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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Mariano Egaña. Cartas a Juan Egaña. 1824-1829
75. París, 15 de Marzo de 1828.

PARÍS, 15 DE MARZO DE 1828.

Mi amadísimo padre,

Hágase Ud. cargo del cuidado con que me tendrá la noticia de la indisposición de estómago de Ud., sus cortas cartas y la fecha en Renca; pero espero en Dios y en la intercesión de la Virgen Santísima de Dolores que ya estará Ud. restablecido, y que muy en breve tendremos el gusto de darnos un fortísimo abrazo.

En mi anterior de febrero avisé a Ud. que me había llegado muy a tiempo la libranza de 820 libras esterlinas, girada por Cameron, y el consiguiente gusto con que la había recibido, por las circunstancias en que me hallaba. Ahora vea Ud. el desenlace de este negocio. Despaché mi libranza a Londres sin que ni por asomo se me ocurriese la duda de que podría no ser cubierta; pero con indecible sorpresa, me llegó a los ocho días contestación de Lizaur (encargado de recoger su importe al vencimiento del plazo) avisándome que Barclay decía que no la podía aceptar, pero que podría ser que en el próximo paquete de Buenos Aires recibiese alguna noticia que le moviese a aceptarla, y que si queríamos aguardar hasta entonces nos contestaría definitivamente. Lizaur aceptó este temperamento, atendida la urgencia en que yo me hallaba y que peor sería hacer protestar la letra y quedar privados del recurso que me ofrecía este dinero, hasta de aquí a ocho o diez meses en que hubiese resultas de Chile. Yo entre tanto escribí a Barclay haciéndole presente: 1º que la letra era de su mismo agente, que tenía bastante circunspección para no haber librado sin tener fondos y facultades para ello. Tenga Ud. presente que jamás se protestan, sin exponerse a un sumo descrédito, las letras giradas entre agentes e individuos de una misma casa o negociación, porque en tal caso el librante y el que ha de cubrir se reputan y son en la realidad una misma persona; 2° que considerase los males que me causaba esta falta de cubierto, pues que el importe de la letra eran mis sueldos, único recurso aquí para mi mantención; y que de Chile no se me haría tan luego otra remesa, confiando en la exactitud con que debían suponer se me cubriría la presente letra. Remití a Ud. su contestación original, para que Cameron tenga la lisonja de verla. Al mismo tiempo Lizaur en cuanto supo la llegada del paquete fue a ver a Barclay para saber su respuesta definitiva. Esta se redujo a decirle que anunciando Cameron que en el mes de noviembre iba a embarcar en el bergantín Canning 4.000 pesos, si éstos legaban a Londres me los entregarían, y que la letra no la aceptaban. De suerte que si Cameron muda de dictamen y usa allá del dinero, o éste por algún evento no se embarca, nada he de recibir; y, lo que es más, aún en tal caso Ud. no podrá cobrarle en ésa a Cameron, porque la letra no vuelve protestada, por el motivo siguiente.

En otras circunstancias de menos apuro (y aún tentadísimo estuve a hacerlo en la presente a pesar de mi grave urgencia) yo habría hecho protestar la letra y remitirla a Ud. para que en ésa le arrancase a Cameron las 820 libras esterlinas con su cambio, recambio, intereses, daños y perjuicios (como todo es costumbre, y de ley), de un modo que ni a él le quedasen ganas de volver a librar lo que exactamente no se había de cubrir, ni a éstos esa franqueza de protestar letras. Pero yo necesito aquí plata, y por otra parte Ud. tendrá que entenderse en ésa con un pleito y un embargo. Quiero pues ver si recibo algo; y Ud. verá a qué vienen a quedar reducidas las 820 libras de la letra. De estos miserables 4.100 pesos han de hacer tantas rebajas y deducciones con los nombres de flete, cambio, comisión allá, comisión aquí, gastos menudos, y otros mil robos en que son tan prácticos estos comerciantes, que perderé sin duda una gran suma; y he aquí el arbitrio de que se han valido para ganar a mi costa cuando vieron que el cubrir la letra cual venía no les proporcionaba el lucro que se habrían propuesto. Ya por de contado he tenido que gastar el importe del seguro de este dinero, porque también temía que si se perdía el buque, lo diesen todo por cancelado con avisarme la pérdida.

