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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Mariano Egaņa. Cartas a Juan Egaņa. 1824-1829
38. Londres, 20 de Julio de 1825.

LONDRES, 20 DE JULIO DE 1825.

Mi amadísimo padre,

El 15 de éste he recibido la de Ud. de primero de abril; se conoce que no estaba Ud. en esta ocasión con humor de escribir mucho; y esto es para mí una calamidad, porque no tengo más consuelo no otra guía en este mi aburridor destino. Ninguna de las cartas de que Ud. me habla hasta la fecha se ha extraviado. El paquete dirigido por mano de Riesco fue el que recibí aquí en fines de enero venido por el correo que salió de Buenos Aires en noviembre.

He tenido la satisfacción de haber recibido noticias de la Compañía de Minas, negocio que más me ha incomodado de cuantos me han ocurrido en toda mi vida. ¿Creerá Ud. que he tenido siete meses de contrapeso considerando qué sería de mí si el gobierno desaprobaba esta empresa, y repetían aquí contra mí los empresarios haciéndome responsable de la aprobación dada, suponiéndome engañador y acusándome de felonía? Todo esto se me venía a la imaginación, y la grande utilidad del establecimiento no bastaba a disipar mis aprensiones. Tal es la fuerza con que obran éstas en un carácter delicado. Ahora he venido a conocer que no soy para estas cosas, y que una demasiada delicadeza o escrúpulo me quita a veces la expedición necesaria para obrar. Loco de contento estaba con el proyecto; y después de verificado empecé a considerar que si en Chile no lo hallaban tan ventajoso como yo, me había metido en un abismo sin salida. Aun hay más, y esta memoria no dejará de atormentarme por mucho tiempo; cualquiera otro en mi lugar hubiera sacado grandes utilidades para sí; y yo por mi zonza delicadeza y pundonor he perdido la ocasión. Podían haberse vendido acciones, sin perjudicar la conciencia ni el honor. De diez mil que se repartieron en la primera (quince mil se repartieron en la segunda pero yo no tuve nada que ver en esta compañía) pude haber reservado para mí un número muy crecido y acaso los empresarios me las hubieran franqueado.

He sentido que se haya impreso mi oficio en que doy cuenta de dicha compañía y que por esta razón ha venido a Londres a manos de los empresarios, quienes ya lo estaban traduciendo para insertarlo en los periódicos, y ha sido fortuna el haberlo podido impedir, aunque el mal que ha causado su publicación está hecho, y es el siguiente. Cuando se estaba tratando de formar la compañía, que fue cuando extendí y dirigí ese oficio, les había dicho que podrían trabajar las minas que por despobladas o nuevamente descubiertas pidiese la compañía conforme a la Ordenanza de Minas, y sin privilegio alguno particular, siendo en la forma que podía hacerlo cualquier individuo. Para esto me arreglé a lo que habían hecho Rivadavia en la compañía que formó para Buenos Aires y los Ministros del Brasil con las formadas para el Brasil tiempo después. Pero continuando instruyéndome en estas materias supe que en México no se les permitía pedir libremente minas sino contratar con los mineros del país, lo que me pareció más arreglado y útil. Así es que cuando llegó el tiempo de la formación, no les autoricé para tal petición de minas, sino que llanamente les dije que aprobaba el establecimiento de la compañía, pero sin designarles derecho alguno, sino como el gobierno tuviese a bien. El oficio no lo vieron ellos ni han podido saber de su contenido hasta hoy; y con él adquieren un documento para decir que yo les he concedido el derecho de pedir minas. En la correspondencia inmediata a ese oficio aviso al gobierno que la compañía no lleva privilegio alguno de ninguna clase, y aun indico que convendría poner trabas a los trabajos que quisiese establecer por sola su cuenta, pues mi ánimo ha sido favorecer sólo a los mineros de Chile proporcionándoles quien los habilite y los enseñe. Tenga Ud. presente que los empresarios jamás han esperado más que el derecho de hacer contratos con los mineros del país como sucede en México; y cabalmente la casa de Barclay, principal interesada en la compañía de Chile, es la que ha formado la compañía Anglo-Mexicana, una de las de aquel estado. Saint Lambert, Dobson y Cameron, comisionados de la compañía han llevado instrucciones para hacer contratos con los mineros con preferencia a cualquier otro modo de entablar trabajos, y esto aun cuando consigan el privilegio de ser igualados a los naturales del país en el derecho de pedir mercedes; privilegio que ha pedido la compañía al gobierno por un memorial que acompañé con mi oficio Nº 27 como que yo no se lo había concedido aquí, aunque ahora tal vez me quieran argüir con el oficio impreso. En fin juzgo conveniente acompañar a Ud. original el contrato hecho con la tal compañía y donde verá Ud. cuán poco es a lo que yo me he obligado. Aprobarla generalmente, y recomendarla. Este contrato no lo despaché al gobierno porque me pareció absolutamente insignificante.

