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El Monitor Araucano
Tomo I. N° 86. Jueves, 28 de Octubre de 1813.
"Continuación del discurso anterior, o de las observaciones generales sobre las revoluciones". Características de la revolución (Iniciado en Tomo I, Nº 85, 86).

Que convenga ganar el ánimo de los pueblos, es una verdad de todos los políticos, y aun de los más poderosos monarcas, que han ocupado los tronos más firmes. ¿Cómo, pues, la olvidaron los gobiernos nacientes, débiles, vacilantes? El hombre es vario, pero en todas las edades, regiones y climas es uniformemente impelido por la esperanza, por el temor y la opinión. Para que tome calor y celo en su causa, ha de esperar que el buen éxito de ella aumentará su prosperidad, o disminuirá sus infortunios. Si cree todo lo contrario, si la experiencia le demuestra que una cosa dicen las palabras y otras los hechos, se volverá enemigo o indiferente, recibiendo una gran frialdad, por excelente que sea la causa. Es cierto quo en los principios de un general trastorno no puede la administración hacer milagros, y que es obra de los días establecer y vivificar las fuentes de la abundancia y prosperidad general; pero los hombres están tan acostumbrados a contentarse con tan poco de parte de sus Gobiernos, que se dan por bien servidos si no les infieren nuevos agravios, y si se les conserva el buen orden, la justicia y la tranquilidad interior. El hombre de talento es el que en medio de las amarguras de las revoluciones se introduce en la obscuridad de lo futuro, y se consuela con risueñas perspectivas. Pero no todos son hombres de talento, y aun hay casos que estos mismos pierden la esperanza y desmayan.

La falta de ventajas presentes se suple con la opinión: y cuando ésta enciende los ánimos y los corazones, hace arrostrar peligros, devorar disgustos y privaciones, y se llama entusiasmo, amor, la gloria, etc.

Todas las revoluciones han tenido su entusiasmo particular, y siempre ha precedido una gran revolución en los espíritus a las revoluciones políticas más famosas. El entusiasmo de la Holanda fue el de la libertad acerca de cierto género de opiniones: aquella revolución fue teológica, y la precedió la notable revolución y conmoción de los espíritus y modo de pensar acaecida en Alemania y después en Francia: los combates de los literatos y de los libros prepararon el choque de los ejércitos. El entusiasmo de los franceses fue el de la igualdad: aquella revolución fue filosófica, precedida por un trastorno casi general en las ideas antiguas producidos por los escritos de los ingenios más bellos y ardientes de la Francia. El entusiasmo de los Estados Unidos fue al principio el resentimiento de los agravios recibidos, consecuencias necesarias de todo sistema colonial. Después conocieron que no podían entregarse con seguridad en manos de quien habían insultado: se aumentó el odio y el resentimiento por las crueldades de los generales enemigos, y se advirtió quo jamás prosperarían aquellas regiones hasta que sus cuerpos legislativos y magistrados obrasen con absoluta independencia de la antigua metrópoli. Ellos estaban en posesión de tener Cuerpos Representativos y Legislativos, y su revolución sólo fue un paso más hacia la libertad.

Entre todas las revoluciones, parece que la de España y la de las Américas fue la única que vino repentinamente, a no ser quo digamos que fue precedida por la imponderable corrupción y desórdenes que hicieron memorable el triste periodo en que estuvo al frente de los negocios públicos el ciudadano D. Carlos de Borbón [1]. Pero aquellos desórdenes no prepararon los ánimos para la revolución a que dieron nacimiento.

(Se continuará)

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[1]

Nota del original: "El Rey no era más que un ciudadano que presidía la administración de los negocios. El reinado si es legítimo, es una comisión dada por el pueblo. Si no es legítimo, es un empleo arrebatado por la fuerza".
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