Preocupación, y muy contraria a la prosperidad de un estado, creía yo antes de venir que era el horror que las clases elevadas tenían en Europa a los comerciantes. Me admiré sobre todo cuando al llegar a Londres observé que a pesar de ser éste un pueblo comerciante, las gentes de clase les miraban con tal desprecio que no sólo ninguno de éstos pisa la casa de un noble, sino que aún reputan indecoroso el juntarse con ellos en alguna parte, y a mí se me previno que si quería presentarme con la decencia correspondiente al carácter que traía, tomase casa en una calle que no fuese de comerciantes, como me ví necesitado a hacerlo por razón de mi empleo, aunque me costaba triple valor. Pero cada día de mi permanencia aquí me he ido convenciendo de que en el estado de inmoralidad en que están los negociantes en Europa es preciso que toda persona de honor se separe del trato de unos hombres que ya sólo tienen por regla de conducta el mirar como lícitos todo lo que perentoria e indispensablemente no los ha de llevar a la horca: principio tan arraigado en todas las clases mercantiles de Inglaterra, que a nuestras vistas contaré a Ud. prodigios de mala fe que parecerán a Ud. increíbles, y mucho más en un país en que se dice haber leyes, pero que ocurren diariamente, y de que he sido víctima, como lo es ya todo hombre de bien que por desgracia tiene que tratar algo con estas gentes. Aun no he podido juntarme con toda la plata que recibió en ésa Waddington en virtud de la letra que giré enero de 1827 en favor de Kinder; ya Ud. ve lo que ha sucedido con los 4.100 pesos de Cameron; luego verá Ud. lo de la libranza de 7.000 pesos que ha recibido Solar; y quiera Dios que los eslabones de esta cadena no sean más. Hablar de generosidad, gratitud o algún sentimiento elevado en estos comerciantes, es cosa de risa. No crea Ud. que ignora Barclay los grandes servicios que le ha hecho Ud.; y de mí los ha recibido muy grandes, sin que yo haya tenido la más pequeña utilidad ni recibido de él el menor favor. Sabe también mis actuales apuros. Pues vea Ud. su correspondencia. Conoció que la letra de Cameron no le proporcionaba un lucro bueno, y esto basta para hacer lo que ha hecho.

El mal presente ya está inferido; pero de él puede sacarse un bien, y es que Ud. conozca a esta clase de gentes (entre las cuales no he encontrado una sola excepción), lo que puede esperarse de ellas y el modo como se les debe servir. Veo que Ud. ha defendido a Mackenzie, a Cameron, a Waddington, etc. Sepa Ud. que estos extranjeros se burlan aquí de nuestra bondad, que han nacido en la costumbre de pagar hasta los saludos que reciben, y que en línea de abogados están hechos a pagar del modo que ya he indicado a Ud. en otra. Un hombre de las circunstancias de Ud. no debe comparar sus servicios con los de Mancheño, Montesitos u Orjera. Ningún servicio, mi padre, ninguna recomendación, ningún paso, que no sea muy bien pagado, en inteligencia que en tanto apreciarán el servicio en cuanto Ud. les cobre por él. Uno mismo, y especialmente las personas de un gran crédito anticipado, debe dar el nivel de la estimación de su trabajo. Mr. Waddington y Mr. Cameron saben lo que tendrían que dar a Mr. Brougham (uno de los primeros abogados de Londres) si fuesen a hacerle no más que una consulta. Por este número incluyo a Mr. Villaurrutia, etc., etc., etc.

