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El Monitor Araucano
Tomo I. N° 70. Sábado, 18 de Septiembre de 1813.
"Discurso en el Aniversario de la instalación del nuevo Gobierno". Evaluación de la revolución y sus proyecciones. (Continúa en Tomo I, Nº 71 y 72). Firmado por Cayo Horacio (Camilo Henríquez).

Por Cayo Horacio [3]

Entramos en el año tercero de la revolución: ojalá pudiéramos decir de la libertad y del imperio de la ley, pero hasta ahora pueblo alguno alcanzo bienes tan grandes y difíciles en tan corto tiempo. No pueden ser momentáneas las obras de la constancia y de la prudencia. Como no es dado a los hombres llegar a la libertad sin pasar por peligros; ni ser libres sin aprender a serlo y adquirir experiencia, no puede ser el renacimiento político de los pueblos semejante a la aurora en una mañana hermosa y serena. Es necesario pasar por tempestades, y aun por la obscuridad de la noche. Por otra parte, como nunca falta quienes se interesen o en esclavizarlos, o en eternizar su antigua servidumbre, nunca pueden establecer en paz los fundamentos de su dicha: sus leyes, y sus nuevas instituciones. Aun la bondad, y los inconvenientes de las nuevas instituciones no es fácil que se conozcan sin experimentarse, principalmente si sólo se han adoptado porque están establecidas en otros países bajo circunstancias muy diversas. Esto exige ensayos; los ensayos y rectificaciones en asuntos políticos no se hacen sin movimientos y disgustos. Las pruebas de estas verdades se hallan en la historia de todas las revoluciones.

A nosotros toca hacer que la patria no tenga jamás que avergonzarse de su renacimiento político. Nuestra conducta ha de dejar a la posteridad una herencia o de honor, o de infamia. Es cierto que su causa es excelente y gloriosa,; y sus principios justos y liberales; pero también es cierto que es necesario que se sostenga con fortaleza y sabiduría, y que nuestros pasos sean circunspectos, reglados siempre por la equidad y la moderación. Queremos hallar apoyo en lugar de enemigos. Seamos justos en lo interior, y obtengamos la fama de moderados y sensatos para los que nos observan de afuera. ¿No es cierto que no debemos de desesperar a ninguno? ¿No es cierto que las potencias europeas tienen colonias, y que nos mirarían como a enemigos, si por la exageración de nuestros principios pusiésemos al mundo una hacha incendiaria? No nos demos vanas alabanzas. Si hemos hecho algo bueno, acordémonos que es más lo que nos falta que hacer. Si nos hemos a veces extraviado enmendemos nuestros errores. Hemos estado verdaderamente en la infancia, que es la edad de la inexperiencia y aun de los delirios. Es ya tiempo de oír los consejos de la sabiduría, y proceder con reflexión y madurez.

Tal día como hoy dió la patria un paso necesaria, pero atrevido, se comprometió su honor y su seguridad; tomó sobre si la ardua empresa de hacer cosas muy grandes, y aun puede decirse, que se vio obligada a intentar una nueva creación. Tal debe llamarse a parecer con dignidad en el teatro del mundo un pueblo casi ignorado y mostrar un carácter desconocido; prepararse a defender sus derechos con la fuerza y la prudencia, levantando tropas, disciplinándolas, sosteniéndolas con sacrificios, poniendo en acción todos sus recursos y administrándolos con economía; ilustrar a los pueblos haciéndolos oír por la primera vez unos principios de que apenas había idea; haciendo familiares unos conocimientos que estaban encerrados en muy pocas cabezas, y consignados en libros muy raros, y escritos en lenguas desconocidas del pueblo; educar a la juventud por nuevos y sensatos planes de estudios; extirpar abusos, destruir preocupaciones, hacer brotar virtudes sociales, inspirar nuevos sentimientos; en fin, formar hombres, soldados, oficiales, generales, ciudadanos, transformando un país de conquista en un pueblo capaz de resistir con gloria.

Sería el extremo de la ingratitud, sería desentenderse del alto mérito, y aun mancharse con notas de infamia y de vileza, negar que se ha logrado ya una buena parte de tan arduos designios. Estarnos en un estado de adelantamiento progresivo y con fundadas esperanzas de ulteriores mejoras.

La opinión está muy adelantada, y los buenos principios muy generalizados. En todas las clases del pueblo se leen los papeles públicos, y por todas partes oímos con admiración ideas luminosas. Esta es una satisfacción, muy noble y delicada para los que han influido con tantos riesgos y afanes en la ilustración universal. Tan feliz revolución empezó a sentirse desde ahora año y medio con el establecimiento de la Imprenta, y, de La Aurora de Chile. Se ve realizado lo que dijo su autor en el prospecto: «Los sanos principios, el conocimiento de nuestros eternos derechos, las verdades sólidas y útiles, van a difundirse entre todas las clases del Estado». En dicho periódico se ve palpablemente por que grados se ha extendido, y que marcha ha llevado entre nosotros la opinión pública. Pero su autor nada habría podido hacer a. no haber estado a la sombra de un Gobierno ilustrado y liberal. Algunos lo sostuvieron con su poderoso influjo. Eterna alabanza a los protectores dela ilustración. Las proclamaciones, los Monitores el Semanario Republicano, prosiguieron felizmente la gran obra; y la actual guerra, en que se han visto, y se ven diariamente tantos sacrificios, y en que se han empeñado y comprometido los principales hombres, y las familias mas distinguidas del pueblo, corrió el velo al designio heroico, y a la resolución animosa de la libertad, fruto de los principios liberales.

(Se continuará).

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Pseudonimo de Camilo Henriquez (N. del E.).
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