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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Mariano Egaņa. Cartas a Juan Egaņa. 1824-1829
56. Londres, 20 de Septiembre de 1826.

LONDRES, 20 DE SETIEMBRE DE 1826.

Amadísimo padre,

Llegó el momento fatal de mis apuros y de la consumación de la ignominia de Chile tan pronosticado y previsto: no se paga el dividendo, quiero suspender hablar tan luego de esto por no hacer del principio de mi carta un torrente impetuosísimo de invectivas y quejas. Vamos por ahora a otra cosa.

Llegó el paquete de agosto después de haber salido de aquí el del mismo mes: por consiguiente no pude contestar ni acusar recibo de las cartas de 17 de marzo, 7 de abril y 1º de mayo que recibí por él y según ya Ud. ve con bastante atraso; pero lo que me ha admirado es que en el paquete último, esto es el correspondiente al presente septiembre, no haya recibido carta de Ud. Del gobierno y directores de la Caja de Descuentos hace tres meses que no tengo una letra. No lo extraño, las profundas combinaciones políticas del señor Freire habrán tenido ocupada toda la actividad de sus Ministros; y en cuanto a los directores, los afanes que se habrán tomado para hacer que se pague el dividendo no les habrán dejado lugar. Y volviendo al punto de que quería apartarme: dígame Ud. padre: ¿no es verdaderamente ignominia que ni siquiera se me escriba que no se paga, o qué es lo que hay sobre este negocio, y esto a vista de mis innumerables y enérgicos oficios representando los males y clamando por su remedio? ¿De qué manera podrán disculparse los dos más bien dotados empleados del Estado, cuya principal obligación es ésta?

Veo que Ud. toca con mucha serenidad la venta que se trataba de la escuadra nuestra a Buenos Aires, sin acordarse que éste es un rompimiento directo con el Brasil; y no creo que por 160 mil pesos convenga a Chile echarse encima una guerra tan desigual, tan innecesaria y tan ruinosa, por que el emperador con dar patente a cuatro corsarios, y poner en la boca de Valparaíso un par de buques de guerra, acabó con todo el comercio y recursos de Chile. Desengáñese Ud. mi padre, Buenos Aires [original destruido] Chile son impotentes para resistir al Brasil. Este es el estado más poderoso entre los nuevos de América. Sus producciones naturales, su situación, su comercio, sus relaciones en Europa, su crédito y su forma de gobierno le dan una superioridad incomparable. Tendrá cuando quiera todo el dinero que existe, todos los buques, soldados extranjeros y buenos oficiales que haya menester. Todos aseguran que son rapidísimos los progresos que hace aquel país, que ya lleva diez y ocho años de nación [original destruido] y que está hoy reconocida por todo el mundo y en alianza con las principales de Europa. Sólo [original destruido] ca de Rivadavia pudo decidirse a declarar la guerra; y esto es que contaba con la mediación de Inglaterra, que hasta ahora cero que es lo que ha valido, y con dos ventajas particulares: primera hacer lo principal de la guerra por tierra, don de el emperador no tiene por ahora tan decidida superioridad [original destruido] da la cooperación de todo el territorio, de la banda oriental, población acostumbrada al bandalaje desde que salió a luz [José Gervasio] Artigas, que ya no puede existir sin esta guerra de pillaje, que es muy destructora y que con dificultad pueden resistir las tropas regladas y los pueblos acostumbrados al orden, como se verifica con los calmucos, cosacos y otras tribus tártaras que han sido los mejores auxiliares de la Rusia contra las tropas más disciplinadas del Universo. Si uno esperara los resultados de las cosas como deben ser en política y en buen sentido, nada debía haberse mirado más imposible y más distante que el que Chile, el país que menos tiene que ver en la actual contienda, se hubiese mezclado en la guerra por puro amor a Rivadavia, por puro quijotismo, por pura brutalidad, cuando los mismos estados limítrofes al Brasil guardan una prudente y necesaria neutralidad. Pero ¿qué mal, qué herida grave, qué ruina no ha sufrido la patria y debe esperar de los gavilanes? Los consejos de Benavente, Pinto, Campino, Gandarillas, los Lucos, Uretas, etc., están pintados en esta conducta del gobierno; y ya la preveía, o por mejor decir la aseguraba desde que al conocimiento de las personas que componían el gabinete chileno, unía los datos que me ministraban las gacetas de Santiago en los atroces y groseros insultos de que se cargaba al emperador como a porfía, tan innecesarios, tan inútiles, producidos en un estado de neutralidad, y que sólo servían para dar la más despreciable idea de la política del gobierno y de la civilización del país. En Buenos Aires mismo no se decían tan horrendas desvergüenzas, y al comparar las gacetas de uno y otro país se creería que Chile era más bien el que estaba en guerra con el Brasil y el que tenía poder suficiente para apostarlas con todos los monarcas del mundo. Entre tanto M. Lavaysse[1], el comisionado de Napoleón y Luis XVIII, Padilla [2], el pensionado por Jorge III, se reirían entre sí; pero daban gusto a sus patrones sosteniendo los principios. Da vergüenza tanta inexperiencia. Yo en este paquete escribo al gobierno sobre el particular, hablando con la modestia posible; pero indicándole al mismo tiempo los males que en mi concepto pueden resultar de la conducta que ha adoptado. En efecto: tan inevitable juzgo el rompimiento, cuanto que el emperador ¿qué tiene que temer de Chile sin escuadra? y sólo nuestra misma nulidad puede servirnos de salvaguardia.

