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El Monitor Araucano
Tomo I. N° 71. Martes, 21 de Septiembre de 1813.
"Continua el discurso en el aniversario de la instalación del Gobierno". Evaluación de la revolución y sus proyecciones. (Iniciado en Tomo I, Nº 70. Concluye en Tomo I, Nº 72). Firmado por Cayo Horacio (Camilo Henríquez).

Por Cayo Horacio. Año 4.° de la revolución

Va a abrirse la interrumpida campaña bajo los auspicios del patriotismo reglado y decidido y de la generosidad popular. Ahora ha de decidirse si por la disciplina y la virtud, unidas al valor, es digna la juventud armada de llamarse milicia de un pueblo virtuoso; y si por los sacrificios y esfuerzos merece este pueblo ser libre. El prospecto es muy feliz. La brillante división que parte de la capital, va llena; de entusiasmo, bizarría y gloria. Los gastos han de ser ingentes, pero se cubrirán sin hacer violencia a ninguno; el Gobierno detesta la injusticia; y la prudencia y sagacidad del Senado le aseguran la satisfacción general. Han de verse nuevos rasgos de sublime patriotismo, y el hombre imparcial depondrá muchos recelos. Yo vi con emoción en el Senado la pronta y buena voluntad del comercio que pagará mil defensores de un suelo que ama y en que vieron la luz los objetos más caros de su amor. Las patrióticas expresiones, tan sencillas como honradas de los hacendados, que han de pagar un crecido número de tropa, enternecieron en el mismo caso. Varios vecinos ofrecen hasta sus alhajas. ¿No habían de reproducirse en América las maravillas que el patriotismo produce en Europa? ¿Hay acaso aquí menos sensibilidad, o son aquí los corazones incapaces de grandes y elevados pensamientos? Apenas llegó a la Francia la noticia de la derrota de su ejército del Norte, cuando de todos sus puntos recibió el Emperador mensajes con las ofertas mas generosas. Por las erogaciones y el entusiasmo del pueblo francés se ha vuelto a presentar Napoleón en el teatro de la guerra con una fuerza terrible, y ha abierto la campaña con victorias., ¿«A qué punto de la Europa, dijo la Municipalidad de París, volveremos los ojos que no encontremos monumentos de nuestros triunfos? Hemos de perder tanta gloria, tanta fama? y nosotros podemos decir: ¿En qué punto de América no existen monumentos de nuestros ultrajes antiguos? ¿En qué punto no humea la sangre de los patriotas?» El mundo ve con asombro los sacrificios del pueblo británico. Mantener en todos los puntos de la Europa, y por tantos años, el incendio de la guerra; sostener tantos ejércitos, tantas escuadras; remitir donativos tan cuantiosos para enjugar las lagrimas que hizo correr la guerra en Rusia, es verdaderamente ejemplo raro de patriotismo, y una prueba de cuanto puede hacer una Constitución sensata, y una administración amable y sagaz. ¿Y estas maravillas, no podrán reproducirse en los pueblos americanos? ¿La tierra feraz en oro y plata, producirá, corazones mezquinos y ánimos abyectos? ¿Acaso las formas populares de gobierno son menos aptas para inspirar entusiasmo y amor público? No, la experiencia y la razón dicen lo contrario. Sin que por ahora invoquemos la memoria colosal de Roma, y de los tiempos floridos de la Grecia, sin detenernos a admirar las muestras de generosidad magnánima de las revoluciones republicanas de los tiempos modernos; la razón dicta y persuade que una guerra popular en que ha de decidirse del Honor v seguridad del pueblo, de la honra o infamia de tantas familias comprometidas, y en fin de los más caros intereses de los hombres, ha de tener más apoyos, ha de conmover más vivamente el corazón y el ánimo que las guerras ordinarias, cuyo único resultado suele ser aumentar la potencia y la gloria de un príncipe.

(Se continuará).