ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

El Semanario Republicano
Número 6.- Sábado 7 de Diciembre de 1813
El ciudadano Horacio al Honorable ciudadano Terraza. Contestacion de Henríquez a Irisarri por carta publicada en extraordinario de 25 de noviembre.

Nuestras privadas conversaciones, caro amigo, me ponían fuera de la necesidad de contestar a tus apreciables cartas; pero el pueblo infeliz, acostumbrado a los interminables traslados [1], quisiera que por medio de contestaciones se formase entre los dos un pleito, tan eterno como los suyos. Él extraña que no me hayas acusado de rebeldía. Démosle gusto al pueblo en esta friolera, aunque otros no solo no lo contentan sino que aun lo ultrajan e insultan en cosas de mayor gravedad.

Gran noticia me comunicas al principio de tu segunda epístola, diciéndome que tomas la pluma para escribirme. ¿Cómo habías de escribir sin tomar la pluma? ¡O Terraza! ¡Ojalá todas las noticias del Monitor fuesen tan verdaderas como éstas! ¡Cuántas veces aquel pobre papel ha expuesto al pueblo a que saque en andas a quienes debía haber sacado azotado por las calles! ¡Cuántas veces envolvió en cánticos de gloria, con intolerable farándula, lo que debía amortajarse con requiem eternam, y responsos! Creo que te has sentido de salir en la procesión de los lesos: para ello no tienes razón. Siendo tú un caballero, no podías dejar de ir alumbrando en procesión tan solemne; no se debe faltar a la costumbre. Además, aunque tú como filósofo haces poco caso de lo que se debe a tus cargos, honores y empleos, yo no pude negarte lo que no era debido por razón de tus campanillas, esto es: ratione honoris et muneris. Yo no debo quebrantar las reglas generales. Fuera de esto, tú nada pierdes de ir en una comitiva tan honrada, y tan condecorada. El que está a las duras, está a las maduras; y pues sufres las molestias de tus brillantes honores, recibe también sus inciensos.

Me acusas de plagiario, esto es de ladrón; te aseguro que nada se me da de eso, porque en el estado actual del mundo no se castiga a los ladrones. Si por ladrón me siguiesen causa, ya sabes que las sumarias paran en humo o en ventosidad. Ojalá que fuera ladrón, como dices, porque impunemente saldría de trabajos, y si no traslado a Quevedo que dice:

"Yo nunca he visto azotar
a quien robó plata o cobre,
que al que azotan es por pobre
de favor, dinero y trazas;
que este mundo es juego de bazas,
que sólo el que roba, triunfa y manda".

Es cierto que tales triunfos suelen ser como los de Vasco Figueira; pero vamos adelante.

Me acusas de que mis escritos son confusos. ¿Cómo no he de andar confuso, cuando, las cosas del mundo me tienen la cabeza dada al demontre? Además, yo sigo la moda, la cual es de que nada se entienda, nada lleve un sistema seguido; y todo vaya sin pies ni cabeza. Si mis papeles son confusos, medítense, pues también está en moda la contemplación. Si no tiro tajos, y reveses, es porque están en moda los cumplimientos y las cortesías. ¡Oh Terraza! Esta contemplación y estos complementos me rebentan. Con todo, si mis escritos son incomprensibles, esto es un robo público, porque mis escritos se venden, y debemos tener presente lo que dijo Lope de Vega de sus comedias:

"Pues que las paga el vulgo,
es justo hablarle en necio para darle gusto".

De lo principal no me has acusado, Terraza mío, y es de que no salí en la procesión por estarme tomando mate. No se te ocurrió que yo era papel esencial en aquella función por razón de mis campanillas. Voy a satisfacer esta imputación, que si se te escapó a ti, no se escapará a la posteridad. Para esto debes tener presente muchas cosas. Lo primero que yo no tengo en público asiento, ni lugar señalado por la justa consideración de que no me haga gente. Lo segundo, porque yo siempre he huido de que me tengan por caballero a causa de que mi genio es muy corto. Lo tercero porque no tengo carta de ciudadanía, la cual se cree que necesito por motivo de la rebelión de mis paisanos trompetas.

