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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
José Victorino Lastarria. Diario Político. 1849-1852
Año 1850

Enero.
El 11 de este mes hemos concluido las sesiones extraordinarias. En la sesión del 7 se promovió la cuestión de aplazar la ley de contribuciones para el mes de junio entrante. El Ministerio se alarmó y vio que esta cuestión era para él de vida o muerte. Montt tomó la palabra y objetó la proposición principalmente como subversiva, amenazando a la Cámara con la revolución. Yo esa noche estaba muy enfermo y no me hallaba en disposición de contestarle. Se votó y resultaron 21 votos por cada parte, a nosotros nos faltó Valdés D[on] Cristóbal.

El día 8 y el 9 la oposición estuvo en conflicto para reunir mayoría. El Ministerio no perdonaba medios para obtener el triunfo. En varias reuniones que tuvimos los diputados, observé que había mucha decisión aparente; pero que en el fondo de sus corazones se sentían vencidos. Algunos de ellos buscaban pretextos para excusar su cobardía. La mayoría estaba desmoralizada. Sanfuentes había de hablar en la sesión del 9 y también Infante. A mi juicio, el primero no podía restablecer la energía perdida y el segundo iba a hablar en un sentido nada favorable. Como no me fue posible hacer desistir de su propósito a Infante, conseguí, a fuerza de maña, que hablase unas pocas palabras para dejarme a mí el camino expedito. Esto lo convinimos dos o tres horas antes de la sesión. Infante cumplió y yo pude introducirme con un discurso calculado para obrar en el ánimo de nuestros amigos, a fin de presentarles motivos plausibles que les hicieran olvidar la vergüenza temores que abrigaban. No se trataba ya de ganar la votación, sino de dar a la mayoría la dignidad y la energía que habían desaparecido. Conseguí mi objeto, porque después del discurso los vi a todos más satisfechos y aun cuando sabían que habían de perder, votaron todos con su cara erguida y como con la conciencia de que obraban bien.

Después que yo hablé, tomaron la palabra García, Montt y Tocornal. El primero estaba vencido: habló de mí con elogio, confesó que no nos creía revolucionarios y que respetaba tanto nuestro propósito de introducir reformas en las contribuciones que prometía estudiar para satisfacernos. El segundo también estaba vencido, pero en su corazón no hay nada de generoso, habló muy secamente, ciñéndose a rectificar algunas de sus opiniones, que, según dijo, habían llegado desfiguradas a mi conocimiento. El tercero, más táctico, vio que la derrota de su partido era cierta y quiso cohonestarla con ciertos golpes teatrales en que defendió al Gobierno de los ataques de la prensa de oposición; y como se refiriese, para probar la tolerancia del Gobierno, a los opositores que había entre los mismos empleados del Gobierno, Urízar Garfias le contestó haciendo una reseña de varias destituciones que demostraban que el Gobierno no era tolerante. Sin embargo, Tocornal con sus palabras fuertes y su tono simpático había restablecido entre los suyos el valor, hasta el grado de ser aplaudido por sus partidarios en la barra. Esto templaba los efectos que yo había querido producir, y, para restablecer mi triunfo, se me ocurrió empeñar de nuevo el debate. El medio decisivo que adopté fue éste: pregunté a los ministros si querían que me ocupase en contestar al de justicia o que sacrificase mi contestación en obsequio de la paz y del orden de la sesión. Callaron todos profundamente, como inciertos del alcance de mi interpelación. Repetíla con énfasis, dirigiéndome personalmente al de Justicia, y éste, así como dudoso, dijo:

- Desearía que el señor diputado no contestase en obsequio de la paz y de la brevedad.

Esto equivalía a manifestar temores de mi contestación, era confesarse vencido de nuevo. Yo lo esperaba, pero si él hubiese dicho, como debía por su honor decirlo, que yo contestase, estaba yo dispuesto a darle al debate un giro alarmante y sacar de la excitación todo el partido posible. Fue sin duda una baladronada la que usé, pero con tan buen resultado que al instante volvieron los ministeriales a quedar mustios y los nuestros tan alegres y satisfechos como antes. La votación se perdió por nosotros por un solo voto.

Los medios de que se valió el Ministerio para obtener mayoría están detallados con mucha verdad en mi carta a El Comercio de Valparaíso, fecha 10 de enero y publicada por este diario el 11, que copio en seguida:

 

“Santiago, enero 10 de 1850.
Se ha dado anoche en la Cámara de Diputados la tan esperada batalla entre el Ministerio y la oposición. Como dije a Uds., en la sesión del lunes, salieron 21 votos por cada parte. Anoche salieron 22 por el Ministerio y 21 por la oposición. Voy a explicarles a Uds. el enigma.
Nunca jamás ha puesto el gobierno pelucón más empeño en ganar un capítulo. La elección del general Bulnes, la elevación del Ministerio de junio no han costado tanta inmoralidad y tantas diligencias como las que ahora se han desplegado por el Gobierno.
Entre los 21 votos de la oposición se contaba el lunes el del señor don Manuel Covarrubias y no se contaba el del señor don Cristóbal Valdés. El Presidente había mandado su coche a don Andrés Bello para que viniese desde el conventillo hasta Palacio. Allí le esperaba con sus ministros: le pintaron la revolución hecha por la mayoría, y, valiéndose de la debilidad de este noble anciano, le obligaron a que pusiera a su servicio las nuevas y tiernas relaciones que por el enlace de sus hijas va a contraer con los señores Vial y Valdés [1]. En efecto, el señor Bello, alucinado, lo intentó. Nada consiguió del señor Vial, pero logró más con el señor Valdés, el cual no fue a la sesión del lunes. Pero habiendo sabido el señor Valdés que en el público se creía que había dejado de ir por la amenaza que el Gobierno le había hecho, por medio de su suegro, de destituirlo de su empleo si iba, y no por consideraciones al señor Bello, se resolvió a presentarse anoche y a votar, como efectivamente votó contra el Ministerio, probando la hidalguía y dignidad que siempre le han distinguido. ¡Honor y gloria al señor Valdés! El señor Bello verá que no sólo adquiere un hijo honrado, sino un hombre de principios y capaz por su energía de servir a la causa del país mejor que esos ministros que le infundieron miedo.
Había 22 votos por la oposición en la mañana de ayer. Entonces el Ministerio se valió de este expediente. Largó a don Matías Ovalle, a don José Manuel Valdés, a don Ángel Ortúzar y al comandante Cavareda sobre la noble señora de don Manuel Covarrubias [2] para que le hiciesen conocer que su marido peligraba por estar mezclado en la revolución que iba a estallar esa noche. Estos anuncios diabólicos cumplieron su encargo perfectamente: martirizaron a la señora con los temores de la revolución; pero no doblegaron su dignidad, porque ella, con una energía digna de una matrona romana, dijo a su esposo: “Estás vendido, vas a perder al país con tu voto, pero ve y cumple tus compromisos”. El señor Covarrubias no hizo cuanto debiera por cumplirlos, porque cuando fue a la sesión, sin duda retardado por los temores de la revolución, ya era tarde.
El Ministerio no se contaba todavía seguro: cien agentes del Presidente recorrían con recados y cartas toda la ciudad. A don Valentín Valdivieso se le apuraba para que neutralizara a su yerno el señor Díaz Valdés; a éste se le amenazaba; al otro se le rogaba; y, por fin, los ministros se van a casa de don Borja Solar, que había votado por ellos el lunes, lo arrancan de la cabecera de su señor padre que estaba moribundo, materialmente en los últimos instantes de su vida, sin exageración ni mentira, con un sacerdote que le ayudaba a bien morir, y se lo llevan a la Cámara. El hijo tiene que someterse a esta inmoralidad por salvarse de aquellos demonios que le persiguen. El padre expira y el hijo sale de la Cámara.
Todavía hacen más: se van a casa del señor Olivos, que no había ido el lunes por estar con fiebre y disentería, lo arrancan del lecho, lo montan en una calesa de cuatro ruedas y lo llevan a la Cámara. El señor Olivos se llevó saliendo de su asiento a cada instante.
Con estos escándalos, con mentiras infames, con calumnias atroces, traficando con la autoridad que invisten, el Presidente y los ministros lograron tener 22 votos; es decir, uno más que la oposición, cuya mayoría está débil porque había ausentes diez diputados y dos más neutralizados y asustados.
La oposición había puesto todo su empeño en mostrarse con honor y dignidad y por eso abandonó los resortes libres de inmoralidad que pudo tocar para hacer venir al señor Echeverría, para desimpresionar al señor Covarrubias, y para hacer que asistiese don Juan Bello. La cuestión no era para ella de tan grande importancia. Sólo le tocaba aparecer con dignidad, con la nobleza que habían huido del Gobierno.
El señor Lastarria, en un vehemente discurso, que impresionó al numeroso pueblo que asistió y que aterró a los ministeriales, fue el digno intérprete de esta conducta, y demostró con la claridad de la luz del mediodía que la oposición no es anarquista ni revolucionaria, que opone sólo la resistencia legal, dentro de sus atribuciones como Cámara, a los desmanes y procacidad del Ministerio”.

 

El viernes 11 fuimos a la Cámara todos los de la mayoría, pero formamos quórum sólo para oír la lectura del Mensaje en que el Ejecutivo declaraba cerradas las sesiones. Los ministros no asistieron a la clausura, ni tampoco sus satélites. El triunfo obtenido en la votación anterior les daba vergüenza. Yo y Larraín [3] habíamos procurado reunir a todos los diputados de la mayoría para que eligiésemos Presidente, adoptando este arbitrio a fin de que no perdiesen la disciplina.

 

Enero y febrero.
Estos dos meses se pasan sin ninguna ocurrencia notable. Santiago está desierto. Todos los opositores están fuera. El Ministerio, dueño del campo, blasona diariamente su triunfo por la prensa y asegura que la oposición está perdida y desorganizada. En realidad así parecía. Si el Ministerio fuese más hábil podría aprovecharse de estas circunstancias para acabar con la oposición. El Progreso y El Comercio, únicos diarios opositores, están sin interés ninguno. Durante los primeros días de Cuaresma el desaliento cunde. Eyzaguirre está consagrado a sus funciones eclesiásticas y los demás andan todavía dispersos. Si se juntan algunos, no hacen nada de provecho. Las conversaciones versan sobre la inercia del Ministerio, sobre el viaje inoficioso que el de Hacienda hace a Valparaíso y sobre otros disparates de los ministros.

El 20 de marzo ya se encuentran algunos opositores en Santiago. Los convoco a casa de Eyzaguirre y les presento la siguiente Memoria, demostrándoles que la oposición no existe porque carece de fuerza y de opinión.

