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El Monitor Araucano
Tomo I. N° 52. Jueves, 5 de Agosto de 1813.
"Continúan las reflexiones sobre la guerra de ambos Continentes". Consideraciones políticas relativas a la situación de España, la que se contrasta con la de América. (Iniciado en Tomo I, Nº 51. Martes 31 de Agosto de 1813).

El fin a que tienden tan grandes movimientos no es a destruir, minorar o estrechar los límites del imperio francés; sólo solicitan, según todas las proclamaciones del Norte, substraer aquellas Potencias de la influencia de la Francia, destruir el sistema continental adoptado por Napoleón, y disminuir su preponderancia política, restableciendo el equilibrio de la Europa. Es claro que las miras de Napoleón son del todo opuestas. Sería presunción, si situados nosotros a tan grandes distancias, y con una noticia tan imperfecta de las cosas, quisiésemos producir la última resolución de la fortuna, y mucha más aún, los convenios y bases sobre que se establezca la paz general, por la que suspiran los pueblos, y que es tan necesaria, después de guerra tan dilatada, que los ha empobrecido y aniquilado. En los tratado de la paz no puede entrar la España activamente; nada tiene que devolver, y nada la hace respetable; ha de aguardar en silencio lo que acerca de su destino decidan, o las armas, o la voluntad e interés de los grandes contendores. El que sepa convendrá en que la posteridad tuviera mucho de que reírse, si después de tantos movimientos en ambos mundos, después de tan pasmosas y costosas revoluciones, viniesen a quedar todas las cosas en el mismo orden y sistema que se hallaban antes de emprenderse. Mas esta terminación ni es natural, ni tiene ejemplo en la historia. Todo debe crecer y fortalecerse en América, y al contrario en España, su extrema debilidad se aumenta de día en día; pierde sus generales y oficiales; la insubordinación inutiliza a los que aún le quedan; la desconfianza le impide prestar una cooperación vigorosa a la nación aliada; y la imprudencia y ciego espíritu de dominación exclusiva, que preside sus consejos, la priva para siempre de los socorros de ambas América. Los tesoros consumidos en las miserables guerras civiles, que han cruelmente fomentado en esta parte del mundo, le habrían servido más útilmente en ultramar, si hubiese tenido mejor política, y más virtud. Los tiranuelos, que en su nombre han vertido tanta sangre, la han hecho sumamente odiosa; y el aparecimiento de sus banderas en las regiones conmovidas ha excitado en los pueblos memorias horribles, y ha puesto ante sus ojos la muerte, el robo, la infamia. A un mismo paso las provincias intempestivas y las revoluciones del gobierno español arruinan su crédito y le alienan los ánimos, y los reyezuelos o baxaes de América agotan sus recursos, y arruinan la agricultura y el comercio.¿Quién calculará las pérdidas, que estos importantes ramos han sufrido en Lima, en todo el Bajo Perú, y en Guayaquil? Entre tanto la ilustración se difunde, y penetra en los últimos atrincheramientos de los tiranuelos, es, pues, de esperar que el sentimiento de la miseria y los progresos de la filosofía, la presencia de los males, y la esperanza de la libertad y de todos sus bienes acaben de disipar el letargo y extienda la revolución. El ejemplo es muy persuasivo; pero no es menos el desengaño y la experiencia; por tanto, es innegable que la buena conducta, la justicia y moderación de las provincias revolucionadas acelerarán el que abracen su causa todas las demás.