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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
José Victorino Lastarria. Diario Político. 1849-1852
Año 1851

Abril 14 de 1851.
El 5 de febrero de 1851 desembarqué en Valparaíso, habiéndome embarcado el 3 en Copiapó, adonde permanecí 18 días. Todos los datos que recogí sobre el estado de cosas, me mostraron que la oposición no existía. Los caudillos del partido progresista, libres ya de las persecuciones, habían abandonado sus puestos, y a ejemplo suyo, todos los demás prosélitos estaban desanimados, sin esperanzas y sin ideas.

El partido de Montt había triunfado completamente, no tenía enemigos, era dueño del poder en toda la República. Le había sido fácil extender su dominación y hacer aceptar su candidatura por todos los tímidos y por todos los que no le eran adictos. El estado de sitio, que terminó el 16 de diciembre, había muerto el espíritu público. Las sesiones extraordinarias del Congreso, que principiaron ese día, no fueron sino el mejor testimonio de la dominación de Montt y de la ruina del partido progresista. Ni una voz se alzó para pedir cuenta de sus procedimientos al Ministerio, nadie le interpeló ni opuso obstáculo a sus pretensiones. Los diputados progresistas que se hallaban en Santiago enmudecieron, huyeron de la Cámara, y cuando llegaron a presentarse a ella fue para lanzar una expresión aislada, una bravata que no hacía más que poner en ridículo la impotencia de la oposición. La prensa opositora estaba lánguida y desorientada.

A mi llegada, no había más papel en Santiago que El Progreso, cuya imprenta había pasado a otras manos. Su redactor, Rafael Vial, se hallaba en Valparaíso con el ánimo de no escribir más en él y de fundar un nuevo diario. El Comercio de Valparaíso no se ocupaba de política y si se acordaba del Ministerio era para dirigirle una cuchufleta. Semejante situación me avergonzó y me picó el amor propio. Yo no podía tolerar que Montt triunfase así de los intereses nacionales.

Llegué a Santiago con la idea de encuadernar los pocos elementos dispersos y de hacer surgir del mismo partido conservador una nueva candidatura que pudiese interesar a los muchos que estaban con Montt por necesidad, por odio a la oposición. Para lo primero, provoqué reuniones a que asistieron el clérigo Eyzaguirre, Manuel, su hermano, B. Larraín, Santa María [1], Ugarte, Alemparte, Sanfuentes y González. En ellas no se hizo nada de provecho, pues lo único que se acordó fue abandonar las esperanzas que abrigaban Alemparte y Ugarte de poder trastornar el Gobierno y encargarme a mí la realización de mi plan de hacer surgir una nueva candidatura, sin que en ello se viera la mano de la oposición. Desde entonces me dediqué con Santa María a publicar secretamente un periódico proclamando a Irarrázaval [2] como el más a propósito para dividir al partido ministerial y yo sólo me consagré a reanimar nuestra prensa como el único arbitrio que nos quedaba para excitar de nuevo el espíritu público. Cuando ya habíamos avanzado algo con Santa María en nuestro plan, llegó a Santiago la noticia de la proclamación de Cruz [3], hecha en Concepción el 10 de febrero por 104 vecinos. Esto me ahorraba la mitad de mi plan. Entonces me consagré a organizar vigorosamente nuestra prensa y a fomentar secretamente la candidatura Cruz para prestarle apoyo en las provincias del centro y divertir así la atención del Gobierno. En lo primero, obtuve luego el resultado que me propuse, porque Rafael Vial reasumió su redacción de El Progreso, sin interés ninguno y sin exigir estipendio; Mitre recomenzó la campaña en El Comercio de Valparaíso y Manuel Bilbao se consagró a resucitar La Barra. Estos tres diarios principiaron un ataque vigoroso y razonado contra Montt y lo sostuvieron por muchos días, como medio muy a propósito en aquellas circunstancias para hacer abjurar la candidatura oficial a todos los que podían desertar de ella y pasarse a Cruz. Para lo segundo, es decir, para fomentar la candidatura Cruz, me valí de Pradel [4], en Valparaíso, quien, de acuerdo conmigo y bajo mi inspiración, emprendió la publicación del periódico Voto Libre, proclamando a Cruz; y en Santiago me valí de González a fin de que animase a Ángel Prieto [5] a costear otro periódico. Este arbitrio, que no tuvo lugar, me lo había imaginado para descubrir también cuál era el ánimo de Bulnes respecto de Cruz, pues tenía para mí como seguro que Prieto no había de moverse a esto sin consultar a Bulnes. Mas Prieto comenzó desde luego a desdeñar el apoyo de la oposición y a buscar partido para su tío Cruz entre los de su familia y los pelucones rancios que habían aceptado a Montt. Su plan era presentar una docena de estos estafermos al lado de la candidatura Cruz para reducir a Bulnes a que variase ministerio.