Diciéndome Ud. que se han hecho propuestas por la Compañía de Buenos Aires, pero que no dude que será preferida la que yo he formado, parece darme a entender que hay incompatibilidad en la admisión de ambas. No la diviso, porque la que yo he formado no es exclusiva, y aunque sólo ésta es la que he aprobado, sin embargo siempre he creído que serían convenientes al menos dos para evitar el monopolio, y que lejos de imponer la ley a los mineros, la recibían de éstos, quienes tendrán entre qué elegir y regodearse. Con todo siento las propuestas de la de Buenos Aires (Hullet ha sido el contratante con Rivadavia) porque no sé si la multitud de estos establecimientos hará que sean menos útiles; y ya Chile tiene dos compañías que admitir; las dos que han ido de aquí formadas expresamente para aquel país: la una verdaderamente aprobada por mí y la otra con mi nombre tomado injustamente. Hay otra tercera que debe haber llegado allí mucho ha, y creo que tendrá por agente a don José Ignacio Izquierdo y a don Onofre Bunster. Cuando me vieron para la formación de ésta me opuse, y les dije que ni la aprobaba, ni la recomendaba, ni se hiciese uso de mi nombre. Estaba lleno de cuidados, y no quería más compromisos. De todo esto di cuenta al gobierno en mi oficio Nº 34. Así esta compañía como la de Buenos Aires y cualquiera otra que se presente o haya presentado (porque no sé si se han formado más aquí) puede el gobierno desechar si no las concibe útiles. Ya están también tan desacreditadas aquí estas especulaciones por lo mucho que se han multiplicado, y porque pasó la fiebre de estas empresas, que se mira como a fraudulentos a los nuevos emprendedores que se presentan, y esto ha perjudicado en tal manera a las otras especulaciones que podrían hacerse para América, que ya no hay quién entre en ellas; y estoy dudando mucho que tenga efecto la compañía de colonización chilena, porque hasta ahora no se ha sacado a luz; y lo mismo observo en la del Banco para Chile. Por otra parte sólo el grande interés de la patria en estas cosas puede obligarlo a uno a entrar en ella. Son al cabo especulaciones mercantiles, y se creerá que los Ministros tienen parte. El otro día acaba el Morning Chronicle (periódico que se ha declarado anti-americano), bajo capa de un artículo comunicado que puede ser muy bien del Embajador Español, de dar un ataque furioso a todos los Ministros americanos sin excepción, tergiversando al efecto unas palabras de Mr. Canning. Reconvenido éste en el Parlamento sobre por qué no se había reconocido al Enviado de Buenos Aires después de ratificar el tratado con aquel país, contestó que porque no había presentado credenciales arregladas (nótese de paso que el sabio gobierno de Buenos Aires no sabe extender unas credenciales), y que en cuanto al Cónsul nombrado por el mismo estado (Hullet) no lo había querido reconocer, ni entrar con él en conferencias porque era un comerciante inglés con una casa de comercio en Londres; y siendo los negocios de Inglaterra con América en su mayor parte comerciales, si había alguna persona con quien al menos debiese tratar sobre estos negocios, era con el nombrado. Todos los diarios (que son más de 20) copiaron esto fielmente; pero el Morning Chronicle lo tergiversó poniendo en plural las expresiones y diciendo con los nombrados por aquellos Estados y fundándose en esto añade que todos los Enviados y Cónsules americanos sin excepción se han hecho indignos de hablar con Mr. Canning por la conducta con que han prestado el nombre de su país para las especulaciones con que aquí se defrauda al pueblo inglés. Al día siguiente tuvo Mr. Canning que contradecir esto en el periódico de su ministerio British Press.

He recibido un pliego del gobierno con fecha 22 de marzo, el tercero que recibo desde que estoy aquí. En él se me da una idea muy sucinta del estado interior de Chile sin tocarme nada de sus revoluciones que era lo principal. En él se me da una comisión indirecta para convertir a Ud. porque se me dice: “Los partidarios de la constitución que no pudo plantearse mantienen un choque de opiniones contra los otros que la repugnaron. No hay forma todavía de que algunos se olviden de las antiguas costumbres, y de aquellas preocupaciones fanáticas que oponen un obstáculo intolerable a las luces del día. Transmita Ud. a sus corresponsales en ésta aquellos conocimientos de sabiduría que observa en esa ilustrada corte para que de este modo cese toda preocupación”. Nada se me dice sobre la compañía de minas; pero se me promete inmediata contestación a todos los oficios pendientes que hasta entonces eran hasta el Nº 18.