Dirás que debía ir a tu lado en calidad de individuo de cierta compañía o cofradía, a la cual tu también perteneces. Pero, ¡Oh legislador mío! Acuérdate que aquella cofradía ya murió de chavalongo [2]antes de dar un solo paso en este mundo. Debes también acordarte de lo que te he dicho varia veces, a saber: que yo detesto y aborrezco las cofradías y las juntas de muchos, porque la razón y la experiencia me ha enseñado que de ellas no resulta nada de provecho, sino confusión, demoras y disparates; y que en ellas hay que sufrir no los defectos de uno solo, sino las tonteras, los intereses y las pasiones de muchos. Yo, mejor quiero que me aconseje, y me dirija uno solo, con tal que sea de luces y de buenas intenciones. Si es difícil hallar uno bueno, menos se puede esperar de la reunión de muchos, inútiles. Por esta razón ni aun quise ir con la turba detrás de la primera anda, sino que me subí al cerro, y desde allí lo estuve observando todo con anteojo de larga vista. El anteojo, Terrazita, es un mueble muy útil para ver las funciones sin peligro y sin incomodidad.

Las preguntas que me haces en tu 2ª epístola son de solución demasiado intrincada. Lo único que puedo hacer es darte una respuesta de pie de banco a la primera pregunta, proponiéndote otra, diciendo: ¿Por qué ley y justicia los reyes y sus mandatarios jamás guardan los juramentos, capitulaciones y promesas, que hacen a los pueblos que de nuevo subyugan, o que les han hecho alguna resistencia reclamando sus eternos y naturales derechos? En la primera revolución de Quito capituló la nobleza, y cuando estuvo desarmada se apresaron a los principales después de la alegría de un sarao, y enseguida se les quitó la vida atrozmente. En Caracas capitularon los patriotas, y luego los ahorcaron en cuatro horcas. La Francia cedió la Luisiana a la España, como quién cede una hacienda llena de ganado; los naturales y habitantes europeos del país mostraron muy vivo disgusto acerca de separarse del gobierno ilustrado de Francia y de obedecer sin consuelo al de España, tan desacreditado en todas partes; mas cedieron en fin en a la necesidad, y el gobernador español se vengó cruelmente de aquella resistencia y disgusto de un pueblo desarmado, y a quién se había prometido toda seguridad; algunos de los más celosos del país, perecieron en los patíbulos, otros fueron transportados a La Habana, y murieron en sus calabozos. Por tanto Terraza, ten entendido que el que no tiene hombría de bien para guardar su palabra y promesas tiene bastante inmoralidad para quebrantar y burlarse de sus juramentos.

La respuesta a la 2ª pregunta la hallarás en una obra, que ha de publicarse intitulada: Juicio de Residencia de los Monitores, su autor J. A. R.

Pero no sé cuando esta obra verá la luz, porque su autor es individuo de la sociedad de los Modorros, y es constitución de aquella sociedad el que el examen de toda ella preceda la publicación de las obras de sus miembros; y que este examen no tiene cuando hacerse. Basta la falta o ausencia de un miembro para que no se haga nada en las sesiones, y se entorpezca el despacho de los asuntos. A veces se ocupa el tiempo de las sesiones en frioleras, y pequeñeces, y se omite lo más principal. Otras veces todo se vuelve disputas. Lo que es depender de muchos la resolución de las cosas. Uno sólo de los individuos que sea pesado, locuaz, o tonto, basta para que no se haga nada, y para que si algo se hace, no sea bueno, ni a tiempo. Mucho ha perdido dicha sociedad por no resolver con prontitud; ¡Ojalá se enmiende! Que ciertamente entonces veremos obras grandes y dignas de la alabanza del universo. El autor de dicha obra lo es también de una hermosa comedia, que ha enviado a imprimir a Londres, cuyo título es: Que despierten los Modorros y se verá si son gente.

Aguarda pues con paciencia la grande obra, buen Terraza, que ya no puede tardar, porque de todas partes se reúnen socios para el examen, y socios de alto mérito.

Entre tanto Dios N. S. te conserve, en su santa y digna guarda. B. T. M.

Cayo Horacio.

________________________________

[1]

Copia (N. del E.).
Volver

[2] Tifus (N. del E.).
Volver