En estas circunstancias, teniendo ya organizada la prensa, me consagré a organizar una junta directiva de los negocios del partido. Pero carecía de hombres. Todos permanecían fuera de Santiago. Federico Errázuriz estaba en su hacienda, y su silencio por una parte y la absoluta prescindencia del clérigo Eyzaguirre por otra, hicieron creer que tanto aquél como éste habían abandonado a la oposición. A mí no me ayudaban sino los dos Bilbaos [6], Rafael Vial, Ramón Vial, Marín [7], Recabarren [8], Agustín Ovalle, los dos Amunáteguis [9], Santa María. Estos jóvenes, ardientes, generosos, nobles, eran los únicos que mantenían en aquellas circunstancias el honor del partido. Ellos escribían, hablaban y trabajaban en todo sentido para favorecer el propósito de reanimar la oposición. En el resto de los antiguos opositores reinaba el desaliento, y todos los días llegaban a mis oídos las noticias de nuevas defecciones y de los esfuerzos que muchos hacían para pasarse a Cruz. Yo y mis amigos, incluso Bruno Larraín, quien me había escrito desde su hacienda, estábamos persuadidos de que la oposición no debía decidirse por Cruz, abandonando desde luego a Errázuriz, porque semejante proceder no sólo era deshonroso, sino que exponía al partido a ser desechado por Cruz y a no sacar las ventajas que más tarde podía obtener de esta unión, si lograba presentarse reorganizado y fuerte. En este sentido escribí a Manuel Vial, que estaba en Valparaíso para partir con Alemparte para Concepción, y él me contestó aprobando mi idea. Sin embargo, Alemparte iba de emisario de la oposición, nombrado por Ugarte, Félix Mackenna y otros tres o cuatro a quienes se les había ocurrido mandarlo al lado de Cruz. Fue efectivamente y sucedió lo que había de suceder: Cruz se fastidió de la charla de Alemparte, según lo dijo él mismo en una carta, los prosélitos de Cruz en Concepción manifestaron desprecio por la oposición y dijeron que su jefe no daría el programa que le pedían los opositores, y la prensa ministerial nos burló completamente. A esto se agrega que Vial no pudo hablar francamente con Cruz, a causa del mal aspecto que tomó el negocio.

Mientras tanto yo con mis pocos amigos de Santiago llevábamos a efecto nuestro plan de organizarnos. Ya estaba aquí Pedro Ugarte, Bruno Larraín, a quien yo lo había llamado, y Arteaga [10], que se había aparecido muy empeñoso por la oposición. Yo me había apersonado a don José Santiago Luco, y lo había animado. En casa de éste formamos una junta directiva compuesta de él, de Arteaga, Bruno Larraín, Recabarren, Francisco Bilbao y yo. Al día siguiente fue aprobada esta junta por todos y comenzó a funcionar. Cuatro sesiones sólo tuvo la junta y el único acuerdo importante que celebró fue determinando que yo y Bruno fuésemos a Popeta, en donde se hallaba don Ramón Errázuriz, para traerlo a Santiago y ponerlo al frente de su partido, o, para que en caso de resistirse a ello, nos diese por escrito su resolución. Arteaga había disgustado a los demás de la junta proponiendo como medio de política el de malquistar a Bulnes con el Ministerio, haciendo creer al primero, por anónimos, que el segundo estaba en connivencia con Freire. Se le observó que esto era una felonía contra Freire, y él retiró su indicación. Después de esto promovió en la junta que se determinase no atacar por la prensa a Bulnes, porque en esos días El Progreso y La Barra habían pedido a Bulnes que se vindicase de la acusación que la voz pública le hacía de haber recibido 90.000 pesos en pago del apoyo que prestaba a la candidatura Montt. Arteaga fundó su petición en una vindicación empeñosa de Bulnes y se esforzó tanto que lo pintó como el hombre más puro y desinteresado. Yo, que con Vial Rafael habíamos tratado de convencer a Arteaga el día anterior de la necesidad de este ataque a Bulnes, tomé la palabra esa noche, lo traté con violencia de propósito, por ver si nos deshacíamos de este coronel que tantas sospechas se había atraído de los demás de la junta. El me insultó y nos levantamos sin haber acordado lo que propuso. Al día siguiente, que debíamos hacer nuestro viaje con B.[Bruno] Larraín, éste se presentó a mi cuarto disgustado con la conducta de Arteaga y sobre todo con un impreso que había llegado a sus manos, en el cual se contenía un decreto en que se declaraba establecida una junta revolucionaria compuesta de Freire, Errázuriz y Echeverría, se convocaba a una constituyente y firmaba Freire como Presidente y Bruno como Secretario de estado. Este papel, que había sido impreso en 1850 y, a mi parecer en la imprenta de Aconcagua, era, sin duda, obra de antiguos planes de García de Aconcagua y de otros, pero como no había circulado, nada peligroso era contra Larraín. Sin embargo, éste se agravió y me manifestó su ánimo de no continuar en la junta. Yo me aproveché de esto. Dejamos el viaje a Popeta y me fui con él a casa de Luco para dejar disuelta la junta. Así sucedió porque Luco se manifestó muy dispuesto a no continuar con Arteaga, y yo me fui a reunir de nuevo con mis amigos. Los jóvenes, que tanto habían contribuido a mantener la oposición.

Allí hemos continuado nuestros trabajos y a ese centro se han agregado Ugarte, los Larraín, incluso Bruno, Carrera [11] y otros. En esta junta, sin presidente, sin arreglo y sin formalidad ninguna, alternando lo serio con lo ridículo, lo chistoso y lo obsceno, hemos tratado y dirigido los negocios de la oposición mejor que en ningún otro club.

Mayo 27 de 1851.
Aquí dejé suspenso mi diario hasta hoy a consecuencia de los acontecimientos. Don Ramón Errázuriz suscribió una adhesión a Cruz, que yo le escribí, y se verificó así la unión de los dos partidos. En la noche que se reunieron todos los interesados, les expuse yo terminantemente que yo no suscribía la candidatura Cruz, porque no le conocía, pero que contaran con mi cooperación en contra del Ministerio. Desde entonces se organizó una junta directora compuesta de Sanfuentes, Arteaga, Manuel Eyzaguirre, González y Ángel Prieto, la cual comenzó a funcionar en casa de este último y allí se reunían también todos los opositores. Prieto y Urriola [12] comenzaron a rogarme que asistiera a su casa y que les ayudase. Accedí a sus instancias repetidas, pero siempre diciéndoles que no adhería a la candidatura Cruz. Fui varias veces a casa de ellos, pero me limité a una intervención muy secundaria y no tomé parte en las deliberaciones de la junta. El suceso que me hizo ir a casa de Prieto fue el de su enjuiciamiento como secretario de la municipalidad. El Gobierno mandó por decreto que ésta entregase el registro de calificaciones correspondiente a San Bernardo. La municipalidad pretendió hacer observaciones a este decreto y pedir su modificación. El Intendente se obstinó en que se obedeciese ciegamente lo mandado por el Gobierno. La discusión duró algunas sesiones; pero viendo el Intendente que no tenía mayoría en favor de su pretensión, abandonó el campo del debate, no quiso librar el resultado a una votación, y ordenó por un decreto que el secretario entregara las llaves del archivo para sacar el registro. Prieto resistió, porque siendo responsable del archivo a la municipalidad no debía obedecer órdenes que no emanasen de ella misma sobre este punto. El Intendente intimó de nuevo su orden. Prieto resistió todavía, y entonces aquél mandó descerrajar el archivo y sacar violentamente el registro. El ministerio apoyó este procedimiento atentatorio, suspendiendo a Prieto de su cargo de regidor y secretario y mandando encausarlo por desobediencia al Intendente. Este suceso produjo una gran alarma. Se dispuso comunicarlo a Cruz y tratarlo enérgicamente en los diarios. Se alcanzaron a escribir dos o tres artículos en esos días, que eran los de semana santa.