 

“La oposición no existe y no existe porque carece de fuerzas y de opinión.
La oposición carece de fuerzas:
1º. Porque no tiene dirección, no tiene un caudillo. Mientras que el partido retrógrado tiene su bandera personalizada en Montt, hombre enérgico, decisivo, sistemático, tenaz, y fiel representante de las ideas, de los sentimientos y de los intereses de los ricos pelucones y del Gobierno que apoyan esos hombres, la oposición carece de un hombre que la represente. Don Ramón Errázuriz no es conocido por los que le han proclamado su candidato y, por consiguiente, no hay entre él y ellos la simpatía, las relaciones cordiales que debe haber entre un caudillo y sus partidarios. Lejos de esto, la situación del señor Errázuriz es dudosa. Su conducta en el Senado durante el año pasado le hace aparecer fluctuante y, hasta cierto punto, separado, independiente de los propósitos de los opositores. Esto le ha hecho perder la confianza de algunos, el prestigio de que otros le miraron rodeado al principio de su proclamación, y ha quedado de tal manera segregado de su partido, que su nombre no puede servir hoy para encuadernar, para juntar esos elementos dispersos. Montt reúne en su persona todo el prestigio, todo el afecto, todo el interés, todo el respeto que inspiraban antes los varios caudillos del partido pelucón que han desaparecido: Portales, Egaña, Rengifo, Ortúzar, están representados para los pelucones en Montt. Pero Errázuriz no representa para el partido progresista ninguna tradición, ningún antecedente, ningún principio, ninguna idea o afecto de aquellos que atraen a los prosélitos alrededor de un hombre como alrededor de su bandera. Los que estamos empeñados en su candidatura sostendremos por honor, pero nada más que por honor, y para satisfacer nuestro corazón y aparecer lógicos nos mentiremos a nosotros mismos cualidades que no vemos en nuestro héroe, pero que deseamos hallar.
2º. Porque no tiene organización. La Junta directora es un simulacro de organización. Todos sabemos que se compone de hombres entre los cuales no hay ni siquiera homogeneidad de carácter, de intereses ni de principios: por eso es que no se reúnen, y cuando llegan a asociarse no encuentran una base de discusión, una idea que los armonice; y si acuerdan algo, es más bien por la necesidad que tienen de hacer algo y por cortesía, que por espíritu o por interés de partido. La Junta directora es omisa, es laxa, es indolente, porque no puede menos de serlo, atendida su organización. El resto de los partidarios anda disperso, fluctuante en sus propósitos, desalentado.
Tenemos 20 o más diputados que estarán dispuestos a obrar contra el Ministerio, a trabajar por la candidatura Errázuriz, pero ¿qué hacen, qué pueden hacer ellos si no cuentan apoyo en el Senado, si están atacados, contrariados, vejados, por el Ministerio? ¡Nada, sino malgastar a pura pérdida sus fuerzas, y cansarse en vano! Los diputados, así como los demás ciudadanos que se han comprometido en la oposición, no saben qué objeto los lleva, qué causa los dirige: están desorientados y por consiguiente el desaliento los sobrecoge a todos. Preguntad a cada uno de esos hombres si espera triunfar y os dirá que no: preguntadles cuáles son sus intenciones, cuáles sus propósitos, y sacaréis tantas intenciones, tantos propósitos, como individuos interroguéis. No se reúnen, no se asocian jamás, y por tanto no tienen vínculo.
3º. Porque no tiene fondos. ¿Qué fuerzas puede la oposición poner en juego si no tiene fondos que invertir? Los periódicos de las provincias desaparecen porque no tienen dinero para sus gastos. La correspondencia con los afiliados residentes fuera de Santiago no existe, porque tampoco hay fondos con qué sostenerla. El partido retrógrado tiene el dinero del Estado, tiene el bolsillo de sus adeptos, tiene la fuerza armada, tiene en fin la fuerza universal. ¿Puede la oposición disponer de alguna cantidad de pesos para suplir lo que le falta, para equilibrar de algún modo esas fuerzas del partido contrario?
4º. Porque no tiene unidad. Un partido que no tiene un caudillo, que carece de organización, que no tiene dirección, que no puede disponer de un fondo para sus gastos, no puede tener unidad; y no teniendo unidad, no puede ser partido. Habrá analogía de ideas, habrá buena disposición de muchos ciudadanos; pero ¿quién reúne esas ideas, quién dirige esa buena disposición? ¿Quién las armoniza, quién las disciplina, quién reúne, en fin, esas fuerzas para dirigirlas al fin a que se encaminan?
Es pues evidente que la oposición no tiene fuerzas.
No tiene tampoco opinión:
1º. Porque no tiene un sistema. Hemos publicado un programa, pero un programa no es sino la primera base de un sistema; no es el sistema mismo. Los principios expuestos en un programa quedan escritos en un papel, que no se vuelve a leer después de publicado y que por consiguiente se olvida. Esos principios, por otra parte, no despiertan simpatías en un pueblo ignorante como el nuestro ni pueden por sí solos servir para crear los intereses de secta que despiertan los principios fundamentales: la monarquía constitucional, la república representativa y la república social son, por ejemplo, en Francia, tres principios fundamentales que forman sectas, que forman escuelas diferentes y que arrastran las simpatías de sus afiliados. Entre nosotros no hay ni puede haber esas diferencias tan marcadas, porque los principios de nuestro programa no son más que diversos matices de un solo sistema: únicamente se refieren a la administración, a la marcha gubernativa, y por tanto sólo pueden estar al alcance de los pocos hombres que se elevan a ese grado de la política, pero nunca del pueblo. Y aun de entre esos mismos hombres, ¿cuáles son los que se acuerdan de nuestro programa? Preguntad a los diputados mismos y veréis cómo no lo tienen en su memoria. El programa no es, pues, nuestro sistema.
No teniendo un sistema de principios que nos ligue, no lo tenemos tampoco en nuestra conducta, ni en la manera de proceder. La dificultad que tenemos para uniformar los votos de la mayoría de la Cámara, es una prueba de esto. La divergencia de muchas opiniones acerca de lo que debemos hacer, es otra prueba. Unos creen que no se debe atacar al Presidente Bulnes, porque tienen esperanzas de que despida a los ministros; otros creen que tampoco debe atacarse a los pelucones, porque tienen esperanzas de que se fraccionen entre sí y vengan muchos de ellos a reforzarnos. Otros, en fin, creemos que debemos atacar sin piedad y sin excepciones al partido retrógrado a cuya cabeza está Bulnes, porque vemos que ese partido es fuerte, que aun cuando estén indecisos sobre su candidato los pelucones, la mayoría de ellos está por Montt, y como todos son hombres acostumbrados por una disciplina de 20 años a uniformarse, a respetar lo que ellos llaman orden establecido, y que no es otra cosa que su permanencia en el mando, al menor accidente se reunirán alrededor de un solo candidato y nos despreciarán como siempre. Mas, no sólo estos tres modos de marchar se proponen, sino que cada individuo para sí se traza su plan de conducta especial que lo salve de los peligros que ve en el partido que ha abrazado. Semejante fluctuación es, pues, la ausencia de todo sistema; y un partido que no tiene la unidad, la lógica, la consecuencia que son siempre los efectos de un sistema, no puede inspirar fe ni a sus adeptos, ni a los imparciales. Así es que ninguno de nosotros tiene esa fe que hace valientes y enérgicos a los ministeriales, y como nuestro partido no la inspira a nadie, todos, desde Copiapó a Chiloé, desconfían de él y dudan de sus propósitos. No habiendo confianza no hay opinión. Si los más comprometidos se desalientan, ¿qué podemos esperar del pueblo?
2º. Porque no inspira interés. Es evidente que no teniendo sistema, la oposición no puede inspirar ni tener interés. Los ministeriales todos tienen el interés de conservarse en el puesto y afectan defender un interés nacional, el del orden y estabilidad, disfrazando así su egoísmo y su bien personal. Los individuos de la oposición no tenemos un interés personal. Habrá muchos que tengan el de elevarse al Gobierno de la nación; otros tendrán el de mejorar su condición o su situación social; pero este interés es tanto más remoto y por consiguiente tanto menos activo y estimulador, cuanto que es más incierto. Mientras que los ministeriales defienden su puesto, el bien que poseen y gozan; nosotros vamos tras de un bien muy difícil de alcanzar y que sólo podemos obtener a mucha costa: por eso no tenemos actividad ni energía. El interés personal que podemos tener no vale nada al lado de las vejaciones que sufrimos de ese partido dominante, que no concede nada a sus adversarios y que los ataca en todo sentido. Pero, se dirá que defendemos un interés nacional, el del progreso del país, el de la realización de la República. Este interés no tiene valor ninguno ni a los ojos del pueblo ni a los ojos de los miembros activos de la oposición. El pueblo no lo comprende, porque no tiene idea de una situación mejor que la que goza. Los hombres ilustrados de todo Chile pueden comprenderlo, pero no hallan en nosotros garantía ninguna que les haga esperarlo de nosotros. ¿Qué garantía puede ofrecer un partido sin caudillo, sin organización, sin fondos, sin unidad, sin sistema? Antes es de admirar cómo no nos han tratado de simples bulliciosos.
Este interés nacional tampoco tiene valor para los miembros activos de la oposición, porque la mayor parte de ellos no tienen por él tanta fe, que puedan sacrificarse por obtenerlo. Hay algunos que han pertenecido siempre al partido retrógrado y que por circunstancias que todos conocemos se hallan ahora en la oposición: éstos sólo militan por conquistar su posición perdida. Hay otros que ora en el Gobierno, ora a su lado, ora en la oposición, siempre han trabajado por realizar ese bien, ese interés nacional, pero éstos trabajan ya desalentados y por más que se esfuercen, sólo saben que nada pueden esperar de su abnegación, sino ultrajes y vilipendio. Mientras tanto, todos ellos son acusados por los ministeriales de ambiciosos, de servidores de un hombre y no del país y aún de anarquistas y tratados como tales. El pueblo puede creerlo y si no lo cree, a lo menos desconfía. No inspirando, pues, interés la oposición, tampoco puede tener opinión.
3º. Porque no tiene relaciones. Si la oposición tuviera afiliados de corazón y de inteligencia en las provincias, podría esperar formarse alguna opinión, a pesar de su mal estado. ¿Pero qué podemos oponer nosotros a la acción siempre constante de los infinitos empleados de la jerarquía administrativa? ¿Quién combate en los pueblos las calumnias que pesan sobre nosotros? ¿Quién explica nuestros propósitos? ¿Quién hace conocer nuestras intenciones? Ni siquiera la prensa nos sirve para esto, porque aun cuando mejoremos la triste situación en que ella se halla no podemos hacerla llegar a manos de los provincianos.
Tal es la verdadera situación de la oposición. Para ocultárnosla, unos toman el partido de resignarse, como el reo condenado, y otros esperan, confían en el día de mañana, sin acordarse de que el tiempo fortitica las plantas más dañosa cuando han prendido en la tierra, y destruye las semillas preciosas que están esparcidas sin cultivo ni atención. ¿De qué podemos esperar? ¿Del carácter de Bulnes? ¿De las divisiones del partido retrógrado? ¿De la consideración que pueda tener ese partido por nuestros talentos, por nuestra actividad, por nuestro patriotismo y acaso por los servicios que algunos de nosotros le hemos prestado?
Yo protesto solemnemente contra tales esperanzas y declaro que seguiré mi suerte por mi cuenta y riesgo si no veo realizado lo siguiente:
1º. Que el señor Errázuriz haga a un lado las consideraciones y el desinterés que hasta ahora lo han dominado, y que, acordándose que nosotros corremos riesgo por él, venga a ponerse al frente de la oposición y a trabajar con nosotros sin disfraz y con lealtad.
2º. Que se organice la dirección de la oposición.
3º. Que se forme un fondo de cualquier modo que sea.
4º. Que nos propongamos echar abajo a dominación de 20 años, con su política restrictiva y egoísta. Este propósito es nacional. Comprende en sí mismo un sistema que es popular y que está al alcance de todos y es el único que puede darnos unidad. Perderemos a unos cuantos de nuestros afiliados, principalmente a los de la familia dominante; pero eso mismo servirá para darnos más unidad y para captarnos el apoyo del país entero. Desde Copiapó a Chiloé no hay otra idea política que la de la dominación de 20 años, ni otro sentimiento que el de odio a esa dominación. Cartas de Copiapó y de La Serena me aseguran que la candidatura Montt gana prosélitos, porque los que trabajan por ella la hacen aparecer como la salvadora de esa dominación. Un satélite de Montt, hablando conmigo, me decía: “Basta que caiga esa familia, esa dinastía, para que todo patriota apoye a Montt”. Yo le replicaba que en el mismo caso se hallaba la candidatura Errázuriz, y él agregó: “Con la diferencia que ésta va de abajo para arriba y no tiene la probabilidad de la otra”. Nosotros podemos también fortificar nuestra candidatura del mismo modo, con el mismo arbitrio.
5º. Que se organice la prensa en el sentido de este propósito y, por consiguiente, que hostilice a todo el partido contrario, sin excepción de personas y sin reticencias. Esta marcha franca nos trae prosélitos, despierta interés, hace popular nuestro partido y nos da todas las ventajas que lleva el que combate abiertamente y con energía. Los que aconsejan esas reticencias, esas excepciones en la prensa, van tras la esperanza incierta de halagar a Bulnes o a los retrógrados que pueden defeccionarse, y mientras tanto pierden dos bienes seguros, es, a saber: el apoyo que hallarían en las provincias atacando a esos hombres odiados, y el prestigio que pueden adquirir a los ojos mismos de los adversarios atacando sin disimulo y con valor.
No hay partido si no se adopta este arbitrio. El señor Errázuriz teme que esta marcha nos lleve a la revolución o a la inercia, pero no advierte que está en nuestras manos el evitar ambos escollos. Si no podemos evitarlos, no nos mezclemos más bien en estos negocios.
Yo declaro que si no se adopta este arbitrio, planto yo mi pabellón por separado y emprendo esta cruzada con mis amigos, seguro que a la vuelta de poco tiempo tengo los sufragios de toda la nación”.

