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El Monitor Araucano
Tomo I. N° 78. Jueves, 7 de Octubre de 1813.
"Continuación del discurso del número precedente". Reflexiones sobre la situación de Europa (Iniciado en Tomo I, Nº 76 y 77. Concluye en Nº 79).

La guerra no se hace sin caudales, y para resistir a un poder colosal se necesitan recursos inmensos. Se sabe que los recursos interiores de la España se hallan agotados, y que las remesas de América son ya imposibles. Las guerras civiles fomentadas por una absurda política, han consumido inútilmente los fondos públicos de unas provincias y alienado el corazón de las otras, precisándolas a una eterna separación. Sólo le restan los auxilios de la Gran Bretaña, los que han de ir decreciendo rápidamente con los atrasos del comercio. Estableciéndose el sistema continental en su rigor primitivo, sufre el comercio británico pérdidas incalculables, que han de reducir a aquella nación comerciante a la imposibilidad de proseguir la guerra peninsular. Entonces sus almacenes volverán a llenarse de una inmensa importación de efectos de ambas Indias, que sólo pueden venderse en Europa, y cuyo expendio es imposible en lo interior, y prohibido en todos los mercados del continente. No hallándose salida para las manufacturas, las fabricas quedan casi desiertas; y una gran parte del pueblo activo queda reducido a la mendicidad

Bastante se ha escrito en el mismo Londres acerca de las calamidades quo ha sufrido el comercio por tener cerrados los mercados de Europa. No es este un misterio: discurramos sobre esta materia importante con brevedad, y vendremos a convenir en que el pueblo británico ha de clamar por la paz, han de ir decreciendo los auxilios para la Península, y en fin que no puede estar muy distante la pacificación del continentes Europeo.

Como el comercio británico es de una extensión inmensa, y muy superior a su propia población y territorio; como aquella nación tiene colonias, que no le dan dinero sino frutos, ha de sufrir grandes calamidades, si se le cierran para su expendio los mercados del continentes, y esta calamidad es extensiva a sus colonias. Por ejemplo: Jamaica llega a un estado de miseria, no puede sostener sus plantaciones, ni comprar los artículos quo antes compraba, si su azúcar queda sin venderse en los almacenes de Londres. Los que la compran en la isla y explotan, no pueden cubrir los gastos de compra, fletes y derechos de importación. Del mismo modo, las fábricas británicas, consumen prodigiosas cantidades de materias primeras, y si las manufacturas no logran venderse, los dueños, de las fabricas no pueden pagar a los artesanos; éstos quedan sin trabajo: y por estas y otras causas sucede que por todas partes se ven bancarrotas, de que han estado llenos los papeles públicos de Londres. Sentados tantos principios, desenvueltos tan prolijamente tantos raciocinios, que hacen palpable la próxima e inevitable subyugación de la España, y el establecimiento de una paz general; sólo resta no conjeturar, sino hacer ver cuál será la suerte de la América en llenado este gran período.

Es claro que el establecimiento de la paz general, y la prepotencia de la Francia, son incompatibles con que alguna potencia europea haga oposición con las armas a que sigan la suerte de la España subyugada aquellas provincias de América que aún obeceden a los mandatarios españoles. Ellas se mirarán como pertenencias de la España, y los mandatarios sólo aspiran a conservarse en el mando, sea cual fuere el origen de su autoridad.

Se viene a los ojos que en dichas provincias se pondrán fuerzas hispano francesas, y se actuaran todos sus recursos para subyugar a las provincias revolucionadas, si en tiempo hábil no se organizan en Estados regulares con sus gobiernos y cuerpos legislativos constituidos legítimamente, y si no hacen reconocer su libertad y soberanía en tiempo oportuno, para lo cual es indispensable que se hallen, y que sepa todo el mundo que se hallan, en tranquilidad perfecta.

Las pruebas de estas proposiciones están muy repetidas, pero voy a dar una prueba nueva de ellas, y que prestará, más luz y fuerza a los raciocinios antes expuestos, insertando traducido a la letra un articulo de la importante obra de M. M. de Montgaillard, titulado Situación de la Gran Bretaña en el ano de 1811, traducida al ingles y publicada en Londres en el año de 1812. E1 autor ocupa uno de los primeros empleos en el Ministerio de Guerra de Francia; y observa el traductor inglés lo siguiente: «Ha poco que apareció en París esta obra, y por el tono de desafío que respira, y por otras varias circunstancia, se conoce plenamente que es un papel indirectamente oficial y autorizado, y uno de tantos que fulmina la prensa, francesa antes de que el Gobierno de aquella nación desenvuelva algún proyecto importante, o haga alguna proposición».

(Se continuará).