El sábado santo, 19 de abril, en la noche, fui a casa de Prieto. Había pocos opositores, y habiéndoseme dicho que se reunían en casa de Vial los amigos que acostumbraban juntarse allí a tertuliar, me fui a oír la música de la retreta en la plaza de la Moneda. No se advertía ninguna señal de la tormenta que se preparaba. Esa noche, a las cuatro o cinco de la mañana, me despertaron con la noticia de que los batallones Valdivia y Chacabuco estaban sublevados en la plaza y que además había más de cinco mil almas. Cuando era de día, fui a la plaza; allí vi al Valdivia a las órdenes de Urriola y como doscientos rotos armados y mandados por algunos jóvenes. Hallé algunos amigos y supe por ellos que estaba el motín hecho desde las 3 de la mañana, que no se había tomado medida ninguna y que el Chacabuco había faltado a su compromiso. Desde luego advertí que aquel movimiento estaba mal dirigido, que no llevaba trazas de acierto y que el pueblo no acudía al toque de rebato ni le prestaba apoyo. El pueblo, consecuente a su imbecilidad, se había dirigido a los cuarteles de sus cuerpos y de allí era conducido a la Moneda en auxilio del Gobierno. Yo me retiré a mi casa. El suceso tuvo el progreso más tardío. A las 10 atacó Urriola acompañado de Arteaga al cuartel de artillería. Ya entonces era más popular el movimiento, porque multitud de ciudadanos fraternizaban con los amotinados y pasaban de quinientos los que habían tomado las armas. El ataque duró como 3 horas, pero el tiroteo de cañón y fusil sólo duró como un cuarto de hora. Los asaltadores vencieron, pero al tiempo de tomarse la artillería, Urriola murió de un balazo y Arteaga huyó. Así es que el Valdivia y los ciudadanos armados entraron al cuartel sin jefes y allí fueron rendidos o capitulados por los jefes del Gobierno, que habiéndose escondido o huido, volvieron sobre sus pasos al notar que el triunfo de los revolucionarios se detenía en las puertas de cuartel.

El Presidente con los ministros y otros vecinos huyeron, pero fueron avisados de la ocurrencia en su fuga y volvieron victoriosos.

Desde ese momento principiaron las persecuciones y los arrestos. El Gobierno, autorizado con el estado de sitio, que se declaró en la mañana de ese día, se mostró en todo el esplendor de su arbitrariedad. La ciudad quedó consternada.

Yo me oculté porque supuse prudentemente que el Ministerio había de aprovechar esta oportunidad para aprisionarme. Así sucedió, pues fui complicado en el proceso que se formó a los amotinados y se me persiguió con empeño.

Luego comenzaron a llegar las contestaciones de los gobernadores e intendentes, asegurando que los pueblos estaban tranquilos, y entre ellas se publicó una del General Cruz, en la cual éste lamentaba el suceso del 20 y decía que había dado las órdenes convenientes para que marchasen a Santiago los Cazadores, que el Gobierno había mandado pasar a esa ciudad.

El 12 de mayo llegó Cruz a Santiago, llamado por el Gobierno. Los opositores se llenaron de esperanzas y creyeron triunfante su causa. Pero, en mi concepto, la presencia de Cruz no vale nada. El Ministerio no ha de abandonar su puesto por más empeños que Cruz haga para conseguirlo. Han visitado a Cruz centenares de personas, le han visto comisiones numerosas de artesanos, de jóvenes, y más de 60 señoras relacionadas con los perseguidos se le presentaron en corporación y vestidas de luto a pedirle que restableciese la quietud y que consiguiese la cesación de las persecuciones. Cruz ha recibido esta especie de apoteosis, pero no ha hecho nada. El 23 ha tenido una entrevista con los ministros y ha salido de ella con fiebre a caer en su cama.

Hoy estamos a 28 y todavía el Ministerio se muestra firme en su puesto e inexorable en su marcha. Parece que ya los opositores pierden sus esperanzas de un cambio y comienzan a creer que una revolución los salvará. Yo no veo sino la misma miseria de siempre, la misma abyección, y creo que el triunfo del Ministerio es inevitable. No veo en Cruz al hombre de las circunstancias, al hombre que necesita el país para salvarse de la dominación que sufre por su propia culpa.

18 de septiembre de 1851.
Tengo suspenso mi diario desde el 28 de mayo, porque no he tenido ánimo para escribir sobre los odiosos sucesos de este tiempo.