La lectura de este documento, en que revelo verdades que están en el ánimo de todos y que nadie su atreve a proclamar, causa una impresión profunda. Federico Errázuriz se resiente de la manera cómo hago aparecer a su tío, nuestro candidato, y se traba una discusión acalorada, en la cual todos los asistentes, que eran Urízar, González, Tagle, Larraín, Eyzaguirre y después Sanfuentes, sostuvieron mis ideas. Se acabó por adoptar todas mis proposiciones y después salimos todos juntos al hotel, en donde estuvimos con otros muy contentos. En esos días se vociferó en el público que la oposición se había organizado y que había adoptado una marcha seria y enérgica, debiendo publicar un nuevo diario popular, en que atacaría de frente al Presidente y al partido retrógrado. En efecto, así era: entre las varias medidas que adoptamos, una era la de popularizar nuestra oposición, explotando el odio que había en el pueblo contra la familia gobernante y contra la dominación de 20 años, haciendo representante de esa familia a Bulnes, y de esa dominación a Montt. Tan sólo este rumor nos concilió el afecto de Freire, de Godoy y de otros antiguos pipiolos que estaban descontentos con nuestra marcha y puso en conflicto al Ministerio.

Los ministros y los suyos vieron que nosotros nos organizábamos y acordaron organizarse también ellos, proclamando su candidato y uniformándose. Pérez era un obstáculo para esto, porque él apoyaba las pretensiones de Bulnes y sostenía como éste que no convenía proclamar candidato. García y Tocornal no habrían podido marchar juntos con Pérez jamás.

En la última semana de marzo ocurre en Valparaíso la prisión del inglés Lyon, amigo y sostenedor de Tocornal; a propósito de este accidente y de los reclamos de los rancagüinos sobre la contrata del puente de Cachapoal, se enciende más la enemistad de estos ministros. García y Tocornal dicen al Presidente sus propósitos y le declaran que si no los acepta, se separarán del ministerio. El Presidente no los acepta y ellos se retiran de hecho el 1º de abril, día en que aparece por primera vez nuestro diario popular llamado Amigo del Pueblo y redactado por Lillo.

Abril 19.
Durante todos estos días el ministerio está acéfalo. Infinitas combinaciones de ministros aparecen todos los días y ninguna es decisiva. Bulnes no quiere llamar a la oposición. Tampoco quiere proclamar de candidato a Montt, ni aceptar el plan de los ministros salientes. Estos y Montt pugnan por quedar en el poder, menos Tocornal, que está retirado seriamente. Este choque de intereses entre los ministeriales mantiene la crisis. Bulnes ofrece el ministerio a algunos imparciales y Montt le desbarata su plan.

Últimamente, da el de Justicia a Lazcano [4], el de hacienda a Jerónimo Urmeneta, quedando Pérez y Vidal. En esta combinación no tiene apoyo Montt, y por eso obran los retrógrados en el ánimo de Urmeneta para que no acepte con Pérez. Le hacen presente que un ministerio así, será presa de la oposición, porque no hay en él ningún hombre de palabra, y le disponen a que no acepte, si no es Ministro del Interior Varas, que antes había sido llamado y que no había podido hallar quién lo acompañase. Urmeneta lo declara así al Presidente. Pérez se enoja y se vuelve a separar de hecho. Lazcano también insiste si no entra Pérez.

El 19 aparecen nombrados Varas para el Interior y Urmeneta para la hacienda. El de Justicia se encarga provisoriamente también a Varas.

Mientras tanto, la prensa nuestra hace una guerra tenaz a Bulnes y a todo el partido retrógrado, suponiendo una mancomunidad estrecha entre Bulnes y Montt, a fin de aprovechar en nuestro favor los odios que hay contra ambos. Yo he escrito en casi todos los números del Amigo del Pueblo, en este sentido.

Durante este tiempo hemos tenido muchas reuniones y la Sociedad Reformista también ha celebrado sus sesiones. Hay animación, la confianza está restablecida.

En una reunión de diputados que tuvimos durante la primera semana de abril, escribimos a don R. Errázuriz una carta firmada por todos, llamándole. A la semana siguiente vino el señor Errázuriz. Se nos ha manifestado muy dispuesto. Tuvimos con él una entrevista yo, M. C. Vial, el clérigo Eyzaguirre, B. Larraín, Sanfuentes y Federico Errázuriz. Se convino en la siguiente organización: El señor Errázuriz se pone al frente de los negocios y forma una Junta directora con todos los nombrados. Vial se encarga de comunicar a los senadores de oposición las resoluciones y de sostenerlas en el Seriado; Eyzaguirre se encarga de los diputados; Sanfuentes y Larraín del movimiento de las provincias; y Federico y yo de la dirección de la prensa.

A los dos días se ha celebrado en la casa de Federico una Junta General. Yo hice la exposición del anterior acuerdo y fue aprobado. Inmediatamente se nombraron para cada provincia un encargado de la correspondencia, todos los cuales deben entenderse con Larraín y Sanfuentes.

Hemos seguido reuniéndonos para dar movimiento a los negocios de la oposición, y sobre todo, para formar un fondo. Sanfuentes no asiste, sin duda porque su amistad con Varas le retrae.

Cada día observo más y me convenzo de que faltan elementos para hacer triunfar la buena causa. Se puede decir que los opositores, incluso los más activos, no conocen los principios, ni tienen fe en ellos, ni adoptan la política que hemos proclamado, sino como un arbitrio para hacer triunfar sus aspiraciones o sus venganzas. Por eso es que no hay entre nosotros un verdadero espíritu de secta o de partido que nos inspire en todas ocasiones. Yo quiero un Gobierno nacional, quiero la realización de la República, quiero la ruina de esa política restrictiva y de intereses mezquinos que ha triunfado durante 20 años, pero saliendo de Larraín, de González y de Federico Errázuriz, no sé, no puedo asegurar si los demás quieren lo mismo.

Actualmente se nos ofrece con Eyzaguirre una cuestión en que él hace valer sus pretensiones ultramontanas. Se opone violentamente a que se publiquen en el diario las Palabras de un Creyente, por estar prohibidas, y, sin embargo, se enoja porque no se publican los versos crapulosos e infames contra Sarmiento, que han venido impresos desde Mendoza. Así es el cristianismo de nuestros paisanos. El clérigo es tenaz, pretende dominar y está resuelto a que la oposición sea ortodoxa. De estas cuestioncillas se nos ofrecen todos los días, y es curioso ver la pretensión que todos tienen de ser diplomáticos. A fuer de tales, dicen que conocen el país, reconocen todo lo que hay de atrasado, de perverso y de antisocial en las costumbres y sentimientos de la generalidad, pero no quieren contrariar esos vicios, ni reprobarlos, sino por el contrario halagarlos para atraerse popularidad. No quiero yo una popularidad conquistada con la hipocresía y que una vez poseída no hará más que ligarnos para siempre y obligarnos a respetar esos vicios que hemos halagado. Sin embargo, cuando en el diario se habla al pueblo de sus intereses y de sus derechos, los opositores se alarman y me reconvienen porque dicen que con alarmar a las masas no hacemos más que perder a muchos hombres serios que se amedrentan temiendo la revolución. Yo no les hago caso, porque entiendo que a la causa que defiendo le sirve más el apoyo de esas masas que el que pudieran prestarle esos hombres medrosos, que con su miedo no hacen más que mantener al país en el statu quo. Esos son los hombres que conocen todo lo malo que hay en nuestra sociedad y que no quieren remediarlo porque prefieren su quietud, su inercia al bien general, a las reformas. ¿Puede ser ésta nuestra bandera?

