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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Mariano Egaņa. Cartas a Juan Egaņa. 1824-1829
44. Londres, 21 de Diciembre de 1825.

LONDRES, 21 DE DICIEMBRE DE 1825.

Amadísimo padre,

He recibido sus cartas de 30 de julio, 22 de agosto y la otra sin fecha, pero que conocí era posterior al 31 de julio, porque me habla Ud. en ella del feliz parto de Dolores verificado al año mismo de haber nacido la Ignacita que según mi madre nació el mismo día del santo. Este suceso me ha alegrado mucho y el padrinazgo es un nuevo motivo de amor a mi nuevo ahijado. Pudiera yo, ayudando a la educación del nieto, recompensar algo de lo que debo al abuelo.

Extraño que en ninguna carta me habla Ud. del empréstito: esto es, del pago del dividendo que debía aquí verificarse en septiembre próximo pasado. Esto debía considerarse en ésa como el mayor apuro que yo tu viese aquí, a vista de que no se habían tomado medidas para tal pago. No me admira que el gobierno ni los Directores me hubiesen escrito anticipadamente, previniéndome lo que debiese hacer, sino que ahora en contestación al oficio en que expongo mis temores y apuros para cuando llegase septiembre, y lo que tenía pensado hacer si por entonces aun no había recibido órdenes, se me anuncie que no hay cuidado porque se han tomado las medidas convenientes y en comprobación se me acompaña un oficio dirigido a la Caja de Descuentos por Cea y Portales, en que aunque bajo de mil solapas y trafacias, bastante se deja entender que no hay tales medidas seguras para pagar, como llegado el caso se vio. ¡Qué gente tan fatal estos Hullet! Regla general: ningún comerciante inglés escapa de ser bribón.

Ahora estoy con un disgusto terrible por el desconcierto de mi plan de regreso a Chile. Yo había pensado no excederme de mis dos años, porque ansío por estar allí, y ya no puedo tolerar esto ni tengo sueldos para más. Así es que expuse al gobierno que me volvería luego que se diesen órdenes para hacer tratados con Chile; y ahora se me contesta que no debo volverme porque el gobierno necesita aquí precisamente un ministro. Ud. alláneme esto: en inteligencia que tengo aquí dos certificados de médicos que aseguran que el clima de Inglaterra me es contrario, y que no que Passaman (a quien ad cautelam exigí tal certificado) lo podrá asegurar en ésa. El mayor mal que se me presenta es que en el rigor del invierno, no me atrevo a pasar el Cabo con el ejemplo de Saint Lambert, y que la cordillera se me cierra, no saliendo ahora en enero como ya ciertamente no puedo salir. A que se agrega que me da escrúpulo partir sin dejar arreglado o avenido de cualquier modo el pago del dividendo de marzo que ya está cerca, y sobre que no se puede tomar providencia hasta no recibir contestación acerca de las disposiciones que adopté en septiembre, y las cuales en cierto modo estoy yo aquí garantiendo con mi persona y residencia. Tanto me cuesta la patria, aunque en la realidad no he contraído responsabilidad individual.

Mi plan inalterable y decidido es éste. Bajo el supuesto de que mientras no lleguen noticias de haber completa quietud y orden en Chile, y sobre todo de haberse constituido el país, toda negociación con Mr. Canning debe estar parada indispensablemente, y bajo el supuesto también de que tales noticias prudentemente no deben aguardarse sino dentro de tres o cuatro meses, pienso irme a París, volver en principios de marzo a allanar el pago del dividendo, ver a Mr. Canning si ya hay buenas noticias de Chile y de no hacer otra corta excursión por Italia, restituirme a Londres a tratar con el Gabinete inglés lo que se pueda y embarcarme en junio para llegar a Buenos Aires en agosto y a Chile en septiembre.

No hay necesidad de que yo salga de aquí en virtud de haber llegado un nuevo ministro a relevarme; y aun esto tal vez me daría alguna vergüenza porque se creyese que me habían quitado, ni tampoco esta absoluta no interrupción de Ministro interesa a Chile cuando no hay, ni puede haber negocio alguno urgente. Basta con que yo tenga seguridad de que se recibe allí bien el que a mi partida deje al Secretario de la legación a cargo de ella, y que debe estar más instruido que cualquiera otro.

Viendo que está Ud. de periodista, he procurado darle un gran auxilio para la formación de La Abeja. Tal es proporcionarle los mejores periódicos de Europa de un modo que se reciban en ésa en derechura, y frescos. He hecho un contrato con esta administración de correos para que me los ponga en la de Santiago. Son para el gobierno pero irán rotulados a Ud. desde el siguiente mes para que después que Ud. los examine y extracte los pase al Ministerio.