Abiertas las Cámaras el 1º de junio, el Ministerio quiso impedir a Cruz, por medios indirectos, que presentase el proyecto de amnistía, que éste se proponía presentar como para satisfacer las esperanzas que tantas familias y tantas personas habían puesto en él. Al efecto, el Ministerio se valió de los senadores para que no se reuniesen, y sus amigos esparcieron la voz que si el Senado aprobaba semejante proyecto, serían asesinados en sus propios bancos los senadores. (Un R. Gatica era el más empeñado en hacer creer esto.) Cruz se cansó y, sobre todo, se fastidió de los sufrimientos que le causaba el Ministerio y después de las elecciones de junio se fue a Concepción, llevándose consigo todas las esperanzas de los opositores y después de haber entregado a la justicia unos cuantos hombres perdidos, de esos que emplea el Ministerio, los cuales pretendían asesinar al general. Los hombres fueron posteriormente absueltos. Yo no creo que estuviesen organizados para asesinarlo, sino para inspirar miedo a todo el Senado, a fin de que no aprobase el proyecto de amnistía. Recurso era éste a que el Ministerio no tenía necesidad de acudir, porque tenía en la presidencia del Senado a Benavente, quien encarpetó el proyecto, como ha encarpetado todos los proyectos liberales aprobados en la Cámara de Diputados en 1849 y 1850, para que no hayan reaparecido hasta hoy. Otro tanto hizo Pérez, Presidente de Diputados, con la representación que yo hice el 1º de junio para que se revisase la infame declaratoria dada para que se me encausase por la Comisión Conservadora.

Las elecciones tuvieron lugar con la concurrencia de los opositores, porque Cruz insistió en que debían concurrir. La historia de este acto está en el Manifiesto del Partido de Oposición a los Pueblos de la República.

En todo el tiempo de Cámaras hubo una lucha innoble entre el Ministerio y los pocos opositores que quedaban, pues que al principio el Ministerio cubileteaba para que no hubiera sesiones, y cuando le convino que las hubiera, no podía reunirlos porque los opositores hacían otro tanto. La única cuestión interesante que hubo, fue la relativa a los diputados Bello y Urízar, que el Ministerio tenía relegados en Copiapó. Después de sostener González y B. Larraín contra Varas, Mujica y otros, que debían ser llamados a la Cámara, ésta declaró que no. Después el Ministerio temió que no se reuniesen para el escrutinio de las elecciones las tres cuartas partes de las Cámaras, como ordena la Constitución, y entre muchas medidas que puso en juego, hizo que las Cámaras sancionasen la famosa ley de 28 de agosto, en que se declara “que el día 30 de agosto, designado por el artículo 67 de la Constitución para hacer escrutinio o rectificación de la elección de Presidente de la República, no es señalado como término fatal. Si no pudiese practicarse en este día porque circunstancias imprevistas lo impidiesen o porque no se hubiese reunido el número necesario de miembros de cada una de las Cámaras, se practicará en otro día, tan pronto como se allane la dificultad”.

Pues bien, el Ministerio que impuso esta ley, infringiendo la Constitución, y las Cámaras que la sancionaron, el uno y las otras infringieron a los dos días su propia ley, pues que no habiéndose reunido el Senado en el número de 15, que era el preciso, sino en el de 14 miembros, procedieron a hacer el escrutinio, que dio por resultado ciento sesenta y dos sufragios, de los cuales 132 fueron por Montt, 29 por Cruz y 1 por Errázuriz.

¡En el momento en que escribo estas líneas, aquí, en mi asilo, a dos leguas de Santiago, viene a perturbarme el estampido del cañón del Santa Lucía!... ¡Esa es la salva que anuncia que en este momento presta el juramento de la Presidencia, Montt, ese Presidente impuesto a Chile por los más ruines de sus hijos, es decir, por Varas, Mujica y la caterva de especuladores políticos y de pelucones imbéciles y torpes, que por miedo los apoyan!... En todo este tiempo, desde que Cruz partió para el sur, todo el mundo esperaba la revolución por momento. Ha habido una alarma constante atizada a cada paso por las mentiras y visiones de los opositores. Al fin, el sábado 13 de septiembre llegó a Santiago la noticia que se habían sublevado Coquimbo y Atacama, constituyendo gobiernos independientes. Ese día mandó el Gobierno partir al Chacabuco para Valparaíso con destino a Coquimbo, pero a las dos de la mañana, en vez de partir aquel batallón para Valparaíso, fue para Aconcagua revolucionado. El domingo 15 se empleó todo en las angustias de una revolución. El 16 llegó la noticia de que el Chacabuco se había sometido y estaban presos los oficiales sublevados. Hoy 18, día de la patria y de tanto regocijo en otros años, es un día de luto para los amigos de la libertad. No tengo noticias ciertas sobre la revolución del norte.

[Septiembre] 19.
Los periódicos ministeriales anuncian que la rendición del Chacabuco se hizo sin efusión de sangre. La voz pública explica esta sublevación como una farsa, ideada para obtener facultades extraordinarias y hacer aparecer a todos los opositores que aún quedaban sin ser aprehendidos. En efecto, el sábado mismo, cuando llegó la noticia de la sublevación de Coquimbo, el Ministerio intentó la declaración de [estado de] sitio, y dicen que Bulnes se opuso. Pero el domingo 14, con la sublevación del Chacabuco, obtuvo cuanto quiso. El Consejo de Estado declaró unánimemente en estado de sitio las provincias de Coquimbo, Santiago, Valparaíso y Aconcagua; y las Cámaras, primero el Senado y a las cuatro de la tarde la de Diputados, dieron su sanción a esta ley:

“Artículo único. Se autoriza al Presidente de la República por el término de un año para que pueda hacer arrestar y trasladar personas de un punto a otro de la República, fijando la residencia del individuo y variarla si lo creyere necesario; para que aumente la fuerza del ejército permanente en el número que las circunstancias lo exijan; para que pueda invertir caudales públicos sin sujetarse al presupuesto, y para que pueda remover empleados públicos de oficina sin sujetarse a las formalidades prescritas en la parte 10ª del artículo 82 de la Constitución.”

Esta ley monstruosa, producto de una maquinación escandalosa contra las libertades públicas, legado infame que el Presidente saliente bacía al entrante, no tuvo más que dos votos en contra en el Senado y otros dos en la Cámara de Diputados.

