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El Monitor Araucano
Tomo I. N° 79. Sábado, 9 de Octubre de 1813.
"El Diputado del Río de la Plata en el recibimiento que hizo el Gobierno en su Sala a las tropas de aquel estado, dijo:". Discurso pronunciado en la ocasión señalada. Manifiesta unidad de la causa revolucionaria.

Excmo. Señor:

Es uno de los frutos de la libertad este dulce placer que inspira la amistad en los recíprocos auxilios de los pueblos nacientes para sostenerse contra los invasores de sus altos derechos.

Mientras los tronos de Europa levantan grandes coaliciones, y formidables ligas para reducir el poder a dos imperios que dicten la ley a los demás; la América se empeña por restablecer el sistema de la naturaleza proclamado por los filósofos y suspirado por los hombres de bien.

Quiera el Omnipotente acelerar este día de eterno triunfo antes que los Colosos Europeos se comploten para observarnos como a pequeños y pobres Estados, dignos de entrar en el plan terrible de la imaginaria regeneración continental. La unión sólo puede salvarnos de este peligro. Nuestros enemigos se confundirán viéndonos correr a los riesgos donde quiera que se presenten.

Sí, señor: estos son los sentimientos de mi Corte y de la benemérita Oficialidad y tropa que hoy recibe de V. E. las mejores satisfacciones. Yo tengo la de que Buenos Aires, en medio de sus actuales conflictos haya podido cumplir con su gratitud, aunque el socorro no corresponda a sus grandes deseos. Dejemos que la posteridad execre la memoria de los amigos de Graco que siguieron la tea incendiaria del Capitolio, mientras llenan de bendiciones a los que desampararon a Corislano, sublevado contra su patria. Los vencedores de Suipacha y Cetagaita desean reproducir en aquellas generosas acciones la escena lisonjera de los Lacedemonios libertando a su aliada Atenas de la tiranía que le oprimía. No entenderán la suya en el precioso Chile esos desnaturalizados que se anidan en Chillán: ellos son el último bostezo de las angustias de Abascal y se desvanecerán como los hábitos. Los argentinos suspiran por el instante en que V. E. les mande a cortar con sus conciudadanos chilenos los laureles que han de tejer la corona con que haya de ceñirse el busto sacrosanto do la Independencia.