Acaban de salir los Ocios con un gran elogio de la Constitución de Chile con motivo de hablar de la separación de Coquimbo que ha corrido y perjudicádonos tanto aquí. Por lo que he leído en La Abeja, veo que han sido sus editores (hombres muy sabios) capaces de convenir en pensamientos con Ud. Remito a Ud. un ejemplar de este número por el presente paquete y dos al gobierno por el buen uso que puede hacerse de ellos.

Suspendo aquí para continuar esta carta que debe ser muy larga. Sigo: tal es la incertidumbre de la salida del correo, que es preciso escribir a trozos para que alcance a ir algo si éste parte repentinamente.

Extraño que en ninguna de las cartas me haya Ud. incluido la lente que más le haya acomodado para llevarle de aquí otras iguales, como prevenían mis instrucciones sobre el particular. Yo he comprado una colección de todas clases, para suplir este defecto; y he mandado hacer la armazón con que se han de usar, y que nosotros creo que llamamos gafas, para adaptar en ella en ésa las lentes que mejor correspondan a la vista de Ud. Nunca hemos necesitado cuidar más de ésta que ahora. Hay tantos libros buenos que leer; tantas láminas que examinar, tantas experiencias curiosas y delicadas que mirar, que sería una lástima no tener buenos ojos. En un paseo al estanque con nuestra caña de pescar (que la llevo tal y tan buena), en otro al campo para gozar de las hermosas vistas que ofrece el calidoscopio, en el examen de flores, insectos y líquidos en el microscopio: en las experiencias del diablo color de rosa, o sean juegos y recreaciones químicas y físicas para divertir la sociedad de que llevo un copioso tratado, ¿cómo nos avendríamos sin buena vista?

Tomada la resolución de pasar a París y considerándome ya en el resto de tiempo que haya de permanecer aquí como en vísperas de partir, he determinado volver la casa que habito y despachar a Chile mis muebles y cuanto aquí tengo. Estos muebles fueron comprados con el designio de llevármelos a mi regreso para usarlos en ésa. Aquí han sido inferiores al rango de un Enviado aún suponiendo que lo es de un país muy pobre y con puebladas. No sé en Chile cómo se reputarán. Puede que la envidia, un signo característico araucano, los haga mirar como efecto de lujo: de robo no será porque no ha habido cómo, y debo a los SS. Hullet el favor involuntario de haber puesto a salvo mi reputación en esta parte. Sobre todo: este negro coche y este pizmiento servicio de mesa de plata, no serán tal vez tolerables; pero más contento estoy con ellos y más honor me hacen que haber imitado la conducta de mi antecesor viviendo en una posada y haciendo el papel de traficante de Londres a París. Cualquiera sabe, y yo mejor que nadie que era cosa llana haberse metido en un triste hotel y haber ahorrado bastantes reales, mas yo escrupulicé como lo avisé a Ud. desde el principio, porque ese gobierno que gastaba su dinero para que yo viviese con decoro, tenía derecho a exigir que no lo ridiculizase yo con mi mezquindad. En fin, ¿quién sabe si he hecho mal? Yo he economizado a costa de mi pellejo, comiendo mal privadamente, no yendo a teatros, ni paseos, etc.

En la semana entrante y en buque (cuyo nombre aun ignoro) que debe salir de ésta para Valparaíso se embarcarán como unos 25 cajones que contienen sofaes, sillas, mesas, cómodas, un catre, chimeneas, muebles de cocina, loza y cristales, baños, alfombras, máquinas científicas, libros y el consabido coche. Aprovecho también esta oportunidad porque me llevan barato por el flete. Van a consignación de don Andrés Blest, porque no tengo otro de quien valerme con seguridad en Valparaíso; no obstante que por lo que Ud. me ha dicho en una carta anterior y por el hecho de no haberme contestado ninguna de las dos que le he escrito conozco su mala voluntad, u omisión. Esta consignación es para en el caso que no estuviese en aquel puerto don Domingo Otaegui hijo de mi señora Pepa [1], que a más de su actividad me servirá con gusto.

Ahora acabo de pensar que mejor que Blest es don Manuel Fierro de quien no me había acordado, y que no es de temerse que así él como Otaegui falten a un tiempo de Valparaíso. Mi carta de consignación irá dirigida a Otaegui y ausente a Fierro. En ella incluiré la factura y conocimiento. Ud. luego que reciba ésta tendrá la bondad de escribir a cualquiera de los dos previniéndoles estén dispuestos (uno en lugar de otro) para que luego que allí llegue la Fragata Inglesa Mackard exijan de su capitán una carta mía dentro de la cual irá la factura y conocimiento de mi equipaje; cuiden de su desembarco, y traten de remitirlo a Santiago a Ud. con el cuidado posible porque hay cajones que contienen cosas muy delicadas. Los costos de desembarco y almacenaje los librarán contra Ud. y Ud. también satisfará la conducción a Santiago donde se depositarán en casa hasta mi arribo.