Los ministros nuevos, nombrados ayer, son Gana para el de Guerra y Lazcano para Justicia. Varas y Urmeneta [13] quedan como para significar la continuación del sistema opresor que nos está envolviendo en la ruina y en la guerra civil. Ellos pondrán en uso esa ley espantosa que hicieron sancionar el 14. No era posible que dejasen a otro esa gloria.

22 de septiembre.
Hoy he visto un boletín ministerial de noticias del sur hasta el 17. Se dice en él que Concepción se declaró independiente el 14, nombrando Intendente a don Pedro Félix Vicuña, y general de la milicia sublevada a Baquedano [14]; que el Carampangue y los Cazadores están fieles a las órdenes de Viel, que estaba en Los Ángeles, y de Riquelme y García. Ayer han salido para el sur el general Bulnes, García Reyes, Tocornal y varios jefes y oficiales, en un convoy d 10 birlochos contratados hasta Chillán en 10 onzas cada uno. Gana salió el 19 para Valparaíso; pero dicen que las noticias del sur le hacen volverse a Santiago.

Octubre 2.
Hasta hoy no tenernos noticias positivas sobre el estado de las revoluciones del norte y del sur. El Gobierno no publica en sus boletines sino las que le son favorables. Nos han hecho saber que el Gobernador de Curicó disolvió la fuerza que el clérigo Méndez había reunido en la villa de Molina, de la cual se había apoderado, deponiendo a su gobernador; que en el Parral ha sido derrotado por 50 hombres el coronel Urrutia que se había insurreccionado con 200; que en Illapel ha sido derrotada por Campos Guzmán la vanguardia de las fuerzas de Coquimbo. Sin embargo, se sabe que el general Cruz está a la cabeza del movimiento del sur y ha dado varias proclamas que he visto manuscritas. También he visto el acta levantada en Concepción el 14, resumiendo esta sublevación e invitando a las demás provincias libres a que reúnan una asamblea que reforme desde luego la ley electoral y que convoque una constituyente para cuatro meses después.

En El Mercurio del 30 de septiembre está el Consejo de Estado nombrado por Montt; se compone de Bulnes, nombrado el 19; de Pinto y J. Pérez, nombrados el 20; de Alcalde e Izquierdo, el 22; de Irarrázaval y Mancheño, el 23, y de Benavente y el clérigo Arístegui el mismo día [15]. Sin duda nombra a Bulnes el primero para que recaiga en él la Presidencia de la República en cualquiera contingencia.

Octubre 6.
El Mercurio del 4 nos da a conocer un tratado celebrado por el gobierno de Coquimbo con los ingleses sobre el Firefly y el Arauco. Dicho gobierno, a poco de haberse instalado, tomó el primero de estos vapores, perteneciente al inglés Lambert, para servirse de él. El gobierno revolucionario de Concepción también tomó el vapor Arauco, perteneciente a una compañía de chilenos. El 27 de septiembre publicó el cónsul inglés de Valparaíso un aviso declarando bloqueado el puerto de Coquimbo por orden del Encargado de Negocios de S. M. B. [16], Sullivan, hasta la devolución del Firefly y hasta que el gobierno de aquella provincia diese satisfacción. El Ministerio de Montt, en nota al dicho Sullivan, fechada el 29, se dio por notificado del bloqueo y le dijo “que en virtud de la manifestación que le tenía hecha en notas anteriores, acerca de la imposibilidad en que se hallaba el Gobierno de prestar la debida protección a los intereses británicos existentes en Coquimbo, con motivo de la insurrección, no había inconveniente por parte del Gobierno para que se llevase a efecto la medida tomada por el comandante en jefe de las fuerzas navales de S. M., sobre el embargo de aquel puerto”. Al mismo tiempo, el Ministerio declaró, en otro decreto, pirata al vapor Araucano, y también declaró cerrados los puertos de Concepción y de Coquimbo, menos para los buques de guerra. El bloqueo de Coquimbo por los ingleses se estableció, pero el gobierno de la provincia ajustó con D. Ross, cónsul inglés de Coquimbo, y con el capitán del vapor inglés Gorgon, el siguiente tratado, que nos da conocimiento de lo ocurrido en el asunto:

 

“1º. Este vapor (el Firefly) queda desde luego considerado como presa de los oficiales del navío inglés Portland.
2º. El gobierno de Coquimbo se obliga a entregar, de las entradas de su aduana, y en el transcurso de tres meses, la cantidad de $ 30.000 al buque inglés de guerra que se halle en este puerto, debiendo considerarse esta entrega como la compensación de los gastos y perjuicios ocasionados a don Carlos Lambert por la toma y presa de su buque.
3º. También se obliga el gobierno de Coquimbo a entregar de las entradas de aduana, y en el mismo término de tres meses, la suma de $ 10.000 al buque inglés de guerra que se halle en este puerto. Esta entrega tendrá lugar, caso que el señor almirante inglés declare que el señor Paynter, capitán del Gorgon, ha tenido motivo bastante para haber apresado al vapor Arauco que a esta bahía arribó el día de hoy.
4º. El gobierno de la provincia se obliga a dar por la prensa al señor almirante de S. M. B. las satisfacciones convenientes por el agravio hecho con la toma del buque Firefly.
5º. Desde el momento en que se firma el presente convenio, queda concluido el bloqueo que el día de hoy ha declarado a este puerto y al de Herradura el capitán Paynter y queda también el vapor Arauco devuelto, mandado armar en guerra, al jefe que lo monta. Se reserva el señor almirante y ministro de S. M. B. el derecho conveniente para repetir contra el Gobierno de Chile, por el cumplimiento de lo estipulado, caso que no lo haga el gobierno de esta provincia. A efecto de cumplir con cada uno de los artículos contenidos en este convenio, se obligan del modo más solemne, el gobierno de la provincia y los que en las actuales circunstancias representan al de S. M. B., en fe de lo cual se firman dos ejemplares de un tenor a las 7 y 15 minutos de la noche del día 28 de septiembre de 1851, en este puerto de Coquimbo.