A la fecha debe hallarse en Chile (si es que no se ha retirado con motivo de la venta de la escuadra) el agente o Cónsul nombrado por el emperador. Si no es pecado decir una verdad de [original destruido] ado evidente; el gabinete de Río Janeiro es el único entre los nuevos estados en quien veo política [original destruido] sistema; y esta diferencia de los demás se hace muy notable, y acredita cuánto vale la experiencia. El Ministro Plenipotenciario del Brasil Barón de Ytabayana (hombre educado en la diplomacia [original destruido] los que intervinieron en el Congreso de Viena en 1814) me ha distinguido con particular con [original destruido] á y he conocido las buenas disposiciones de su corte para entablar relaciones con Chile, que di [original destruido] mi entender muy bien debe ser el aliado natural de Chile por su respectiva situación geográfica y porque pueden ambos hacer un comercio ventajoso entre sí. Me pidió una razón de las producciones que Chile podía exportar e importar; me ha incitado a promover un tratado de comercio, y me ha invitado con cordialidad y empeño a que a mi regreso pase por el Brasil, y converse con el emperador, aunque no revista yo carácter público en aquella corte; y excusándome con que tal [original destruido] mío aunque privado me comprometería con mi gobierno, me expuso que lo consultase con mi gobierno, cosa que no he querido hacer. Todo esto manifiesta deseo de captarse la benevolencia de los chilenos; y como no nos pide más, no nos perjudica.

¿Quién es Freire? El que escribió a Irisarri la carta que Ud. me anuncia, y de que absolutamente no dudo por la insolencia con que éste y Hullet se han manejado. Esta definición me parece que caracteriza a nuestro actual Supremo Director; corona de los gavilanes y gloria de la patria en la brillante época de 1824, [18]25 y [18]26. Loor sea dada la que no respetó conveniencia, decoro, buen sentido, principio ni ley por sagrada que fuere: al que destruyó la Constitución del Estado a los seis meses de haberla jurado, por motivos cuya nobleza sólo puede competir con la justicia intrínseca del acto, y con un decoro y aire de legalidad que parecieron legitimar lo obrado: al que sumió a su patria en el caos para ostentar su talento en disipar la confusión: al que retardó el reconocimiento de su independencia por siglos según voy divisando, a fin de que no se chasqueasen las naciones extranjeras precipitándose a aquel acto antes de ver en Chile el desarrollo de los principios y que el país se constituye no diré palmo a palmo, sino pulgada a pulgada, o línea a línea: al que quitó del medio un Senado y dos Congresos, como soldado que vuela cabezas de indios en los combates de Arauco, y porque la potestad legislativa, aunque esté depositada en manos gavilánicas, impide la marcha del gobierno, si no se ejercita inmediatamente por puebladas nacionales compuestas de la nata escogida: al que ha fundado los más graves decretos de que pendían la tranquilidad y aun la suerte de la república, en las decisiones de puebladas de a 40 personas, respetando el sagrado principio de que en cada esquina de la plaza se reasume la soberanía nacional por los que allí quieran reunirse: al que aconsejó, promovió y aprobó la separación de las provincias, para embellecer el sistema que iba a establecer imitando las gloriosas escenas de Córdoba, Tucumán, y Santa Fe: al que desconfiando de sus propias luces, con la modestia propia de los grandes hombres, se ha dirigido por los consejos del presidente Arce, Ortega, Navarro, etc.: al que conociendo la necesidad de sostener de algún modo el orden, cuando las leyes no estaban muy en sus quicios, hizo respetar la dignidad e inviolabilidad de los magistrados en el ejercicio de sus funciones, con el castigo que dio al apaleador de nuestro Dr. Palma: al que respetando el derecho que cada hombre tiene a su comodidad y la libertad individual, no ha querido molestar a los señores Cea y Portales y Cía. para que cumplan con sus pactos, aunque de esta falta sólo penda la friolera de que el D. se acabe de llevar la patria, o la de perder el gobierno su opinión, aunque en cuanto a esto último, nadie habrá que diga que el gobierno está coludido con la compañía que halló buenos y eligió a don José María Benavente para jefe de una expedición: al otro Benavente y a Gandarillas para ministros de hacienda: a Vicuña para ministro de estado: a Novoa para ministro de guerra, a don Joaquín Larraín para obispo, etc., etc.: en fin al que ha escrito a Irisarri aprobando y agradeciendo sus servicios, cuyos benéficos resultados los está sintiendo el pueblo y tiem [original destruido] los inmediatamente la presente generación, e indirectamente las restantes usque in eternum; [original destruido] hacer esta sola reflexión: 370 mil pesos dejarían a Chile en cada año un buen camino, un [original destruido] nal, un buen arsenal, un buen establecimiento literario, una buena fábrica, etc. Sin embargo dudo (si es cierto lo que antes he oído) que algunos de cerca del gobierno tengan motivo de escribir cartas de aprobatorias y de gracias a Irisarri, porque sin él no hubiera habido contrato de tabaco.

¿Y creerá Ud. que yo no he dicho de Irisarri todo lo que debía decirse?

Suspendo aquí.

 

Notas.

1. Juan José Dauxion Lavaysse.

2. Manuel Aniceto Padilla.