblos prescindiendo de su ignorancia, y de su facilidad de ser seducidos. De aquí es que es tan peligroso dejar en sus manos la nominación de los hombres públicos en las coyunturas arduas. Y se ve desgraciadamente que en tales casos ponen al frente de los negocios a hombres sin luces, sin discernimiento, ni prudencia, que toman con audacia el timón del Estado, porque no conocen los peligros que los rodean, ni las incertidumbres de la situación presente de las cocas.

La frecuencia de las elecciones suele traer muchos males por parte de los nuevos electos. Cuanto gana el Estado por la remoción de los funcionarios ineptos, tanto pierde por la de los hombres útiles. Cada cargo tiene su ciencia, su experiencia, y su saber particular, que, o se adquiere, o se perfecciona en el manejo de los negocios y en las funciones propias del empleo. La variación suele traer la de nuevos planes, principios y proyectos, que se experimentan a costa del público. De aquí es que en todas las monarquías se observa constantemente que nuevos ministros, nuevos planes de administración. Creen degradarse siguiendo las miras, y aún las obras principiadas por su predecesor. A esta causa se atribuyen comúnmente los pocos progresos y mejoras de Lima y de otras capitales bajo los virreyes; si ya no es que nadie se fatiga por lo que ni él, ni sus hijos han de disfrutar. A estas dos causas, entre otras, se atribuyen por los escritores más célebres los atrasos de Roma, y de todo el Estado Eclesiástico bajo el dominio de los Papas, y de los de la Polonia, bajo los reyes electivos. Todo, pues, tiene sus ventajas y sus inconvenientes, y debe meditarse con madurez, y combinarse con prudencia.