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El Semanario Republicano
Número 7. Sábado 11 de Diciembre de 1813
Artículo comunicado. Carta de David Parra y Bedernoton (Vera y Pintado) a Henríquez sobre la erección de la República en Paraguay.

Mi caro Cayo: La erección de la República del Paraguay debe ser muy lisonjera a un genio tan republicano como el tuyo; y mi amistad faltaría a sus deberes, si no lo felicitase con mil parabienes por este grande acontecimiento, fomentando al mismo tiempo tu placer con provocarte a un discurso sobre la materia. Es muy agradable hablar de lo que gusta.

Yo no admiro que se haya concentrado el poder ejecutivo en dos ciudadanos. La unidad de las resoluciones, la severidad del sigilo y la prontitud de la ejecución han exigido siempre esta reducción del gobierno. Pero ¿por qué se coloca precisamente en dos cónsules? ¿Por qué a cada uno de ellos se le encomienda una fuerza? ¿Por qué toda esta no se confía a uno solo? En tal caso debería recelarse que el amor propio los condujera al despotismo, especialmente faltando una ley constitucional de la cual se derivase la bondad del que gobernase y no de su propia virtud personal, siempre expuesta a degenerar, como desgraciadamente se ha visto en un César un Bonaparte, y en todos los que han renunciado la ciudadanía por ser los tiranos de su patria.

Estos inconvenientes desaparecen distribuida la fuerza entre dos Cónsules, que como los de Roma conserven aquel equilibrio necesario y de propio interés para que el uno no prepondere sobre el otro, quedando por otra parte el poder de ambos balanceado con el del Congreso de mil, que a semejanza de los Éforos y Gerontes de Grecia o de los 300 Padres Conscriptos contrapesen por sus relaciones la grandeza de los gobernantes.

El Paraguay, en efecto, ha excedido a mi parecer la política de las repúblicas antiguas en multiplicar sus congresales a un número tan crecido. Así la importancia de esta corporación será a proporción de las familias que ella abrace: ya nada menos podrá extenderse que al enlace general de casi todo el pueblo interesado en esta grande obra de sus votos. Esta elección popular es una especie de democracia que universaliza el influjo en los negocios públicos hasta el último ciudadano. De esa suerte irá desvaneciéndose progresivamente aquel habito infeliz de respeto del pueblo llano a los aristócratas: se deprimirá el orgullo de estos: se buscará para los destinos la virtud y capacidad, no los vanos títulos de la sangre; se conocerán los hombres; no voltearan los empleos sobre un círculo estrecho de egoístas: cada hombre será un ciudadano; cada ciudadano tomará interés en el bien de su patria porque ha comprendido tenerlo en el de sí mismo y de su familia; y la multitud hasta hoy abandonada a seguir los caprichos ajenos (al paso que ella es la que se sacrifica en las guerras del Estado) se verá elevada por el derecho electivo a aquel punto de honor que la haga acreedora a las funciones de la República, y virtuosa para conseguirlas.

En la oscuridad a que nos reduce la distancia no es un atrevimiento empeñarse en adivinar el espíritu de los grandes sucesos; y tal he concebido yo haber dirigido las deliberaciones de los republicanos del Paraguay.

Tu bella pluma, amado Cayo, analizará mejor este acontecimiento importante; y yo te convido a que escribiendo no dejes de sacudir el polvo a esas pobres cabezas que adorando aun en el vano simulacro de los Reyes, se asustan del nombre de República. Nosotros no adoramos otro Monarca que al supremo autor de la libertad. Él la conceda a la América, y te guarde para gozarla con tu verdadero amigo.

David Parra y Bedernoton.