La modorra es para algunos
enfermedad habitual;
y no lo digo por mal.

No te admires, Terracita,
si hay hombres aguantadores,
que aunque pujen bajo el yugo,
no se manean, ni corren.
La causa de esta extrañeza
es que aunque les den azotes,
siempre dormidos están.
Y no lo digo por mal.

Unos les prometen palos,
otros destierros, y aun horcas;
si tu crees que murmuran,
no murmuran, sino roncan.
Por eso yo me presumo
que en proyectos, y en reformas
soñando suelen andar.
Y no lo digo por mal.

Ya ves aquel sarraceno,
que pretende con audacia
minar los planes más justos
y el sistema de la patria.
Él funda en nuestra modorra
la más segura confianza
de su impunidad total
Y no lo digo por mal.

Yacía en profundo sueño
la española monarquía
dominaba la modorra
desde el trono a la cocina
de España aprendió la América
a consumir noche y día
en sempiterno roncar.
Y no lo digo por mal.

Si mirares ultrajados
los más dignos personajes,
las canas de don Aurelio,
de Emilio y Fausto el carácter,
y el respeto de otros muchos
sujetos recomendables;
es porque durmiendo van.
Y no lo digo por mal.

Ves lanzar fuego y metralla
a aquellos dos patriotazos?
pues estos, son defensores
de los más sarracenazos.
Ellos se empeñan por ellos,
y trabajan por librarlos
con su opinión y caudal.
Y no lo digo por mal.

¿No escuchas de aquel convite
la algazara y el estruendo?
Pues son los vivas y brindis
de furiosos sarracenos.
Ellos insultan sin susto
fiados en nuestro sueño
que es un letargo mortal.
Y no lo digo por mal.