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El Monitor Araucano
Tomo I. N° 98. Jueves, 25 de Noviembre de 1813.
Sin título ["El menos literato que lea las gacetas..."]. Artículo relativo a la situación de España.

El menos literato que lea las gacetas mirará, como la extravagancia más absurda, que en el día se piense en semejantes teorías con que España se habían de conferenciar mientras la empeñada lucha con el genio de la guerra no deja discernir en la Península su verdadero carácter, ni calcular si podría salvarse de las garras del Águila [1], cuyo vuelo siguen sus principales hombres, entre tanto que tampoco se divisa una autoridad cierta y estable que lleve el timón de la nave zozobrante. El sabio español Blanco [2] ha clamado desde Londres por el establecimiento de la federación; pero ya sus voces desfallecen después que ni siquiera las escucharon las Cortes Teatrales para confesar a los americanos la igualdad de representación consiguiente a la de los derechos que no podían negar, arrojarse a la propuesta de estos raros planes en el día que con obstinación sangrienta de los peninsulares apesta nuestras costas pacificas de los satélites de su tiranía, mientras allá, no pueden eludir la de su conquistador; sería lo mismo que tirarse al mar en la obscuridad de la noche a tomar un bajel que no sabe si es de amigos o de enemigos. ¿Ni quién es el atrevido que usurpando la palabra de los pueblos que pelean por su absoluta independencia, se anticipe al juicio supremo de la voluntad común reunida en un Congreso general, único órgano significativo de los votos de la América? ¿Qué necesidad tiene ésta de apresurarse a la bajeza de cavilar capitulaciones entre sus victorias? Lejos de uniformarse por ellas la opinión de los patriotas y sus rivales, éstos se llenarían de orgullo mientras decaería el entusiasmo de aquellos únicos apoyos de la revolución, sostenida por la fuerza moral del odio justo a la extorsión es de todo género que hemos recibido de los españoles y han levantado un muro de eterna separación. Deprimido el patriotismo, ¿quién saldría garante de que no se envalentonasen los enemigos interiores para convertir la federación en vasallaje, como a la igualdad de derechos se sustituyó la desigualdad de representación? Cuán incapaces nos consideran estos pseudos políticos al pensar sorprendernos seguros de que no aprovecharemos, ni en las lecciones de una experiencia del día, cuando nos presentan como necesario el cuchillo que debía degollarnos.

Pero, ¿qué hay que extrañar de esos viles calculadores, si también se avanzan a presentar como ventajoso el plan destructor? Nos dicen que tendríamos en la España un antemural que nos defendiese de otras tentativas hostiles de la Europa. Más fácil seria levantar las aguas del mar y cogerlas en montes tan inaccesibles como nuestras cordilleras. Entonces, colocada España donde conviniese, a las márgenes del continente Americano, la pondríamos en estado de una fortaleza avanzada, que mereciese el nombre de antemural, si es que no se echase a dormir en sus cañones y bayonetas, como cuando los portugueses atacaron los pueblos de Misiones, y los ingleses a Buenos Aires. Pero, ¿antemural a la inmensa distancia que la constituye geográficamente ajena de nosotros, que imposibilita la oportunidad de los recursos (de que carece) y sin un poder marítimo que sostenga el pretendido federalismo? Habrá de buscar estos recursos en otras potencias amigas? Y no podrán ser éstas las mismas que ambicionen nuestro suelo, o somos tan ineptos que no podamos tratar con ellas de una alianza menos expuesta a las condiciones que siempre proyectara el monopolio gaditano?

Lo cierto es que la reunión del Sud le hará bastante poderoso para no necesitar de servicios extranjeros, que en sentencia del grande Washington [3] siempre se pagan con una porción del estado que los necesita. Huya de nuestras tierras el cobarde cuyo miedo servil le presenta siempre mudables los fines de nuestra gloriosa revolución. Nuestro juramento debe ser nuestra independencia o el sepulcro, la felicidad de la Patria o el último sacrificio de sus hijos.

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[1]

Referencia al imperio de Napoleón Bonaparte (N. del E.).
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[2] José María Blanco White (N. del E.).
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[3] George Washington (N. del E.).
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