Abril 27.
Hoy a las 4 de la tarde, he ido a hablar con Eyzaguirre sobre la publicación de las Palabras de un Creyente y lo he hallado con Urízar. Trataban de lo siguiente: Urízar se ha presentado a Varas “diciéndole que el motivo de la oposición a su ministerio, a pesar de que todavía no se conoce su marcha, es solamente el temor que se tiene que el Gobierno tenga candidato e intervenga en las elecciones, haciendo difícil nuestro triunfo: que si el Gobierno promete no tener candidato y no intervenir en las elecciones y desde luego lo declara así removiendo a algunos intendentes que han dado muestra de estar decididos a trabajar por determinado candidato, la oposición moderará sus ataques y su marcha será diferente”. Era tal la complacencia con que Urízar refería la buena disposición con que Varas había recibido esta propuesta y tal la aquiescencia que a ella manifestaba Eyzaguirre, que yo me impresioné profundamente hasta ver en este paso imprudente el principio de la ruina de la oposición. Incontinenti ataqué con fuerza semejante propósito: díjeles que Urízar partía de una base falsa, porque el motivo de la oposición no era el que él indicaba, sino la diferencia que hay entre la política liberal que hemos proclamado y la política restrictiva del partido retrógrado; que la candidatura no era más que un medio de hacer triunfar nuestros principios y no el fin que nos proponíamos; que atacábamos al Ministerio de Varas porque por sus antecedentes y todas sus circunstancias era el fiel representante y continuador de la política restrictiva; que con las proposiciones no hacía Urízar otra cosa que presentar a los retrógrados el medio que ellos buscaban para triunfar, porque estando ellos seguros de que Bulnes podía tener otro candidato que Montt, se veían precisados a trabajar por éste aisladamente y en la necesidad de combatir al candidato del Gobierno y al de la oposición, haciendo en las elecciones el mismo papel desairado y estéril que hizo en las de 1841 don Joaquín Tocornal, y que, por tanto, nada les convenía a ellos más que forzar a Bulnes a no tener candidato, pues entonces ellos podían elevar al suyo a la sombra del compromiso con la oposición y poniendo en juego todos los prestigios e influencias de que podían usar estando en el Gobierno. Entre infinitos argumentos más, les hice presente que cualquier convenio con el Gobierno nos hacía perder la energía de nuestra prensa y nos traía la pérdida de nuestra mayoría en las Cámaras, pues que había muchos diputados que (aludía al mismo Urízar) por no comprender la causa de la oposición o por sentirse incómodos en su situación de opositores, se valdrían de esa transacción para cohonestar su neutralidad o para pasarse al Ministerio de una manera decente. Sin embargo, Urízar y Eyzaguirre rechazaron mis razones y se mantuvieron en su propósito.
En la noche hablé con los mismos y además con Sanfuentes, Tagle, Ugarte y otros; todos estaban contentísimos con la transacción. Entonces adopté el partido de embarazarles la realización de sus deseos ya que ellos me vencían por el número. Al otro día nos reunimos para tratar la cuestión. De los 10 ó 12 que habíamos reunidos, sólo yo y González opinábamos contra la transacción y por eso recurrí al arbitrio de pedir una sesión con asistencia de todos los diputados de la mayoría y de las personas más notables del partido. Se acordó así emplazándonos para el martes en la noche.

Abril 29.
Ayer y hoy me he ocupado en propagar mis ideas contra la transacción de Urízar, y he conseguido tanto que el que no está conmigo, a lo menos vacila. Eyzaguirre ha cambiado en mi favor. Urízar con Sanfuentes y Ugarte están firmes. Observo que los opositores que tienen rentas o empleos son partidarios de la transacción. Sanfuentes está completamente neutralizado en la oposición por su amistad con Varas. Antes era tan empeñoso por sus odios contra García Reyes. Anoche le ha visto Alemparte [5] para que se encargue de la redacción de El Progreso y le ha dado por excusa su amistad con Varas.

Mayo 19.
Anoche se verificó la reunión: había 22 individuos, entre ellos, el general Lastra, el señor Luco y otros varios señores de importancia. Yo entré temiendo que Urízar tuviera mayoría para su transacción y por eso me dispuse a enredar de modo que no se tomase resolución ninguna. Para este propósito contaba con la cooperación del coronel Arteaga y de otros varios. Urízar hizo su exposición, la combatió Concha, siguió Vial aceptándola con modificaciones, y luego reproduje yo mis argumentos con calor y con palabras enfáticas para producir impresión y sublevar recuerdos y afecciones contra la tal transacción. Mientras hablé, muchos mostraron aprobarme, y cuando concluí quedaron todos en profundo silencio. Por lo menos, era la duda la que estaba pintada en todos los semblantes. Me apoyó Infante. Me combatieron Ugarte, Urízar, Marín [6] y los Viales, Manuel y Ramón; pero con tal sinrazón que yo vi que no necesitaba replicar porque todos pensaban ya en no transigir y en no entrar por proposiciones. Para aprovechar el resultado, conociendo yo lo que son estos señores, quise ahorrarles la humillación de aparecer convencidos por mí y adopté el partido extremo presentando escrita una proposición en que se declaraba que la oposición no se ocupaba de las proposiciones que Urízar trataba de hacer al ministerio, con lo cual el mismo Urízar, por conseguir algo, debía desistir de su propósito y adherirse a la opinión general, que estaba por no entrar en convenio ninguno. No me alucino al asegurar que mi estrategia produjo el resultado que calculé. Lo que hace ¡Dios mío! aun entre los liberales, la opinión de que gozan los circunspectos. A mí me conceden talento, me hallan siempre razón, pero casi nunca siguen mi parecer a menos que yo no me valga de algún arbitrio como éste para imponerlo o hacerlo aparecer como el pensamiento de otros. Véase una prueba de esto en lo que sucedió: al instante se formularon 13 proposiciones escritas. Se armó un guirigay, todos hablaban, cada uno sostenía su proposición, nadie se entendía. Yo me alegraba, porque deseaba que se enredaran para que Urízar no triunfara. Ugarte y otros conocieron mi ánimo y me interpelaron particularmente para que pusiese término al enredo. Todas las proposiciones escritas eran, más o menos, iguales, porque, excepto la de Sanfuentes y la de Urízar, las demás contenían el pensamiento de no entrar en transacción ninguna. La de Urízar tendía a que la oposición contrajera compromiso de no atacar por la prensa al Ministerio, sino con ciertas restricciones. Vial había escrito tres veces la suya con muchas enmiendas; había muchos que gritaban: la de Sanfuentes es la mejor. La de Sanfuentes se había leído, y como a uno de los concurrentes se le antojó decir, con una especie de asombro, que era la mejor, el prestigio reunió en favor de ella casi todas las opiniones. Don Salvador estaba sin desplegar los labios, como acostumbra.
Pongo a votación esta proposición: la leo; todos se fijan en ella; hubo un momento de silencio, durante el cual luchaba, sin duda, el prestigio de don Salvador con lo malo de su proposición, y de repente estalló la desaprobación, de modo que ni siquiera votaron sobre ella. Si yo tuviera el prestigio de don Salvador, salvaría también a esta pobre oposición. La anarquía terminó, en fin, aprobándose ésta, que formuló Ugarte con otros: “La comisión directora simpatiza con las intenciones manifestadas por el Ministro del Interior al señor Urízar y a medida que el Gobierno ponga por obra lo que ofrece, la oposición se hará un deber en aplaudirlo por su respeto a la Constitución y a las leyes”. Este era mi triunfo y la derrota de Urízar. Sin embargo, yo voté en contra, para sostener mi papel y para no perturbar el contento que, más que todos, mostraban los partidarios de la transacción, como si hubieran triunfado. Urízar llevó el acuerdo de mi letra al Ministro. Mientras he combatido en estos días la transacción Urízar, he procurado darle toda la publicidad posible para llamar la atención de Bulnes y hecho algo para que se haga comprender a éste que con tal transacción el Ministerio le traiciona. Es probable que a la fecha Bulnes esté alerta y que Varas esté sumamente rabioso por el giro que ha tomado su conversación con don Fernando Urízar. Lo que importa es impedir que éste y otros como él vengan a cruzar la marcha de la oposición con esas transacciones que no tienen otro fin que salvar intereses personales a costa de la causa del partido. Si yo estuviera en otras circunstancias, habría llamado traidor a Urízar, tan sólo por el lucho de meterse a hacer proposiciones sin consultar al partido. Quería traernos la cosecha para alucinar, como había logrado alucinar ya a los principales. Gracias a mi empeño y a mis mañas logré evitarlo, que de no a esta hora estaríamos ya vencidos.

Mayo 15.
En esta primera mitad del mes la prensa de ambos partidos se ha ocupado de la transacción. Urízar llevó el resultado de sus gestiones ante el Ministro Varas y éste se le manifestó frío y muy poco dispuesto a cumplir lo que le había prometido. La prensa ministerial negó la disposición del Ministerio a transigir. Urízar publicó una exposición de lo ocurrido y sobre esto se ha sostenido la polémica.

Otro asunto que ha ocupado a la prensa es el artículo que publicó la Revista Católica, declarando que era pecado mortal leer o fomentar El Amigo del Pueblo, cuyo papel es herético porque publicó dos capítulos de las Palabras de un Creyente. Yo propuse con Federico Errázuriz se acusara a la Revista; pero en la Junta prevaleció la opinión contraria, sostenida por Vial. A consecuencia de esto se ha sostenido una fuerte polémica entre los papeles retrógrados y los de oposición.

Hoy 15, he defendido ante el jurado a don Pedro Cueto contra las calumnias que le dirigió en sus palabras Correa Da Costa. El jurado condenó, y sin embargo, mis adversarios han sacado de esto motivo para calumniarme e injuriarme, suponiendo que he obrado por motivos innobles y que me he puesto de acuerdo con el jurado.

[Mayo] 31.
Hasta hoy me ha atacado la prensa sobre el negocio de Cueto. No ha tratado ninguna cuestión.

El Ministerio ha estado empeñadísimo en formarse mayoría en la Cámara, a cuyo fin ha hecho venir a Gana Francisco, sacándolo de la Intendencia de Atacama, en donde hace gran falta, según lo confiesa, combatiendo esta medida, el mismo Copiapino, periódico ministerial; a Gana Segundo, Vallejo, Cousiño Ventura, que el año anterior era nuestro y que hoy se ha pasado al Ministerio hasta el extremo de venir, abandonando sus negocios y obligaciones, y a Ariztía que nunca había asistido, porque sus ocupaciones lo sujetaban en el norte. La oposición trabaja también por conservar su mayoría y cuenta con 28 diputados para la elección de Presidente de la Cámara, que es el punto disputado.

Junio 1°.
Hoy se ha hecho la apertura del Congreso. El mensaje del Presidente, que leyó Varas, es insignificante y no hace más que repetir lo que dijo el año anterior.

[Junio] 4.
Anoche hubo sesión; en la elección de Presidentes, que fue lo único que se hizo, había 54 diputados, 27 por cada parte, pues que no contando con los votos de Lira Santos, nuestro candidato, y Pérez, candidato del Ministerio, obtuvieron cada uno de ellos en dos votaciones repetidas 26 votos. Esto prueba que nos han traicionado dos diputados de los 28 que contábamos: las presunciones están contra Plata [7], que es un cobarde, y contra Formas [8] que prometió su voto y en cuya promesa nunca creí. También prueba este resultado que por extraordinarios que hayan sido los esfuerzos del Gobierno para tener mayoría, apenas ha alcanzado a igualar a la oposición; igualdad que seguramente no le durará.

Después del empate se procedió a sortear conforme a reglamento los nombres de los candidatos. Salieron Lira para Presidente y Solar Borja para Vice. Montt ha cometido en este acto una puerilidad que le ridiculiza: ha manifestado dudar de la honradez del Presidente y Secretario, levantándose de su asiento y yendo a la mesa para ver el sorteo pero fue tanta la silba que le hizo la barra, que se cortó y se contentó con ver las cédulas, volviéndose a su asiento antes del sorteo.

En esta sesión presenté una moción para declarar puertos francos los de Valdivia y Chiloé, y otra para que se conceda ciudadanía a Cicarelli [9].

[Junio] 6.
Anoche hubo sesión. Estuvo pacífica. Se discutió el proyecto de Instrucción Primaria y se aprobó hasta el II artículo. Se dio segunda lectura a mis mociones y pasaron a comisión.