Me aflige Ud. con decirme que en ésa se ha extrañado que yo nada diga sobre la expedición española que tan generalmente se había anunciado iba a socorrer al Perú. ¿Que tal vez no se leen mis oficios? En los números 10 y 11, fecha 26 de octubre, y en el Nº 13, fecha 14 de diciembre, hablo muy largamente sobre los preparativos que hace España: en qué consisten: en qué estado se hallan: las noticias reservadas que tengo de ellos: el punto a donde se dice que van: el que yo concibo sea verdaderamente su destino: los puertos de donde han de salir las expediciones, etc., etc. Hasta el día en que han salido digo posteriormente en mi oficio Nº 36, fecha 21 de marzo. Puede estar seguro Ud. y el público que una cosa, una circunstancia, un suceso, una observación que haya ocurrido, o haya sido conveniente hacer, no he omitido, y que no podrá encontrarse correspondencia más menuda, oportuna y exacta. Franca también sin faltar a la prudencia.

Cuando escribí yo aquí mis oficios sobre Hullet e Irisarri, ya me suponía que acaso volverían copias a sus manos; y sus apoderados y amigos los tendrían allí a la vista. Es esto muy triste porque se quita la libertad de escribir, principalmente aquellas observaciones que no son hechos positivos, y que uno es obligado a hacer para dar un cabal conocimiento de las cosas. Nadie quiere estar expuesto diariamente a los ataques de los bribones renovando refriegas, e Irisarri me tiene verdaderamente acoquinado. Luego que ha llegado este correo me ha dirigido la carta siguiente no sé con cuál objeto y si reventará aquí o allá.

 

Muy señor mío:

Se me avisa de Chile que corre allí la voz de que Ud. ha escrito a aquel gobierno diciéndole que yo estaba coludido con la Casa de los señores Hullet hermanos y compañía para impedir que entrasen en poder de Ud. los caudales de aquel gobierno y que esto era porque yo y estos señores teníamos empleados aquellos caudales en negociaciones particulares. Deseo saber lo que hay de verdad en esto para tomar aquellas medidas que juzgue conveniente a mi honor ultrajado con semejantes rumores; y espero que Ud. tendrá la bondad de contestarme con la prontitud que exige esta clase de negocios.

De Ud. Afmo. Servidor

A. J. de Irisarri.

CONTESTACIÓN

Muy señor mío:

Aunque Ud. sabe muy bien que nadie puede pedirme, ni yo debo dar razón de lo que escribo privadamente a mi gobierno; sin embargo deseando complacer a Ud. en cuanto no se oponga a mis deberes, diré en contestación a la de Ud. (que sin fecha he recibido ayer sábado) que he dado cuenta exacta de cuanto ha ocurrido relativo a los negocios de que fui encargado; y que incapaz por cuanto hay, no digo de calumniar; pero ni de indicar sin urgente obligación especie alguna que pueda disgustar a otro, debe Ud. contar con que hechos que no sean positivos, no los he de haber asegurado al gobierno, a los Directores de la Caja, ni a ninguna persona, y en ninguna manera me consta ni sé que los señores Hullet o Ud. tuviese empleados los caudales del empréstito en negociaciones particulares. Añadiré más y es que dando cuenta a los Directores de los obstáculos que se proponían para poner a mi disposición estos fondos, digo expresamente que no me atrevo a asegurar si Ud. está mezclado en esto, y que el juicio que haya de formarse, resultará de los hechos y documentos que copio fielmente.

Soy de Ud. ato. serv. Q.B.S.M.

Mariano de Egaña.

 

¿Con que ya perdí mi Procuración Nacional [1]? Veo en el Boletín un decreto nombrando fiscal interino, mientras está el propietario en el Congreso. ¿Quién es éste, Laso, Vera o Barros? Yo reclamaría este destino que no se me puede quitar sin causa; y no lo es seguramente el estar sirviendo aquí a la Patria.

Aun no ha llegado Rosales, ni sé de Riesco a quien he escrito a Gibraltar. ¿Qué desgracia es esta de Código Moral? Rosales me escribe desde el Janeiro con fecha 15 de abril diciéndome que a los dos días se embarcaba para la Havre, y me entregaría unos pliegos que me traía. Suspendo aquí por la incertidumbre del correo para continuar después.

 

Notas.

1. Al ser nombrado para su misión a Londres, Egaña detentaba el cargo de Procurador, el que no perdió al salir del país.