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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Mariano Egaña. Cartas a Juan Egaña. 1824-1829
68. París, 3 de Octubre de 1827.

PARÍS, 3 DE OCTUBRE DE 1827.

Amadísimo padre,

Aunque por el paquete que ha salido de Londres en mediados de septiembre último, he escrito a Ud. avisándole mi salida de aquella corte el 5 del mismo mes, creo que esta carta se ha demorado porque no alcanzó el paquete. Por tanto, a pesar de mi repugnancia a escribir con pasajeros, aprovecho la partida de don Faustino Tejeda (a quien en carta por separado recomiendo a Ud.) para dar a Ud. esta noticia, y para apresurarme a suplir de algún modo la falta que harán a Ud. los anteojos que se han perdido por causa de Urmeneta, y cuya noticia he venido a tener al cabo de diez meses largos, lo que hace ya irreparable esta pérdida, que no ha sido sólo de reales sino de pesos. Quiera Dios que no haya sucedido alguna otra desgracia a los que despaché a Ud. con Sarratea (don Mariano) que salió de Londres para Buenos Aires en mayo último y debía entregar mi encomienda a Barra para que éste la dirigiese a Ud., según avisé a Ud. en mi carta fecha del mismo mes.

La encomienda perdida constaba, a lo que ahora me acuerdo, de dos ejemplares del tomo primero del Chileno, de un ejemplar del Canto de Junín con una dedicatoria que hacía Olmedo (quien no es español, sino americano, natural de Guayaquil) de aquel ejemplar a Ud. y de la consabida caja de madera que contenía todo el repuesto de anteojos que había preparado para Ud. No me acuerdo de la factura por menor de lo que iba, porque los autores Mr. Dollond y Mr. Harris me pasaron su cuenta general correspondiendo cuanto yo les había encargado en diversos tiempos, y no la tengo ahora aquí; pero el contenido se reducía a unas gafas de plata y carey con doble armazón, esto es, con una especie de tapitas con vidrios azules que hacen un reflejo como el de la aurora y sirven para andar cuando hay sol o cualquiera otra clase de luz muy fuerte. Un monóculo de plata y madre perla para colgarse al cuello (único arbitrio para que no se pierda todos los días el anteojo). Un repuesto general de vidrios desde el Nº 11 para arriba hasta el 17. Todos librados a la medida de las gafas y monóculo. Otro repuesto de vidrios azules. Cinta para colgar el anteojo, cuerecito para limpiar lentes, tornillo para abrir las abrazaderas de los anteojos, etc. Lo que hacía estimable esta colección, a más de ser completa, era el cuidado con que se había fabricado cada lente, por el primer óptico de Europa, Mr. Dollond. A todo esto se agregaba una disertacioncita que yo hacía a Ud. en una carta que para mayor desgracia incluí dentro de la misma cajita, pero que no contenía ningún otro asunto que advertencias sobre el modo de usar anteojos, deducidas de lo que habían expuesto Dollond y Harris, y de mi experiencia. La principal que deseo que Ud. no olvide es que de las gafas debe hacerse cuanto menos uso se pueda porque acaban con la vista, habituándola a no percibir los objetos sino por medio de ellas. Por eso debe tenerse siempre un monóculo, instrumento que sólo se usa momentáneamente mientras dura la necesidad de ver un objeto, cuando por el contrario las gafas se quedan insensiblemente puestas en los ojos cansando y debilitando la vista, sin sentirlo uno. Pero mejor que monóculo es un binóculo que ocupa a un mismo tiempo los dos ojos y reuniendo la fuerza de ambos hace ver doblemente mejor. Suele acontecer a los que han usado monóculo por mucho tiempo, que conservan un ojo más fuerte que otro, y que por consiguiente necesitan de una lente de menos fuerza para el ojo que no ha trabajado. Así tuve yo que usar al principio anteojos con lente Nº 13 para el ojo derecho y Nº 19 para el izquierdo. Pero esta desigualdad cesa al poco tiempo, y ambos ojos piden igual luna.