[Junio] 8.
Ayer 7, hubo también sesión pacífica. Se continuó el proyecto de Instrucción Primaria. Yo he retirado mi moción sobre Cicarelli, porque El Mercurio la atribuye a un convenio con dicho Cicarelli, en que éste se compromete a hacerme mi retrato. Hay ataques que me incomodan, tales son los que El Mercurio y a su imitación la prensa ministerial me dirige siempre, atribuyendo mis actos y palabras a motivos ruines e impuros. Mis opiniones pertenecen al dominio de la crítica: hagan mis enemigos lo que les guste de ellas; y aun ridiculicen mi persona; pero nunca tendré yo bastante sangre fría para tolerar ese ataque infamante e inmoral que consiste en ultrajar mis intenciones y en suponerme obrando siempre por móviles sucios e indignos. ¿Será posible que no se me conceda siquiera desinterés en mis intenciones?

[Junio] 19.
Anoche se terminó en la Cámara el proyecto de Instrucción Primaria. En la sesión del miércoles se trató de la contribución que proponía Montt, para proveer a la instrucción. Este pronunció un discurso que llevaba preparado, habiendo quedado con la palabra desde el lunes. Sanfuentes tomó la palabra para refutarlo. Principió muy mal y concluyó peor, completamente cortado porque en la barra se reían y hacían ruido. Su cortamiento llegó al extremo de no poder atinar con lo que quería decir. Montt le replicó con calma, pero con su acostumbrada sofistería. Viendo yo que estaba muy superior en el debate y que nada nos convenía triunfar de este modo, tomé la palabra. Las risas continuaron, creí que se dirigían a mí, pero no por eso me intimidé. Entonces Eyzaguirre advirtió que era un loco quien las causaba. El Presidente me interrumpió y suspendió la sesión. Se echó fuera al loco y yo continué. Desbaraté toda la argumentación de Montt. Este pidió la palabra para contestarme, pero habló completamente desorientado y sin tino. Nosotros estábamos vencedores y una votación de 30 votos contra 12, que sacó Montt, completó nuestro triunfo. Sanfuentes había quedado muy triste y cabizbajo, y varios nos acercamos a consolarle, principalmente yo, porque le conocí que lo que más le afligía era que yo hubiese salido en el debate más airoso que él. Los diarios lo han lisonjeado más de lo que merece.

La discusión de anoche fue cansada y por demás degradante. Se trató de la ingerencia que los párrocos tienen, por el proyecto, en la instrucción religiosa. Taforó, Eyzaguirre, Montt y Tocornal la sostuvieron. Errázuriz la combatió. Triunfaron los clérigos, pero sin razón. El debate entre Eyzaguirre y Errázuriz se trabó fuertemente y con peligro de que la oposición aparezca dividida.

La junta directora, encabezada por don Ramón Errázuriz, sigue funcionando.

El accidente más notable ocurrido esta semana, es la invitación de los artesanos para un tedéum en la Merced en acción de gracias por la salud del general Freire. Godoy es el agitador que se empeña en inquietar a los artesanos para proclamar la candidatura de Freire. Se dice que el Ministerio obra sobre él por medio de don Diego [Antonio] Barros y que se propone hacer cuco a Bulnes con el nombre de Freire y dividir a la oposición presentándole otro candidato. No creo que Godoy esté de acuerdo con el Ministerio. Lo cierto que me parece que hay aquí, es que Godoy, como enemigo de la oposición, trata de proclamar a Freire para dividirnos y quitarnos a los artesanos, y que los ministeriales, sin aceptar a Godoy, gustan de sus gestiones y procuran aprovecharlas en su favor. El interés de Godoy y el de los retrógrados está aquí unido, pero éstos y aquél no obran por iguales motivos.

[Junio] 22.
Concluye esta semana sin novedad. El tedéum no ha tenido lugar, porque los frailes de la Merced y de Santo Domingo se han negado a prestar sus templos.

En la sesión del lunes se aprobó el proyecto del Ejecutivo en que pide un suplemento de 16 mil pesos para la Escuela de Artes y Oficios, se desechó la modificación del Senado en el proyecto que tiene por objeto ceder el privilegio de las lanchas-cisternas a la Municipalidad de Valparaíso, y se aprobó en general el de dotación de párrocos. En la sesión del miércoles pedí que se tratase la solicitud del coronel López [10]; anunciando la muerte del ilustre guerrero de la Independencia, obtuve que se pasase a la comisión de guerra. Esta noche había gran alarma en la barra porque había quedado Vallejo con la palabra desde la sesión anterior, en la cual no le permitió hablar Lira y sobre cuya negativa se suscitó entre ambos una riña en que Vallejo se portó mal. Pero esta noche renunció a la palabra.

El lunes, después de la Cámara, tuvimos una reunión secreta con los directores de la Sociedad de la Igualdad en casa de Federico Errázuriz.

[Junio] 30.
Concluye este mes con alguna excitación. Se dice que el Ministerio se afana por colocar a Mujica en el despacho de justicia, y como este hombre es conocido como altanero y osado, se cree generalmente que el partido retrógrado intenta proceder enérgicamente.

Nosotros hemos tenido varias reuniones con el objeto de formar un fondo. Después de muchos rodeos y diligencias se ha adoptado el arbitrio de erogar $ 17.900 entre pocos individuos y se ha nombrado una junta de B. Larraín, Alemparte, Urízar, Errázuriz, Santiago Pérez y yo, para que recaude este fondo y le de su inversión en los objetos más necesarios para el triunfo del partido.

Julio 15.
En estos primeros quince días han ocurrido algunos sucesos de trascendencia. Mujica [11] ha sido promovido al ministerio. Este nombramiento ha sido recibido generalmente mal, aún entre los mismos ministeriales, pues de ellos hay algunos amigos de Irarrázaval [12] que ven en la exaltación de Mujica un síntoma inequívoco de la adhesión de Bulnes a la candidatura Montt; y hay otros que sólo tienen sus compromisos con el Ministerio y no con Montt, y que, por consiguiente, se han disgustado. El nombramiento es sospechoso por que Bulnes y Mujica son enemigos personales, y no pueden haberse unido ahora sino con algún fin. Los que conocen a Bulnes aseguran, sin embargo, que todo esto nada significa, porque Bulnes burlará a su nuevo Ministro, como los ha burlado a todos cuando le ha convenido. Mujica, a mi modo de ver, no hará nada de bueno ni para el país ni para su partido. Es sumamente ignorante y no tiene conocimiento ni práctica de los negocios públicos. No conoce las necesidades del país ni los medios de progreso que puede poner en juego. Además, es altanero, fatuo y tiene su vanagloria por imperar y no condescender con sus adversarios ni con sus amigos. En esto consiste su energía, y eso es precisamente lo que lo inhabilita para la situación.

La prensa de ambos partidos toma un tono irritante. La de la oposición se hace cada día más personal. Los opositores se desesperan, sobre todo, por algunas defecciones que temen. Sanfuentes está neutralizado; dice que le ligan tales relaciones con Varas, que si toma él una actitud más militante, se le tachará de ingratitud. Agrega además que él cree que la política del Gobierno no variará mientras sea Bulnes el Presidente, y que, entre tanto, más conviene el actual Ministerio que cualquier otro que pudiera reemplazarle. Este joven no es bueno para nada. Está dominado por una frialdad extraordinaria, es egoísta y no tiene convicciones fuertes, ni es liberal en sus principios. Juan Bello también flaquea. Taforó pretende mantenerse bien con Bulnes, por interés de un empleo. Dejó de asistir a la elección del Presidente y Vice de la Cámara, en la sesión del 3, porque la madre de Bulnes se lo aconsejó así, a fin de que los ministros no se irriten con él y persistan en negarle la capellanía de Palacio. El diputado Echaurren [13], dice que mira a Mujica como a su padre y que no puede votar en su contra, González y Errázuriz han hecho grandes esfuerzos por mantener en nuestras filas esta nulidad, y creen haberlo conseguido. La nueva organización del Ministerio nos ha causado mal, porque como los ministros tienen fama de enérgicos, hay muchos pusilánimes en nuestras filas que se arredran, porque no quieren arrostrar los peligros que le anuncian a la oposición teniendo que batirse con semejante Ministerio.

Reunidos el 8, en casa de Larraín, los de la comisión de fondos y teniendo todos la persuasión de esta mala situación, acordamos: 1º. presentar el proyecto de reforma de la Constitución, y 2º. hacer inmediatamente el Manifiesto de la oposición. Yo y Eyzaguirre habíamos pensado presentar ese proyecto mucho tiempo antes, y no lo hemos hecho por la oposición de Sanfuentes y de Vial. Ahora escribe don Pedro Vicuña sobre la necesidad que tiene el partido de presentar tal proyecto por el órgano de Federico Errázuriz, para dar popularidad al candidato, y nosotros lo acordamos así, calculando que este paso nos ha de dar mucha fuerza moral. Lo del Manifiesto había sido indicado por don R. Errázuriz, pero para publicarlo al tiempo de cerrarse las Cámaras. Nosotros lo anticipamos y lo anunciamos en El Progreso, también por adquirir la fuerza que nos falta. El Manifiesto tiene la gran ventaja de dar a conocer nuestros principios y de darnos unidad. Cada día se sienten más los efectos de la diferencia de miras y de ideas de los opositores.

Vial quiere que disimulemos y que aun ocultemos nuestro anhelo de reformas, a fin de no perder a varios hombres que él reputa importantes; pero lo cierto es que él no quiere que la oposición le traiga compromisos de ningún género. Acaba este hombre de atreverse a proponer a don Ramón Errázuriz, como medida salvadora, la de que éste se presente a Bulnes, proponiéndole una transacción, con la calidad de que elija su candidato entre el mismo Errázuriz, Benavente, Cruz o Aldunate [14].

Esta proposición la hizo de acuerdo con Eyzaguirre, Víctor, a quien infatuó con su idea y estuvo presente Federico. Don Ramón la rechazó abiertamente, y Vial ha quedado enfriado. Como éste, hay otros que piensan de distinto modo, que tienen otras intenciones, de modo que todavía no hay en la oposición un espíritu fijo, un solo interés.

El 10 se presentó la moción para que se declare la necesidad de reformar la Constitución. Al instante de leerse, habló Gallo [15] oponiéndose a su admisión por no estar apoyada por la cuarta parte de la Cámara; Errázuriz dijo que la presentaba firmada por sí solo, precisamente con el objeto de que el Presidente interpelase a la Cámara, para ver si había una cuarta parte de los diputados presentes que la apoyasen. Se trabó un debate en que tomaron parte Gallo, Olivos [16], Montt y José Santos Lira, poniendo dificultades a la admisión del proyecto, y Errázuriz, ciñéndose para defender la proposición a citar el artículo 165 de la Constitución. Al fin, Vallejo, como para tentar el ánimo de los diputados opositores, creyendo que no estábamos de acuerdo, dijo que el modo de cortar estas cuestiones era firmar el proyecto los que estuviesen dispuestos como él. Yo exclamé incontinenti “Acepto”, y me siguieron otros muchos. Firmamos 23, y entre ellos Olivos y Vallejo, como para vindicarse. La moción produjo mucho efecto. Los ministeriales creen haber perdido mucha fuerza, pero han convenido oponerse a ella porque no se señalan los artículos reformables. Este expediente es sugerido por Montt, y muy propio de él, que siempre se ocupa en oponer esta clase de argumentos de chicana para embrollar. En esta sesión se abolieron los azotes.