Vamos a otra historia mercantil. ¿Cuál no habrá sido mi sorpresa cuando me he encontrado con que fue endosada en favor de Solar mi libranza de 7.000 pesos? Una sola vez no nombré a Solar delante de Lizaur; ni cómo, si yo jamás me habría valido de él y además le suponía en Lima. Expresa y repetidamente convinimos sin que ni por incidencia se tocase otra persona alguna con quien pudiese equivocarse, y en que en favor de García de la Huerta (a quien Lizaur muy bien conoce) se había de endosar letra cuyo importe es exclusivamente mío, porque, como ya Ud. sabe, Lizaur sólo es un testaferro, a fin de que no se cobrase en ésa en mi nombre, y que reputándose como deuda extranjera en favor de un hombre que me había dado ya su valor, se le tuviese más consideración. Así es que escribí a Ud. y a García dándoles instrucciones sobre este dinero y que a Solar ni he escrito ni tenía para qué escribir una letra. Las cartas de Ud. y García (porque Lizaur hasta ahora no me ha dicho en qué ha consistido esta variación) me han hecho ver con no menor sorpresa que pesar mío el engaño o equívoco que ha habido. No sé a qué atribuirlo: será mero equívoco que Lizaur después de conocido habrá tenido repugnancia de avisarme; porque en la realidad es demasiado equívoco en una cantidad de consideración; pero sí sé que debo dar a Ud. muchas gracias por los pasos que está dando para sacarme de este enredo que cuando menos me traía el mal irreparable de tenerme privado de una plata que tanto necesito hasta que ahora, conocido el error fuese la orden a Solar de remitirla; que es decir hasta de aquí a nueve o diez meses más fuera de los diez ya corridos. Me libraré también mediante las diligencias de Ud. de recibir 5.000 en lugar de 7.000 porque era posible que se repitiese la escena de aquel drama del dinero de la impresión de los libros, y se me rebajase un 33% de pérdida en la orden o billete con que pagase el gobierno. Pero tal vez no me escaparé aquí o ahí si Ud. no me ayuda de la comisión de cobrar la letra. Una de las cosas que dije a Lizaur cuando despaché dicha letra, fue que yo elegía a García, porque quería ahorrar comisiones de cobro, y éste no me las exigiría. ¿Sobre qué pues he de tener ahora que pagarlas por un error que no ha sido mío? Antes de saber este equívoco, todo mi temor era que Ud. se hubiese vuelto a valer de Cameron y sucediese con los 7.000 pesos lo que me acababa de suceder con los 4.100; y aún temo algo todavía si Waddington (cuyas letras me dicen que son buenas) no toma el dinero. Inútil es decir que con Cameron no se contará ya para nada, y que aprovechará Ud. esta ocasión para manifestarle su justo resentimiento y cobrarle cuanto Ud. le ha trabajado y servido, sin condescendencias. Recuerde Ud. l0 ocurrido con la otra li branza de mil pesos o 200 libras, y recuerde Ud. el éxito que ha tenido mi esforzada recomendación en favor de Ríos. Además sepa Ud. que la casa de Barclay está fallida el día en que el Gobierno de México la obligue a pagarle dos y medio millones de pesos que, ajustadas cuentas del empréstito, le debe. Sin embargo, Barclay es rico por sí, e hijo de un padre muy rico. Espero luego, en fuerza de los pasos de Ud., los susodichos 7.000 pesos, y la fianza que Ud. ha pensado dar a Solar no tendrá resultado alguno porque este dinero no solamente es mío y a nadie he dado orden de que use de él en manera alguna, sino que no pienso darla porque mi objeto ha sido que me venga aquí para mis gastos. Ud. tendrá a bien instruir en todo esto a García.

Si por algún evento Cameron no ha embarcado los 4.100 pesos, o los ha embarcado muy tarde o ha dado orden para que se les ponga en giro o de alguna otra aplicación particular, o vienen en cobre u otra especie que ofrezca ganancia (porque si ofrece pérdida se me entregarán), visto es que yo no los he de recibir aquí, o se me quiera embromar quién sabe por qué tiempo. En tal caso Ud. tomará las medidas preventivas que le parezcan oportunas, ínterin yo remito la letra protestada en forma para que obre en juicio.

