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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Mariano Egaņa. Cartas a Juan Egaņa. 1824-1829
32. Londres, 18 de Marzo de 1825.

LONDRES, 18 DE MARZO DE 1825.

Mi amadísimo padre,

He tenido el sentimiento de no haber recibido carta de U. en el paquete que llegó a ésta el 22 de febrero último y que trajo correspondencia de Chile hasta el 2 de diciembre. Las cartas de Ud. son el único consuelo que aquí tengo. Ellas no sólo me dan a saber de Ud. y casa, sino también me hacen ver el estado de las cosas en Chile y me sirven para dirigir mis pasos. Hasta ahora no he recibido una sola letra, una sola insinuación del gobierno; de suerte que nada sé oficialmente. Entretanto espero por momentos la llegada de Zañartu; y por cierto que me pegaría un chasco si ella no tuviese efecto, cosa en que ni quiero pensar. Mis únicos deseos son irme luego, luego.

La venida de dicho Zañartu se ha propagado aquí, y aun en Francia, desde donde Domingo Toro [1] se lo escribe a Barra. Entiendo que Irisarri lo habrá comunicado y que a él se lo habrán escrito de su casa. Esta voz no deja de perjudicar, porque varios comerciantes a quienes había yo propuesto o ellos a mí algunos proyectos útiles, los veo ahora resfriados, y sin duda aguardan al nuevo Ministro. Irisarri se halla ahora en París. Vino aquí en fines de enero como Ud. sabe. Empezó a escribirme cartas de desvergüenza a ninguna de las cuales quise contestarle. Me pasó en seguida un oficio en que concluía diciéndome que no me reconocía por Ministro Plenipotenciario, si no le manifestaba nueves poderes de Chile dados después de la revolución acaecida en julio. Y últimamente me escribió que nada tenía que ver con el gobierno de Chile, y se fue. De todo he dado cuenta. Los Hullet tiempo ha que suponen que viene Zañartu, y ya me tratan pellejalmente en términos que me han aconsejado que no los vea, porque esto es abatirme y ridiculizarme. Sin embargo, yo consumo mi coche en hacerles una visita diaria a la distancia en que viven (que en Londres se cuenta por leguas) a fin de que remitan letras hasta completar el resto de los fondos que hay aquí. No creerán en Chile, y menos los señores de la tertulia de Campino, los pasos que doy, y lo que cuesta cada cosa por pequeña que parezca; y lo peor es que a mí me da vergüenza decirlo en mis oficios, porque creerán que es hacer mérito y que obro sin actividad. Así he conseguido ya remitir todos los fondos con las letras que se dirigen en este último paquete. Hoy me acaban de decir que no quedan de todo el empréstito en su poder más que 1.000 libras que les previne retuvieran aquí para lo que pudiera ofrecerse, y principalmente para cubrir de una multitud de gastos de secretaría que he estado hasta aquí supliendo de mi bolsillo. Hay correo que me cuesta 150 pesos y nunca baja de 50 a 60. Lo gracioso es que ahí se habrán alucinado con las existencias que supondrían haber aquí del empréstito, y no lo dudo, pues contrataron dar a Cea y Portales 500 mil pesos. 113 mil libras me dio Irisarri por escritura cuando llegué aquí, y de ellas hay que rebajar nada me nos que 70 mil que se han pagado en los dos dividendos de septiembre y el actual de marzo. Ya aquí no queda medio, y no sé cómo nos veamos si Cea y Portales no ponen a tiempo el dinero para el dividendo de septiembre siguiente.

Las letras que se han girado para remitir los fondos del empréstito han sido un negocio exclusivo de los Hullet. Yo no he intervenido en nada. Ellos las han solicitado y girado cuando les ha gustado; y pasé por todo porque peor era que se quedasen aquí detenidos los fondos, lo que les habría gustado infinitamente más. Así es que sólo soy espectador y sabedor de cuando las remiten. Ellos tienen allá su enredo con Bunster que no he podido descubrir qué clase de maniobra es. Sólo sí les previne que ninguna letra se girase a menor cambio de 44 ½ peniques, porque Irisarri y ellos estaban en posesión de girar a 45. En esto conocerán los señores de la Caja que ha ganado algo el erario.

¿Sabe Ud. lo que temo? A Irisarri y a su familia en boya. El mismo íntimo amigo y apasionado de éste, don Andrés Bello, me dice que es vengativo. Yo nada le he hecho que no deba hacer; pero supongo que por medio de los suyos o en derechura al gobierno me habrá chismeado. Qué sé yo qué habrá escrito, y qué disposiciones habrá para creerle.

En cuanto a negocios políticos, hace un mes que Mr. Canning está enfermo y sin atender al despacho. Entre tanto aquí se formó un Comité compuesto de los negociantes de dos compañías de minas para solicitar del gabinete el reconocimiento de la independencia de Chile; pero no ha sido posible continuar en los pasos hasta que Mr. Canning se mejore. Ayer me ha dicho Barclay (el principal de la primera compañía) que para pasado mañana lunes 21 está citado para hablar con Canning sobre el particular. Ha llegado aquí la noticia de la victoria de Guamanguilla obtenida por Sucre, y completa aniquilación del ejército real del Perú con la presión de La Serna y Valdés. La victoria se dice que aconteció el 9 de diciembre, y se tuvo aquí la noticia en principios del presente. Este suceso influye más que todo en favor de Chile, y es preciso no despreciarlo.

