ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Mariano Egaņa. Cartas a Juan Egaņa. 1824-1829
58. Londres, 20 de Diciembre de 1826.

LONDRES, 20 DE DICIEMBRE DE 1826.

Amadísimo padre,

Qué terribles son los eclesiásticos que desean ser obispos. Me dicen algunos peruanos que Pedemonte, haciendo mil lisonjas a Bolívar, está arruinando su patria, y nuestro insigne Dr. Cienfuegos, con menos elevación para contentarse con que sus héroes sean Infante, Muñoz Bezanilla y el padre Fariña; con menos talentos para elegir por materia de sus ensayos políticos la federación en Chile deducida de la sagrada escritura; y con más sencillez para manifestarse cuál es y a dónde se dirige con la mayor bonhomía del mundo, conducirá la patria hasta el precipicio, con tanta más seguridad, cuanto que los grandes crímenes y los grandes desatinos causan menos horrores tenidos por la devota y compungida elocuencia y empeños de un hombre reputado por virtuoso y aun sabio, que si sólo se viesen apoyados por el crédito de Pinto, la sabiduría de Lazo, o la modestia de Infante. Cuando he dicho sencillez, bien se deja entender que no hablo de aquella que hace a los párvulos dueños del reino de los cielos, sino de aquella otra que no acierta a cubrir los ribetes de bellaquería con que se procede. Cienfuegos sería el más atroz demagogo, si la revolución no le hubiese tomado viejo, y ya en una carrera de devoción muy avanzada. La vanidad y el deseo de figurar conducen a esta alma debilísima a prostituir muchas veces su ministerio y autorizar los desórdenes si se proponen por los que están con poder o con influencia; y a todo esto le acompaña una apariencia de buena fe que hace vacilar a cuantos no se hacen cargo de lo que ciega la propia satisfacción. Para votar en Chile por la federación se necesita no sólo ser ignorante, sino positivamente malo, y ya en aquel grado, de vender la patria por miras personales. ¿Cómo disculpar a Cienfuegos de este crimen? ¿Cómo disculpar al prelado diocesano de haber nombrado para la comisión eclesiástica el Congreso (si es cierto, como supongo, que él hizo estos nombramientos) a los corrompidos Ciriaco Campos y [Juan] Fariña, habiendo otros eclesiásticos a quienes elegir? Esto mismo es lo que digo: haya un tiranuelo en Chile: ocúrrasele introducir el protestantismo: halague a Cienfuegos con consultas y empleos de rango; y está muy a peligro que este varón, abismado en su vanidad que enerva sus facultades intelectuales, ciego para no ver los males del sistema en que él ha de figurar, y sin fortaleza para resistir a los que alcance a traslucir, se constituya en patriarca de la nueva creencia. ¿No le hemos visto nombrar curas a cuanto facineroso le recomendaba el gobierno, o gozaba una aura gavilánica de patriota? ¿No le hemos visto sin valor para corregir los abusos de su mismo cabildo? Doloroso me es hacer tal pintura de un hombre a quien he debido consideración, y que por otra parte merece algún aprecio, pero más doloroso es ver los males que se infieren a la patria, y que sus autores no reciban siquiera el testimonio de la execración que merecen.

He recibido en el último paquete dos cartas de Ud. con fecha 8 y 16 de agosto, y ninguna letra del gobierno. Veo que ya Zegers está por segunda vez en el ministerio, y por consiguiente no espero comunicaciones al menos frecuentes, atendida su ociosidad, y que tampoco supongo muy activo al actual ministro. Es cosa singularísima que hasta hoy no me haya dicho este gobierno una palabra acerca del empréstito, como si este negocio no fuera el más interesante de Chile.

Extraño que Ud. nada me diga acerca de mi equipaje. He estado con infinito cuidado por su demora en llegar, y porque tal es mi suerte que podría haberse perdido el buque y dejarme fundido, porque no iba asegurado su total monto. Sin embargo, el comerciante que fletó aquí dicho buque me ha expuesto que sabe haber llegado a Valparaíso. En tal caso supongo mi equipaje ya guardado en casa, y transportado hasta ella con sumo cuidado y sin que hayan ocurrido desgracias. Ud., mi padre, me es responsable de él, y muy particularmente de la multitud de cosas sueltas que van dentro de los cajones grandes, que supongo necesario haga Ud. abrir a su presencia, en el caso que conceptuase conveniente, como me parece, sacar las alfombras y los asientos de las sillas y sofaes que son de damasco de lana, y temo que se apolillen.