Vamos a otro negocio, no mercantil, sino diplomático, pero de mayor infamia y negrura, como obra al cabo de Zegers, digno y adecuadísimo Ministro de don F. A. Pinto. La copia adjunta instruirá a Ud. de lo ocurrido, y creo tanto más necesario remitirla a Ud., cuanto que es posible que Zegers trate de guardarse el oficio, porque visto está que por poca vergüenza y malísima comprensión que tenga, no le ha de causar mucho gusto ni hacerle mucho aire. Y después de haber leído Ud. este oficio (que es exactísimo y tan distante de exageración que ya Ud. ve que no insisto en los dos años en que correo por correo me he llevado clamando con inexplicable esfuerzo, por que se me contestara siquiera una palabra relativa a empréstito), ¿qué dice? Aunque concedo lo que no es creíble a la brutalidad de Zegers, todavía ésta sola no alcanza a responder. Hágase Ud. cargo de los males a que me ha expuesto. En esto, en lo del empréstito del Perú, franqueado antes de ratificarse, de que he hablado a Ud. en una de mis anteriores, cosas ocurridas en sólo tres correspondencias que he recibido, y todas si no sugeridas y dictadas por Pinto, al menos sancionadas por él, me manifiestan ya que hay un plan formado para quitarme, preparar así la venida de Campino a Londres, y calumniarme y buscar modos de desacreditarme, ad cautelam, y para justificar la medida. Estas almas viles ni al desplegar sus pasiones usan de elevación. Repare Ud, qué medios tan tortuosos. Por lo que hace a Zegers que en sí es el objeto más despreciable que pueda presentarse, él estará en incesante comunicación con Irisarri, y acaso con Hullet. Ya he dicho que a mi ver ambos tendrían hoy, no digo copias sino mis oficios autógrafos. Cada día me convenzo más de que pocos hombres habrá tan brutos como Zegers. Si esto es el mar, al que no se halla fondo. Sus contestaciones, sus expresiones, sus raciocinios, sus fórmulas, todo es de la más alta barbaridad, ignorancia y ridiculez. La revolución ha hecho desplegar talentos raros en los ministerios como don Pancho Toro, Murillo, etc., pero ni la revolución misma podía alcanzar a producir un Zegers en Chile, si no hubiese tenido cuidado Irisarri de remitirnos esta alhaja desde Francia para salvar el empréstito. En un oficio me dice cesta; en el siguiente ballesta; y añade que esto es lo mismo que me dijo en el anterior. Quisiera que Ud. leyera la contestación que dio al Cónsul y que yo cito tanto. Vergüenza nos dio aquí de que semejante papel hubiese tenido que ir a manos del Ministro de Relaciones Exteriores de Inglaterra. Ni siquiera quiso tomarse el trabajo de copiar una contestación a los tenedores de obligaciones cuando me ha reconvenido alguno, y en donde se encuentran razones al menos especiosas y a primera vista satisfactorias. De suerte que el gobierno inglés y los accionistas se encuentran con un oficio directamente del mismo Gobierno de Chile en que no se les da razón por qué se suspendieron los pagos de dividendos: se insulta el estado del país y la buena política, diciéndoles que el Congreso trababa la acción del ejecutivo, frase favorita que se ha quedado muy en la memoria a Zegers, sin duda de tanto habérsela oído repetir a Pinto; y por último se asegura que la solicitud del gobierno ha sido tal, que se anticipó a prevenir a su Plenipotenciario que asegurase a los interesados que serían pagados en tales y tales términos, lo cual ha debido hacer saber dicho Ministro Plenipotenciario a más tardar un mes o más antes de que se hubiesen escrito en Chile los oficios que le prevenían esto. ¿Y quién dice esto último? Precisamente el gobierno, que lejos de manifestar solicitud alguna se ha resistido por dos años a mis urgentísimas reclamaciones. Pero el señor Pinto halla todo esto excelente; y en la realidad que para su gobierno, bueno está Zegers. Ud. hará de la copia que incluyo el uso que le convenga, en inteligencia que yo querría que de un modo honesto tuviese toda la publicidad posible.

Acabo de recibir hoy mismo 15 la carta de Ud. de 15 de noviembre último; y con ella el gran consuelo de saber que Ud. estaba alentándose en nuestro asilo de la casita. Veo por la carta de Ud. y papelito incluso de Juan que ya soy hombre quitado o al menos quitando. Me refiero a lo que sin saber esto había dicho al principio de esta carta. De todos modos se acercaba la época en que pensaba regresarme sin falta alguna; y no me pesa haber suspendido la resolución que creo haber anunciado a Ud. tiempo ha, de renunciar en cuanto hubiese sabido que Pinto había sido nombrado Presidente, porque me parecía una mancha pertenecer en algo a la administración de este hombre, autor de todos los males de nuestra patria y dispuesto a continuarlos siempre en cuanto pueda, como Ud. lo irá viendo. Doy mil gracias a Dios de que me haya concedido que el desempeño de mi misión haya sido hasta aquí lleno de honor, que vuelva al lado de Ud. con la satisfacción de poder decir a todos con un aire triunfante, que examinen bien mi conducta, y que decidan si mi probidad y delicadeza han hecho honor a la patria en circunstancias primero tan tentadoras y después tan difíciles como me he visto. Vuelvo con una parte de mis sueldos ahorrada (si es que me los pagan todos) y habiendo despreciado doscientos mil pesos por un exceso de delicadeza que los más tendrán por insensato; pero me deja la satisfacción de poder manifestar a mis compatriotas que los funcionarios públicos no deben permitirse durante la administración de sus empleos, clase alguna de ganancias, por legítimas que aparezcan. Vuelvo en fin a abrazar a mis padres a quienes tanto amo, y a quienes espero por la bondad infinita de Dios encontrar buenos; a unirme a una mujer objeto suspirado de mi ternura; y a vivir con unos hermanos a quienes tanto quiero y por cuya felicidad me intereso tanto.

A Dios mi padre amadísimo y a quien tanto debo. Ya no alcanzo a escribir más en esta carta.

No he recibido en este paquete pliego alguno del gobierno, ni gacetas.