Siendo éste puramente el equipaje de un ministro plenipotenciario, no tiene que pagar derechos de ninguna clase en las Aduanas, ni aun debe ser registrada como es expreso en el decreto de 11 de febrero de 1824, que incluyo en copia y que Ud. remitirá a Valparaíso para que se haga uso de él. En el registro no hay otro temor que el de alguna honesta substracción por parte de los registradores, porque es estrictamente equipaje cuanto va. Dejo aparte el que Ud. componga cualquiera habladurilla que haya, ya sea acerca de que esta remisión supone que abandono la legación anticipadamente, ya sobre que remito montes de oro a Chile. En el correo siguiente que acaso llegará a Santiago primero que la Mackard a Valparaíso incluiré a Ud. la factura y conocimiento. Si en esta materia se necesitase algún servicio de don Pedro García de la Huerta (que tiene mil relaciones en Valparaíso) me parece que lo hará con voluntad siendo requerido en mi nombre.

Conforme a lo que Ud. me dice ahora, no he querido cargarme de libros en inglés, así porque no los hemos de poder leer los dos, como por que son excesivamente caros y al menos tres tanto más que los franceses; pero hay ciertos autores clásicos y otros que por dar noticias del estado e instituciones inglesas difíciles de adquirirse en libros extranjeros, se hacen indispensables. Estos únicamente llevo como Ud. lo reconocerá, y algunos pocos de controversia religiosa útiles en los presentes tiempos y que es el punto grave en Inglaterra.

En cuanto al estado político de Chile éste sigue cada día más desacreditado en Europa. Una persona me escribe desde París lo siguiente: “Los chilenos parece que están locos de atar, y como no es posible tener esperanza de negociar cosa alguna con el gabinete inglés ínterin no se disipe la tempestad con la restitución del juicio a aquellos señores, aconsejo a Ud. que venga a dar un paseo a ésta”. Sin embargo el nombramiento de los actuales ministros Vial y Correa me parece un anuncio seguro de orden y de juicio, y lo confirmo por la mudanza que he notado en cuanto a mi departamento. Se me escribe, se me contesta con dignidad, con buen sentido, con exactitud. En fin se conoce que hay hombre. Quiera Dios que hagan mucho bien, lo que lograrán si consiguen vencer el tino particular que cierto hombre tiene para neutralizar los grandes esfuerzos que se hacen ya sea para el bien o mal. Después de un año en que sólo se oía aquí un continuo desacreditar a Chile por cuantos caminos hay, he tenido la satisfacción de ver que el Diario de los Debates de París copia [d]el decreto de Vial citando a un congreso general y mandando a los delegados salir de la cabecera el día de la elección de diputados y con este motivo hace un paralelo entre el gobierno de Chile y el de Francia que cede en el más alto elogio de aquél, concluyendo con que los franceses hacen bien en no apresurarse a entrar en relaciones con América porque importarían de allí principios de orden y moderación. La noticia de la separación de Concepción y Coquimbo y del establecimiento de sus asambleas provinciales, ha sido aquí y es todavía el objeto de las declamaciones de los diarios y de sus insultos contra Chile y contra su falta de orden, juicio y tranquilidad. En esto también influye el temor de los accionistas del empréstito que dan por sentado que una provincia que decreta su separación de la indivisibilidad de la república, ha dado ya el primero y más avanzado paso para decretar al día siguiente que no reconoce la deuda contraída por el gobierno que residía en Santiago bajo otra constitución. Jamás ha habido época más vergonzosa para Chile, ni país de América a quien alguna vez se haya desacreditado tanto. Yo hago aquí el papel más miserable teniendo que contradecir noticias que sé son efectivas, y sin hallar cómo darles vuelta para presentarlas bajo un aspecto menos indecente. Todo nuevo correo desbarata cuanto he dicho antes y me deja por un solemne embustero. Había dicho que las nuevas asambleas no eran otra cosa que los consejos departamentales que prevenía la constitución, pero un decreto que se ha publicado en los periódicos ingleses de la Asamblea de Coquimbo destruye toda mi compostura.

Aquí ha habido un juicio célebre en que me he acordado mucho de la fabulita de Fedro Vulpes et Lupus, Simio, judice. Yo dije a Ud. en mi carta de julio de la atroz publicación que había hecho el Morning Chronicle contra Irisarri. Este que vio que la publicación había de llegar a mi noticia y que presumió la comunicase yo al gobierno, se vio forzado a presentarse a un tribunal quejándose de libelo. No fue necesario más para que el Morning Chronicle lo tomase a su cargo insultándolo cruelmente así a él como a los Hullet casi en cada semana, tratándolo de ladrón, de bribón, de engañador y falso, etc. Llegó el día del juicio que fue el 19 del corriente y compareció Irisarri llevando por testigos a toda su comparsa, esto es a don Andrés Bello, su antiguo secretario y compadre, los Hullet, García del Río [2], un sobrino de Paroissien (el mismo Paroissien no está aquí), un amanuense o cajero de los Hullets, etc. Tales y no otros fueron los testigos.