Con Llombard despaché dos cajones: uno grande, otro más chico y ocho sillas; todo lo cual ha debido entregar a Ud. El cajón grande contiene un espejo de tocador: el otro una mesita, libros y menudencias. También llevó Llombard para entregar al Ministro de Relaciones Exteriores un cajón con resmas de papel de la más superior calidad para el uso del ministerio en las comunicaciones de etiqueta, y periódicos. El flete total hasta Valparaíso va pagado.

Entre los libros que llevó Urmeneta para entregar a Ud. va el Canto de Junín remitido a Ud. directamente por su autor, y con una dedicatoria del ejemplar, de su puño. Bueno sería que Ud. escribiese a don José Joaquín Olmedo agradeciéndole esta señal de distinción.

No sé qué decir a Ud. de la venida de O’Higgins a Chile. La idea de verle acompañado de Rodríguez, Fuentecilla, etc., no ofrece perspectiva agradable; y lo[s] soldados colombianos serían una plaga horrorosa. Todo es peor, que ya veo a Blanco como inclinándose a preferir el ser esclavo de los gavilanes, a la noble misión de restablecer el orden y dar a los chilenos una patria que ciertamente no tienen hoy. ¿Ha creído este hombre que los consejos de Novoa, Carlos Rodríguez, Infante y Campino pueden dirigirle en su gobierno, para que los llame a ser consejeros de Estado? ¿Pero qué me he de admirar de esto, si Chile está dando la medida de lo que vale, teniendo a los dos primeros en el Supremo Tribunal de Justicia? Examine Ud. cuáles son los talentos, cuáles los servicios, cuál la opinión y experiencia en su profesión, cuál por fin la carrera de magistratura que ha conducido a esos hombres a tan alto destino. Es increíble el mal que hacen estos nombramientos en forma y en sentido puramente gavilánico. Por de contado, los nombrados adquieren un derecho, para quedarse de por vida, aun cuando se restablezca el orden; y nos desacreditan en extremo entre los extranjeros que los conocen. ¿Qué juicio harán en Lima y en Buenos Aires del mérito de los funcionarios chilenos, y en general de la literatura del país viendo en la primera a Novoa y en la segunda a Rodríguez de vocales del Supremo Tribunal de Justicia? No ha muchos días que en el mismo sitio en que estoy escribiendo, oí a dos de Buenos Aires (el Ministro Plenipotenciario y un compañero suyo) expresarme su asombro de ver a Gandarillas, a quien habían conocido, de Ministro de Hacienda. En fin, los gavilanes, incesantes e incansables en el empeño de arruinar el honor de su patria, quieren ofrecer al universo el nivel de la estatura a que se halla Chile actualmente reducido. En tales circunstancias, Zegers debía naturalmente pasar a ocupar la mesa de relaciones exteriores. El además tiene requisito, y es ser un monumento andante elevado a la memoria del amor público con que el señor Irisarri supo transformar a un agente suyo en oficial mayor de relaciones exteriores, aunque el Diablo se llevase la administración de este ramo en Chile, pues con tal que hubiese empréstito poco importaba lo demás.

Y entre tanto el Procurador General de la República, ¿qué destino tiene luego que acabe de desempeñar su actual comisión? El debía haber quedado de vocal de la Suprema Corte, sin que esto se reputase favor o ascenso. El fue nombrado por la nación: él tenía un empleo anteriormente en la misma carrera. Ni siquiera se acordaron de él cuando se nombró a un fiscal. Si en mi ausencia vacare la superintendencia de la casa de Moneda acuérdese Ud. de reclamarla en mi nombre.