La Europa está tranquila, y no aparece ya temor de una guerra como se había creído. La Rusia protestó contra la medida de la Inglaterra de formar tratados de comercio con los estados americanos; pero aquí han parado sus amenazas. Sólo Fernando no cede. Lo que verdaderamente me hace temer es que está negociando con extraordinario empeño un empréstito de 20 millones de libras esterlinas, y que probablemente lo conseguirá. Con este auxilio puede hacernos gran daño, aunque las cosas se hallan en tal estado, que en un caso de guerra Inglaterra tomará abiertamente, a mi entender, la defensa de América. Son ya muchos los intereses que ya tiene en aquel continente y que no puede abandonar. Sé por referencia de un miembro del gabinete, que más capitales ingleses hay en el día en América del Sur, que en los Estados Unidos, y esto que hace tantos años a que los ingleses especulan en Norte América.

No dudo que Mr. Canning se resuelva a celebrar tratados de comercio con Chile, y haya ya dado o dé al efecto las competentes instrucciones a ese Cónsul, sin decirme a mí nada, como lo ha hecho con los otros Ministros americanos con quienes nada ha querido tratar sobre este punto, sin duda porque espera sacar más de aquellos gobiernos dirigiéndose a ellos en derechura. No vayan Uds. a conceder privilegios o bajas de derechos que conviertan el comercio inglés en un monopolio. Basta con convenir en que la Inglaterra será mirada en Chile al nivel de las naciones más favorecidas, para que quitar la competencia de las demás.

Las ventajas que se han de conceder a Inglaterra para conseguir su protección, han de estar combinadas con nuestro propio interés en cuanto sea posible. Basta con las compañías de minas y otros establecimientos de esta clase; y aun en éstos se han de hacer las regulaciones oportunas para sacar de ellos todo el provecho conveniente.

Remito a Ud. una copia del oficio y estipulaciones sobre el establecimiento de un Banco que dirijo en el presente paquete, al gobierno. No sé qué le parecerá a Ud. Aquí me fue necesario hacer estipulaciones aunque provisionales, porque éste era un establecimiento público, con privilegios particulares, facultad de emitir papel moneda, etc. En las compañías de minas me resolví a no entrar en estipulación particular ni contrato alguno, dejando así al gobierno la libertad de que tomase sobre ellas las disposiciones y regulaciones que hallase por más conveniente al bien del país, restringiendo o ampliando sus trabajos como quisiese. Eso sí: di mi aprobación en nombre del gobierno a la primera, no a la segunda que tuvo la maldad de comprometerme usando de mi nombre en su prospecto; y por disimular esta superchería, usa de la cláusula antigua siguiente: “con la sanción y aprobación del Ministro Plenipotenciario con la mira de remitir personas a propósito para contratar con el gobierno y particulares”; y cuando yo les reconvine me contestaron, que ellos lo que decían era que tenían mi aprobación para ocurrir a gestionar y tratar con el gobierno; que esto era cierto; y que yo tampoco se lo habría podido negar, porque era preciso para que tuviese algún fundamento su formación; y esta aprobación supone que el gobierno no la rechazará y le permitirá trabajar; ya se ve que como no hay estipulaciones o contrato que diga cual ha de ser la forma, o extensión de este trabajo, el gobierno cumple solo con no repulsarla, y hacer al mismo tiempo las ordenaciones que tuviese a bien. Mi aprobación ha sido en sustancia una concesión particularizada del derecho abstracto que los empresarios tenían para ir a negociar; ni cómo el gobierno podría jamás oponerse a que le llevasen la industria, y capitales para habilitar y fomentar un ramo de los trabajos del país. Por otra parte: cuando en todas partes de América se han admitido, y aun en algunas los mismos gobiernos han solicitado estas compañías, ¿cómo podría yo haber dicho no desconceptuando a Chile y haciendo perder el interés que se podía tomar por él? Sin embargo, ¿creerá Ud. que lleno de satisfacción en los primeros días por haberse formado estos establecimientos, me han sobrevenido después infinitos cuidados y angustias al considerar el compromiso en que me he metido, o en que me supongo estar, y que si el gobierno repulsaba las compañías, yo quedaba aquí en un compromiso espantoso, caso que se ve que no me parece posible? Mi carácter es demasiado nimio y escrupuloso, y no soy para estas cosas; y la soledad y tristeza me representan fantasmas.