El 14 nos hemos reunido los de la comisión en mi cuarto. Hemos tratado de los fondos y después les ley el manifiesto que he redactado en cuatro días. Como en él expongo los principios que, a mi juicio, debe sostener la oposición en materias de Constitución y administración, procuré observar el efecto de la lectura, y me pereció favorable. Quedamos de reunirnos en casa de don Ramón Errázuriz para discutirlo.

[Julio] 17.
Anoche nos reunimos en casa de don Ramón, él, Bruno Larraín, Justo Arteaga, Federico Errázuriz, Infante, Eyzaguirre V., González, Solar, Sanfuentes, Alemparte y yo. Vial, Manuel, que estaba citado, no fue porque se manifiesta sentido por el rechazo que sufrió su peregrina idea sobre la candidatura, porque don Ramón opinó que fuese en proyecto de ley y no de acuerdo una indicación que Vial presentó al Senado para hacer un arreglo en la redacción de sesiones, con motivo de no querer llevarle sus discursos los taquígrafos para corregirlos; y porque se presentó sin su acuerdo la moción de reforma de la Constitución. Yo celebro este enojo, porque estoy persuadido de que el partido ganará mucho con la separación de Vial.

En esta reunión se suscitó la cuestión de si era o no oportuna la publicación del manifiesto ahora. Yo, Larraín, Alemparte, Federico y González sostuvimos que sí, y don Ramón y Arteaga que no. La razón estaba de nuestra parte, el miedo de la otra, porque estos hombres sin convicciones no tienen fe en esta clase de medidas. Interpelado Sanfuentes para dar su parecer, dijo que estando dispuestos y conformes todos los señores en le dicho, su parecer podía ser considerado como extravagante. Se le instó, y él habló pronunciándose contra el manifiesto y abiertamente contra la reforma de la Constitución. Se trabó un debate sobre este punto. Don Ramón sostuvo la necesidad de la reforma, y Sanfuentes, no pudiendo negar los defectos de la Constitución, que él considera causa de los inmensos bienes que el país ha reportado en estos 17 años, sostenía que los defectos debían corregirse dando torniquete a los artículos que los contenían, por medio de leyes interpretativas. Todos le objetaban y consideraban malo su parecer, pero todos acatan a este pobre como hombre de importancia. Ya se ve, representa muy bien el espíritu atrasado, mezquino e ignorante de los chilenos. Don Ramón pareció disgustado. Se acercó a mí, y me dijo que a él le parecía que sería mejor esperar para la publicación del Manifiesto alguna coyuntura más favorable, que sin duda se presentaría en la discusión del proyecto de reforma. Hoy me ha mandado citar con Federico para mañana, diciéndome que cree que nuestros acuerdos deben ser discutidos sólo entre pocos, como yo, Larraín y Eyzaguirre.

[Julio] 19.
Nos juntamos anoche y estuvo también Vial. Después de muchas palabras perdidas, convinimos en proceder a discutir el Manifiesto.

[Julio] 20.
Hoy he conversado con Arcos [17] largamente sobre el arreglo del empréstito chileno en Londres, verificado por Rosales [18] algunos años ha, y como me ha revelado y probado hasta la evidencia los siguientes hechos importantes, voy a consignarlos.

Rosales, apenas recibió del Gobierno chileno la comisión de arreglar la deuda, se puso en relaciones con varios banqueros de alto crédito en Londres, principalmente con Samuel, cuñado de Rothschild, para proceder al arreglo. Este banquero que, como los otros, no tenía confianza en Rosales, se puso en comunicación con Arcos, con el cual era amigo, tomaron conocimiento de todos los pormenores y se dispusieron a la empresa, fiados en que habían de sacar muchas ventajas de los prestamistas, con motivo de ser éste el primer arreglo que se hacía sobre las deudas americanas tan desacreditadas entonces. Samuel y Arcos vieron que las propuestas de los interesados en el empréstito eran: 1ª. que se capitalizaran los intereses vencidos hasta la fecha; 2ª. que tanto por este nuevo capital, como por el capital primitivo, abonase el Gobierno de Chile el 3% anual. Le aseguraron además, que podían obtener que el 3% se rebajase a un 2½ y se propusieron trasladar a Chile el empréstito para que aquí se hicieran todas las operaciones, calculando, como seguro, obtener la condonación de los intereses vencidos y comprar entonces a muy poca costa el capital primitivo, que con intereses y todo estaba en aquel tiempo creo que a 32. Esta operación era de interés para ellos y de gran importancia para el país. Arreglado esto, Arcos entró en tratos con Rosales, proponiéndole que delegase en él sus facultades para hacer el arreglo y asegurándole que así obtendrían ventajas que Rosales no podría sacar por su falta de conocimiento en operaciones de bolsa y por la poca confianza que inspiraba como representante de un Gobierno desacreditado. Rosales, tal vez picado por esto, no confesó su ignorancia y se negó a la proposición, dando por motivo que en Chile se tendría muy a mal que Arcos tomase parte en el negocio. Arcos se vio atacado en su honor y renunció a toda especulación en esto. Samuel continuó, sin embargo, y pasado algún tiempo se vio con Arcos, diciéndole que no podía entenderse con Rosales, porque sobre ser éste ignorante en la materia, era muy torpe; que, en consecuencia, no verificaba la negociación si Arcos no se le asociaba. Este persistió en su negativa y Samuel también se separó expresando a Rosales su ánimo de no hacer arreglo. Desahuciado Rosales por Samuel, lo fue también por todos los demás banqueros de nota, que no sabiendo por qué no se había arreglado Samuel con él, tuvieron motivo para desconfiar. Rosales tuvo que entregarse entonces a un comerciante oscuro y sin nombre en Londres, llamado Brown, y con éste procedió al arreglo del empréstito, en la forma existente. Los tenedores del empréstito que vieron a Rosales como un hombre ignorante en el negocio, y que tuvieron que entenderse con un comerciante desconocido, se hicieron fuertes y no dieron ventaja alguna. Por eso fue que el arreglo que Rosales se vio precisado a hacer, fue comprometerse a pagar, por el capital primitivo, el 6% estipulado por Irisarri y capitalizar los intereses vencidos, pagando por este nuevo capital un 3%, que con el uno de la amortización formó un cuatro. Es decir, que con este arreglo se comprometió Chile a pagar el doble de lo que habría pagado si se hubiese hecho con Samuel, a lo que se agrega la quiebra de Brown, en la cual no habría sufrido Chile, habiendo entrado Samuel y Arcos. De manera que, según un cálculo fijo, Rosales hace pagar de más a Chile 230 ó 240 mil pesos todos los años. Su arreglo fue torpe y oneroso, y sin embargo, se ha celebrado tanto por estos bárbaros que nos gobiernan. Estos hechos me los ha comprobado Arcos con su correspondencia de aquel tiempo.

[Julio] 31.
Hasta hoy nada hemos hecho sobre el manifiesto. Nos hemos ocupado pacíficamente de la elección de Presidente y Vice de la Cámara, en favor de Eyzaguirre y Sanfuentes. Hemos convenido en quitar a Lira del primer puesto, porque su carácter apacible y débil le hace el menos a propósito para el cargo en estas circunstancias.

Mujica se ha presentado muy altanero en la Cámara. Eyzaguirre, que ha presidido ausencia de Lira, le ha contrarrestado con energía.

Agosto 4.
Ayer se verificó la elección de Presidente y Vice. Resultaron 26 votos por nuestros candidatos, 26 por los del Ministerio y un voto por Lira y Eyzaguirre. Se repitió la votación y este voto se cambió en favor del Ministerio: fueron elegidos Pérez y Borja Solar. Nosotros contábamos con 28 votos: nos han traicionado dos, que son, según las sospechas, Seco y Echaurren [19] a quien domina Mujica.

[Agosto] 8.
La discusión sobre el provecto de mayorazgos de Bello [20] ha principiado. Ayer 7, pronuncié un discurso de dos horas, refutando los de Carola y Tocornal. Según la voz pública he triunfado sobre ellos. Mi discurso ha hecho un efecto en la opinión que yo no esperaba.

[Agosto] 12.
En la sesión de hoy tomó la palabra Rengifo [21] para defender la Constitución del 33 de los ataques que, a su sentir, le había hecho Bello. Después de él habló Arteaga para defender al ejército que triunfó en Lircay, diciendo que este ejército había venido a matar la anarquía, a castigar las violaciones constitucionales y que a su triunfo debía el país sus progresos y su bien. Este discurso disgustó profundamente. Si el de Rengifo excitó el desprecio por su languidez y sus despropósitos, el de Arteaga provocó la pasión. Bruno Larraín, a pesar de que el Presidente quería levantar la sesión, por evitar la excitación, tomó la palabra: “Quiero vindicar mi nombre, dijo, puesto al pie de la Constitución de 1828, atacada por el señor Rengifo: yo no he firmado ese código como hombre de partido, sino como patriota: creí entonces y creo ahora haber hecho un bien a mi patria. Ella nunca fue violada. Es cierto que así se dijo, pero como la cuestión se resolvió en el campo de batalla y dura aún el triunfo, no es extraño que se hable hoy de violaciones que no existieron”. El Presidente levanta la sesión. El Coronel Gana [22] se hace oír: “Se dice, exclama, que el ejército del general Prieto vino a matar la anarquía, ¡no! La anarquía había nacido en ese ejército, él la provocó...“. Arteaga le interrumpe. La barra prorrumpe en improperios contra Arteaga y aplausos a favor de Gana. El tumulto crece. El Presidente se cubre, pero no puede hacerse oír. De pie en su sitio, mueve el índice de a mano derecha en dirección horizontal, como para decir que no se grite. Montt, Varas y Mujica están perturbados, desencajados, mirando a diestra y a siniestra, sin saber qué hacer. La barra ha invadido los asientos de los diputados y muy pronto se confunden todos. Yo me reía con todo mi gusto de observar esta escena que duró como 10 minutos, pero que no pasó de gritos, de amenazas y de provocaciones estériles.

Volvió a abrirse la sesión. Bello recapituló la cuestión de mayorazgos, habiendo sido requerido por el Presidente y por Vallejo para no tocar el punto que acababa de causar tanta alarma. Tocornal habló después pésimamente, como queriendo contestar mi discurso del 7, pero sin moverle una coma. Su tono de predicador lo hizo muy ridículo. Yo no quise replicar por no provocar otra bulla inútil. Me empeñé en que se votara, porque tenía para mí que hoy, así como en cualquiera otra sesión, habíamos de perder la cuestión. Se votó en efecto: resultaron 16 votos por la negativa y 14 por la afirmativa. Muchos de la oposición faltaron por no votar.

Después han continuado los presupuestos a primera hora y a segunda la acusación entablada por Urízar Garfias contra el intendente de Aconcagua J. M. Novoa por la clausura de la imprenta de San Felipe y prisión del impresor.

[Agosto] 21.
Hoy se ha votado sobre la acusación del Intendente de Aconcagua, y resultaron 26 votos contra 21 por la declaración de que ha lugar la acusación. Fueron nombrados para proseguirla en el Senado Bello y Urízar [23].