Por el tenor de las cartas de Ud. concibo que Ud. está creyendo que yo estoy ya pagado de todo el sueldo correspondiente al año de 1826. No sé cómo puede Ud. caer en este equívoco; porque no se ha de computar el pago que se me hace por las cantidades que allá se gasten, sino por las que o reciba aquí; puesto que el sueldo me lo deben poner en el punto donde yo resida, sin gravamen alguno. Bueno sería que si en un momento apurado, y por la culpa del gobierno en no remitirme dinero a tiempo, me costase recibir aquí mil libras, quince mil pesos en ésa, se creyese que ya yo estaba cubierto de todo el año con sólo estas mil libras. La cosa es tan obvia, que ni aún en Chile creo que pueda admitir dificultad. Bajo este supuesto, tenga Ud. presente que el monto total (al menos) de un año de sueldos para esa legación son 3.700 libras en esta fecha: 3.000 para mi, 400 para Barra, 300 para gastos de legación; y con esta última partida no alcanza para todos ellos, como con la correspondiente demostración lo hago presente a los Directores con esta fecha. Lo que he recibido a cuenta de esta suma es 2.000 libras de la libranza que giré en favor de Barclay, 1.085, 19 chelines, 8 peniques que debió producir el dinero que se entregó a Ud. en ésa, a cuenta de un cuatrimestre. Suma: 3.085 libras 10 chelines 8 peniques. Se me resta 614 libras 4 peniques. Aunque mañana saliera de aquí, no podría llegar a Chile antes de abril porque ya está esta deuda incontrovertible. Pero como si he de llegar después de abril ya debo sino que quiero recibir, porque más vale (en nuestras circunstancias actuales, y otros dicen que siempre) que yo deba al Estado, que no que el Estado me deba, resulta que debo precaverme, proporcionándome el tomar con tiempo el semestre correspondiente a abril. La desgracia es que absolutamente no encuentro aquí quien me supla dinero, porque ofrecer en el día a un inglés librar contra el gobierno de Chile es como insultarlo, y lo que se me ha propuesto es o que libre contra un particular de notorio abono, o que libre contra el gobierno, y aguarde para recibir aquí el dinero, que venga aviso de Chile de haberse cubierto allí la libranza. Yo ni pienso estar aquí tanto tiempo para aguardar aviso, ni mis circunstancias me permitirán estar tanto tiempo sin dinero, porque realmente lo necesito. Por todo esto urge tomar medidas con tiempo. Quiero haciendo diligencias y antes de irme a París escribiré a Ud. lo que haya resuelto, y medios de que se ha de valer para conseguir el pago. Ud. debió haber recibido el dinero que le ofrecían o las letras que le encargaron buscarse. La regla segura es recibir y después cancelaremos las cuentas. Yo sé que no he de usurpar un medio real al gobierno, y con esta confianza tomaré el dinero que se me proporcione lícitamente, para precaverme, y no para quedarme con él. Tampoco pida Ud. nunca cuatrimestres (salvo que no se pueda de otro modo) porque semestres es la menor cuota que se me debe entregar por junto; y también porque la costumbre es no exigir del enviado parte de este semestre, aun cuando no llene en su misión los seis meses completos; o por mejor decir, el último año, ya empezado una vez siempre se le paga íntegro para proporcionarle este aprovechamiento.

Aunque las libranzas que Ud. me dirigió contra Winter sólo eran de 894 libras, 6 chelines, 8 peniques, porque a la primera suma agregó 191 libras 13 chelines, 4 peniques que al mismo cambio de la libranza de Winter de 46 peniques por peso debieron producir los mil pesos que Ud. me había librado por mano de Cameron contra Barclay, y que yo en atención al encargo de Ud. no quise exigir aquí por tal de que Ud. no se viese allá en apuros. Por consiguiente ya estos mil pesos es cuenta de mí a Ud.; y Ud. no debe conseguirlos a Cameron, o debe recogerlos de él, si los entregó. Pudiera ser que en caso de extraordinario apuro librara por esta suma contra Ud. como lo haría en cualquier circunstancia de mi vida si me viese muy afligido; pero siempre lo haré de un modo que Ud. absolutamente no se vea en el menor compromiso aunque no tenga el dinero.