Irisarri es un malvado afortunado a quien salen bien mil casualidades. El Morning Chronicle (que no me conoce) me citó por testigo y pidió mi comparecencia al tribunal, y en efecto se expidió una orden en nombre del Rey citándome. Si ésta se me hubiese llegado a notificar, yo me habría visto en mil apuros para reclamar la inmunidad y privilegios de mi carácter de Ministro Plenipotenciario, aunque no reconocido formalmente, al menos tolerado de hecho, para comparecer ante los tribunales, aunque siempre me habrían obligado a ello. Pero los Hullets, que conocieron que mi testimonio no podía ser favorable a la causa común de ellos e Irisarri, tuvieron la astucia de prevenirme con tiempo que iba a ser citado, y que como me sería pensionosa la comparecencia, podía eludir la notificación, dando orden en mi casa para que se dijese a los que me buscaban, que no estaba en ella. Yo, conociendo la astucia, les di gracias y lo hice así por no comprometer con mi comparecencia la dignidad de mi gobierno. Irisarri ganó y fue condenado el Chronicle en 400 libras esterlinas a favor de aquél. Bien lo merecía este papel porque en la realidad es muy insolente y ahora creo que tiene gran parte en su redacción aquel Mr. Miers que estuvo con Lord Cochrane en Chile y que, como he avisado al gobierno, es e más furioso detractor de Chile de cuyas resultas y aun más en odio de Irisarri ridiculiza e insulta este periódico cuanto existe en Chile con un odio encarnizado. Entre los dos contendores buenos eran ambos.

En cuanto a llevar cuando yo me vaya alguna comisión de las compañías, aunque esto hubiera sido muy fácil al principio si no se hubieran opuesto a ello mis ideas de delicadeza, hoy lo considero difícil.

Sobre las acciones que ofreció a Ud. Cameron, hizo Ud. muy bien de admitirlas; pero se le olvidó una precaución que es necesaria con comerciantes ingleses, que todos aunque parezcan buenos son a mi entender bribones. Tal es la que si las acciones se ponen a descuento, como es muy probable, no le carguen a Ud. el descuento; es decir que habiéndose dado cinco libras al fondo de la Asociación por cada acción, si éstas se ponen a menos precio, no le carguen a Ud. esta rebaja o demérito. El valor intrínseco de cada acción son las cinco libras que por cada una se han dado al fondo, y lo que se gana con ellas es el premio que adquieran sobre ese valor intrínseco, así como se pierde bajando de ese valor. Verbi gratia: las acciones de la Compañía Chilena valen hoy 7 libras que es decir dos libras de premio cada una, y así en 100 acciones ganará Ud. 200 libras, pero las Anglo-Chilenas valen 3, que es decir están a dos de descuento y si Ud. tuviera 100 acciones de éstas, lejos de ganar tendría que desembolsar o perder 200 libras.

Me acaba de escribir Barclay que las 500 acciones que estaban a mi disposición ya las ha repartido él en Chile por medio de Mr. Cameron y que me digne aprobar este repartimiento. Le he contestado que con qué orden las ha ido a repartir, que ellas estaban reservadas a mi exclusiva disposición, para que yo las repartiese cuando quisiese y a quien quisiese, como ya lo había hecho, y que absolutamente no aprobaba lo que se había practicado sin orden mía ni directa ni indirecta y aun sin aviso: que por el contrario me pusiesen las acciones a mi disposición. Sírvale a Ud. esto de inteligencia y también para conocer la buena fe de los comerciantes ingleses. Esta es pieza de la más solemne maldad y a vueltas de haber dado a Ud. 100 acciones como por regalo de ellos, y en recompensa de servicios que no tenía Ud. para qué prestarles quieren cargarme las que han repartido a sus amigos.

A Dios mi amadísimo padre; soy su

Mariano.

Es inútil decir a Ud. que cuantas acciones haya Ud. tomado son ratificadas por mí porque Ud. y yo somos una misma cosa. Advierto a Ud. que Barclay a más de éstas 500 reservadas a mi disposición, hizo presente a los Directores de la asociación que otras 500 más separaba para repartir en Chile; y por consiguiente tiene como no faltar al repartimiento que haya hecho, y a más tiene muchas que tomó para sí: creo que la 4ª ó 5ª parte.

 

Notas.

1. Se refiere a Josefa Astaburuaga de Otaegui.

2. Juan García del Río.