Esta votación se ha hecho bajo la impresión de un suceso notable. El 19, que fue el lunes, se reunió en la noche la Sociedad de la Igualdad, en número de 600 a 800 socios. Cerca de las 10, cuando se habían retirado y quedaban sólo los directores de la Sociedad en el lugar de la sesión, se presentaron hasta dieciséis hombres armados de sables y garrotes, atacaron a los directores y se trabó un combate de un cuarto de hora, sin que la policía entrara a poner orden. Fueron heridos y contusos varios de los asaltantes, Rafael Vial y otros. Los detalles están en los periódicos. El juez del crimen sigue la causa y hay 10 presos de los asaltantes. El público todo atribuye este atentado al Ministerio, y hay contra éste una irritación muy pronunciada. El miércoles hubo una barra numerosísima de hombres armados. Los diputados de oposición también lo estábamos, así como en la sesión de hoy.

Este proceso nos ha dado mucho apoyo en la opinión pública, que se ha pronunciado abiertamente contra él. La oposición estaba en una gran decadencia. Sin mayoría en la Cámara, el desaliento era grande. Nuestra prensa estaba lánguida, mientras que la del Ministerio, fuerte y vigorosa. Bulnes estaba dispuesto a aceptar la candidatura Montt, y con esto los ministeriales se mostraban satisfechos. El 18 pidió García Reyes una entrevista con don Ramón Errázuriz, con el objeto de avenirse con la oposición para contrarrestar la candidatura Montt y ver si nos aveníamos todos en proclamar al General Aldunate. Yo con Larraín habíamos tomado esta propuesta como una tabla de salvación. Sabíamos por Federico que don Ramón sólo está en la oposición por corresponder a nuestra dedicación, no porque tenga miras de ser Presidente de la República. Noticia fue ésta que nos desalentó sobremanera y que vino a explicarnos la causa de la indiferencia del tal don Ramón y de la mayor parte de los miembros de su familia y de sus principales amigos por esta candidatura, indiferencia que en muchos de esos individuos es una verdadera hostilidad a nuestro partido. Hallándonos, pues, en este falso papel, obligados a trabajar fingiendo esperanzas y quedando a cada paso expuestos a una derrota vergonzosa, no pudimos dejar de mirar la propuesta de García como una bella coyuntura para salir de esta situación y quedándonos solos proclamando y sosteniendo la causa de la República y de la libertad, como la única causa de nuestro corazón.

Pero el atentado del 19 ha cambiado el aspecto de las cosas. La opinión pública se ha pronunciado abiertamente contra Montt y el Ministerio. Bulnes ha retirado su determinación. Esto ha hecho que García Reyes no lleve adelante el complot que intentaba para parar los efectos de tal determinación. Al instante se ha comenzado a hablar de cambio de Ministerio. La oposición ha tomado bríos y todo parece bien dispuesto en favor del triunfo de nuestras ideas.

[Agosto] 27.
Continúa la alarma. Anoche se ha reunido la Sociedad de la Igualdad con más de 1.000 socios. La calle del local estaba apretada de curiosos. Los cuarteles sobre las armas pero la reunión fue pacífica. Esta Sociedad es el único elemento de poder que le queda a la oposición. Reunida desde hace cuatro meses bajo la dirección de Bilbao, Arcos, Prado y Guerrero [24], ha ido aumentándose y tomando consistencia de día en día. El Gobierno y los retrógrados la temen y creen que de ella ha de salir la revolución.

Otro suceso que nos ha acreditado en las provincias es el proyecto de reforma de la Constitución, que ha sido aceptado con entusiasmo en Aconcagua y por las municipalidades de Talca y Linares. Pero la oposición marcha sin cabeza ni organización. Don R. Errázuriz se ha marchado a su hacienda. Pronto caeremos en la extenuación en que nos hallábamos, si otro suceso no viene a reanimarnos.

El miércoles de la semana pasada apareció una hoja suelta proclamando la candidatura de Pinto [25]. Este ha escrito una carta a los diarios renunciándola y declarando que no puede ni debe ser Presidente. Se dice que la proclamación es obra exclusiva de Chacón. Los ministeriales me la atribuyen a mí.

[Agosto] 31.
Hasta hoy han seguido los asuntos políticos en mucha efervescencia. La sesión de hoy fue turbulenta. He descrito los sucesos en una correspondencia a El Comercio, que se publicó en el número 2 de septiembre de 1850.

Septiembre 5.
Hasta hoy permanecen cerradas las Cámaras. Se asegura que el Ministerio reclama del Presidente muchas medidas violentas, destituciones, [declaración de estado de] sitio, etc., etc.; pero que el Presidente resiste. Es muy creíble, porque es evidente que Bulnes no tiene mancomunidad de intereses políticos con sus ministros, y si mantiene a su lado a estos hombres no es por otro motivo que por la necesidad que tiene de contemporizar con el círculo retrógrado en donde están los ricos. Bulnes es codicioso antes que ambicioso, egoísta antes que político, y no suscribirá medida alguna que pueda poner en peligro su propiedad y su quietud personal: él procura concluir su período de cualquier modo, con tal de que no se le haga perder.

Las medidas iniciadas contra el juez del sumario de los asesinos del 19 están paralizadas. El Ministerio calla, su prensa divaga e insulta. La posición en que está colocado el círculo retrógrado no es ventajosa. La oposición está inerte, sus trabajos son misteriosos. Yo me siento fatigado y no tengo tiempo ni interés para seguirlos.

[Septiembre] 9.
Hoy ha suspendido la Ilustrísima Corte [de Apelaciones] al juez del crimen, de manera que ya… [blanco en el original] [26].

Septiembre 7.
Son las 7:30 de la noche y estoy en el cuartel del Chacabuco, preso e incomunicado. Me tomaron a las 6 de la tarde, en mi estudio, un comisario Olavarría y cuatro vigilantes, los cuales me han custodiado durante todo el tránsito. Mi mujer quedó anegada en lágrimas y mis pequeños hijos llorando a gritos [27]. Díles un abrazo, diciéndoles que aprendieran a sufrir por la patria y la libertad; me separé de ellos tranquilo. Voy a continuar mi diario suspenso hasta ahora por multitud de sucesos.

9 de septiembre.
Hablaba de la suspensión de Ugarte ocurrida en este día, de manera que ya queda en poder del Ministerio el proceso seguido a los que asaltaron a la Sociedad de la Igualdad, el 19 de agosto. Ugarte ha sido suspendido por dos providencias: una que le suspende por su resistencia a entregar el sumario de los asesinos, y otra que le suspende por los capítulos de que le acusa Montau. El Ministerio tiene de su parte al juez sumariante y al del crimen.

Esta medida produjo agitación en la oposición, sin embargo, no le dio más actividad. Una noche en que nos reunimos varios en casa de don R. Errázuriz, habló éste de la necesidad en que se hallaba de responder a las interpelaciones de la prensa ministerial, que diariamente le hacía responsable de todos los actos subversivos atribuidos a la oposición y que le interrogaba si apoyaba estos actos. Errázuriz se mostró dispuesto a publicar un papel, diciendo que él no respondía sino de sus propios actos. Esto nos habría perdido ante la nación, porque habría dado al Ministerio el objetivo que se proponía a presentar a Errázuriz como separado de la oposición. Yo, sin contrariarle su propósito a don Ramón, le convencí de que su respuesta debía ir firmada por él y la junta directiva y me ofrecí a hacerla. En efecto, el 17, por la mañana, nos reunimos varios de los de la junta y les hice firmar el acta que apareció el 18 con el título de Acta de la Junta Directiva del Partido Progresista.

En estos días había una gran alarma en la ciudad. Las tropas estaban acuarteladas y preparadas como para una batalla. La policía se ocupaba en espiar. Una revolución se decía que iba a estallar de un momento a otro. El mismo día en que se absolvió en el Senado al Intendente de Aconcagua, día que fue uno de los primeros del mes, fueron aprehendidos en el camino de Aconcagua don J. Prado y don José Stuardo y conducidos a la cárcel. Se decía que se les habían encontrado municiones, que conducían en el birlocho. Una causa de conspiración se había iniciado y entre varios presos había caído el Dr. Orjera [28].

El acta de la junta directiva restableció la confianza, dio animación al partido y colocó al Ministerio en una posición bien desairada. Su prensa lo ridiculizó y la comentó de mil maneras; pero no pudo parar los efectos morales producidos por aquella acta. La gran mayoría de los opositores se había engreído de ver en su apoyo la firma del candidato acompañada de la de los principales ciudadanos.

Yo me había hecho cargo de la defensa de Ugarte en la causa de capítulos que promovió Montau. El sábado 21 se vio en la Corte Suprema la apelación que habíamos entablado del decreto de suspensión, librado por la [Corte] de Apelaciones. Hubo una barra numerosísima. Yo pronuncié un alegato que fue muy aplaudido, y cuyos puntos principales se encuentran en el cuaderno que publicamos después sobre la sentencia de la Corte Suprema, con el título de... [blanco en el original] [29], y cuyo trabajo es mío.

El mes de septiembre concluyó sin que hubiese habido otra cosa notable. Ambos partidos permanecían en sus puestos.

Octubre.
Los primeros 20 días de este mes corrieron sin que hubiésemos avanzado nada. Todas las noches nos reuníamos en casa de Manuel Eyzaguirre, pero sólo para charlar. Urízar Garfias, que había sido sindicado como caudillo de la revolución que se anunció en septiembre, comenzó a entenderse con los ministeriales. El día menos pensado apareció comisionado por el Gobierno para visitar la Aduana de Valdivia. El trató de satisfacer a sus amigos políticos de las sospechas que todos abrigaban contra él, diciendo que admitía la comisión por no perder su destino; pero que si lo necesitaban, estaba pronto a abandonarlo todo por servimos. Todos recibieron con frialdad su descargo. Este hombre, que había sido la esperanza del partido por su serenidad, por su constancia y más que todo por su oposición tenaz al Ministerio, no obraba por principios. La pasión era su guía y su estímulo. Cuando vio que no podía satisfacerla, adoptó el camino más prudente para salir de la situación difícil en que se había colocado y asegurar su subsistencia, aunque con deshonor.

[Octubre] 20.
En la noche de este día se reunieron en la casa del clérigo Eyzaguirre como ochenta opositores, con presencia de don R. Errázuriz, para acordar la asistencia de todas las personas notables a la Sociedad de la Igualdad. Este pensamiento era salvador en las circunstancias. La Sociedad de la Igualdad era nuestra única fuerza, nuestro único apoyo popular. La última sesión que ella había celebrado había hecho eco. Más de 600 socios se habían reunido, y después de la sesión, celebrada en la casa de Ovalle, en la Alameda, se habían ido en corporación conduciendo a las salas de los grupos un árbol de la libertad, que llevaba Bilbao. El círculo del Ministerio, que en número de 15 a 20 individuos se reunía todas las tardes en la Alameda, se había alarmado. Sabíamos que estas reuniones ministeriales podían mucho en el ánimo de Bulnes y nos propusimos ostentar las nuestras, ya que podíamos presentarnos centenares de opositores juntos.

En la sesión del 20, se acordó asistir a la Sociedad. También se trató de una transacción propuesta por Bulnes. La mayoría se pronunció contra ella.

[Octubre] 25.
En este día expidió el Intendente un bando prohibiendo que la Sociedad saliera en cuerpo por las calles, y ordenando que en sus sesiones se admitiera a cuantos quisieran entrar. Nuestra determinación había picado al Ministerio. Ellos, que habían puesto a la moda los paseos y que habían dado tanta influencia política a sus reuniones callejeras de 20 individuos, no querían que la oposición los imitase. Nuestra prensa atacó con fuerza y con sobrada razón el tal bando.