Me voy a París para ponerme expedito para mi regreso. Desde allí remitiré a Ud. un segundo equipajito con libros, láminas, mapas y mil cosas para la casita. Ya ésta tiene servicio de loza, cristal, manteles, cuchillos, mesa de comer y otros infinitos adherentes destinados expresamente para ella. Parto luego, pero mi correspondencia no se interrumpirá en lo menos.

Soy mi amadísimo padre, su

Mariano.

En este correo llegará a Chile la noticia de estar a pique de encenderse la guerra en Europa; pero ya han disminuido mucho los temores por que la Francia ha dado mil seguridades de sus intenciones pacíficas y de que no tomará parte en la contienda. La siempre bárbara e impolítica conducta de España la ha puesto en el precipicio. Quiso destruir la nueva constitución de Portugal contra la voluntad de Inglaterra y Francia, fomentando al efecto a los portugueses disidentes y haciéndolos entrar con mano armada a Portugal. Ha tenido la Inglaterra que auxiliar a este último despachando por ahora, y con una celeridad asombrosa, 5.000 hombres que amenazan a la España con la declaración de la guerra, si no daba satisfacción de la ofensa hecha. La dará sin duda, y esto se acabará; porque la Francia no sólo ha protestado de que no toma parte con la España, sino que cooperará con la Inglaterra. Por consiguiente se han acabado los temores de guerra. De todo esto doy parte muy circunstancialmente (con inserción de documentos) al gobierno.

Don Manuel Sarratea, Ministro Plenipotenciario de Buenos Aires, me ha hecho encarecidamente el encargo de saber el paradero de don Marcos Rilley en los términos que aparecen en el adjunto papel. Hágame Ud. favor de contestar con cuatro letras el resultado de la diligencia que Ud. pueda buenamente hacer, a ese don Gaspar Ugarte de Buenos Aires.

No me ha asombrado lo de Solar en cuanto al dinero que debió poner para la impresión del Chileno [1]. Ha procedido como comerciante; y aquí no hay cómo tomar dinero suyo, porque ni nadie lo daría sin exigir una responsabilidad personal y por tanto yo de todos modos sería obligado a cubrirlo, ni Solar tiene aquí dinero, lo que me consta por los apuros en que se ve Javier Rosales. Es pues preciso que Ud. allí lo apure en cuanto pueda; sin perjuicio de que yo estaré aquí a la mira, por si ocurre alguna circunstancia de qué poder aprovecharme. Conviene también que Ud. tenga presente, que si Solar era obligado a poner en Europa el dinero, no ha entregado ni aún mil pesos, porque esta misma suma dada en Chile, como él me la ha dado, hace mucho menos en Londres, en razón del cambio que no ha podido ser más equitativo para Solar en ninguna época, que a cuarenta y cuatro y medio peniques por peso que fue a como yo hice remitir los fondos del empréstito que contraté aquí. Cuando yo me vine me dijo Solar que exigiese el dinero (no me dijo entonces, que solo mil pesos; ni me habló de rebaja alguna por descuento de vales; lo cual es otro argumento que Ud. le puede hacer en su reconvención) de alguna de las personas para quienes yo traía carta suya de recomendación. Llegado aquí me dijeron personas instruidas en los usos del mundo, que aquellas cartas eran peco menos que inútiles, y que probablemente ninguna me daría un real en virtud de ellas. Recelando esto, tuve la advertencia de librar contra él, mil pesos: y aún esto lo hice porque yo los necesitaba en Chile, porque siempre contaba con la llaneza de Solar, y no podía prever que saliese ahora rebajando la suma de que él mismo se había confesado deudor.

Estoy con cuidado, porque Ud. nada me dice de la llegada de mi equipaje; y habiendo salido de aquí el buque en febrero, si el 16 de agosto no había llegado a Valparaíso, la señal era funestísima. Sin embargo, el comerciante que lo fletó me ha mandado decir que sabía había llegado feliz mente. Así lo espero,

A Dios, mi padre; soy su

Mariano.

 

Notas.

1. Se refiere a la obra de Juan Egaña, El Chileno Consolado en los Presidios, que se imprimió en Londres]