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El Monitor Araucano
Tomo I. N° 92. Jueves, 11 de Noviembre de 1813.
Sin título ["Parece a algunos cosa de poco momento..."]. Consideraciones relativas a la tolerancia de los enemigos interiores.

Parece a algunos cosa de poco momento la existencia y tolerancia de los enemigos interiores, siendo cierto que son en extremo perniciosos. Con su auxilio cuentan los tiranos, como consta por sus contestaciones, y por los proyectos de conquista e invasión propuestos al Gobierno de Lima. Ellos les hacen propios, les comunican noticias interesantes, y los excitan a atentados y a violencias. Ellos forjan y esparcen nuevas falsas; y cuando hay algún suceso adverso insultan con una alegría provocante y sanguinaria. Nada omiten, en fin, para conservar y aumentar una facción que respira odio y sangre contra los patriotas a hijos de América. La posteridad creerá difícilmente que se hubiesen tolerado en el seno de la patria estas víboras, estas pestes destructoras, estas semillas de desorganización y confusión, contra las conductas, de todos los pueblos del universo. Ella no podrá decidir si esta infeliz tolerancia proviene de locura, de ignominia, de miras perversas, de complicidad, de debilidad; o de la naturaleza de la administración, talvez miserablemente organizada.

No obstante, se equivocara el que piense que sólo los liberticidas y los conspiradores son los enemigos internos. Hay otros no menos perjudiciales. Tales son principalmente los que siguen:

Los protectores decididos de los enemigos interiores declarados, o supuestos, llamados vulgarmente sarracenos.

Los que abogan por ellos, disculpándolos, fingiendo escrúpulos, y proponiendo remedios paliativos.

Los que hacen odioso el adoptado sistema con hechos y expresiones de inmoralidad, corrupción, desorden, irreligión, violencia, libertinaje.

Los que de cualquier modo se opongan a la reforma y remedio de éstos y otros excesos, y en fin, cuantos tienen parte en que conciban los pueblos la falsa y diabólica idea de que el sistema de la Patria se encamina a producir la licencia, la impiedad, la disolución, y todos los delitos; y no a promover la prosperidad general.