Vicente Zorrilla, Intendente.

David Ross, Cónsul de S. M. B.
F. E. Paynter, capitán del vapor Gorgon.
Por orden del señor Intendente, el secretario, J. de D. Ugarte.

 

“Artículo adicional. Téngase entendido que la disposición del artículo 3º, en que se establece que se pagarán $ 10.000 por la presa del vapor Arauco, tendrá lugar siempre que el almirante inglés declare que el capitán del vapor Gorgon ha tenido motivo justo para proceder a la captura de dicho Arauco. Asimismo se tendrá entendido que las entregas a que se refieren los artículos 2º y 3º del anterior convenio, se harán al buque de guerra inglés que al plazo estipulado se hallase en el puerto de esta ciudad, o al señor cónsul, si tuviese comisión para ello.

Serena y septiembre 30 de 1851.”

 

El 10 de octubre dirigió el Cónsul Ross al capitán del Gorgon una nota, acompañándole otra firmada por 12 comerciantes ingleses y de otras naciones, en acción de gracias por los servicios prestados al comercio extranjero. Los comerciantes le dicen: “Creemos que vuestra presencia ha prevenido que la autoridad dominante aquí no haya llevado a efecto sus actos de violencia.”

En el mismo Mercurio se da la noticia, traída de Concepción por el buque francés Mars, de haberse pasado el Carampangue a los independientes y de estar preso el General Viel. El gobierno de Montt piensa en capitular, según se sabe por el Ministro de Guerra.

El 1º de octubre ofició Peyton, ministro americano, al Ministro de Relaciones Exteriores, preguntándole “si el embargo o bloqueo del puerto de Coquimbo, promulgado por los representantes de S. M. B. por medio de un papel fijado en la Bolsa de Valparaíso e inserto en El Mercurio, que se considera ser el órgano del Gobierno, es un acto de hostilidad hacia el Gobierno de Chile, o si dicho bloqueo ha sido puesto con el conocimiento y consentimiento de este Gobierno”. Varas respondió el 2, diciéndole que el Gobierno había cerrado los puertos de la provincia de Coquimbo para cortar los progresos de la insurrección y que “persuadido también de que la cooperación de las fuerzas británicas en la ejecución de dicha medida sería de mucha importancia, ha convenido el Gobierno en la tomada por parte de los agentes británicos respecto del expresado puerto de Coquimbo”. Esto demuestra la cooperación del Encargado de Negocios inglés contra la revolución de Coquimbo.

[Octubre] 10.
Hoy ha librado la Corte Marcial la sentencia definitiva en la causa del 20 de abril. Condena a muerte a 32 individuos. A mí me absuelven de la instancia, “no resultando prueba bastante para condenarme”. Los jueces que firman son Cerda, Palma, Cavareda y Corvalán [17]. Se dieron por implicados Mancheño, Álvarez, Bernales y Maturana [18], el cual fue nombrado como militar en reemplazo del General Lastra, quien se excusó por enfermo. En cuanto a mí, esta sentencia confirma la del Consejo de Guerra de 17 de julio, que está a fojas 392 vuelta de los autos, y la cual también me absolvió. En El Progreso del 16 de agosto se publicó una carta que yo mismo me escribo, analizando las pruebas que hay en mi contra. Esta carta es mi defensa, hecha en estilo jocoso, porque semejante causa, en lo que a mí toca, no podía tratarse sino con el ridículo. Hace hoy cinco meses veinte días que estoy perseguido y todavía no puedo salir libre por temor de otra nueva persecución. El Ministerio persigue y aprisiona a todos los opositores donde quiera que los halla.

[Octubre] 16.
Hoy he leído un parte de Vidaurre Leal, que avisa al Gobierno haber derrotado completamente a José Miguel Carrera [Fontecilla] en Petorca. Dice que tiene muchos prisioneros, la artillería, etc. El Gobierno ha celebrado en Santiago esta funesta efusión de sangre con una salva mayor de artillería y con música por las calles. La acción ha sido de 3 horas. El Buín ha peleado en ella por parte del Gobierno y ha tenido la parte más brillante de la victoria. Carrera y Arteaga han fugado, pero han quedado más de 20 oficiales prisioneros. El mismo 14, día de la batalla, se sublevaron en San Felipe, por la noche, los milicianos de un escuadrón de caballería, capitaneados por un oficial Aguilar y atacaron un cuartel. Según el parte del Intendente (Diario del 20), el ataque duró tres horas. Aguilar cayó herido y los amotinados, acompañados de un numeroso populacho, huyeron. Además de esto, el Gobierno ha publicado un parte de un oficial Prieto [19], comandante de las fuerzas mandadas por Copiapó contra Coquimbo, en cuyo parte aparece que se han batido estas fuerzas con las de la plaza de La Serena, y que habiendo éstas abandonado el campo, aquellas ocuparon el puerto. Dichas fuerzas de Copiapó constan de un escuadrón de Cazadores y otro compuesto de cuyanos e improvisado en Copiapó para esta expedición. Estas operaciones en La Serena han tenido lugar el 17.

[Octubre] 30.
Ha estallado un movimiento popular en Valparaíso el 28, martes, a las 5 de la tarde. Según las cartas que se publican en La Civilización, diario ministerial, los sublevados se apoderaron del cuartel del 2 de milicias y de todas sus cercanías, tomando sus avanzadas hasta la plaza de la Municipalidad, de donde fueron desalojados, así como del arsenal por unos 200 hombres del 3º de línea, mandados por el general Blanco [20]. A las 8 estaban dispersados y tomados como 50 sublevados. Las tropas de marina extranjera bajaron a tierra.