[Octubre 30].
Este día celebró la Sociedad de la Igualdad su sesión general. La descripción de las ocurrencias de este día está en El Comercio número 914, así como las de los días posteriores al banquete del domingo 3 de noviembre, están en los números 915, 916 y 917 del mismo diario.

Noviembre 5.
Los sucesos de los cuatro primeros días de este mes están descritos en los números citados de El Comercio. El 5 apareció un impreso ministerial con el título de Manifiesto de don Ramón Errázuriz. Bruno Larraín lo llevó a mi casa. Allí acordamos trasladarnos a la de don Ramón con Federico, a quien mandamos llamar. Yo calculé que el mejor modo de evitar los efectos que el Ministerio se proponía producir con esta publicación era entablar contra ella una acusación ante el jurado, porque una simple contestación de don Ramón, desmintiéndola, no hacía tanto eco como una querella ante la justicia.

Se adoptó este arbitrio y don Ramón firmó el escrito que yo redacté y publiqué a las 6 de la tarde. El Ministerio, firme en su propósito de hacer aparecer a don Ramón como separado de la oposición, publicó una hoja con el título dicho y sin fecha, la cual se suprimió, sin duda, porque el tal Manifiesto es, según se asegura, una especie de proclama publicada en 1844 contra la oposición de entonces y en favor del Ministerio. Esta superchería de los retrógrados había hecho efecto en las masas populares, pero la acusación entablada fue suficiente para revelar la falsedad del intento y para hacer caer el desprecio sobre el partido que recurría a una suplantación tan infame, tan indigna y tan mal calculada.

[Noviembre] 6.
A las 5 de la mañana de este día llegó la noticia de haberse levantado contra el Gobierno la ciudad de San Felipe. El Intendente sustituto, Blas Mardones, mandó quitar una bandera que se había fijado el 5 en la tarde a la puerta de la casa en que se reunía la Sociedad de la Igualdad de aquella ciudad. Don Ramón Lara se presentó a reclamar y fue aprisionado. Don Benigno Caldera, que se presentó con el mismo objeto, fue también aprisionado. El pueblo se amotinó y en la noche dio libertad a los presos, hirió al Intendente y lo aprisionó. El Gobierno recibió la noticia y puso en moví miento sus fuerzas, mandando para Aconcagua algunos oficiales y soldados. He aquí los conflictos de la oposición: sin un verdadero jefe para circunstancias semejantes, sin preparativos y sin elementos de resistencia en Santiago, quedó sin hacer ni determinar nada. Dimos la dirección a don José Antonio Alemparte, y sin intimidarnos continuamos reuniéndonos en la imprenta de El Progreso. El Gobierno recibía noticias cada hora. Nosotros no teníamos un solo correo. En la tarde se circuló la nueva de que el Gobierno había recibido una nota firmada por Ramón García, Benigno Caldera y Manuel Antonio Carmona, quienes le notificaban que se habían hecho cargo de la autoridad por evitar desórdenes y motines, pero que estaban prontos a entregarla al Gobierno, asegurándoles éste que no correrían peligro. Los ministeriales se presentaron muy gozosos en la Alameda. Nosotros también nos presentamos en considerable número. En la noche nos reunimos en casa de Larraín, pero nada se avanzaba ni se había tomado medida sustancial ninguna: todo era perplejidad y desconcierto. Mis indicaciones no eran atendidas y, sin embargo, el Ministerio se presentaba fuerte, dominante. Un día entero le había bastado para reponerse de la primera impresión y para continuar con serenidad su marcha. Alemparte no hacía más que hablar. La ligereza de su carácter, su falta de recursos y su cobardía, eran más que suficientes para perdernos. Don Ramón Errázuriz permanecía en su casa, sin presentarse.

En este día comenzó también a circular el Manifiesto que con el título de Bases de la Reforma publiqué yo y Federico Errázuriz con fecha 28 de octubre último. Este debía haber sido el manifiesto de la oposición. Ya he dicho algo de las tentativas que hicimos para hacerlo aceptar por la junta directiva. El 23 de octubre por la noche nos reunimos en casa de don Ramón, yo, Larraín, Federico y Cristóbal Valdés, con el fin de decidirlo a publicar el Manifiesto por las circunstancias muy favorables. Desde luego caímos en el inconveniente de las firmas que debía llevar… No era posible publicarlo firmado por la junta directiva, porque entre los que la componían no había acuerdo sobre las bases detalladas en este papel, puesto que unos están por la libertad de cultos y otros no, y así también están divergentes sobre otros puntos. Don R. Errázuriz se pronunció desde luego contra el tal manifiesto, porque en su concepto no debíamos decir con tanta franqueza cuáles eran los medios y principios que nos proponíamos adoptar. Su opinión era porque se hablase sólo de las reformas que exigía el partido, sin decir cómo, para evitar las divergencias de opiniones. Yo le observé que eso era repetir el programa de vaciedades que habíamos publicado en agosto de 1849 y que el país exigía ahora más. “Es un hecho, añadí, que existe un espíritu muy pronunciado en favor de la reforma y que todos piden que se haga la de la Constitución. Los ministeriales mismos reconocen las necesidades del país y confiesan que es necesario reformar; pero nadie dice cómo y según cuáles principios debe verificarse tal reforma. El partido progresista es el que debe formular estos principios y aprovecharse de las circunstancias para alzar de una vez su bandera. Supuesto que hay inconveniente para hacer aparecer este manifiesto como obra de la junta directiva yo lo publicaré por mi cuenta y riesgo y serviré así de punto de apoyo a las ideas de toda la nación. Las sociedades populares y los amigos políticos adherirán a este Manifiesto y así vendrá en fin a ser el programa del partido entero”. Valdés, apoyando a don Ramón, me rogó que no lo hiciera; Larraín calló; y Federico me dijo: “Publíquelo usted que yo pongo junto a la suya mi firma”. En efecto al día siguiente lo di a la prensa. Su aparición en las circunstancias presentes no ha dejado de llamar la atención. Un papel suelto que proclama la candidatura Montt no ataca el tal Manifiesto y dice que él estaría muy bien si yo y Federico hubiéramos de ser ministros.

[Noviembre] 7.
En este día continuó el Gobierno recibiendo noticias de Aconcagua y nosotros permanecimos ignorantes de todo, inactivos y desconcertados, como si estuviéramos derrotados. Yo no me presenté a los opositores sino un momento, porque me tenía fatigado su incapacidad. A las 10 salió la artillería para Aconcagua, porque, según se decía, los de San Felipe se mantenían fuertes. A las 3 se publicó un bando dando a conocer como Intendente de Santiago a un oficial Ramírez [30], de odiosa celebridad en el decenio de Prieto, instrumento de Montt en las prisiones de 1846, y muy digno de la confianza de Bulnes. El Consejo de Estado estaba reunido para declarar en estado de sitio no sé qué puntos de la República.

A las 5:30 mi casa fue allanada. Luego que entré a este cuartel, escribí una solicitud al Presidente de la República pidiéndole mi pasaporte para el Perú y ofreciéndole fianza de no volver en los días de mi vida a este país, al cual he servido desde niño y en donde se corresponden mis servicios con vejaciones. La entregué a mi escribiente para que la llevara a Varas y quedé en mi incomunicación. Al poco tiempo después han traído presos a Federico Errázuriz y a Lillo, redactor de La Barra, a quienes han colocado juntos, y a Zapiola y Larraechea [31], de la Igualdad, los cuales están también en un mismo calabozo. El comandante Videla me asegura que la incomunicación rigurosa sólo está decretada para mí.

[Noviembre] 8.
He pasado una noche infernal en medio del bullicio de las armas, del alerta de los centinelas y del ruido de los tambores.

Mi espíritu no ha vacilado. Estoy tranquilo y espero con paciencia el resultado de estos atentados. Dirijo una nota al Presidente de la Cámara, pidiéndole que recabe resolución del Gobierno sobre mi solicitud de partir al Perú y anunciándole que me tienen incomunicado y en prisión solitaria.

A las 2 de la tarde me comunicaron con Errázuriz y demás. Mi posición no es tan amarga.

[Noviembre] 12.
Hasta hoy el Gobierno permanece en alarma. La conmoción de Aconcagua ha cesado y están presos Ramón García y tres Calderas. El Gobierno espera por momentos una asonada en Santiago.

Bulnes tiene en su palacio artillería, infantería y caballería y lo pasa sobre las armas. Pantoja paga un cuarto de onza por cada delación y los ministros se afligen a cada paso.

[Noviembre] 15.
Valparaíso. El martes 12, a las 3 de la mañana, nos sacaron del cuartel menos a Errázuriz, 29 artilleros, con dirección a Valparaíso. Treinta granaderos guardaban la entrada de la ciudad, porque se temía que el pueblo nos quitara. Nos han traído como criminales famosos. Llegamos a Valparaíso el miércoles a la 1:30. Fuimos puestos a bordo de la Chile, incomunicados, en cuya situación estamos aún.

De Casablanca escribí al general Pinto, para que consiga mi libertad. Hoy he recibido una carta de él en que me avisa haberme conseguido permiso para permanecer en la ciudad con la condición de rendir fianza de partir al Perú dentro de 14 días.

El General Blanco, el comandante Cabieses, de la Chile, y el capitán de puerto, Orella, me han tratado como caballeros y son dignos de mi aprecio. Los demás oficiales de la Chile son tercos y altaneros.

 

 

Notas.

1. Se refiere a los matrimonios de Ramón Vial y Cristóbal Valdés con Luisa y Ana Bello.

2. Manuel Covarrubias era casado con Luz Ortúzar.

3. Se refiere a Bruno Larraín.

4. Fernando Lazcano.

5. José Antonio Alemparte.

6. Francisco Marín Recabarren.

7. Fernando Márquez de la Plata.

8. Carlos Formas.

9. Alejandro Cicarelli, pintor italiano quien se había radicado en Chile el año 1848.

10. Agustín López Alcázar.

11. Máximo Mujica.

12. Ramón Luis Irarrázaval

13. José Francisco Echaurren y Larraín.

14. Ramón Errázuriz, Diego José Benavente, José María de la Cruz y José Santiago Aldunate.

15. Tomás Gallo.

16. Ambrosio Olivos.

17. Antonio Arcos.

18. Francisco Javier Rosales.

19. Agustín Seco y José Francisco Echaurren.

20. Proyecto presentado por el Diputado Juan Bello.

21. Manuel Rengifo.

22. José Francisco Gana.

23. Según las disposiciones constitucionales, una acusación aprobada por la Cámara de Diputados, debía ser fallada posteriormente por el Senado.

24. Francisco Bilbao, Santiago Arcos, Francisco Prado Aldunate y Manuel Guerrero Prado.

25. Francisco Antonio Pinto.

26. Hemos respectado la ubicación original de este párrafo.

27. Lastarria se había casado en 1839 con Jesús Julia Villarreal, con quien tuvo dice hijos.

28. Martín Orjera.

29. El texto al que hace alusión Lastarria es Sentencia Pronunciada por la Corte Suprema en la Causa de don Pedro Ugarte.

30. Francisco Ángel Ramírez.

31. Eusebio Lillo, José Zapiola y Ambrosio Larraechea.