La historia de la malhadada caja perdida es como sigue. Había Mr. Dollond quedado en tenerme concluido todo lo que debía tener la cajita para la víspera de la salida de Londres de Urmeneta. Pero me mandó avisar que no podía absolutamente acabar para ese día, sino para el siguiente. Salió pues Urmeneta prevenido de que sin falta alguna iría al día siguiente la encomienda a alcanzar en Falmouth, y al efecto me dejó la dirección del hotel en donde iba a parar en aquel puerto. Puntualmente se le despachó el siguiente día 17 de octubre por la Mala o Diligencia de Londres, la cual le alcanzó muy sobradamente porque llegó a Falmouth dos días antes que saliese el paquete para Buenos Aires. Es verdad que no tuve contestación de Urmeneta en que me acusase el recibo; pero esto lo atribuí a la falta de formalidad e indolencia chilena; y antes bien esta misma falta de aviso me confirmó en que había recibido la encomienda, porque me parecía imposible que se marchase sin avisarme que no llevaba la encomienda, o sin decírmelo siquiera desde Buenos Aires desde donde me escribió su compañero Riesco. Por otra parte, la seguridad que hay en las conducciones por la mala como lo he experimentado otras veces, y Ud. lo ha visto en la cajita del aderecito que despaché en enero, no me daba lugar a sospechas. Seguro estaba de que Ud. se hallaría disfrutando de los anteojos cuando me llegó la carta de Ud. en que me dice no habérselos entregado Urmeneta. Aún entonces creí que se hubiesen quedado atrás en su equipaje. Pero cuando ha dicho que no los recibió en Falmouth, he empezado a hacer diligencias; mas después de diez meses, ¿de qué servirán? Por de contado hasta ahora no se ha encontrado la partida en los libros de la mala, ni descubierto el cochero que condujo la del 17 de octubre, y aún se ha venido a saber la fecha de este día en el libro de envíos, que yo tampoco me acordaba de ella. En fin: todavía resta alguna esperanza, pero muy débil.

He procurado pues remitir a Ud. un binóculo tan excelente como puede hacerse, y que sea de lujo para que lo cargue Ud. al cuello, atado a una cintita, y con el nombre de Ud. grabado, por si acaso se pierde, que le facilite su devolución. Va montado con lentes Nº 3, y van de repuesto dos lentes Nº 2, por si las primeras no acomodan a su vista. En Francia el orden de la graduación es inverso al de Inglaterra; pero sé que entre estos dos números debe hallarse precisamente la vista de Ud. Las lentes Nº 2 van ajustadas a la medida de las abrazaderas del binóculo, y éstas son construidas para quitar y cambiar lentes cuando se quiera, desatornillando su juntura. Como ya Ud. tiene gafas (las que llevó Sarratea), no me apresuro a remitirle. A mi partida llevaré repuestos así de vidrio como de cristal de roca.

Villaurrutia, que me ha venido a ver, convidado a comer y manifestado muy fino, me ha dicho que va a remitir a Ud. con el mismo González Tejeda un remedio y unos libros, y yo me he aprovechado de esta oportunidad para que dentro de su encomienda me meta la cajita de anteojos.

Esta lleva otro paquete rotulado a don Javier Zuazagoitía y contiene unas gafas y un binóculo, encargo que hizo don Diego Gormaz [1], y que me recomendó Rosario para presentarlo a su confesor. Mande Ud. el paquetito a casa de Zuazagoitía; pero si por alguna casualidad no hubiesen llegado a manos de Ud. las gafas de Sarratea, y le acomodaren a Ud. las que ahora remito para Gormaz, quédese Ud. con ellas y póngales lentes que hagan a su vista.

Por el paquete de Londres (conducto seguro) escribo a Ud. largo, y debe llegar aquella carta primero que la presente. Repito a Ud. que ya me considero como en vía para mi suspirado regreso.

Mil cosas a mi madre, Chabelita, Dolores, Juan, Ríos, Luisita, Juan Ramón.

A Dios mi padre, soy su

Mariano.

Muy luego saldrá de Londres un cajón de ejemplares del Chileno con destino a Valparaíso, consignación de Ud.

 

Notas.

1. Se refiere a Diego Gormaz y López (1761-1831), presbítero confesor de Rosario Zuazagoitía. Falleció siendo canónigo de merced de la Catedral de Santiago de Chile, dignidad a que había sido promovido en 1825.