Ya han hecho su manifestación contra el orden actual de cosas y contra el Presidente Montt las principales ciudades de la República, Santiago, San Felipe, La Serena, Concepción, Chillán, Valparaíso, fuera de otros pueblos subalternos; y, sin embargo, el Gobierno dice por medio de sus órganos que cuenta con la voluntad nacional y que la revolución es un puro motín militar. No obstante, tiene necesidad de desplegar toda la energía del despotismo para evitar pronunciamientos en los pueblos. ¡Sobre no conocer esos hombres la historia de las revoluciones, están obcecados, y lograrán al fin con su resistencia o hacer más general y terrible la guerra, o perpetuar su despotismo! ¡Su despotismo insensato es la única causa de esta guerra civil! Montt necesita conquistar a Chile para gobernarlo. ¡La situación actual le hace conocer este hecho y, sin embargo, el y sus secuaces se obstinan en una sangrienta conquista!

Según El Mercurio (29 y 30), la Intendencia de Valparaíso era conocedora de la revolución y se ocupaba en prevenirla cuando ésta estalló. Los amotinados eran 300 y se posesionaron de la plaza de la Municipalidad y la recova con dos piezas de artillería. Desalojados de allí por 180 hombres del 3º, mandados por Blanco, fueron perseguidos hasta en los cerros. Por la noche se sintieron tiros con bastante frecuencia; a las 11:30 un grupo como de 200 revolucionarios tomaron armas en la armería de Ducasse y atacaron la plaza de la Victoria, de donde fueron rechazados. También atacaron el cuartel de artillería y allí cayó prisionero el Sargento de cívicos Villar, que mandaba a los sublevados. El Mercurio dice que éstos no tenían cabeza que los dirigiese y confiesa que mientras han estado en posesión de lo principal de la ciudad no han cometido ningún desorden ni robo. Según él, los muertos son diez y los heridos 40. Dice que los buques extranjeros de la bahía mandaron a tierra 200 hombres armados que estuvieron en el muelle durante el combate para proteger al comercio y que Blanco [Encalada] admitió con gratitud el auxilio que el almirante de S. M. B. le ofreció para custodiar la Aduana. En el público se asegura que la única fuerza que desembarcó fue inglesa y que auxilió mucho al Gobierno. Aunque sea falsa esta noticia de semejante incalificable intención, Blanco ha violado la Constitución permitiendo el desembarque de tropa extranjera: “Sólo en virtud de una ley, dice la parte 7 del artículo 37 de aquélla, se puede permitir la introducción de tropas extranjeras en el territorio de la República, determinando el tiempo de su permanencia en él”.

Noviembre 8.
El vapor de la quincena llegado el 6, trae noticias del norte, que dadas por los papeles ministeriales son como siguen: Las fuerzas del Gobierno estaban sitiando a las del partido progresista en La Serena, y se preparaban a un ataque decisivo. Se tirotean con frecuencia y cuando pasó el vapor, se oía un fuego vivísimo. En Copiapó hubo en la noche del 26 a 27 de octubre una sublevación popular en Juan Godoy, pueblecito de Chañaral Alto. Dice El Copiapino que no tuvo nada de político este movimiento sino que fue hecho para robar. Que los amotinados saquearon y destrozaron mucho, incluso 2 minas, pero que cuando fue la fuerza del Gobierno mandada por Joaquín Vallejo, el 27, huyeron todos. Vallejo dice en su parte que dio orden a sus soldados de tirar sobre todos los que se resistieran a ser aprehendidos o fugasen, y que de aquí resultaron varios heridos y un muerto. Parece que la sublevación es general, porque se dio orden de aprehender a todos los del pueblo y el diario de Copiapó dice que en esta ciudad tenía correspondencia el movimiento, y que había de cinco a seis mil bandidos. ¡Toda la población!... Este es el segundo movimiento que se reprime en Copiapó. El 28, el Cabildo, el cura y muchos vecinos de Freirina levantaron una [sic] acta pronunciándose por Cruz y nombrando de Gobernador a un señor Poblete. Esta manifestación no ha tenido resistencia en aquel pueblo, pues los papeles ministeriales anuncian que debía sofocarla el Gobernador de Vallenar, y que los principales signatarios del acta habían huido. El Copiapino presenta como un hecho singular el de que todo el clero del obispado esté en favor de la oposición.

[Noviembre] 30.
El sitio de La Serena continúa con vigor. El 18, a las 11:30 de la noche han tenido un choque en que como siempre han sido rechazados los ministeriales. Los ejércitos del sur están en Chillán. El 19, se han atacado las caballerías. Bulnes dice que ha triunfado, pero todas las probabilidades están en su contra y hacen que sea más creíble lo que dicen los opositores: que la caballería de Cruz está triunfante.

Diciembre 10.
Hoy han recorrido desde el alba las calles varias bandas de música, y a las siete, una salva mayor y el repique de todos los campanarios anunciaron a la población el triunfo de Bulnes sobre Cruz. Más tarde se han publicado 5 cartas, datadas en Talca el lunes ocho, y escritas unas a la una y otras a las cuatro de la tarde. Según ellas, el ataque ha principiado a las 6 de ese día en la orilla sur del Maule, lugar de Loncomilla, y Cruz con un resto de infantería se había refugiado en una casa de Urzúa y allí lo sitiaba Bulnes.

El general Freire murió ayer a las 2 de la tarde: el antiguo jefe del partido liberal se ha salvado con la muerte de ser nuevamente testigo del triunfo del despotismo. La naturaleza misma se ha conmovido: en medio de un tiempo ardiente y seco, anoche a las 2 de la mañana hubo un fuerte temporal de lluvia y truenos... Hoy 11, han llevado el cuerpo de Freire al panteón más de 500 ciudadanos, muchos de ello tirando a brazo el carro fúnebre desde la casa hasta aquel lugar.