Advierto a Ud. que cuando se formó la segunda compañía, traté de hacer una publicación desmintiendo su prospecto. Para ello quise primero consultar a dos comerciantes, y dos abogados entre estos últimos al célebre Sir James Mackintosh miembro del parlamento. Me contestaron conformes, que no debía dar semejante paso, porque sería demasiado peligroso para Chile y demás estados de América, como que el sacar por falsarios a unos comerciantes respetables atraería su odio; y que en las presentes circunstancias de ellos dependía cuasi el reconocimiento de la independencia por las gestiones que hacían al efecto; y que por último no era prudencia hacer un mal seguro por remediar uno tan dudoso por no decir imposible, como el que el gobierno de Chile contra su propio interés, y el ejemplo de los demás gobiernos, no aprobase las compañías; que cualquier clase de publicación era hacer perder el crédito de Chile y arruinar en lo sucesivo cualquier especulación útil que se quisiese formar para aquel país; añadiendo que me exponía a mil contradicciones desagradables, y que saliese mi nombre en los papeles públicos, no remediándose en sustancia nada, porque los que habían tomado acciones en la compañía ya las habían tomado, y sólo tendrían que quejarse de que por la publicación que yo hacía bajarían éstas su precio y tendrían que perder, atribuyendo esto a maniobra mía.

Se ha formado una tercera compañía para minas de Chile y el Perú. Ud. se instruirá de esto por la copia que acompaño de mi oficio al gobierno sobre el particular. El gobierno puede sin comprometimiento alguno si le da la gana. Ya Ud. ve como aquí creen los comerciantes que no se les puede negar en América el especular en minas, y que mi sanción es un cumplimiento. No obstante, ellos gritarían fraude y mala fe si se repulsase una compañía que hubiese obtenido mi aprobación. Nada, mi padre, me aflige aquí tanto como no tener a quien consultar para tantas cosas que se ofrecen sin saber uno si lo quieren engañar o no. ¡Cómo lo tengo a Ud. presente en mi memoria a toda hora!

Si por algún accidente de aquéllos que no son de esperarse, pero que por desgracia no son imposibles, el gobierno no admitiese la primera compañía, sería preciso subrogar en el Banco, esto es, conceder a ella el permiso de establecer el Banco para así subsanar de algún modo sus pérdidas, y el tolle tolle que se levantaría aquí contra el gobierno y sobre todo contra mí. Por un artículo reservado que debía tener la misma fuerza que si estuviera inserto en la contrata hecha con Mr. Samuel habíamos convenido que en este caso la citada compañía primero: tenía el derecho de ser preferida sin que Mr. Samuel tuviese que reclamar. Cualquiera contrata que haga yo aquí sobre Banco, ya sea con Mr. Samuel, o con cualquier otro, ha de comprender siempre este artículo. Por consiguiente esté Ud. a la mira porque el gobierno así lo disponga. Pero yo no advierto nada por ahora al gobierno sobre este punto, porque es una pura medida subsidiaria, que sólo debería saber el gobierno, o tener efecto, cuando ya estuviese decretado no admitir la compañía, ni los mismos agentes de la compañía deberían saberlo antes, porque como es más ventajoso para los empresarios el Banco que la Compañía, no fuese a suceder que desistiesen de su empeño en establecer ésta por lograr aquél. Y yo lo que temo es la responsabilidad para con los accionistas de aquí de Londres.

En este mismo paquete marcha para ésa don Luis López Méndez (de que ya he hablado a Ud. en una de mis primeras cartas). Va comisionado por la segunda compañía, esto es la llamada Anglo-Chilena. Este hombre me ha servido aquí desde que llegué, y ha sido mi amigo. Yo lo he tenido por un hombre de bien, pero ahora lo considero algo trapalón. El ha sido uno de los que han tenido parte en que tomase mi nombre en el prospecto de la segunda compañía tan contra mi voluntad. Sin embargo, Ud. hágale cariño y sírvale en lo que pueda. Creo que es amigo de Pinto y por eso se franqueó a estos empresarios para irles a conseguir del gobierno la aprobación de su compañía. El será una carta viva en cuanto a dar a Ud. razón de mi vida y estado hasta hoy, porque me ha estado viendo hasta el último momento. Hable Ud. mucho con él principalmente sobre todo lo relativo a estas compañías, y él le instruirá de todo. No crea Ud. que en esto hay negociación mía ninguna.

Saint Lambert (aquél que estuvo en Chile) comisionado por la primera compañía llegará cuasi al mismo tiempo que esta carta, y con él escribo a Ud.

¿Qué dice Ud. de nuestro obispo Rodríguez? [2]. En este paquete transcribo al gobierno un oficio que me ha dirigido el enviado de Colombia avisándome que dicho obispo (según le avisan de Madrid sujetos de confianza) ha introducido recursos al Consejo de Indias y a Roma por medio de Fr. Diego Rodríguez, quejándose de los procedimientos del Nuncio Apostólico en Chile qué le usurpa sus facultades.

Nada digo a U. de mis ganas de irme. No pienso en otra cosa. Entre tanto el Código Moral no parece y la obra se está imprimiendo. Pienso dar una vuelta por Francia antes de mi partida. Los negocios no me han dejado hacerlo hasta hoy, a pesar de que lo había deseado.

A Dios mi padre. Soy su

Mariano.

Con Saint Lambert escribo a Ud. sobre Ríos.

 

Notas.

1. Domingo José de Toro y Guzmán.

2. José Santiago Rodríguez Zorrilla.