[Diciembre] 19.
Desde el 10, comenzaron los opositores a desmentir la noticia del triunfo de Bulnes, como inverosímil, pero sin tener datos en contra. El Ministerio, sin embargo, publicaba cartas sin firma en las cuales se describía aquel triunfo, pero incurriendo en algunas contradicciones o dejando en oscuridad algunos puntos, todo lo que daba más valor a las conjeturas de la oposición. El domingo 14, a las dos de la tarde, nuevas salvas de artillería y nuevas dianas y repiques nos anunciaron que todo había concluido en favor del Gobierno, y este anuncio se consignó en un impreso que contenía tres cartas, una de Gana, dando a Montt los parabienes; otra de Bulnes, muy mal escrita, en que anuncia que los últimos restos de la infantería de Cruz se han sublevado, marchándose para el sur, y que el mismo Cruz le ha noticiado esto, en circunstancias que se hallaba en el campo de Bulnes don José Antonio Alemparte mandado por Cruz para capitular, desde la noche del 11. La sublevación sucedía el 12, fecha de la carta. La 3ª era de García Reyes noticiando lo mismo. El público no comprendió la carta de Bulnes y supuso que la habían fingido para desmentir la noticia que circulaba sobre que Bulnes había muerto o estaba malherido. La suposición no carecía de fundamento, porque hasta entonces todas las cartas que se habían publicado de Bulnes eran notadas por el secretario y no era posible que ahora, para una noticia tan importante, notare él sin saber coordinar las ideas, teniendo a su lado el secretario.

Sin embargo, en la noche de ese mismo día 14, cundió con velocidad de un rayo la noticia de haber llegado una carta del General Cruz, noticiando su triunfo. Desde entonces acá se ha repetido lo mismo por otras cartas verídicas. Según ellas, Bulnes creyó haber derrotado a Cruz, que se retiró del campo después de mucho pelear. Se cargó, y éste lo rechazó y lo destrozó hasta ponerlo en fuga. Cruz ha dado a Concepción el parte oficial de esta batalla y los buques de Talcahuano lo han traído a Valparaíso. El Gobierno calla ahora y no publica noticias de su triunfo. Se asegura que ayer ha hecho salir diez cargas de dinero para Valparaíso.

El domingo 21 ha llegado Manuel Antonio Tocornal trayendo las capitulaciones.

Sin embargo de que el Ministerio publicó el 22 esta capitulación autorizándola por el oficial mayor del Ministerio de Guerra y no obstante que se asegura que Cruz ha cumplido ya lo pactado entregando su ejército a Bulnes, el cual lo ha destinado con los intendentes que ha nombrado para las provincias del Sur, no obstante todo esto, digo, los liberales se resisten tenazmente a creer cierta esta capitulación. Y tienen, si no razón, a lo menos motivos para ello, porque estando persuadidos como estaban de que Cruz había triunfado en Loncomilla, no se pueden explicar este convenio, en que este General aparece rindiéndose de una manera deshonrosa, porque sólo procura salvar su persona y la de sus militares, dejando a todo su partido y aun a los valientes de La Serena a la merced de una amnistía que Bulnes se ofrece a recabar del Gobierno por humanidad. Pero yo creo cierta la capitulación, aunque no tengo datos para explicarme la conducta de Cruz. Lo que hay de original en esto es que los ministeriales también la reprueban con furia, pero por otros motivos: ellos no conceden que Bulnes tenga facultad para celebrar un tratado que sustrae al ejército del sur de las venganzas del Gobierno y creen que éste debe desaprobarlo y fusilar de una vez a Cruz y a todos sus secuaces.

El Gobierno tal vez participa de esta opinión, si hemos de atender al silencio que guarda sobre la capitulación hasta hoy 23, pues dicen que nada resuelve a pesar de estar todo el día en consejo.

[Diciembre] 23.
Hoy mismo se ha confirmado la verdad de la capitulación con la llegada de Bulnes a esta ciudad. Viene por Valparaíso. Desde la mañana han estado preparándose para recibirlo en triunfo el Gobierno y sus secuaces: a las 5 de la tarde las salvas, repiques y músicas anunciaron el arribo de este hombre funesto. Las mismas muestras de regocijo con que se ha celebrado por el Gobierno la sangre derramada en los campos de batalla, se han empleado para festejar a este hombre. El preparó la guerra civil, imponiendo, por la violencia, un Presidente rechazado por la opinión de los pueblos, y después ha ido a matar a sus hermanos, a derrochar el dinero del Estado y causar todo género de desastres, para conquistarle el país a su criatura.

 

 

Notas.

1. Domingo Santamaría.

2. Ramón Luis Irarrázaval.

3. Se refiere al General José María de la Cruz.

4. Nicolás Pradel.

5. Se refiere a Ángel Prieto y Cruz, sobrino de José María de la Cruz.

6. Francisco y Manuel Bilbao.

7. Francisco Marín Recabarren.

8. Manuel Recabarren.

9. Miguel Luis y Gregorio Víctor Amunátegui.

10. Se refiere al Coronel Justo Arteaga.

11. Se trata de José Miguel Carrera Fontecilla, hijo de José Miguel Carrera Verdugo.

12. Se refiere al Coronel Pedro Urriola.

13. Los ministros eran José Francisco Gana, Fernando Lazcano, Antonio Varas y Jerónimo Urmeneta.

14. Fernando Baquedano.

15. Miembros del Consejo de Estado eran: Manuel Bulnes, José Joaquín Pérez, Ramón Luis Irarrázaval, José Tadeo Mancheño, Diego José Benavente, Juan Agustín Alcalde, Vicente Izquierdo y José Miguel Arístegui.

16. Su Majestad Británica.

17. Manuel José Cerda, José Gabriel Palma, Ramón Cavareda y Mateo Corvalán.

18. José Tadeo Mancheño, José Antonio Álvarez, José Bernales y Marcos Maturana.

19. Nicolás José Prieto.

20. Manuel Blanco Encalada.